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Obras de Diego Catalán

5.- 3. LOS «MOTIVOS» Y LAS VARIACIONES DISCURSIVAS SE PROPAGAN DE VERSIÓN EN VERSIÓN

3. LOS «MOTIVOS» Y LAS VARIACIONES DISCURSIVAS SE PROPAGAN DE VERSIÓN EN VERSIÓN

      a objeción al método geográfico más desarrollada por Devoto consiste en denunciar que «la única manera de estudiar los romances según este método consiste en descomponerlos en motivos» (p. 251). Tal objeción, más que al método, atañe a la concepción de la trasmisión tradicional y, en última instancia, a la esencia de la poesía colectiva.

      Ya dijimos que Devoto aceptaba de la teoría «tradicionalista» la «concepción multiforme» de la poesía tradicional, y que su nuevo método trataba de explicar «la extremada variabilidad de la canción tradicional», su «fabulosa riqueza» de combinaciones; pero no admite que esa realidad multiforme de cada poemita se fundamente en el juego combinatorio de las diversas variaciones discursivas y motivos narrativos propios de cada uno de los pasajes que integran el relato. Para Devoto si «el método geográfico, según manifiestan quienes lo emplean, no puede colocar la canción como un total sobre el mapa, sino que debe estudiar separadamente sus motivos», se debe a la ineficacia del método, y no, como los susodichos autores creemos, a que, de hecho, las variaciones se propagan independientemente, a que dentro de una narración «cada idea poética, cada verso o grupo de versos en que esa idea se expresa, tiene una historia aparte, una difusión geográfica y cronológica diferente de la de los demás versos» (Cómo vive, pp. 127-128 y 272-273).
 
     En realidad, Devoto no sólo combate esa concepción de que cada variación tiene su historia particular en el tiempo y el espacio15, sino que, incapaz de comprenderla, hasta se niega a «tomar al pie de la letra esa extraña noción de los motivos que se propagan sueltos», dudando, incluso, que los autores de la llamada escuela «tradicionalista» queramos decir lo que decimos. Y, sin embargo, la independiente propagación de los motivos y variaciones no es un resultado aparente de las limitaciones propias de un «método geográfico», sino que es nota esencial en el mecanismo de la trasmisión tradicional, es la clave de cómo vive un romance.

      Claro está que el hecho de que cada motivo (y aun cada variación de expresión) de un romance se propague independientemente no quiere decir que en momento alguno de su vida tradicional se halle sin engarzar en una narración total, en una versión del romance. Afirmamos que un elemento cualquiera se propaga independientemente, porque, desligado del contexto, pasa de unas versiones a otras, siendo aceptado y engarzado en conjuntos narrativos que difieren en los restantes motivos y variaciones discursivas.

      Cuando un romance está arraigado fuertemente en la tradición, un individuo de cualquier pueblo o aldea, además de la versión del romance recibida de sus mayores, que se compone de tales o cuales motivos y variaciones, tendrá fácilmente ocasión de escuchar otras versiones forasteras, que se distinguen de la suya en más o menos motivos o variaciones. De esas versiones forasteras atraerán su atención, especialmente, ciertos motivos o variaciones aislados, ya porque se destacan, a su parecer, como más felices que los correspondientes de la versión local, ya porque vienen a completar o simplificar ventajosamente el relato ya conocido, y, dada la semejanza de contenido existente entre todas las versiones de un romance, fácilmente podrá desglosar estos motivos del contexto en que se hallaban e incorporarlos al relato que de antiguo vivía en el lugar.

       La necesidad de admitir una propagación independiente de cada motivo, y aun de cada variación en la expresión de un motivo, no es un resultado del «método geográfico»; basta el examen comparativo de una masa de versiones para que ese carácter esencial de la transmisión tradicional se nos presente como realidad incontrovertible.

      Vamos a examinar, por vía de ejemplo, un grupo de versiones pertenecientes al romance de Gerineldo, todas ellas originarias de un área limitada por el Duero, la costa del Cantábrico, y los ríos Esla y Pisuerga. Se trata de un área fronteriza, en que contienden tipos de romance de origen castellano viejo y cántabro con un tipo meridional, dotado de fuerza expansiva, que desde Salamanca tiende hoy a invadir las tierras al norte del Duero.

