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Obras de Diego Catalán

13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS

13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS

B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE

1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS. III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL 

      Los idiomas primitivos no nos dejaron sólo los nombres toponímicos que pronunciamos a diario pero que no com­prendemos lo que para nuestros antepasados significaron. Nos dejaron además importantes elementos significativos y expresivos hoy en el idioma, indudables aunque difíciles de historiar.

      La iberización de España que hemos señalado compor­taba una buena mezcla de dialectos, a juzgar por la topo­nimia que nos muestra en muchas regiones un fondo de nombres ibéricos, a los que se sobreponen varios otros, lígures, ilirios y célticos. Y la dificultad de separar los influ­jos de estas lenguas en el español es muy grande por la ignorancia en que estamos de las tres más antiguas y por lo incompleto que es el conocimiento de la céltica.

      Varias voces referentes a la metalurgia deben de ser ibéri­cas, pues, en su prehistoria, los íberos y tartesios fueron ini­ciadores de la industria y comercio de los metales en Europa. Plinio, que conocía bien España por haberla gobernado bajo Vespasiano, nos transmite algunas de esas voces 1. Según él, es voz hispana arrŭgĭa, -ium ’galería de minas, canal’, que en terminación masculina dice el español arroyo y el por­tugués arroto ’riachuelo’; fue también voz iliria, o más bien del substrato mediterráneo del ilirio, pues se conserva en los dialectos de Milán, Trento, Venecia, Friul, roǧa, roya, roia ’ca­nal, zanja’; pero la voz latinizada por Plinio y retenida por el español y el portugués pertenece sin duda a la variedad mediterránea típicamente ibérica por su a- inicial, pues sabe­mos que el ibérico, lo mismo que el vasco hoy, no toleraba la rr- inicial, sino que le anteponía una vocal (vasco errota < latín rota ’molino’), mientras otras lenguas mediterráneas tenían rr- inicial, aun las más afines al ibérico, como la de Cerdeña, donde hoy se usa también roía en vez de arrŭgia. De otras voces de minería hispana que da Plinio conserva hoy el es­pañol balux ’pepita de oro’ > baluz. Otra voz muy españo­la es lausiae ’lapides, piedras, losas’, voz latinizada pero de muy escasa aceptación, pues su único ejemplo conocido ocurre en la notable inscripción de las minas de Vipascum (Aljustrel, en Alemteio)2; es hoy panibérica, en portugués lousa, en catalán llosa, en vasco lauza, pero también vive en otros dialectos románicos, en provenzal lausa, en piamontés loza, lo que pudiera indicar que fue común a otros pueblos mediterráneos. 

      Varias voces hispanas, probablemente ibéricas, fueron universalizadas por el latín. Varrón da como hispana la voz lancea > lanza, arma originariamente extraña a los romanos; el latín propagó la voz a los modernos idiomas fran­cés lance, alemán Lanze, etc. Quintiliano da como español el adjetivo gŭrdus > gordo, y como hispano o africano canthus ’llanta de la rueda, borde’ > canto, dos voces propagadas también por el latín. Plinio incluye entre las voces hispanas cŭnĭcŭlus > conejo, port, coelho, catal. conill, encareciendo la fecundidad del animal, plaga para los campos de la «cuniculosa Celtiberia» que adjetivó Catulo; era también voz minera, pues significaba a la vez ’galería semejante a la madriguera del conejo’. El latín hizo también prolífico este nombre en multitud de lenguas.

      En antiguos glosarios latinos figura la voz gammus, que parece ibérica pues sólo sobrevive en español y portugués gamo. La única cita latina de cama es de autor hispano, san Isidoro 3, y su moderna área de extensión panibérica: portugués, español, catalán cama, gascón girondino camanho ’camastro’.

      Otro vocablo, del que ya no contamos con testimonio latino antiguo, pero que se incorporó, sin duda, al latín del dominio ibérico, es la base del español izquierdo (y esquerro), portugués esquerdo, catalán, gascón y languedociano esquerre, provenzal esquer, vasco ezker.

