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Obras de Diego Catalán

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA. II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

      En los albores de la historia encontramos a los íberos propiamente dichos en todas las tierras peninsulares del Levante mediterráneo y a sus hermanos los tartesios en las tierras del Sur, no sólo del Mediterráneo sino del Atlánti­co, donde en las bocas del Betis habían fundado la ciudad de Tarteso, la Tarsis a donde en el siglo X antes de Cristo aportaban cada tres años las naves mercantes de Salomón y del rey de Tiro. La desaparición de Tarteso no significó el fin del poderío ibérico. La Bética aparece cada vez más floreciente. Los íberos formaron con los tartesos el pueblo más progresado de España y Galia: el único que conocía la escritura, en la que nos dejó un centenar de inscripcio­nes; era el único que acuñaba monedas; producía cerámi­ca muy perfecta, relieves y esculturas que alcanzan el valor artístico de la Dama de Elche. La muy superior cultura del pueblo íbero lo convirtió en el pueblo preponderante en­tre los demás afines de la Península a los que extendió su nombre. Los íberos, asentados ya en Cataluña, pasan los Pi­rineos y llegan hasta la región del Ródano, según el Periplo de Avieno (hacia 550 a.C.), y poco después hasta el Ró­dano mismo, cuando el poeta Esquilo (hacia 470 a.C.) decía que el Ródano corría por Iberia21. Según el Periplo del Pseudo-Scilax (h. 340 a.C), los íberos desde Emporion al Róda­no vivían mezclados con los lígures allí preexistentes, y desde el Ródano a Italia habitaban los lígures solos.

      Poco después, hacia el siglo V a.C, los íberos extienden su influencia por el Occidente de Francia, entre el Garona y los Pirineos, e iberizan el país que habitaban los descendientes del pueblo eneolítico de la cultura franco-cántabra análogo al de los vascones22. Resulta así el pueblo aquitano, en el que se funden los dos elementos étnicos primiti­vos capsiense y pirenaico, que también estaban en vías de fusión en la parte vascona de España. Se constituye enton­ces una gran Iberia, dilatada desde la ría del Tajo y Cabo de San Vicente hasta el Ródano y la boca del Garona.

      Esta primitiva expansión ibérica va seguida de cierta ten­dencia a la unificación lingüística de la Península. De ella nos habla la toponimia, mostrándonos cómo hasta los vascones y los astures, así como los otros pueblos, denomina­ron los accidentes de su territorio en una lengua semejan­te a la de los íberos del Sur y de Levante. Puesto que los pueblos pirenaico-cantábricos, según la arqueología, no tu­vieron expansión fuera de sus tierras, y sí la tuvieron muy grande los íberos, es claro que ellos, y no los íberos, fue­ron los influidos. Los testimonios de esa unidad lingüística son abundantes; aduciré sólo unos pocos.

      El nombre antiguo de la Andalucía Baetica, y el del Guadalquivir Baetis, junto con Baeturis, región al Oes­te del Betis, contienen la base baeti ‘ribera, región fluvial’, derivada de bai ‘río’ (vasco ibai), lo mismo que Baeterrae > Biterris, en 839 > Badés en Lérida y > Béziers en Hérault, o Baetulone > Badalona en Barcelona.

      La Tolosa de Guipúzcoa no lleva nombre peculiar pire­naico, sino ibérico, como lo muestran otras Tolosa del Sur, en el Alentejo, en Jaén (Navas de Tolosa) y en Albacete, además de la más importante Τολωσα (en Ptolomeo), Tolōsa (en Mela), Toulouse23; además existió Labitolosa, hacia Puebla de Castro, Huesca.

      El adjetivo berri ‘nuevo’, que subsiste en el vasco y que entra a componer muchos topónimos vascos, como Iriberri ‘villa nueva’ en Navarra, no es peculiar de los pueblos pire­naicos, sino de los íberos del Sur, entre los que hallamos con nombre igual la antigua Iliberri o Iliberris, nombre antiguo de Granada, así como otra Iliberri (Tito Livio) o Ίλέβερρις (Estrabón) en la Narbonense, hoy Elna, en el Rosellón, prolongación de la tierra ibérica por el Sureste de Francia y Elimberrae o Elimberrum en Aquitania, hoy Auch, Hungunverro, entre Toulouse y Auch24.