      Tomemos una versión típicamente castellano-vieja, la que nos recitó a Álvaro Galmés y a mí, en octubre de 1946, Catalina Miguel, en Cabezón (Valladolid):

           —Gerineldo, Gerineldo,    paje del rey más querido,
2        ¡quién pudiera, Gerineldo,      estar dos horas contigo
          y después de las dos horas    hasta el amanecido!
4        — Como soy vuestro criado,    señora, burláis conmigo.
          —No me burlo, Gerineldo,    que de veras te lo digo.
6        — ¿Y a qué hora he de venir     a eso de lo prometido?
          —Entre las diez y las once,     cuando el rey esté dormido.
 8        A eso de las doce y media      Gerineldo dio un suspiro.
          —¿Quién es ése que a mi puerta     dio un tierno suspiro?,
10       que no siendo Gerineldo,      váyase por donde vino.
          —Soy Gerineldo, señora,     que vengo a lo prometido.
12       Baja la infanta en enaguas,     abre puertas y postigos.
          —Con una puerta que abras      cabe mi cuerpo pulido.
14       Se han metido en la cama    como mujer y marido.
           A eso de la media noche    [a]l rey un sueño le vino:
16      «O me fuerzan a mi hija,    o me roban el castillo».
           Aprisa coge el sombrero,     aprisa coge el vestido;
18      ha dado la vuelta    alrededor del castillo
           y ha pillado a los dos    como mujer y marido.
20      Pone la espada en el medio    que le sirva de testigo.
          —Y si mato a mi hija,      queda mi reino perdido,
22      y si mato a Gerineldo,     le he criado desde niño.
          —Vete a darle los días     como costumbre has tenido.
24     —Buenos días, Gerineldo,      buenos días, paje mío,
         ¿de ónde vienes, Gerineldo,      vienes tan descolorido?
26     —Vengo de ver el jardín,      que está verde y muy florido.
         — Si yo te hubiese querido matar,     la ocasión yo la he tenido.

28      — Máteme [....... ],      si lo tengo merecido.
         — No te mato, Gerineldo;     mátete Dios que te hizo.
 30     De las tres hijas que tengo     las tres para tu servicio,
          una que te sirva el pan,      otra que te sirva el vino,
 32     otra te sirva de esposa,      que tú te la has escogido.

Muy similar es la siguiente versión procedente de Astudillo (Palencia) 16:

       — Gerineldo, Gerineldo,     paje del rey más querido,
 2    ¡quién estuviera una noche     dos horas dormir contigo!
       — Como soy vuestro criado,     señora, os burláis conmigo.
 4    —No me burlo, Gerineldo,     que de veras te lo digo:
       entre las diez y las once     que mi padre está dormido,
 6    A eso de las diez y media     coge la calle con bríos,
       a la puerta del palaciol     llega, toca y da un suspiro.
 8    —¿Quién es ese caballero     que a mi puerta da un suspiro?,
       pues no siendo Gerineldo,     váyase por donde vino.
10   —Gerineldo soy, señora,      que vengo a lo prometido.
       Ya bajó en paños menores,      ha abierto puerta y postigo.
12   — Con el postigo que abráis,      coge mi cuerpo pulido.
       Le ha agarrado de la mano,      pa allá arriba le ha subido.
14   Ya se meten en la cama     como mujer y marido.
       A eso de la media noche     despierta el rey despavorido
16  «O me esfuerzan a la infanta     o me roban el castillo».
       Coge su alfanje en la mano,      dando vueltas al castillo;

18   entra en el cuarto la infanta,      les pilla muy bien dormidos.
        — Si mato a mí hija la infanta,     queda mi reino perdido,
20   y si mato a Gerineldo,      le mato muy jovencillo.
       —Mete el alfanje por medio     pa que sirva de testigo.
22   A otro día de madrugada     despiertan despavoridos.
       — Mira, mira, Gerineldo,     mira lo que ha sucedido:
24   el alfanje de mi padre     entre los dos ha dormido.
        — ¡Ay de mí el acuitado,     ay de mí el afligido!
26   —No te llames acuitado,       ni tampoco el afligido;
        te puedes llamar dichoso,      pues con la infanta has dormido.
28   Vas y le das los días     como otros días has ido.
        —Buenos días, su excelencia.      —Buenos días, paje mío,

30   ¿dónde vienes, Gerineldo,      tan triste y descolorido?
        — Vengo del jardín, señor,      que está floridito y lindo,
32   con el color de las rosas     las colores se me han ido.
       — No has prevenido muy mal     para ser tan jovencillo.
34   Si hubiera querido matarte,      bastante tiempo he tenido.
       — Máteme, su excelencia,       si lo tengo merecido.
36   — Yo no te quiero matar;      que te mate Dios que te hizo.
       De las tres hijas que tengo,      las tres te sirvan de alivio,
38   la una te sirva de pan,      la otra te sirva de vino,
       la otra te sirva de esposa,      porque tú la has escogido.

