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Obras de Diego Catalán

III. LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

24.- 6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

24.- 6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

 

6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

------Los nuevos conocimientos respecto a la Historiografía en lengua romance posterior a la Estoria de España alfonsí (en su redacción primigenia de c. 1270), adquiridos mediante la investigación filológica, obligan a replantar desde sus cimientos las construcciones de la crítica acerca del desarrollo de la poesía épica en tiempos tardo-medievales, tanto las proclives a aceptar la existencia de refundiciones varias de los poemas, como las que prefieren reducir sus manifestaciones al mínimo, pues no se trata en la coyuntura de una cuestión de “escuelas” críticas ni de dar mayor o menor peso a las “opiniones” de esta o aquella”autoridad” erudita. La crítica textual de las fuentes cronísticas, al reorganizar los datos manejables, puede convertir en meros juegos discursivos las más o meno “brillantes” intuiciones de cualquiera de esas autoridades. Por ello, he considerado esencial avanzar cautamente en terreno tan movedizo como el que nos ofrecen los testimonios post-alfonsíes relativos a los temas épicos y, mientras otra cosa no sea posible, conformarme con intentar hacer observaciones parciales y, no siempre, conclusivas.

a. Perduración, renovación e invención
de temas épicos nacionales hispanos
.

------6.1. A pesar de las reservas que he anticipado y aunque respecto a la producción épica tardo-medieval la Historiografía no resulte tan informativa como respecto a los tiempos de la reina doña Berenguela y Fernando I o de Alfonso X y del infante don Sancho, los datos positivos a nuestro alcance permiten, a lo que creo, evidenciar la longevidad de una mayoría de los temas épicos antiguos.
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De las gestas referentes a la Castilla condal tenemos claras muestras de la sobrevivencia de dos de ellas: de La libertad de Castilla y de Los infantes de Salas. Parece, en cambio, haberse perdido memoria de El infante García y los hijos de Sancho el Mayor.
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Los datos tardo-medievales acerca de la gesta de La libertad de Castilla, aunque no nos proporcionan una visión completa, tienen el gran interés de evidenciarnos que se siguió cantando libre de “contaminaciones” respecto a la construcción clerical pseudo-erudita del monje arlantino, inventor de un conde Fernan González medio-heroe medio-santo debelador de Almanzor y la morisma, y que, en cambio, la gesta tenía plenamente desarrollado un prólogo linajístico para enlazar la libertad condal conseguida por el precio de un caballo y un azor con la primigenia función soberana de los alcaldes Nuño Rasuera y Laín Calvo.
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Mucho mejor informados estamos acerca de la suerte corrida por el viejo poema de las rivalidades regionales castellanas, Los infantes de Salas, con posterioridad a la redacción resumida por Alfonso X. Conocemos, de forma bastante completa, las novedades introducidas por una Refundición que, si, de una parte, echa mano de mecanismos dilatorios de la acción y modifica con criterios “populistas” ciertos aspectos de la trama (muy en concordancia con las prácticas refundidoras observables en las chansons de geste francesas durante el s. XIII), a la vez, es capaz de reconstruir la fábrica del conflicto intra-familiar de los Velázquez introduciendo escenas de bárbaro dramatismo asentadas en valores relacionados con el derecho consuetudinario que pudieran creerse obsoletos en la sociedad castellana post-alfonsí. El hecho de que, tanto a mediados del s. XIV en Portugal, como en 1512 en Castilla, existieran manuscritos poéticos hoy perdidos de esa Refundición es un dato tan “de voir et toucher”, tan de ver y palpar, como la existencia del manuscrito de Vivar del Mio Cid o las hojas del Roncesvalles, y nos evidencia que la desaparición de textos escritos de la Epopeya hispana es una realidad con la cual hay que contar. Por otra parte, el proceso refundidor de esos textos, posiblemente para presentarlos adobados ante auditorios necesariamente nuevos, parece haber continuado paralelamente a los actos de copia escrita: hay indicios suficientes para afirmar que a comienzos de la segunda mitad del s. XV se seguía “trabajando” en el texto de esa Refundición introduciendo en ella novedades argumentales y reformando, a lo que parece, la asonancia de ciertas laisses.
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Podemos, asimismo, documentar la existencia c. 1300 de la gesta de Las particiones del rey don Fernando en manuscrito poético, hoy perdido, así como del “Cantar del Destierro” del Mio Cid. Ese manuscrito poético de Las particiones podría ser el mismo o derivado del utilizado por Alfonso X en su Estoria de España en lo tocante a los diálogos referentes a la embajada del Cid ante doña Urraca y del reto de Zamora; pero las laisses de la jura de Santa Gadea que se copiaron c. 1300 no parecen ser las conocidas por los redactores de la Estoria de España y, desde luego, es una novedad el artificioso empalme con que, al episodio de la jura, se enlaza el destierro del Cid. En fin, gracias a la transcripción de los versos en que el Cid convoca en Vivar a su criazón antes de partir al destierro (escena con que daba comienzo la gesta de Mio Cid), podemos asegurar que en el texto poético utilizado c. 1300 existía ya una importante novedad introducida por el refundidor: la transformación de la “familia” de Rodrigo apartándose de la realidad histórica que aún reflejaba el viejo poema. Este dato, en apariencia mínimo (ya que en los versos afecta sólo a Alvar Háñez), adquiere gran relieve al ponerlo en relación con otros que le son compañeros y que muestran la conflictiva coexistencia a fines del s. XIII en la Estoria del Cid pergeñada en Cardeña de dos tradiciones herederas de la vieja fábula del Mio Cid, la representada por el viejo poema y otra fruto de su Refundición.
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A finales del s. XIII, la labor de rejuvenecimiento de las viejas gestas tuvo como complemento la remodelación de los héroes consagrados y, en especial, del Cid. La primacía, como héroe nacional, alcanzada por Rodrigo Díaz de Vivar, dio lugar a la creación de una gesta, llena de novedades, dedicada a sus Mocedades. El hecho tiene poco de sorprendente en la historia románica del género épico (cfr. Wolfzettel, 1973); pero en la siempre poco productiva literatura española tuvo gran trascendencia. Su interés para la historia nacional del género estriba en que, desde un principio, fue concebida con las características temático-ideológicas que se han observado en las generalmente “mal-amadas” chansons de geste tardías, consideradas por la crítica decimonónica y de la primera mitad del s. XX como fruto de la “decadencia” de la poesía épica.
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Aunque en lo tocante a su estructura narrativa y concepción del héroe las Mocedades de Rodrigo que nos permiten reconstruir las varias fuentes son, a mi parecer, mucho menos variables que lo que ha venido creyendo la crítica, el texto semi-poético semi-cronístico del Rodrigo conservado como apéndice de una crónica es, en cambio, testimonio único de la composición de un texto épico estilísticamente discordante, según más adelante destacaré (cap. VI, § 6), respecto a la tradición de las gestas españolas, unánimemente concordes hasta entonces en su métrica y ritmo de la narración.