      A estos ejemplos ya clásicos se me ocurre añadir otro más significativo: los muchos topónimos vascos del tipo Aranzadi, Aranzazu, etc., proceden de un substantivo arantza ‘espi­no’, corriente hoy en la lengua vasca. Fue también usado por la lengua prerromana de otro pueblo pirenaico, el astur, pues hoy en Asturias tenemos Arancedo (compárese ‘Espinaredo’), Arancés, etc.; pero ese substantivo no era peculiarmente pi­renaico, sino ibérico, dada su implantación toponímica: Arance en Basses Pyrenées y en Landes, Aránsar (año 839) > Aransa y Aransés en Lérida, Aranzuelo de Burgos, Aranzuel pueblo medieval de Córdoba25, Aranzueque en Guadalajara (con el sufijo ibérico - ǫcco), Aranzuex (año 1277) hoy (por metáte­sis en Aranxuez) Aranjuez en Madrid, Cuenca, Murcia (con el sufijo - ǫs)26.

      El nombre *ara ‘campo’, base del vasco arán ‘valle’ (compárese el tautológico Valle de Arán en Lérida), forma varios compuestos, como con el adjetivo otz ‘frío’: Araoz ‘Nava-fría’ en Guipúzcoa, *Araués > Aragüés, Araguás en Huesca. Nos interesa especialmente Aratoi, forma primi­tiva conservada aún en los siglos X y XI, moderno Araduey, Valdearaduey en Zamora, valle y río afluente a la derecha del Duero, situados entre los íberos celtizados del territorio vacceo. El sufijo -tǫi, conservado en vasco con sentido abundancial (ametz ‘roble’, ameztoi ‘robledo’), habiendo per­tenecido a los dialectos del Duero occidental, no puede ser un morfema originariamente vascón, sino ibérico.

      Todavía otro ejemplo de esta unidad de temas lingüís­ticos;  el vasco harri ‘piedra’,  que se halla en muchos topónimos vascos: Arriola en Álava; Arrieta ‘pedregal’ en Álava, Vizcaya, Navarra; Arriaga ‘pedregal, pedrera’ en Álava, Vizcaya, Guipúzcoa; Harriague en Basses Pyrénées (País vasco francés) se repite fuera de territorio vasco: Arriolaz en Oviedo, Arrieta en Burgos (partido de Miranda de Ebro), Arriola en Cerdeña y en el antiguo Arriaca, ciu­dad de los carpetanos que los árabes llamaron Wādī-l- āra > Guadalajara ‘río de piedras’ o ‘de peñas fortificadas’, tra­ducción del nombre ibérico, que nos comprueba satisfacto­riamente la identidad del arri usado en el centro de Es­paña, igual en significación al que hoy conserva en vasco27.

      La diferencia étnica que la arqueología establece entre los dos componentes prehistóricos de la población peninsu­lar aparece, pues, al llegar el período histórico, muy borra­da en el terreno cultural gracias a la actividad milenaria de los íberos. Esta primera unificación lingüística de la Penín­sula hubo de ser, claro está, muy relativa. Por otra parte, la diversidad dialectal, sin duda, sería grande. En el Sur he­mos de suponer que el límite entre los dos alfabetos, que los hallazgos arqueológicos permiten distinguir y que separan el ibérico del bástulo-turdetano, constituiría una frontera lingüística a la que se atuvo la organización administrativa ro­mana, pues coincide aproximadamente con el límite entre la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior (su disposición Sureste-Noreste, desde Almería a Almadén, si­gue poco más o menos el límite oriental de la Bética roma­na). Y nótese que esta frontera no separa los viejos domi­nios tartésicos de los íberos en sentido estricto, ya que deja fuera, hacia Oriente, a bastetanos y oretanos, separados de los turdetanos, túrdulos y bástulos.

      Otra división lingüística de disposición Sur-Norte, que cabe observar en la toponimia de las lenguas pre-indoeuropeas de la Península, penetra en el rincón vasco-hablante y separa a los íberos de Levante, incluyendo los vascones del Este, los ilergetes, los edetanos, etc., de los íberos del centro, con vascones del Oeste, aquitanos, várdulos y celtíberos28. Estos del Centro usan la voz eche ‘casa’ con consonante africada éĉe como hoy el vasco gene­ral: Echéberri ‘casa nueva’ en Guipúzcoa, Echábarri, al Oes­te de Navarra y en Vizcaya; Chábarri en Álava, Etcheberri en el país vasco francés; así, igualmente, en Soria Iruécha ‘tres casas’, por donde vemos que los íberos del territorio celtí­bero soriano pertenecían al dialecto que hoy continúan los vascos occidentales. Por el contrario, los vascos orientales con los íberos del Levante pronunciaban éše ‘casa’ con una consonante simplemente fricativa: Exea, hoy Ejea en Zara­goza29; Exérica y Xérica, hoy Jérica en Castellón30; y en lu­gar del citado Echaberri ‘casa nueva’, hallamos Exaberri > Exabierre (año 948) > Xavierre y Xavier > moderno Javierre y Javier en el este de Navarra (la patria de san Francisco) y en Huesca31. Exenegia32 hoy Saneja en Gerona.