      Y análoga a ambas, entre otras varias, la de Bárcena de Campos (Palencia)17:

       — Gerineldo, Gerineldo,      paje del rey muy querido,
 2    ¡oh, quién pudiera esta noche      dormir dos horas contigo
        y después de las dos horas,       hasta que hubieá amanecido!
 4     Como soy vuestro criado,       señora, os burláis conmigo.
       — Yo no me burlo de ti,       que de veras te lo digo.
 6    —¿A qué hora, la mi señora,       me tendrá abierto el castillo?
       —A eso de las once y media,       cuando el rey esté dormido.
 8    —A eso de las once y media      se fue a dar vuelta al castillo,
       con zapatito de seda      porque no fuese sentido.
10   Una vuelta dio al palacio,       otras tantas dio al castillo.
        —¿Quién es ése, quién es ése,       que a mi puerta dio un suspiro?,
12   si no fuese Gerineldo,       márchese por donde vino.
        — Gerineldo soy, señora,       que vengo a lo prometido.
14   Salió la dama en enaguas,       abrió puertas y portillos.
        —Con un portillo que abráis       coge mi cuerpo pulido.
16    Ya se fueron a la cama      como mujer y marido.
         En esto despierta el rey,       despierta despavorido:
18    "O me matan a la hija,       o me roban el castillo».
        Tan pronto estaba de pie,       tan pronto estaba vestido,
20    tan pronto cogió la espada      y fue a dar vuelta al castillo.
         Pregunta a los demás pajes      por el paje más querido.
22     Unos dicen: «No está en casa»,      Otros dicen: «Ha salido».
         Se fue al cuarto de la infanta      y les encontró dormidos.
24    — ¡Oh cielos¡, ¿qué hago yo aquí?,       me veo comprometido:
         Si mato a la mi hija infanta,      veo mi reino perdido,
26     y si mato a Geríneldo,       le he criado de muy niño;
         pondré la espada entre medias      para que sea testigo,
28    — Despierta, Gerineldo,       despierta, si estás dormido,
        que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
30   Vete a darle los días      como los demás has ido.
        —Buenos días, mi señor,       les tenga usted bien cumplidos.
32    —¿De ’ónde vienes, Gerineldo,       que vienes descolorido?
        —Del jardín vengo, señor,       de cortar rosas y lirios,
34    con el olor de una rosa      todo el color se me ha ido.
         — Mientes, mientes, Gerineldo,      que con la infanta has dormido.
36    Si hubieá querido matarte,       bastante tiempo he tenido.
         — Máteme, la suya alteza,      si lo tengo merecido.
38    — Yo no te quiero matar,       mátete Dios que te hizo.
         Y la reina, que lo oyó, dice:       — Yo le tengo de mandar matar.
40    — Si le manda matar, madre,       mándeme usté a mí enterrar.
        — Que te entierre o no te entierre,       le tengo ’e mandar matar.—
42    Uno morirá a las once,       y el otro al gallo cantar.
         A ella, como hija de reina,       la entierran junto al altar
44     y él, como hijo de conde,       una grada más atrás [etc.]
           ........................................      ..................................

50     De ella salía una rosa      y de él un rico rosal,
         cuando la reina iba a misa,       no la dejaban entrar.
52    Como es reina y puede mucho,       les ha mandado cortar... [etc.]

      Subrayo en las tres versiones citadas las variaciones más típicas de este grupo castellano-viejo de versiones. En Bárcena, el romance se continúa (desde el verso 39) con el tema del Conde Niño (sección que sólo reproduzco aquí parcialmente), esta soldadura también es característica de un conjunto de versiones de Castilla la Vieja.

      Comparemos ahora el trío de versiones que acabamos de citar con esta otra de Almanza (León), lugar próximo a la frontera de Palencia18:

         — Gerineldo, Gerineldo,     paje del rey más querido,
  2     ¡quién estuviera en tus brazos     tres horas o más contigo
         y después de las tres horas     hasta haber amanecido!
  4    Como soy criado vuestro,     os queréis burlar conmigo.
        — No te lo digo burlando,     que de veras te lo digo.
  6    — Si me lo dices de veras,     ¿a qué hora vengo al castillo?
        — A eso de las diez y media,     cuando el rey esté dormido.
  8    A eso de las diez y media     Gerineldo dio un suspiro.
        — ¿Quién ha sido el picarón,     quién ha sido el atrevido,
10   que a la puerta de la infanta     ha dado un grande suspiro?
        — Soy Gerineldo, señora,     que vengo a lo prometido.
12   — Que, si no era Gerineldo,     se vuelva por donde vino.
       — Sale la dama en enagua     y abre su puerta y postigo.