      Igualmente viven en las tres lenguas peninsulares otras varias voces ibéricas, como balsa, mata (ésta también en sar­do: logudorés matta), el ya citado moga, muga 4, etc.

      Dejando estos hispanismos latinizados, los principales legados de las lenguas desaparecidas en España se refieren, como es natural, al terreno, a la fauna y a la flora de la Península. Dos voces muy especiales de nuestro suelo, vega y nava, propias de dos opuestos géneros de vida rural, el agrícola y el ganadero, el de las tierras bajas y el de la meseta, son enigmas interrogados con indecisión o escasa fortuna por el genial talento filológico de H. Schuchardt 5. Decir que vega viene del vasco, según afirma Meyer-Lübke 6, es prescindir del problema ibérico y obrar como aquellos antiguos etimologistas que decían tal palabra latina deríva­se de tal otra sánscrita. Precisamente los topónimos Vega, Veiga, Veguilla, Veiguinha, etc. nos indican que esta voz es ori­ginaria del ángulo Noroeste de España, cuyo vértice oriental parece estar en un caserío de Sondica (Vizcaya) llama­do Beica; es decir, su área llega hasta tierra vascongada o vasconizada, pero no ya a la tierra vascona propiamente dicha, pues la voz falta en todo el Oriente, en Navarra, en Huesca, en Zaragoza y en Cataluña. Es pues voz del ibéri­co occidental. Pero se encuentra también desde antiguo en Cerdeña 7. En los textos medievales del siglo IX y X tie­ne la forma vaica 8, que hay que interpretar ’tierra rega­da por el río’, de *vai ’río’ (vasco bai, ibai). El vasco, para significar la tierra beneficiada por el río, usa ibarra ’vega’, es decir, la misma voz bai con diverso sufijo (de que luego hablaremos).

      La otra palabra, nava ’llanura de pasto natural en región alta montuosa’, ya no es estrictamente ibérica, pervive como apelativo en español, en portugués, en vasco (naba ’llanura grande’), en el Friul 9, y da topónimos Nava, Navata, Nava­zo, Navaja, Navarrete, Naviza, abundantes en toda la Penín­sula Ibérica 10, sin excluir la Vasconia que toma el nombre de Navarra; abundan también Nava, Navasco, Navacchio, Navazzo, etc., en toda Italia 11, y Naves, Navas, Névache (< Navasca), etc., en la mitad meridional de Francia 12. No podemos decir si es nombre ibérico común a otras lenguas mediterráneas o si procede en España de lígures o ilirios.

      Aunque el topónimo Navarra no aparece citado por los autores de la Antigüedad, figuran desde muy pronto, a comienzos del siglo IX, los nauarri, nauarrorum en los ana­listas francos 13. La alternancia entre -v-, -f-, -h- en su gra­fía medieval y en derivados toponímicos 14 se explica como adaptaciones aproximadas varias de un fonema del antiguo euskara a la fonética románica; la terminación no es en este caso debida a la aglutinación del artículo, como en topó­nimos del tipo Ibarra, etc., sino al sufijo -arro 15.

      Una delimitación geográfica del mayor influjo ilirio en la Península creo nos la da la voz lama ’pradera natural en terreno húmedo; tolla, ciénaga’, voz viva hoy en Portugal y en el Noroeste de España, así como en los Alpes, en el Véneto, en Toscana y en el Sur de Francia. En el español no dialectal ha tenido el sentido de ’cieno’, según nos re­cuerdan las décimas de La vida es sueño (el pez «aborto de ovas y lamas»). En latín se usó lama, pero casi sólo por dos escritores nacidos en la parte ilírica de la Italia del Su­reste, que son Ennio y Horacio; parece voz indoeuropea, sólo conservada en ilirio y en idiomas bálticos, y del ilirio prestada al latín. En esa parte ilírica del Sureste y en el Nordeste de Italia ilírico o peri-ilírico también, abunda hoy en el toponímico Lama, y en nuestra Península son frecuen­tísimos en todo el Noroeste: Lama, Lameira, Lamego, Llama, Llamoso, Lamosa, etc. (Portugal, Galicia, Asturias, Santander, Vizcaya, Álava, León, Zamora, Salamanca) y en ese Noroeste estuvo también la ciudad Lama de los vettones, hoy Ba­ños, entre Cáceres y Salamanca, que nos indica tales topónimos como pre-latinos. El asturiano llamargo, como ya he­mos señalado, perpetúa un derivado (lamaticum) ates­tiguado desde la época imperial16.