------6.2. Aparte de las noticias particulares a que acabo de hacer alusión, el estudio de los testimonios tardíos de la existencia de una productividad épica en los últimos años del s XIII, en el s. XIV y en el s. XV, me lleva a hacer una consideración general que estimo de máxima importancia: la nueva historia de la Historiografía nos exige abandonar la imagen de una lenta y paulatina evolución del género épico desde sus producciones áureas “antiguas” hasta las “decadentes” manifestaciones del final de la Edad Media. La aparición en el tránsito del s. XIII al s. XIV de gestas o refundiciones de gestas alejadas de los modelos ideológicos, socio-políticos y estéticos de la vieja épica no condena al olvido los viejos poemas. La concurrencia de la transmisión escrita, de copia en copia, de los textos (hasta las primeras décadas del s. XVI) y de la representación de los poemas ante auditorios por profesionales hizo en estos siglos tardo-medievales caóticamente rica la “oferta” épica. Otra observación parcialmente conexionada con la anterior consiste en señalar la facilidad con que podemos caer en razonamientos tautológicos o en apreciaciones anacrónicas cuando intentamos establecer conexiones de causa-efecto para explicar observables cambios de mentalidad en determinados textos épicos: si bien es lógico que haya una correspondencia entre la evolución temática y de valores en las gestas y las transformaciones sociales e institucionales que se van dando en el reino castellano-leonés (de Alfonso X a Alfonso XI, primero, y desde Pedro I hasta los últimos reyes Trastámara, después), en la interpretación particular de cada detalle conviene tener muy presentes las consideraciones de los estudios sobre la epopeya francesa posterior a los últimos decenios del s. XIII, que ha venido a poner de relieve lo precipitado que puede ser el asumir ciertas suposiciones sobre la relación entre público y autores guiados por prejuicios a la moda (Suard, 1980).

b. Arraigo de los temas franceses.

------6.3. La información de que disponemos acerca de la pervivencia de los temas franceses en el canto épico durante los últimos siglos de la Edad Media española es lamentablemente escasa.
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La presencia en la Historiografía de una narración que abarca todo un conjunto de leyendas épicas Flores y Blancaflor, Berta, Mainete, Reina Sebilla calumniada y Guiteclin o Sajones, no permite hacer hipótesis acerca de si esos temas llegaron a cantarse alguna vez en España. De mayor interés resulta una breve referencia que parece aludir a “cantares” épicos identificables con un Renaud de Montaban lingüísticamente hispanizado.
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Pero, a pesar de la indicada penuria documental, contamos con un precioso testimonio, a mediados del s. XV, que muestra la presencia al Sur de los Pirineos de una tradición rolandiana, que se conexiona íntimamente con las ultrapirenaicas difundidas en el Sur de Francia e Italia, en que el hijo de Canelón ocupa en Roncesvalles un papel prominente, y que podemos asegurar no se indentificaba con el Roncesvalles español del s. XIII.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico:



La Garduña ilustrada
,

Imagen de portada: Crónica de Alfonso XI Ms. escurialense Y-II-10 (Siglo XIV)

23.- 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.

23.- 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.

5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.

a. Problemas interpretativos atingentes
a la prosa histórica tardía
.

------La información que sobre la sobrevivencia y transformaciones de la poesía épica nos proporciona la historiografía de fines de la Edad Media no tiene la claridad del testimonio alfonsí.
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Por una parte, con posterioridad a la Crónica de 1344 el patrón de la historia de España establecido por Alfonso X y sus técnicas compilatorias deja de ser operante: ya no surgen obras realmente nuevas que aspiren a completar la materia histórica heredada del pasado mediante la incorporación de información procedente de un conjunto de fuentes hasta entonces no utilizadas. Aunque las diversas “crónicas generales”, surgidas de entrecruzamientos varios y reducciones de las “versiones” más viejas de la obra alfonsí (y del Toledano romanzado) siguieran reproduciéndose en copias más numerosas que nunca, la transformación de los modelos no es tan creativa como en el pasado y las copias se atienen, por lo general, al texto de sus prototipos. Por otra parte, nuevos historiadores, la mayoría de ellos con nombres y personalidad conocida, se interesan de preferencia por el presente y, si tratan de la historia pretérita, rechazan las concepciones exhaustivas a favor de exposiciones simplificadas. Es la edad de los Sumarios.
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Considerada esta etapa de la historiografía en conjunto, su aportación al conocimiento de la épica puede resumirse (a pesar de las reservas de Armistead, 1989-90a, pág. 105) con el siguiente juicio de Menéndez Pidal (1951a, pág. LXXIV):

“Las crónicas del siglo XV ya no hacen nueva catalogación del caudal épico, puesta al corriente de las novedades actuales... También es de notar que las crónicas del siglo XV ya no mencionan más los cantares ni los juglares, como hacían las crónicas del XIII y del XIV... En el silencio, confusamente, se extingue el influjo de los cantares épicos sobre los historiógrafos del siglo XV, como en el silencio y confusamente se había iniciado ese influjo en los siglos remotos”.