14   — Con una puerta que abra     cabe mi cuerpo pulido.
       —Le subiera para arriba,     le metiera pa’l castillo;
16   se metieron en la cama     como mujer y marido.
       A eso de las diez y media     un sueño [al] sultán le vino,
18  que le maltratan la infanta     o le roban el castillo.
       — Yo, si mato a la infantita,     queda mi reino perdido,
20   y si mato a Gerineldo     que criado mío ha sido;
       aquí dejaré mi espada     que me sirva de testigo.—
22   — ¡Alto, alto, Gerineldo,     aquí ya estamos cogidos,
        la espada del rey mi padre     entre los dos ha dormido!
24   —Calla, calla, la infantita,     que la traje yo consigo (sic).
        — Calla, calla, Gerineldo,     que yo bien la he conocido,
26   que la de mi padre es de oro,     la tuya de cristal fino.
        Vete a darle los buenos días     como otras veces has ido.
28    Buenos días, mía alteza.     — Buenos días, paje mío;
        ¿qué has tenido, Gerineldo,     que vienes descolorido?
30    — Vengo del jardín de flores,     como está florido y lindo,
        con el olor de las flores     los colores se me han ido.
32    —Bien te sabes disculpar,     aunque eres pequeño y niño;
        si te he querido matar,     tiempo y lugar he tenido.
34    —Máteme usted, mía alteza,     si lo tengo merecido.
        —No te quiero matar yo,      mátete Dios que te hizo.
36   Vete a dar agua al caballo     a las orillas del mar,
        donde la reina y la infanta     allí se van a pasear.
38    Mientras el caballo bebe,     él se cantaba un cantar.
         — Mira, hija, cómo canta      a serenita del mar.
40    — No es la serenita, madre,     no es la serenita tal,
         es Gerineldo pulido,     con quien yo me he de casar.
42    — Si tú te casas con él,     yo le mandaré matar.
        — Si le manda matar, madre,     a mí me mande enterrar;
44    a mí, como hija de rey,     me entierren en el altar,
        a él, como hijo de conde,     un poquito más atrás.
46   Y de ella salió una rosa     y de él un lindo rosal.
        La reina, cuando iba a misa,     les ha mandado cortar... [etc.]

      El parentesco es indudable (cfr. los versos subrayados y nótese la continuación con el tema del Conde Niño). Pero hallamos en ella un motivo curioso, ausente de las otras tres: el diálogo sobre a quién pertenece la espada colocada entre los amantes (versos 24 a 26). Tal motivo no es, desde luego, una invención del sujeto de Almanza, sino un elemento tradicional, que se repite una y otra vez en las versiones vecinas de Cantabria; eso sí, encajado allí en una narración en múltiples detalles distinta de la que hasta aquí conocíamos:

         ¡Oh, quién tuviera la dicha      que Gerineldo ha tenido,
 
2     que en el palacio del rey      quince años le ha servido!
         A la reina sirve el agua      y al rey le lava el vestido,
 
4     y a la señora infantina      la servía el pan y el vino.
         Estando un día a la mesa,      estas palabras le dijo:

  6     —Gerineldo, Gerineldo,      atiende a lo que te digo:
        Cuántas damas y doncellas      desean hablar contigo,
 
8     y yo también, Gerineldo,      porque seas mi marido.
         — Como soy criado vuestro,      os queréis burlar conmigo.
10    —  No te lo digo burlando,       que de veras te lo digo.
        — Si me lo dices de veras,      ¿a qué hora vendré al castillo?
12    — A eso de la media noche,      cuando el rey esté dormido,
        los zapatos en la mano      para no hacer ruïdo.
14    A eso de la media noche      picó Gerineldo al castillo.
        Ya despierta la infantina      con un sueño espavorido:
16    —¿Quién es el desvergonzado,      mas quién es el atrevido,
        que a deshora de la noche      viene a picar al castillo?
18    — Gerineldo soy, señora,      que vengo a lo prometido.
        — Pues si eres Gerineldo,      serás muy bien recibido.
20   Y le cogió de la mano,      le llevó a su cuarto mismo;
        y al cabo de poco rato      luego se quedan dormidos.
22   Ya llegó la hora y no había      quien darle al rey el vestido;
        se levantó muy enfadado,      por el palacio se ha ido.
24    Fuese al cuarto de la infanta,      donde siempre había dormido,
        ¿Qué tengo de hacer aquí      ahora sin ningún testigo?
26    Yo, si mato a la infantina,      mi reino queda perdido,
         y si mato a Gerineldo,      mi pleito queda perdido;
28    dejaré aquí mi espada      que me sirva de testigo,
         Ya despierta la infantina      con un sueño espavorido:
30     — Gerineldo, Gerineldo,      despierta, si estás dormido,
         que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
32     — Miente, miente, la infantina,      que la traje yo conmigo.
         — Miente, miente, Gerineldo      que yo bien la he conocido,
34    que la de mi padre es de plata,      la tuya de cristal fino.
         Levántate, Gerineldo,      a mi padre dar el vestido.
36    A la segunda escalera,      la color se le ha torcido.
         — ¿De dónde vienes, Gerineldo,      que vienes descolorido?
38     — Vengo de escurrir los moros      que nos han cercado el castillo.
        — Bien te sabes esculpar,      aunque eres pequeño y niño.
40    La infanta perdió una joya      dicen que tú la has cogido.
        — Pues esa joya, mi rey,      yo no la tengo vist[o].
42   — Que la vieses, que la dejes,      yo vos velaré el domingo,

así dice, por ejemplo, una versión de Dobres (Cantabria)19. Y en otra versión de Potes (Cantabria), recogida por Alvaro Galmés y por mí en agosto de 1948 hallamos:

        ¡Oh quién tuviera la dicha      de ganar y bien servido
 
   como tuvo Gerineldo      siendo del rey bien querido!
        Al rey le sirve el calzado      y a la reina su vestido
 
   y a su hija la infantita      le sirve de pan y vino.
        Un día, estando los dos juntos,      de amores se han requerido.

  6    — Gerineldo, Gerineldo,      siendo de un rey bien querido,
        ¡cuántas damas y doncellas      quisieran hablar contigo!,
  8    y yo también deseara      que tú fueras mi marido.
        —Como soy criado vuestro,      justo es os burláis conmigo.
10   —No te lo digo de bromas,      que de veras te lo digo.
        —Si me lo dices de veras,      ¿a qué hora iré al castillo?
12   —Entre las diez y las doce,      cuando el rey esté dormido.
        A eso de la medía noche      suenan picar al portijo.
14    —¿Quién será ese descarado,      quién será ese atrevido?
         — Soy Gerineldo, señora,      que vengo a lo prometido.
16    Le ha agarrado de la mano      y en su cuarto le ha metido,
         y se acostaron los dos juntos      como mujer y marido.
18    El rey se quiere vestir      y no encuentra su vestido,
         y llamando a Gerineldo      que era criado efectivo;
20    unos dicen no está en casa      y otros que no había venido.
         Va pa’l cuarto de la infantita,      donde tiene el punto fijo,
22    los encontró a los dos juntos      como mujer y marido.
         — Si yo mato a la infantita,      mi reino será perdido,
24    y si mato a Gerineldo,      le crié de chico y niño;
         meto la espada en el medio      que les sirva de testigo.
26    Ya despierta la infantita      con sueño despavorido:
         — Gerineldo, Gerineldo,      ¡mala noche hemos tenido!,
28    que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
        — No te asustes, infantita,      que esa yo la he traído.
30    —No me engañes, Gerineldo,      que yo bien la he conocido,
        que la de mi padre es de oro,      la tuya de plata fino.
32    —Buenos días, señor rey,       —Gerineldo, bien venido;
         esa cara de doncella,      dime ¿dónde la has cogido?
34     — Corriendo tras de los moros      que rondaban el castillo.
         — Bien te sabes disculpar      para ser chiquito y niño;
36     la infanta perdió una joya,      tú dicen que la has cogido,
          que tú seas, o no seas,      tú has de ser el su marido,
38     los cautivos que yo tengo      estarán a tu servicio
         y por donde quiera que vayas      te llamarán yerno mío,

      En una y otra versión he subrayado los motivos y variaciones de expresión más característicos.

      La propagación a Almanza del motivo «diálogo sobre la espada», con entera independencia respecto al conjunto narrativo en que vivía tradicionalmente encajado, es un hecho que se impone a cualquier observador (emplee el método que quiera emplear para el estudio del romance).

      Comparemos ahora con las versiones típicamente castellano-viejas la que cantó Rosa, en Palencia (Palencia) a M. Manrique de Lara (1918?).