      Dentro de la misma área de lama, vive hoy el apelativo bouza, usado en el Norte de Portugal, Galicia, Occidente de Asturias, Bierzo, Salamanca, con el significado de ’tierra in­culta, matorral, terreno recién desmontado’ y otras. Como topónimo Bouça, Boiza se usa en esas mismas regiones, pero se extiende más hasta Vizcaya Bocica, y Burgos Bozco. Abunda en Italia Bozza, Bozzarra, Bózzola, sobre todo en territorio lígur e ilirio. Como antropónimo Boutius y el femenino Boutia se halla poco en Galia y mucho en España, pero limitado al citado triángulo del Noroeste 17; añádase el calificativo del río lígur Doria Bautica en el geógrafo Ravennate y el nombre de lugar Bautae hoy Pont Brogny (Haute-Savoie).

      De nuevo ese ángulo Noroeste en el que creemos mayor la influencia lígur-ilírica se muestra más conservador de voces primitivas, ofreciéndose como solar de otra voz: pára­mo. Por su p inicial no ha de ser ibérica. Parece ser de ori­gen ilírico, comparándola al gentilicio Paramonus que se lee en dos inscripciones vénetas 18, y se la ha relacionado con el sánscrito paramas el más alto 19. Los topónimos Páramo, Paramado, Paramio, Paramera se localizan en el Noroeste de España y Portugal 20; ya aparece uno de ellos documentado en tiempo de Hadriano (117-138), en la poética lápida 21 del museo de León, en la que el general de la Legión Séptima, el africano Tulio, establece un coto de caza consagrando a Diana despojos de jabalíes y ciervos cazados por él: «quos uicitin Parami aequore», ’en el campo del Páramo’; posiblemente alude en concreto al «Campo Parămo iuxta flumen Orbĭcum» que menciona el Cronicón Cesaraugustano en sucesos del año 458. Ptolomeo, por otra par­te, nombra una Segŏntia Paramĭca de los várdulos, hoy Cigüenza cerca de Villarcayo (Burgos).

      También son propias de esa región del Noroeste más tradicionalista las voces toponímicas Carva, Carbia 22, etc.23 y Carvalho, Carvalhal, etc. (Portugal), Carbajo, Carballino, Carvayeda, Carvajal, Carvajosa, etc. (en Galicia, Asturias, León, Valladolid, Zamora, Salamanca y Extremadura); pero su área no es tan extensa por el Este como las de vega y páramo, pues no llega a pasar a Castilla. Por ciertos topó­nimos italianos semejantes24 la voz *carv ’piedra’ pudiera ser también ilirio-lígur 25; el apelativo carva ’ladera pedre­gosa de un monte’ se usa en las montañas asturo-leonesas (Lena, Cofiñal)26 y el nombre que en esta zona del Oeste tiene el ’roble’, carvalho, carballo en Portugal y Galicia, car­vayo en Asturias, carbajo en León, se funda en una metáfora indicada por el nombre botánico «quercus petrea». La voz correspondiente del Centro y Sureste es carrasca, deri­vada (por igual metáfora que carbajo) de la voz mediterrá­nea *carr- ’piedra’27; como topónimo Carrasco, Carrascal, etc., se extiende por el Levante desde el Ebro (en Tortosa se usa el apelativo carrasc) hasta Granada y se extiende por todo el Centro desde Santander-Guipúzcoa hasta Córdoba-Jaén; invade al Oeste al área de carualio en Valladolid, Zamora, Salamanca, Extremadura, Portugal y Pontevedra, por lo que su implantación geográfica está menos claramen­te delimitada que la de carualio28. En cuanto al térmi­no correspondiente catalán garriga, variante de la misma base *carr-, por sus topónimos parece voz mediterránea adoptada por los galos del Sur y propagada al Norte de Cataluña: Garrigue, Garret, etc. en Languedoc y Provenza; Garriga, Garrigola, etc. en Cataluña, pero no en Tarragona que parece pertenecer al área de carrasc, y tampoco en Gas­cuña que, como todo Aragón, no ofrece ninguno de estos tres topónimos que examinamos.