------El adverbio “confusamente”, empleado por Menéndez Pidal, se debe a que en la historiografía medieval tardía interesada en el pasado lejano de España se acrecientan los problemas interpretativos con que ya tropezamos al comentar la materia épica presente en la *Estoria caradignense del Cid y en la Crónica de Castilla. Dada la creciente libertad expositiva que, respecto a sus fuentes, se arrogan los refundidores o abreviadores, resulta muy arriesgado distribuir las novedades de un texto entre dos orígenes posibles: la invención del autor, para lograr determinados efectos, o el conocimiento de una fuente lateral.
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A pesar de estas advertencias, la historiografía tardo-medieval ofrece algunas obras de notable personalidad, cuyo testimonio en relación con la materia épica tradicional es preciso tener en cuenta. De hecho, la utilización in extenso de la Refundición de la gesta de Los Infantes de Salas por la Crónica general vulgata interpolada de 1512 nos asegura (véase atrás § 4.a) que, incluso en las primeras décadas del s. XVI, ya en el pleno amanecer de la imprenta, podían ser objeto de consulta, e incluso llegar a ser incorporados como información histórica a una obra cronística, cantares de gesta de que no ha llegado a nosotros manuscrito alguno.
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No obstante, en el examen que sigue de las crónicas de este período he optado por considerar que la norma es que las innovaciones sean el resultado de la aplicación por el autor de criterios expositivos nuevos y sólo aceptar como probable o seguro el recurso a narraciones, orales o escritas, no tenidas anteriormente en cuenta o de nueva creación cuando la novedad resulte inexplicable como fruto de la recreación historiográfica novelizadora. La preferencia se justifica por el hecho de que la invención debida a criterios estilísticos es, en multitud de casos patente, y, en cambio, las referencias explícitas a la existencia de las fuentes que habría que suponer para explicar la transformación de la materia épica tradicional no existen. Debido a ello, siempre que nos decidamos por la hipótesis de la utilización de un texto desconocido, oral o escrito, de carácter épico tendremos que defender su existencia mediante un detenido análisis del texto historiográfico, en que ese supuesto influjo se manifiesta, en comparación con otros textos parientes de él en contenido, y no, simplemente, dando por natural la existencia de la supuesta fuente oral.

------5.1. El origen puramente estilístico de muchas de las innovaciones expositivas introducidas por las crónicas tardías en la leyenda de los Infantes de Salas fue ya notado por Menéndez Pidal (1896, cap. II). Por su parte, Pattison (1983) ha examinado minuciosamente la evolución sufrida en el Arreglo toledano de c. 1460 de la Crónica de 1344 por las leyendas de Bernardo, Fernan González, La condesa traidora y el Infante García, llegando a análogas conclusiones. El relato del barcelonés Francesc, en el Llibre de les noblesses dels reys (de c. 1328), sobre “La filla del Emperador d’Alemanya”, mujer del rey “Pipí”, contra lo afirmado por su editor (Elliott, 1981), no ofrece huella ninguna de una hipotética épica catalana medieval perdida, siendo como es una narración sumaria carente de rasgos literarios que puedan ser extraños en una transmisión de prosa a prosa de la conocida historia de la substitución de Berte (a quien ni siquiera da nombre) por una pseudo-Berte y del descubrimiento de la verdad en el curso de un viaje de la madre de la novia. Análogamente, a pesar de que el propósito de Vaquero (1990a) sea afirmar la presencia de “tradiciones orales” en las crónicas y sumarios de fines de la Edad Media, sus análisis de lo contado sobre La condesa traidora y sobre Las particiones del rey don Fernando en numerosas obras de ese periodo tardo-medieval 82 muestran, a mi parecer, todo lo contrario: los autores de esas obras reformaron la narración en atención a sus propósitos expositivos y no debido al conocimiento de nuevas fuentes 83.
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La dificultad de discernir entre las creaciones retóricas y las reminiscencias poéticas es, muchas veces, grande. Por ello considero de interés desarrollar detenidamente el examen del siguiente caso límite.
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En el relato en cuaderna vía del clérigo de Arlanza que glosó la vida de Fernan González figura la estrofa (524, ed. Marden, o 534, ed. Menéndez Pidal):

Todos de coraçón ------eran para lidiar,
nin lanças nin espadas------ non avýan vagar,
rreteníen los yelmos, ------las espadas quebrar,
feryén en los capiellos, ------ las lorygas falsar,

que fue prosificada por Alfonso X, contando:

“Otrossí los otros de la su parte non se davan vagar;et tan grandes eran los suenos de las feridas de las lanças et de las astas que firién unas en otras et de llas que crebavan de las feridas que se davan con ellas, que de muy aluén las oyén los omnes”.

En la historia de los reyes leoneses posteriores a Ramiro I, el Conde de Barcelos heredó el relato alfonsí de la Estoria de España a través de la Versão galego portuguesa de la Versión amplificada de la Estoria de España; pero nos consta que para la particular historia del conde Fernan González volvió a consultar el poema en cuaderna vía. Por lo tanto, cuando en el manuscrito único de la primera redacción de su Crónica de 1344 hallamos substituido el texto alfonsí que acabo de citar por una exposición más detallada:

“E por esto andavan mucho acuçiosos e feríanlos muy bravamente de cada cabo: allí veríades volar en pieças las lanças e veríades muchas e buenas lorigas falsar e desmallar e muchos e buenos perpuntes rronper e espedaçar”,

debemos admitir que el conde volvió a recurrir a la misma estrofa. Y cuando en los manuscritos de la Refundição de c. 1400 da Crónica de 1344 hallamos un texto aún más concorde con el poema arlantino (ed. Cintra, c. CCCXLI.44):