      Los vascones (Navarra con el Norte de Huesca y Zara­goza), así como los pueblos vecinos del Norte de Lérida, Guipúzcoa, etc., debían de formar con la Aquitania un gru­po dialectal, que podríamos caracterizar sumariamente por la abundancia de los sufijos - ǫs  y - ǫsse, que en la toponimia moderna de Gascuña se distinguen (Tarnos, Mézos, etc., Arengosse, Seignosse, etc.), pero en la española no (ambos terminan en -os o -ués, según la región). La unidad de ambas regiones al Sur y al Norte de los Pirineos se manifiesta en la identidad de muchos topónimos Biscarrosse y Biscarruesse siglo XI, hoy Biscarrués Huesca, Biscarrosse  Landes, significando ‘las lomas’  (vasco bizkar ‘loma, cumbre’); Urdos Basses Pyrénées, Urdués Huesca ‘porqueriza’   (vasco urde  ‘cerdo’);  Bernos  Gironde,  Bernués Huesca; y muchos más33.  Fuera de esta región vasco-aquitana, este sufijo es extremadamente raro; un ejemplo suelto es el ya citado Aranzuex > Aranjuez, arriba citado. En este dialecto vasco-aquitano, el nombre del río Garumna > Garonne tenía vocal tónica ų y así se usa en los altos va­lles del Cinca y del Gállego para designar varios riachuelos Garona, Garoneta; la vocal ų  alcanza hasta Burgos, donde, a la derecha del Ebro, hallamos el pueblo de Garoña. Pero más al Oeste ya la vocal era ǫ abierta, y tenemos Garueña, que, por influjo de los hidronímicos árabes Guad-, metatizó su ṷ en Guareña afluente del Duero en Zamora, y con igual metátesis tenemos pueblos llamados Guareña en Ávila y Badajoz. En Salamanca se conserva aún como apelativo: guareña ‘ribera, arroyo, charco, pradera en que abundan los regatos’, y ese apelativo, que sabemos era ibérico general, tenía una variante vasco-aquitana con vocal tónica distinta de la que usaban autrigones, vacceos, vettones o lusitanos34. Análogamente el ibérico oriental tenía vocal más cerrada que el occidental en muga ‘mojón, hito’, que en vasco y en catalán es muga, asturiano muega, portugués mogo, cas­tellano mogote.

      El pueblo vasco, al venir a quedar asociado a la civili­zación superior primitiva ibérica, satisfizo las necesidades de su vida estacionaria, y permaneciendo ajeno a las otras dos unificaciones lingüísticas más perfectas, la latina y la castellana, quedó como inestimable tesoro de tradición pre­histórica, ya exactamente valorizado en 1607 por el guipuzcoano Baltasar de Echave, vecino de Méjico, observando lo que la ciencia moderna repite a partir de la obra memora­ble de W. von Humboldt, esto es, los muchos nombres toponímicos de toda España que se dejan interpretar por el vasco, pues «para memoria de lo antiguo, reservó Dios intactas, como brasas entre la ceniza, las cuatro provincias que hablan aquella primera lengua»35.

      En suma, hemos de estimar los dialectos vascos de hoy como lenguas «neoibéricas» en boca de pueblo no ibérico, como el español o francés son lenguas neolatinas en boca de pueblos no latinos; y aunque alguno de los ejemplos que podemos aducir ofrece coincidencia sorprendente entre el estado del idioma ibérico antiguo con el vasco moderno, hemos de pensar que, habiendo carecido siempre el vasco de cultivo literario y de escritura, dos poderosos agentes de fijeza, se habrá apartado de la lengua ibérica primitiva más que las lenguas neolatinas se apartan del latín.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

20  Bosch, Etnología, p. 306.

21  También Latérculo Alejandrino (h. 100 a.C.) y Estrabón dicen que la Iberia empezaba a la derecha del Ródano. Véase A. Schulten, Fontes Hispaniae Antiquae, 1925, pp. 19 y 189; Fouché, «Les Ligures en Espagne et en Roussillon», Rev. Hisp., LXXXI, 1933, pp. 11-12 del aparte.