      Otra voz con gran vitalidad en el Noroeste de la Penínsu­la hispana es *cǫtto > cueto. Tiene un uso muy arraigado desde antiguo en Asturias y Santander (siglos X y XI 29), y con el significado de ’cerro, altura de tierra comúnmente peñas­cosa y áspera’ se conserva hasta hoy en esa misma área y, aunque no mucho, se oye en La Rioja. Desprovisto de su sig­nificación topográfica, con el significado de ’nudillo’, côto, cueto (y sus derivados cotelos, cotoso) se emplea en portugués, gallego, asturiano occidental y en Villavieja (Salamanca). El derivado con sufijo -rro (y alternancia vocálica) cotarro, coto­rro ’altozano, otero, ladera de un barranco’ se extiende des­de Soria y Burgos hasta Segovia y Salamanca 30. La toponimia limita con precisión el área de Cueto, Coto a Vizcaya (un to­pónimo), Santander (otro), Asturias (23), El Bierzo (uno), Lugo (35), Coruña (30), Pontevedra (51), Orense (8), Vianna (28), Braga (5), Aveiro (uno), Leiria (uno); y en esa misma área aparecen los derivados Cotillo, Cotello, Cotino, Cotinho, Cotoriño, Cuétara 31, Cotariello, Cotarelo, Cotaruelo, Cotayo, Cotanco, etc. y sus plurales; Cueta, -as, -es, Cota, -as y Cotón, -es, Cotão, -ões rebasan algo esa área hacia el centro de Portugal (Lisboa, Évora); Cotanes de Valladolid y Cotanillo de Segovia son puntos extremos en España. Sólo con el sufijo -rro el uso toponímico se extiende fuera del área principal de Cǫtto, hasta Salamanca y Badajoz (Cotorrillo). Estos topónimos no son exclusivos de Iberia. La forma simple Cǫtto, Cǫtta, y los derivados en -óne, -áno se repiten en la toponimia de Italia (Cotto, Cotta, Cottin, Cottone, Cottonaro, Cottano, Cottanellos, Cottanero, etc.) en Piamote, Toscana, Campania, Umbria y Sicilia 32.

      Los relictos de la lengua céltica en el español son mu­chos menos que los de las lenguas mediterráneas, y la mayoría pasaron por conducto del latín, por lo que son comunes a las lenguas románicas: cĕrvĭsia > cerveza, cattus > gato, que suplanta al más antiguo fēlēs, cuan­do se introdujo en Roma el gato doméstico no usual en la Antigüedad, cŭcŭllus, *cuculla > cogulla, cogolla ’ca­pucha’, bracae > bragas, camīsia > camisa; varios con­cernientes a la carretería en que los galos sobresalían: carrus > carro, en vez del latino currus; carpentum ’carro con toldo’, ’carro de guerra’ (entre los galos), de don­de carpĕntārius > carpintero; camba > cama ’pieza curva de la rueda y del arado’; cumbos > combo ’curva­do’; taratrum > taladro y guvia > gubia mencionadas como herramientas del carpintero por san Isidoro; cam­mīnum > camino; leuca > legua (la medida itineraria ro­mana era el milliarium > esp. ant. mijero ’milla’); ca­ballus que substituyó al latino equus.