“E por esso andavam muyto aguçosos e feryannos muy bravamente de cada parte: aly veríades saltar lanças em peças e espadas quebrar em escudos e maças em capellinas e em elmos e ally poderíades veer muytas e boas lorigas falssar e desmalhar e muytos e bõos prepontos romper e espadaçar”,

tenderíamos a pensar que el manuscrito único en que ha llegado hasta nosotros la redacción primitiva había omitido descuidadamente algunos elementos del relato original de Barcelos subsistentes en la Refundição. Sin embargo, Armistead (1986-87a, págs. 343-344) ha señalado muy justamente que el relato prosístico portugués, a la vez que se acerca más a la estrofa del poema de Arlanza, se emparenta llamativamente con los vv. 726-730 del Mio Cid:

 Veríedes tantas lanças ------premer e alçar,
tanta adágara ------foradar e passar,
tanta loriga------ falssa[r] [e] desmanchar,
tantos pendones blancos ------salir vermejos en sangre,
tantos buenos cavallos------ sin sos dueños andar.

Observación a la que habría que añadir la de la no menor similitud con los vv. 930-934 del Rodrigo:

Veredes lidiar a profía ------et tan firme se dar,
atantos pendones obrados------ alçar e abaxar,
atantas lanças quebradas------ por el primero quebrar,
atantos cavallos caer ------et non se levantar,
atanto cavallo syn dueño------ por el campo andar.

Para Armistead la explicación es indudable: junto al poema en cuaderna vía, el cronista manejó una gesta “popular” sobre Fernan González. Conclusión razonable, que, sin embargo, no puedo aceptar, ya que el episodio en que ocurre, la batalla de Hacinas con Almanzor, nunca fue parte de gesta alguna, pues pertenece a la construcción ideada por el clérigo de Arlanza que sabemos era ajena a la tradición épica de Fernan González.
------
Este “motivo” de la descripción del fragor de una batalla y la fórmula del “veríades” (“la veïssiez”, en francés), con que se trata de incorporar a los oyentes al espectáculo descrito, son elementos formularios heredados, por las varias narraciones españolas citadas, del arte expositivo épico común a las gestas francesas y españolas (o imitado por éstas de aquellas). Rychner (1955, págs. 151-152) reunió ejemplos del Roland, de Gormont e Isembart, de Le couronnement de Louis, de La Prise d’Orange, de Raoul de Cambrais, de Le Charroi de Nîmes, de Le Moniage Guillaume, que muestran lo arraigado que se hallaba este recurso en la tradición. Sin duda, el “motivo”, con sus componentes descriptivos tradicionales, y la “fórmula”, mediante la cual se trata de hacer testigos de la escena descrita a los oyentes, desligados de toda fuente, son lo que se le cruzó por la mente al historiador de la Refundição, de forma similar a lo ocurrido cuando un Gonzalo de Berceo, para calificar al rey David (Sto Domingo, 29c), utiliza otra “fórmula” épica, “una fardida lança” (cfr. Mio Cid, vv. 443b, 489). El carácter meramente retórico del “veríades” dirigido al auditorio, que aquí he supuesto resulta manifiesto en otras glosas de la Crónica de 1344 introducidas en episodios semejantes a éste. Así, en el texto de don Pedro de Barcelos se dice:

“E agora tornemos a don Gu[s]ti[o] Gonçález, que [l]a otra az gu[iav]a, que el guiava tan bien que mejor non podría, ca por allí por donde él yva veríades mucha sangre esparzida de cada parte, e verdades muchos cavallos andar sin señores e muchos moros yacer muertos, tan bien de pie como de cavallo, e muchos yazer en el canpo con los braços e las piernas cortas84,

a partir simplemente de la estrofa (499, ed. Marden; 505, ed. Menéndez Pidal):

Don Gustyo Gonçales, ------ que la otrra faz guiava,
corrýa mucha sangre ------por do él aguijava,
yvan grandes arroyos------ como fuent(e) que manava,
fazía (muy) grand mortandad ------en aquesta gent(e) brava.

------Si, como vemos en el ejemplo citado, la presencia del lenguaje formulario (tanto narrativo como discursivo) épico no siempre puede ser considerado como prueba fehaciente de que el prosista maneja una gesta sobre el tema tratado, tampoco lo es la acumulación en el texto de asonancias, según advirtió ya Menéndez Pidal desde sus primeros estudios (1896, pág. 61):

“Y es muy de notar que hasta en algunos casos estas variantes caprichosas acumulan asonancias, ya casualmente, ya por imitación de las crónicas viejas, ó en virtud de ciertas tendencias á la prosa rimada, de que no faltan otros ejemplos en el siglo XV”.

------Como consecuencia de lo argumentado, al perseguir rastros del conocimiento directo de los poemas épicos en las historias tardo-medievales, dejo de lado las obras, episodios y pasajes en que la adición de detalles pintorescos, los discursos y la animación novelesca pueden fácilmente adscribirse a la creatividad literaria de los autores y explicarse en función de su concepto de la historia (ciertamente muy alejado tanto del de Alfonso X, como del de Ambrosio de Morales y Gerónimo de Zurita), y, a continuación, me refiero sólo a las narraciones en que la huella de fuentes poéticas tiene mayores (o menores) visos de ser una realidad.

b. “Roncesvalles” en “Las bienandanzas
y fortunas” de Lope García de Salazar
.