22 Aquitania, antes pirenaica franco-cántabra, Bosch, Etnología, pp. 406-407, etc. Aquitania, prolongación de Iberia, según Luchaire. Hubert, Les Celtes, pp. 365-366, sitúa la iberización de Aquitania en el siglo V; Bosch, Etnología, pp. 618-619, en el si­glo IV-III o antes.

23  CIL, II, 3008. Bol. Acad. Hist, IV, 1884, 219-221. Comp. Tolox, Málaga; Tolotae en África es comparado a Tolosa Tolobis en Iberia por Schulten, Numantia, I,1914, p. 38.

24  En el Itinerario de Jerusalem, citado por Hubert, Les Celtes, 1932, p. 365.

25 Pueblo vecino de Lucena, donde Alfonso I el Batallador ganó una importante batalla en su expedición por Andalucía. Así nombrado en los Anales Toledanos; llamado Arinsol por otros tex­tos (Simonet, Hist, de los mozárabes, 1903, p. 749).

26 A influjo ibérico deberemos adscribir los Aranza de Lugo y Pontevedra en territorio galaico. Quizá la voz aranz tuviera una mayor extensión por las lenguas mediterráneas: cfr. Arrantia > Ranza (Pieri, Toponomastica, p. 20); Arantius antropónimo (Holder, Alt-celt. Sprachschatz, I, col. 172) de donde Aranciacum, Aranccium > Arrancy (Kaspers, Suffix, -acum, -anum, etc., p. 30).

27 Véase Menéndez Pidal, «La invasión musulmana y las len­guas ibéricas», en Etudes Lévi-Provençal,  1962, pp.  191-195.

28 R. Menéndez Pidal, «Javier-Chabarri, dos dialectos ibéricos», Emerita, XVI,  1948, pp. 1-13.

29 Es inaceptable la identificación que alguien propone de Ejea con S e g i a (Hübner, MLI, p. 54); se opone la x de la grafía antigua.

30 M. Asín, Contrib. topon, árabe,  1940, p. 115 , que no explica la E inicial ¿y el  > j?

31 Véase Menéndez Pidal, «Sobre las vocales», RFE, V, 1918, P- 228. Azkue, Diccionario vasco, II, 1906, p. 305, nota que el labortano y el bajo navarro apenas conocen ĉ inicial, usando en su lugar š; nótese también que ambos dialectos son orientales.

32  En el Acta de la Dotac. Catedr. Urgel, en el año 839 (Meyer-Lübke, en Butll. Dial. Cat, XI, 1923, p. 4).

33 Angos Hautes-Pyrénnées y Basses Pyrénnées, Angüés en Huesca; Urost y Uzos en Basses Pyrénnées, Uroz y Usoz en Nava­rra; Sos en Lot-et-Garonne, Sos en Zaragoza; Anos en Basses Pyrénnées, Anués en Huesca. Lo que interpreto aquí como un su­fijo pudiera ser en varios casos el adjetivo otz frío’, como sin duda es Araoz ‘nava-fría’ (Guipúzcoa), Aragüés y Araguás (Huesca), Araós (Lérida). Otros casos: Arbós (Tarragona), Arbués (Huesca), Amoroz (Vizcaya), Amorós (Lérida); Badagüés, Arascués (Huesca); Navascués, Garrués (Navarra). Véase Menéndez Pidal, «Sobre las vocales», RFE V, 1918, pp. 232-233, Orígenes del esp., 1929, pp. 132-135; y G. Rohlfs, Le Gascon, 1935, pp. 11-12 (Beiheft. LXXXV de la Zeit. f. rom. Phil.) y antes en RIEV, XXIV, 1933, p. 329.

34 La voz garumna, garomna significaba corriente de agua’, compuesto de gar (comp. garo rocío’) y el sufijo medite­rráneo -mno usado en el Asia Menor lo mismo que en Italia: Κάλυμα, Clitumnus etc. (v. Ribezzo, Riv. Indo-Greco-Ital., IV, fase. 3º, 1920, p. 72).

35 Echave, Discursos de la antigüedad de la lengua cántabra bascongada, México, 1607. Humboldt, Prüfung der Untersuchungen über die Urbewohner Hispaniens. Vermittels der baskischen Sprachen, Berlin, 1821.

CAPÍTULOS ANTERIORES:

PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES

CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.

1.- 1.  LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS

2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA

3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS

CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA

5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA

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