      Otros celtismos, aunque no entraron en el léxico de los autores latinos, tienen difusión en varias lenguas románi­cas, como sōca > soga, cleta > aragonés, catalán cleda, gallego portugués cheda ’zarzo’; berŭro (celt.) > berro; *brīgos (celt.) > brío; *ambŏsta (celt.) Ίο que cabe en la concavidad formada por dos manos’ > ambuesta, almuer­za, almozada, asturiano ambozada, extremeño ambozá 33; *grēnnos > greña (y el anticuado griñón ’barba’), aludien­do al modo céltico de llevar los cabellos 34. Otro celtismo es *lĭtĭga ’cieno, lodo’, que tiene derivados en el Norte de Italia 35 y que en España aparece con sufijo átono ibéri­co *lédgano > légano, légamo, de donde los topónimos Leganiel en Cuenca, Leganitos y Leganés en Madrid.

      Añadiré sólo otra voz importante, perro, que creo céltica, ya que por su p inicial no puede ser ibérica; otras especies ca­ninas reconocen origen céltico (vĕrtrăgus, nombre admi­tido por el latín y usado antes en España, según prueba el vasco faldaraca ’correveidile’; gallĭcu s > galgo) y perro pu­diera representar un céltico *petr- > perr-36, latín ’quattuor’ (recuerdo una adivinanza en que «cuatro pies» desig­na al perro); perro tuvo especial arraigo en la región central o celtíbera de España, donde llegó a desalojar el latín canis; vivió en ella latente hasta el siglo XIII cuando empieza a en­trar lentamente en la lengua escrita; y tiene también uso en el Languedoc y Rouergue perre, perro (Mistral).

 

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

Véase C. Battisti, Studi Etruschi, VI, 1932, p. 288.

2  CIL, II, 5181.

3  Etym. XIX, 22.

4  Véase atrás, cap. II, § 3.

5  En Zeit. f. rom. Phil., XXIII, pp. 186-187 y 182-186 y XXIX, pp. 553-555.

6  REW, 3ª ed., 9126a.

7  Menéndez Pidal, Orígenes del esp., 83-84 (ed. 1950, p. 75). Formas del siglo X baica, uajka, uayca, etc.

8  Para Vega en un documento sardo de comienzos del siglo XII, v. Meyer-Lübke, en Homenaje Menéndez Pidal, I, p. 68.

9  Nava ’pascolo ripido sull pendió della montagna’. Siena Zam­bra, Ricerche di Geografia linguistica ital, 1934, p. 40; Ribezzo, en Riv. Indo-Gr.-Ital, XV, 1931, p. 60. La explicación como voz indoeuropea *nova (Pokorny, en Zeit. f. celt. Phil. XXI, 1938, p. 98) repugna el significado de la voz española y no pretende ex­plicarla. Lo mismo J. Brüch, «Nava und lat. novalis», Archiv für das Studium der neueren Sprachen, CXXXVIII,  1919, p.  111.

10  Aunque escasean en el Levante propiamente ibérico (Naves Lérida, Navata Gerona, Navalón Valencia).

11  Hasta Calabria y Sicilia.

12  Hasta Allier.     

13  Annales Tilliani, sucesos del a. 806, y en Eghinardo (Mon. Germ. Hist., Script. I, pp. 220 y 147).

14  «Pampilonenses et Nafarri ... Rex Garsias Navarre ... comes Latron Nafarrus» (Chron. Adefonsi Imperatoris). En topónimos va­rios: Naffarrate (1025) Álava, hoy Nafarrate; Nafarroa Vizcaya; Nafarranca Guipúzcoa; Naharro, Najarro Cáceres, Gomeznaharro Segovia, Valladolid, Valdenarros Soria, Naharros, Narros (-rrillos) Salamanca, Ávila, Segovia, Soria, Guadalajara, Cuenca, etc.

15  Menéndez Pidal / Tovar, «Los sufijos con -rr», Bol. Acad. Esp., XXXVIII, 1958, pp.  170-174. Véase adelante § 2.

16  Véase atrás, cap. II, § 7 (inscripción de Lamas de Moledo).

17  M. Gómez Moreno, «Sobre los íberos y su lengua», en Ho­menaje Menéndez Pidal, III, 1925, p. 480. Holder, Alt-celt. Sprachschatz,  1896.