------5.2. Ya he tratado más atrás de los dos casos más claros de utilización por las crónicas de poemas épicos (en uno y otro caso, nótese, a través de un manuscrito perdido, no de la voz de un juglar transmisor de cantares de gesta): la copia del Rodrigo en un manuscrito de la Crónica de Castilla del s. XV y el extenso recurso a la Refundición de Los Infantes de Salas por la Versión interpolada de la Crónica general vulgata en 1512. Dejados estos ejemplos extremos, el testimonio de mayor relieve sobre la accesibilidad de las tradiciones épicas a fines de la Edad Media nos lo proporciona el Libro de las bienandanzas y fortunas comenzado por Lope García de Salazar en julio de 1471, en los últimos años de su vida (la cual se extiende desde 1399 a algo antes de 1480), “estando preso en la su torre de San Martín de Muñatones”.
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Al igual que don Pedro de Barcelos, Lope García de Salazar logró tener noticia de relatos tradicionales histórico-legendarios de muy variado carácter 85. Algunos de ellos de origen épico.
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Como ya señaló Menéndez Pidal (1917, recog. 1976, págs. 95-99) y reafirmó Horrent (1950), Salazar conoció un relato de ascendencia épica sobre “la muerte de los doze pares de Françia” en “Ronçesvalles”. Ello es indudable. Sin embargo, como subraya bien Horrent, “el marco del relato... está tomado de Bernardo. Es la historia del héroe español la que cuenta nuestro cronista, pero rellena su relación con escenas, con detalles tomados de la otra tradición” (fr., pág. 973); la combinación de los dos relatos fictivos de la batalla es hábil, pero evidente, pues “la sutura sigue siendo visible” (págs. 972-973). Horrent acierta al afirmar (reproduciendo lo observado en 1917 por Menéndez Pidal, pág., 99) que fue en el relato de la Estoria de España de Alfonso X (llamada por ellos “Primera Crónica General”) en donde “se inspira, directamente o no, nuestro autor” (fr., pág. 977) para la construcción de ese “marco del relato”; pero yerra, sin duda, al pensar que la tarea de Salazar se limitó (salvo en la exclusión de Alfonso el Casto de la acción contra Carlos) “a resumir su modelo compuesto” (fr., pág. 981), pues no hay razón alguna para suponer la existencia de un texto mixto de los dos componentes anterior a las Bienandanzas y fortunas, ya que Salazar nada sabe sobre Alfonso II y Bernardo que no proceda de la Estoria de España de Alfonso X (fuera del detalle de localizar la emboscada de Bernardo en la “casa e solar de Uredaureta”, dato obviamente de su cosecha). Por tanto, el relato conocido por Salazar con que enriquece la narración alfonsí era exclusivamente rolandiano.
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Salazar narra apresuradamente la ida de “Gallarón” a Zaragoza con el mensaje de Carlos, en que le exige la entrega del reino, y su traición, al dejarse corromper por el “mucho de oro e de plata que luego le dio” Marsil; pero desarrolla por lo largo dos episodios: la particular historia del hijo de Gallarón y el encuentro de Oliveros con Roldán antes de morir; además nos da la nómina de nueve de los doce pares.
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La escena en que Oliveros, cegado por la sangre, golpea a Roldán, sin conocerle, aunque heredera de la que se incluye en cualquiera de las versiones del Roland (cfr. el ms. de Oxford, vv. 1989 ss.), se aparta de la tradición vieja, no sólo al suponer que ambos han sufrido grandes heridas (según el pseudo-Turpín y la tradición con él relacionada), sino en la reacción de Roldán:

“Como Roldán lo vio, pesóle mucho cuidando que se avía tornado moro, e díxole: ¿Qué es eso, hermano Oliveros?”,

reacción que reaparece, en forma muy similar, en una singular adición del Roland rimado de Venecia V7, (refundido a fines del s. XIII) en la laisse 200:

—Estes vos donc----- devers paien torné
as relinqui -----seinte crestenité?,

así como en la Spagna in rima (mediados del s. XIV), “Dolce cognato…/Or se’tu diventado saracino? (c. 36, ott. 17), y más abreviadamente (“voles vos reneyer?”, v. 1017), en el Ronsasvals provenzal (Horrent, 1950, pág. 983).
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El episodio referente al hijo del traidor es aún más curioso: Gallarón pacta con Marsil que le asegure a su hijo, para lo cual el moro le da “las señales de sus sobrevistas que traýa sobre sus armas”. Como consecuencia de ello, cuando en el curso de la derrota Roldán, conocedor ya de la traición, encuentra a su hermano de madre, dialogan así:

“—¡O traydor, fijo de traydor! —Fijo de traydor puedo ser yo, pero no traydor. —Pues muere aquí connuco. —Yo de grado moriría, ca no fago sino matar en los moros; pero a mí no me fiere ninguno. —Toma esta mi sobreviesta e dexa esa tuya”;

y, tan pronto como hacen el cambio, el hijo de Gallarón es mortalmente herido. Pero, apretando sus heridas con girones de su pendón, logra salir de la batalla y llegar ante el rey Carlos, a quien comunica el desastre y ante quien reniega de su padre, antes de desatarse los vendajes y morir:

“desniégome de su sangre delante de vuestra persona real, e digo que yo no so su fijo, ni él sea llamado mi padre”.

Como ya notó Menéndez Pidal (1917, pág. 99), y con mayor detenimiento y precisiones comentó Horrent (1950, págs. 984-990), este “hermoso episodio” no es, claro está, invención de Salazar; aunque sea ajeno a todas las redacciones del Roland, tiene orígenes épicos.
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El Pseudo-Turpin (en el segundo cuarto del s. XII) situaba ya a Baudouin, el medio hermano de Roland, en Roncesvalles y suponía que, después de asistir al héroe en sus últimos momentos, llevó la nueva de la derrota a Carlos; pero la forma de hacerlo escapar de la matanza general era la de convertirlo, junto con Thierry, en un cobarde. Los mismos elementos narrativos constan en el Myreur des Histors del cronista de Lieja Jean d’Outremeuse (†1400); pero adicionados con un nuevo motivo. Cuando Baudouin comunica a Carlos lo ocurrido, acusa de traidor a Ganelon y niega vehementemente que sea su padre:

“Buen emperador, vuestra hermana Berta me llevó en sus entrañas, pero yo no sé quién es mi padre, pues yo, en verdad, no fui engendrado por el traidor de Ganelhón y no soy, en modo alguno, un hijo suyo” (fr. ant., ed. Borgnet, 1873, t. III, pág. 149),

concitando el asombro y reconvenciones de Albuens y de Nalme.
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El tema que aquí vemos aflorar tuvo en la tradición italiana un especial arraigo bajo una forma que evitaba (o desconocía) el desafortunado motivo de la cobardía de Baudouin y lo sustituía por otro que resulta mucho más coherente con la escena recogida en el Myreur: el pacto de Marsile con Ganelon de respetar la vida de su hijo. Ninguno de los textos italianos conocidos en que se manifiesta el tema del hijo de Ganelon es tan completo como el de Salazar. En la Rotta di Roncisvalle (anterior a 1430) se halla el pacto, junto con el envío de una sobrevista que, al ser vestida por Baldovino, sirve a los moros para reconocerle; también el hijo de Gano se entera de la traición por su hermano, a quien atiende en sus últimos momentos, y, con heridas mortales, logra (gracias a la ayuda de un ángel) llevar la noticia a Carlos (§§ VI. 37-42, VII, 1-28); pero en su decisión de desgarrar su sobrevista, al sospechar la causa por la que los moros le distinguen de entre los demás combatientes, para nada interviene Orlando (§ VI. 21-27). En la Spagna in rima (entre 1350 y 1380) no se cuenta directamente el pacto del seguro ni hay sobrevista; pero aparece la misma escena del encuentro entre los hermanos que en Salazar y el cambio de armas y armadura. Luigi Pulci, en los últimos cantos del Morgante (incorporados a la edición de Firenze, 1483), recobra el motivo de la sobrevista; no obstante, coincide con la Spagna in rima en prescindir del viejo motivo de que sea Baldovino el mensajero de la derrota, ya que ambas obras lo hacen morir en el campo de batalla 86. Parece muy posible que el entronque del relato del cronista vizcaíno con la tradición ultrapirenaica se hiciera a través de un texto del Sur de Francia más completo en la formulación del tema que el Myreur de Jean d’Outremeuse y más próximo al prototipo de la tradición italiana; pero no es posible desechar la posibilidad de que alcanzara a conocer más de una tradición y tratara de combinarlas.
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Un elemento discordante del relato de Salazar respecto al conjunto de la tradición franco-italiana es el identificar al hijo del traidor, no con Valdovinos, sino con “don Dalbué”. “El conde don Dalbuey” o “don Albuey” de la tradición española es “Gandelbodus rex Frisiae”, del Turpín, o “Gondelbuef de Frise”, de los Roncevaux o versiones rimadas del Roland, o Gonder Buffone, de la Spagna in prosa. Pero únicamente en los Galiens y en el Ronsasvals provenzal es el que lleva, como en el relato de Salazar, la nueva de la derrota al Emperador en substitución de Baudouin (según nota Horrent, 1950, pág. 991). Obviamente, de la confluencia de papeles se pasó en cierta etapa de la tradición a la confusión de personalidades. Tanto Menéndez Pidal como Horrent consideran que la variante de considerar a Gondelbuef le Frison como el hijo de Ganelon es exclusiva de Salazar; pero la confusión aparece igualmente en el Ronsasvals provenzal, donde Roland encomienda a Gandelbuon, del que se nos ha dicho que “es senher dels Frions” (v. 544), la misión de contar a Carlos la muerte de los pares en Ronsasvals (vv. 591-597 y vv. 1114-1123) llamándole repetidamente “hermano” (“frayre”) y, cuando el mensajero, que ha emprendido su misión ya malherido, llega, por fin, paso a paso, a la vista de la mesnada de Carlos, Naime advierte al Emperador: “Señor, me parece ver al hijo de Ganelon (“lo filh de Gayne”) a lo que creo”, y Carlos contesta: “Por Dios, es innegable. Es Gandelbuon de Africa la valiente. Le reconozco en el pendón. Él nos dará nuevas de lo ocurrido a los doce pares”(prov.).
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La narración que hacia mediados del s. XV conoció Lope García de Salazar no era el Roncesvalles español del que conservamos un fragmento 87. Nos lo prueba un detalle importante: según Salazar, no sólo Oliveros recibe muchas heridas 88, sino que el propio Roldán muere “seyendo ferido de muchos golpes mortales en su persona”; en cambio, en el Roncesvalles, Carlomagno encuentra a su sobrino erguido y sin herida ninguna (“non veo colpe nin lançada por que oviésedes male”, v. 45), de acuerdo con la tradición de su invulnerabilidad (que heredará el romancero) 89. Esta observación permitiría pensar que el cronista vizcaíno pudo servirse directamente de una fuente no española.
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Pero, antes de aceptar esa hipótesis, resulta preciso tener en cuenta la nómina que da Salazar de los pares muertos en Roncesvalles. Los nueve nombres que cita,

“Roldán, adelantado de la Tabla de los pares, e Oliveros, e Reynaldos de Montalván, e don Ogeros de las Marchas, e el arçobispo Tor[p]inos, e el gascón Angelero, e el mancevo Velarte, e don Dalbué fijo de Gallarón, e el Terrín de Ardena que traya la vandera de los pares, e todos los .xii. pares...”,

coinciden, muy de cerca, según arriba anuncié (cap. I, § 2.c), con los que consigna la Versión crítica de la Estoria de España (si aceptamos que el prototipo de ella reunía todos los nombres que aparecen en las dos ramas textuales que ofrece el pasaje en que se nombran los pares 90),

*”Rroldán que era adelantado de Bretaña, e el conde don Anselino, e Rreynalte de Montalvan, e Giralte adelantado de las mesa del rrey Carlos, e el conde don Olivero, e el conde Terrýn d’Ardeña e el conde don Dalbuey, e el gascón Angelero, e el arzobispo Torpín, e don Oger de las Marchas, e Salamano de Bretaña, e otros muchos...”.