        — Gerineldo, Gerineldo,      paje del rey más querido
 2      ¡quién te pillara esta noche      tres horas a mi albedrío!
         — Soy su paje, señora,      y se guasea conmigo.
 4       — No es en guasa, Gerineldo,      que de veras te lo digo.
         —¿A qué hora voy, mi señora,      a lo que me ha prometido?
 6       — Sobre Ias diez o las once,      que el rey estará dormido.
         Sobre las diez o las once,      Gerineldo va al castillo,
 8       con zapatito de seda      para que no sea sentido.
         Se ha levantado la infanta      y en enaguas se ha vestido.
10     — Con una puerta que abras      entra mi cuerpo pulido.
          Le ha agarrado de la mano      y en su cuarto le ha metido.
12     Se metieron en la cama      como mujer y marido.
          A eso de la media noche      oyó ruido en el castillo:
14      — ¡O me roban mi hija infanta,      o me roban mi castillo!
          Ha ido al cuarto de su hija      y los dos están dormidos.
16     — Gerineldo no le mato,      que le crié desde niño,
         si mato a mi hija infanta,      queda mi reino perdido;
18     pongo mi espada en el medio      para que sea testigo.
          — La frescura de la espada      la infanta se ha espavorido.
20      — Levántate, Gerineldo,      mira que estamos perdidos,
           que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
22      — No te asustes, rosa mía,      que la he traído conmigo.
          ¿A dónde voy, la mi rosa,      tres horas el sol salido?
24      — Vete por esos jardines      a cortar rosas y lirios,
          si no, vete en ca’e mi padre,      como otros días has ido.
26     — Buenos días, el mi rey.      — Buenos días, paje mío,
          ¿de ánde viene, Gerineldo,      tan triste y descolorido?
28      — Vengo por esos jardines      de cortar rosas y lirios,
           la frescura de una rosa      las colores se me han ido.
30       — Mientes, mientes, Gerineldo,      tú con la infanta has dormido.
           Máteme usted, el mi rey,      si le tengo merecido.
32      — Que te mate Dios del cielo,      que ha sido él el que a ti te hizo.
          Vete a dar agua al caballo      a los profundos del mar.
34      Mientras el caballo bebe,      él ha sacado un cantar.
           — ¡Válgame Dios cómo canta      la serenita del mar!
36      — Es Gerineldo, señora,      que ha sacado un cantar.
          — Pues, si fuese Gerineldo,      le mandaremos matar.
38     — Si matan a Gerineldo,      me matan a mí detrás.
          De ella ha salido una rosa,      de él un precioso rosal;
40      la reina, cuando iba a misa,      se rasgaba el delantal,
           la reina, muy enfadada,      les ha mandado cortar... [etc.]

      En ella hemos destacado en cursiva los motivos y las variantes de expresión típicas que tiene en común con el grupo de versiones castellano-viejas (añádase la continuación con el tema del Conde Niño, versos 33 y ss.) más el verso del diálogo de la espada. Fácilmente se ve que los motivos y variaciones en común se han reducido en número; y, al tiempo que se han eliminado ciertos motivos castellano-viejos, se han introducido otros de distinta procedencia. Por ejemplo, la fórmula del requiebro

¡Oh quién pudiera esta noche      dormir dos horas contigo
y después de las dos horas      hasta haber amanecido!

aparece sustituida por

¡Quién te pillara esta noche      tres horas a mi albedrío!

que, según veremos, se da en las versiones que llamamos «meridionales».

      Del mismo modo, aunque la infanta sigue aconsejando a Gerineldo que acuda al encuentro del rey («si no vete en ca’e mi padre como otros días has ido»), de acuerdo con las restantes versiones castellano-viejas, este consejo se le ofrece en alternativa de otro:

— Vete por esos jardines      a cortar rosas y lirios,

característico también de las versiones meridionales. La expresión «a cortar rosas y lirios» se repite, además, en la disculpa de Gerineldo al rey, sustituyendo al octosílabo «castellano-viejo» «como está florido y lindo», y lo que en la versión de Palencia ha privado a Gerineldo de su color natural no es «el olor de las flores "sino" la frescura de una rosa». En fin, motivo también forastero es la pregunta «¿A dónde voy, la mi rosa,    tres horas el sol salido?» que precede al consejo de la infanta.

      La desaparición de casi todos los motivos y variaciones característicos del tipo «castellano-viejo» se consuma en la versión de Tordesillas (Valladolid) que, en octubre de 1946, nos cantó a Galmés y a mí Ignacia del Pozo (56 a.):

          — Gerineldo, Gerineldo,      paje del rey más querido
 2       ¡quién te pillara esta noche      en la mi alcoba conmigo!
           — No se burle usted, señora,      no se burle usted la digo.
 4       — No me burlo, Gerineldo,      que de veras te lo digo.
          ¿A qué hora, gran señora,      se cumple lo prometido?
 6       — A eso de las once y medía,      cuando el rey esté dormido.
          A las diez se acuesta el rey,      a las once está dormido,
 8       a eso de las once y media      Gerineldillo había ido.
           — ¿Quién es ese desatento,      desatento y atrevido?
10      — Señora, soy Gerineldo      que vengo a lo prometido.
          Se agarraron de la mano      y para dentro se han ido,
12      van cerrando las puertillas,      corriendo los cerrojillos,
           se metieron en el cuarto      como mujer y marido;
14      ya se quita la chaqueta,      ya se quitó el chalequillo
          ya se quitó el calzón de ante      ya se quitó el calzoncillo
16      y se metieron’ la cama      como mujer y marido.
          El rey se quiere vestir      no hay quien le alargue el vestido;
18      al rey se le presumió,      al cuarto la infanta ha ido.
          Cogió la espada entre medias      y se marchó a su retiro.
20      Ha despertado la infanta,      estas palabras ha dicho:
           — Despiértate, Gerineldo,      despierta, estamos perdidos,
22      que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
           —¿Por dónde me iré, rediós,      por donde me iré, Dios mío?
24      ¿si me iré por el palacio      o me iré por el castillo,
           por dónde me iré, rediós,      que no sea conocido?
26       — ¿Dónde vienes, Gerineldo,      tan triste y descolorido?
           — Vengo del jardín, señor,      que está muy bien florecido,
28     con el olor de las rosas      me he puesto descolorido,
          con el olor de las rosas      las clavelinas y lirios.
30      — No lo niegues, Gerineldo,      que con la infanta has dormido,
           Matadme, señor, matadme,      si lo tengo merecido.
32       — No te mato Gerineldo,      que te mate Dios que te hizo;
            ella será tu mujer      y tú serás su marido.