18  Del Véneto istriano. Citadas por Holder, Alt-celt. Sprachschatz, II, 1904, col. 928, donde recoge también el antroponímico Parameius, en inscripción de Langres (Haute Marne).

19  E. Philipon, Les peuples primitifs, 1925, p. 285; apoyado por Pokorny, en Zeit. f. celt. Phil, XXI, 1938, p.  150.

20  Paramera en Ávila en un punto extremo. Topónimos fuera de España apenas hallo sino Paramé en la Bretaña francesa (Paramatto en Lombardia es un compuesto de matto; cfr. Paramonte).

21  Se trata de una inscripción oficial, solemne, con recuerdos de Virgilio y de Horacio.

22  En Portugal, Pontevedra, Lugo, Zamora.

23  Carvellas, Carvide en Portugal.

24  Carve, Carvaco en el Véneto; Carvico, Carvanno, Carvisi en Lombardia; y reflejos en el Véneto ilirio, según creo entender en los estudios de Ribezzo, en Riv. Indo-Greco-Ital, XVIII, 1934, p. 70 y de Alessio, en Studi Etruschi, IX, 1935, p. 112 n.

25  Opiniones sobre Kar(a)v- ilirio en Krahe, Die alten balkanillyrischen geographischen Namen, 1925, p. 89 y en Pokorny, en Zeit. f celt. Phil., XX, 1936, p. 514.

26 La voz de Lena la conozco personalmente (no se halla en Rato, Vocabulario, 1891). «La Carba del Pinar», cresta peñascosa en el término de Cofiñal (León), figura en Madoz, Dicc. Geogr., VI p. 5056.

27  En Calabria se halla con otro sufijo [karrilu], [karrina], [karro] ’encina’ (Jaberg-Jud, Atlas III, 592, en la «Legende»).

28  En Liguria hay Carasco, Carasca.

29  «Oveco presbiter de Cueto», 948; «per cuetu Albu de Dunna, ... per illo cuetu...», 943; «usque in illo queto que dicen Alegio, per illum quetum de Arrias», 1001; «in illos quetos alia terra que comparavi», 1018; «in quetu de Monmune», 1043?; «per somo illo queto et pro illo vado», 1046 ó 1057, en documentos asturianos. En 1282 hallo en Potes (Liébana): «el maiolo del cueto de Penna Uarzana».

30 «Al subir un cotarrito, al bajar una cotarra» se cansa la loba perseguida por los perros en las versiones de esa área del ro­mance de La loba parda (en otras comarcas: cerrillo, cuestita, etc.).

31 La Cuétara (en el Oriente de Asturias), con el sentido colec­tivo del sufijo átono -aro.

32  Menéndez Pidal, Topón, prerrom., pp. 267-275 (procedente de «Cǫtto, cǫtta», Rom. Phil. VI, 1952, 1-4) y Orígenes del esp. 425-427 y 432 (con mapa).

33  Gascón amousto; patois del Delfinado y saboyano emboutâ, piamontés ambosta.

34  Meyer-Lübke, Gram., I, p. 46.

35  Alto-ital. lidga, ledga ’légamo’.

36  Con evolución comparable a la de los topónimos galos Petrucorii, *Petroialum, que aparecen igualmente bajo la forma Pirrucori, Perrolio (Holder, Alt-celt. Sprachschatz).

CAPÍTULOS ANTERIORES:

PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES

CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.

1.- 1.  LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS

2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA

3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS

CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA

5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

7.- 4. FRATERNIDAD ÍBERO-LÍBICA

*   8.- 5. LOS LÍGURES O AMBRONES

*   9.- 6. LOS ILIRIOS

*   10.- 7. LOS CELTAS

*   11.- 8. «NOS CELTIS GENITOS ET EX IBERIS» (MARCIAL)

12.- 9. PERSISTENCIA DE LAS LENGUAS IN­DÍGENAS EN LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA

B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE

CAPITULO III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL

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Imagen: letra M, variaciones sobre el alfabeto Holbein.

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