Dado que Salazar tuvo presente la Estoria de España, según hemos dicho, podría pensarse que, salvo en el caso de “el mancevo Velarte”, tomó la lista de un texto de la Versión crítica 91. Es lo que cree Horrent (1951b, pág. 216 y n. 1), quien, siguiendo a Menéndez Pidal (1917), considera las varias ramas de la Versión crítica independientes entre sí (1951b, págs. 212-216). Pero no deja de ser sorprendente, si así fuese, la eliminación en la lista de los nombres no épicos, heredados por Alfonso de sus fuentes latinas eruditas 92. Sobre todo, si recordamos que el monje de Arlanza que compuso el Fernan González conocía, c. 1260, una lista de los doce pares (“Carlos, Valdovinos, Roldán e don Ojero / Terrýn e Gualdabuey e Vernalde e Olivero / Torpýn e don Rri[n]aldos e el gascón Angelero / Estol e Salamón (e) el otro su conpañero”), coincidente en todo con las que examinamos, lista que, según ya he destacado más arriba 93, representa una tradición muy singular. Con ella se relaciona íntimamente, según también ya hemos visto 94, la consideración de Terrýn de Ardena como alférez o portaestandarte de Carlomagno (“que traya la vandera de los pares”), dato no menos singular que la lista de pares y asimismo conocido del Fernán González. La hipótesis de que en las Bienandanzas y fortunas estos datos procedan del poema de Arlanza no es desechable; no obstante, dado el conocimiento de una gesta de Roncesvalles por el historiador vizcaíno no podemos inclinarnos decididamente en favor de esta hipótesis llegando a proponer que eran ajenos a la fuente que le proporcionó el relato anteriormente citado, sobre todo vista la presencia en ese relato del hijo de “Gallarón” (“don Dalbue”) tanto en la lista de pares como en el episodio de las sobrevistas, pues ni el medio hermano de Roland ni Gaudebuef suelen ser incluidos en la lista de los pares en los relatos rolandianos.

c. Los Infantes de Salas de García de
Salazar y del Arreglo toledano
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------5.3. El resumen que de la batalla del “Vado de Cascajares” 95 y de la leyenda de los infantes incluye Lope García de Salazar en sus Bienandanzas y fortunas (libro XV) 96 remonta evidentemente a la Crónica de 1344. Basta para mostrarlo la presencia de cuatro reyes moros, “Galve e Alviara e Barçín e Alicante”, en la batalla en que son descabezados los hijos de Gonzalo Gustios y su ayo, ya que esa cifra y esos nombres se deben al intento de don Pedro de Barcelos de armonizar la información heredada de la Estoria de España alfonsí, en que los reyes eran Galve y Viara, y la de la Refundición de la gesta de Los Infantes de Salas que conocía en verso, donde llevaban los nombres de Alicante y Barrasín. Las divergencias narrativas que ofrece la leyenda tal como la resume García de Salazar respecto al relato de la Crónica de 1344 son, en su mayoría, debidas a la libertad expositiva del genealogista vasco o a que redactaba posiblemente recurriendo a la memoria sin tener la fuente delante 97. Hay sin embargo, una novedad claramente tradicional: la sustitución del campo de Almenar, como lugar de la matanza, por “Arabiana, çerca de Moncayo”. El cambio no supone un desplazamiento geográfico del suceso, ya que las dos designaciones apuntan a un mismo valle; pero la preferencia onomástica de García de Salazar es compartida por el Romancero en textos con notorias raíces épicas: utilizan ese topónimo tanto el romance cíclico “Ya se salen de Castilla” 98, como el de “A cazar va don Rodrigo”. No es imposible que en torno a 1471, cuando García de Salazar escribía, los romances publicados en el s. XVI tuvieran ya difusión y el genealogista vasco alcanzara a conocer alguno de ellos; pero quizá, como en otros casos, García de Salazar heredó la novedad de relatos de carácter aún épico.

------5.4. Mayor importancia que el resumen de García de Salazar para el conocimiento de la evolución de la leyenda épica en el s. XV tiene otra exposición del tema basada igualmente en la Crónica de 1344: el Arreglo toledano de c. 1460. Se trata de una versión retóricamante amplificada del texto castellano de la Refundição da Crónica de 1344 de c. 1400, hecha por un judío converso de Toledo. Menéndez Pidal, aparte de publicar los pasajes referentes a la leyenda en que el Arreglo introducía variantes narrativas (o expositivas) de mayor interés en relación con su modelo (1896 y 1971, págs. 335-344; 1951a y 1980, págs. 237-239), hizo una ponderada evaluación de la relación entre las dos obras: consideró debidas a “la fantasía del autor, que no sabía narrar con la sencillez antigua y que procuraba dar a su Estoria 99 la animación de una novela” (1896 y 1971, págs. 60-61) la mayor parte de las características del Arreglo toledano, y señaló asimismo, ilustrando lo afirmado con argumentos precisos (n.1), que en estas variantes caprichosas se observa a menudo una tendencia a la prosa asonantada sea por imitación de las crónicas viejas o por un rasgo de estilo “de que no faltan ejemplos en el s. XV”. No obstante, creyó posible descubrir, entre los pormenores arbitrarios introducidos por el “abtor” y bajo “la hinchada palabrería de esta crónica” (1963, pág. 95), algunas variantes (“bien pocas”) debidas al conocimiento de un “nuevo texto rimado...distinto del segundo Cantar que conocemos” (1896 y 1971, págs. 35-36). A esa conclusión le conduce (en 1896, págs. 35-37, 1951a, págs. 237-239 y 1963b, págs. 94-95, 131, 133-135, 152-156) la observación de una serie de coincidencias de detalle entre el relato del Arreglo (y no de su fuente la Refundición de la Crónica de 1344) y los romances viejos.
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Dadas las características del texto del Arreglo toledano, algunas de las aproximaciones textuales con los romances viejos señaladas pueden ser casuales y no reminiscencias de un prototipo oral común 100. Pero tal explicación no cabe para el nombre de “Campo de Palomares” dado en el Arreglo y en el romance “Ya se salen” al lugar en que son descabezados los infantes 101, ni respecto al hecho de que Mudarra reciba el nombre cristiano de Gonzalo, según narra el Arreglo al contar su bautismo 102 (en abierta contradicción con la Crónica de 1344 103), como un paso más en el proceso de subrayar el carácter de palingénesis con que la Refundición de la gesta había concebido la figura de Mudarra como un Gonzalo González reencarnado (cfr. Bluestine, 1984-85), y según, de forma inesperada, se hace manifiesto en el curso del diálogo entre don Rodrigo y Mudarrilla en el romance “A cazar va don Rodrigo”.104 Estas coincidencias, permiten sospechar a Menéndez Pidal que otras “variantes” del Arreglo respecto a su fuente cronística pudieran estar “sugeridas” por versos de un nuevo texto rimado que sería “una ligera refundición” del prosificado por la Crónica de 1344 y reproducido en las secciones añadidas por la Versión interpolada de la Crónica general vulgata de 1512 a su texto base (1896 y 1971, pág. 36).105
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La lectura de los pasajes del Arreglo toledano más o menos novedosos respecto a los correspondientes de la Refundición de la Crónica de 1344, confrontándolos con los de su fuente, hacen, de entrada, difícil el aceptar que el “abtor” de la nueva redacción cronística tuviera presente un texto versificado de la gesta y sólo acudiera a él esporádicamente para reformar ligeramente alguna frase o para recordar unos pocos pormenores discordantes respecto a lo dicho por la crónica que refundía estilísticamente. Pero también es cierto que ni los romancistas acudieron al Arreglo toledano en busca de los nuevos datos 106, ni el texto de los romances, tal como los conocemos, pudo inspirar las reformas del “abtor” del Arreglo en torno a 1460 107. La fuente común lejana de las innovaciones más parece un texto épico tardío que un texto romancístico temprano 108; pero la forma de llegar a tener conocimiento de ellas el judío converso toledano pudo ser indirecta 109.