      Nótese, sin embargo, la presencia de algunas expresiones típicas de las versiones castellano-viejas arriba examinadas («que está muy bien florecido»; «No te mato Gerineldo,    que te mate Dios que te hizo») incorporadas a un conjunto diverso de aquel en que solían hallarse. A su lado expresiones y motivos como «¡quién te pillara esta noche!»; «a las diez se acuesta el rey,    a las once está dormido, / a eso de las once y media...»; el despertar normal del rey; «¿Por dónde me iré, rediós... ?», son de origen meridional, totalmente ajenas al conjunto de versiones castellano-viejas.

      Para hallar incorporadas estas variaciones y motivos de origen extraño (que en mayor o menor número se entremezclan con los de cepa castellano-vieja en las versiones de Palencia y Tordesillas) a un conjunto narrativo típicamente meridional, nos basta con seguir aguas abajo del Duero hasta Zamora, donde Juana Herrero (de unos 60 a.) nos cantó el 31 de diciembre de 1947 a Álvaro Galmés y a mí la siguiente versión:

         Madrugaba Gerineldo      la mañana de San Juan
 2     a dar agua a su caballo      a las orillas del mar.
         Mientras su caballo bebe,      la dama le echa un cantar.

 4      — Gerineldo, Gerineldo,      Gerineldito pulido,
         ¡quién te pillara esta noche      tres horas a mi albedrío!
 6      —Como soy vuestro criado,      como soy vuestro servido,
         como soy vuestro criado,      señora, burláis conmigo.
 8      — No me burlo, Gerineldo,      no me burlo paje mío,
         no me burlo, Gerineldo,      que de veras te lo digo.
10     — Está bien dicho, señora,      ¿y a qué hora es lo prometido?
         Sobre las doce o la una      que están mis padres dormidos
12     das tres vueltas al palacio      y otras tantas al castillo.
          A la puerta de la infanta      ha dado un grande suspiro.
14     — ¿Quién será ese lebrel      que rodea mis castillos?
         — Soy Gerineldo, señora,      que vengo a lo prometido.
16     Lo ha agarrado de la mano      y en su cuarto lo ha metido;
         se pusieron a luchar      como mujer y marido,
18     en aquella dulce lucha      los dos quedaron dormidos.
          Por la mañana gran rey      pregunta por Gerineldo;
20     unos dicen «No está en casa»      y otros dicen «Ya se ha ido».
          Se ha marchado el gran rey      y al cuarto la infanta dirigido;
22     los ha encontrado a los dos,      los dos estaban dormidos.
          — Si mato a la infanta,      tengo mi reino perdido,
24      y si mato a Gerineldo,      lo crié desde muy niño;
           ahí os quedo la espada      que os sirva de testigo.
26      Con el frío de la espada      la infanta ha dado un suspiro:
          — Levántate, Gerineldo,      levántate, paje mío,
28      que la espada de mi padre      entre los dos ha dormido.
           —¿Y por dónde me iré yo      que no sea conocido?
30      — Marcha por esos jardines,      cortando rosas y lirios,
           la fragancia del color      una flor te l’ha comido.
32       El rey, que estaba a la espera,      al encuentro le ha salido.
           — ¿Dónde vienes, Gerineldo,      dónde vienes, paje mío?
34      — Vengo, por esos jardines,      cortando rosas y lirios.
          — Mientes, mientes, Gerineldo,      tú con la infanta has dormido.
36      — Dame la muerte, gran rey,      que la tengo merecido.
          — No te mato, Gerineldo,      no te mato, paje mío,
38      no te mato, Gerineldo,      te crié desde muy niño;
           mañana a las nueve y media      se celebrarán tus bodas.
40       — Tengo yo promesa hecha      con la Virgen de la Estrella
           que mujer que yo gozara      de no casarme con ella,

o, algo más al Norte, hasta Otero de Bodas (Zamora), donde Américo Castro recogió en 1912 de labios de Mónica Casto (55 a.) la siguiente versión:

          — Gerineldo, Gerineldo,      Gerineldito pulido,
 2       ¡quién te pillara en mi cuarto      tres horas a mi albedrío!
           — Como soy vuestro criado,      señora, os burláis conmigo.
 4       — No me burlo, Gerineldo,      que de veras te lo digo.
          — Diga usted, la gran señora,      a que hora se lo he prometido.
 6       — A las diez se acuesta el rey,      a las doce está dormido,
          a las doce aquí te aguardo,      Gerineldo, en el castillo.
 8       Al subir de la escalera      Gerineldo dio un suspiro.
           — ¿Quién es ese buen hombre,      quién es ese el atrevido?
10       — Soy Gerineldo, señora,      que vengo a lo prometido.
           Lo ha cogido por la mano,      en su cama lo ha metido.
12       Se besaron, se abrazaron      y se quedaron dormidos.
           A eso de la medía noche      su padre los ha sentido.
14       Llamara por sus criados,      ninguno le ha respondido;
            llamara por Gerineldo,      le ha sucedido lo mismo.
16       Se fuera a la cama de ellos,      los ha encontrado dormidos.
            — ¡Cómo mato a Gerineldo,      si lo he criado desde niño!,
18       ¡Cómo mato yo a la infanta,      si es hija de mi cariño!
            Puso la espada en el medio      pa que sirva de testigo.
20       — Gerineldo, Gerineldo,      mi padre nos ha sentido.
            — ¿Dónde marcharé yo ahora      donde no sea conocido?
22       marcharé por esos montes      a cortar rosas y lirios.
            — ¿Dónde vienes, Gerineldo,      tan branco y descolorido?
24       — Vengo de por esos montes      de cortar rosas y lirios,
            la rosa de más fragancia,      la color me la ha comido.
26       — ¿Me negarás, Gerineldo,      que con la infanta has dormido?
            —Yo no lo niego, mi rey,      que ella se me ha ofrecido.
28       — Te digo que dende ahora,      ella esposa y tú marido.
            —Tengo hecho juramento      a la Virgen de la Estrella,
30       de no casarme con dama      que haya dormido con ella.

      La incrustación de variaciones expresivas y de motivos típicos de las versiones del tipo «meridional» (representado aquí por Zamora y Otero de Bodas) en versiones predominantemente «castellano-viejas», como la de Palencia, o la persistencia de ciertos motivos y variaciones que hemos clasificado como de procedencia «castellano-vieja» (propios de versiones como Cabezón, Astudillo o Bárcena) en versiones con un gran número de motivos «meridionales», como la de Tordesillas, son testimonios fehacientes de cómo los motivos y variaciones pueden propagarse, y de hecho se propagan, de versión en versión, desligándose del contexto en que nacieron. ¿Cómo, si no, explicar la presencia de un motivo común (y expresado en forma idéntica) en versiones geográficamente contiguas, que no coinciden en los restantes motivos que integran la narración?

      Cada motivo, o cada variante de expresión tiene su propia historia en la tradición hispana del romance. Su expansión sigue caminos en parte diversos a los de cualquier otro motivo u otra variación del texto tradicional. De ahí que sea interesante y necesario hacer la historia, no sólo de la formación de cada versión, sino también de la suerte particular de cada motivo y aun de cada variación expresiva.

Diego Catalán: "Arte poética del romancero oral. Los textos abiertos de creación colectiva"

Universidad Complutense de Madrid

OTAS

15 En las pp. 251-253 de su artículo.

16 Publicada por Narciso Alonso Cortés en la RHi, L (1920), 239-240.

17 Cantada por Lorenza Macho (62 a.) a Manrique de Lara, en 1918 (inédita).

18 Recogida en enero de 1901 por R. Menéndez Pidal de una criada joven recién llegada a Madrid [véase Romancero general de León. Antología de 1899-1989, ed. D. Catalán y M. de la Campa, Madrid: Seminario Menéndez Pidal y Diputación Provincial de León, 1989; 2ª ed., Madrid: Fundación R. Menéndez Pidal y Diputación Provincial de León, 1995, pp. XV-XVI (origen), 190-191 (edición; nº 0023: 08)].

19 Publicada por José María de Cossío y Tomás Maza Solano, Romancero popular de la Montaña,I, Santander, 1933, pp. 128-129.

CAPÍTULOS ANTERIORES:

*
  1.- ADVERTENCIA

2.- A MODO DE PRÓLOGO. EL ROMANCERO TRADICIONAL MODERNO COMO GÉNERO CON AUTONOMÍA LITERARIA

I. EL MOTIVO Y LA VARIACIÓN EXPRESIVA EN LA TRANSMISIÓN TRADICIONAL DEL ROMANCERO (1959)

3.- I. EL MOTIVO Y LA VARIACIÓN EXPRESIVA EN LA TRANSMISIÓN TRADICIONAL DEL ROMANCERO (1959)

4.- II. EL «MOTIVO» Y LA «VARIACIÓN EXPRESIVA» SON OBRA COLECTIVA

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