d. Las Mocedades de Rodrigo que conoció
García de Salazar y las utilizadas
por un refundidor de Almela
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------5.5. Armistead (1973) examinó, con gran detalle y precisión crítica, el relato que, acerca de las mocedades del Cid, incluyó Lope García de Salazar en sus Bienandanzas y fortunas (1471-76), separando en él lo tomado de su fuente principal, la Refundição da Crónica de 1344 de c. 1400 (probablemente en su versión castellana) 110, de lo que procedía de un relato desconocido de posible carácter épico, ajeno a la tradición historiográfica constituida por las crónicas generales, y de lo que podría ser debido a su propia inventiva. El recurso directo a una versión de las Mocedades de Rodrigo es indudable al referir la batalla iniciatoria con que el héroe se consagra. El “estoriador” de la Crónica de Castilla (según atrás dije, n. 33)111 había pasado sobre el suceso como sobre ascuas, lo cual explica que don Pedro de Barcelos, al trasladar la genealogía de Rodrigo Díaz al capitulo en que narraba la descendencia de los jueces de Castilla en el reinado de Fruela II (dejando como apéndices de ella la descendencia del Cid, el relato del bautizo de Rodrigo y el regalo que su padrino le hizo del caballo Babieca), omitiese las dos líneas referentes a la muerte del conde don Gómez, que en la Versão galego-portuguesa da Crónica de Castela venían a continuación, y sólo dejara como huella de aquel suceso no referido una posterior alusión con motivo de la querella de Ximena ante el rey don Fernando. La evidente laguna textual de la fuente principal que García de Salazar resumía le llevó a buscar información para este episodio en otra parte:

“Estando este Rodrigo de Bivar en Río de Ovierna, que era su eredad, seyendo de .xx.112 años, ovo batalla aplazada en el campo .c. por .c. con el conde don Gómez de Gormaz. E estando la batalla en peso, mató con su lança este Rodrigo de Bivar al dicho conde don Gómez. E mató e prendió muchos de los suyos”

El origen épico de la lid de ciento contra ciento concertada para un día convenido es seguro, ya que se conserva igualmente en el Rodrigo, donde don Rodrigo, uno de los hermanos Laínez propone a don Gómez:

“Ciento por ciento vos seremos de buena miente e al plazo”

y, habiendo sido aceptada la propuesta, acuden “a los nueve días contados” los de una y otra parte, siendo uno de entre “los cien lidiadores” del bando de los Laínez el joven Rodrigo, contra la voluntad de su padre, pues

“doze años avía por cuenta------ e aún los treze non son,
nunca se viera en lit, ------ ya quebrávale el corazón”.

La alusión a los presos en el combate es, a su vez, eco de la prisión de los hijos varones de don Gómez, que el Rodrigo relata, donde su liberación forma parte de la trama argumental que conduce a la ida de Ximena a la corte del rey don Fernando.
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Comprobada la consulta de otra fuente además de la Refundição da Crónica de 1344, creo, con Armistead (1973, pág. 116; 2000, págs. 86-87), que las pequeñas adiciones introducidas por García de Salazar al narrar la querella de “doña Ximena Gómez” tendrán ese mismo origen; esto es, la precisión de que “era de .xv. años” y su alegato “so donzella güérfana de padre e madre”.113 En el Rodrigo, “Ximena Gómez” argumenta asimismo ante el rey “orphanilla finqué pequeña de la condessa mi madre”, y el detalle de que ha muerto su madre seguirá siendo cantado en el Romancero: “con manzilla bivo Rey, con ella murió mi madre” (“En Burgos está el buen rey”, cfr. adelante, cap. VIII. 2e). También podría ser atribuible a influjo de la gesta la explicación, al resumir en otro lugar la respuesta de don Fernando al Papa cuando le reclama tributo 114, de que lo hizo conforme al consejo de Rodrigo de Vibar “que después fue llamado Çid Ruy Díaz de Bibar”, pues la incorporación del patronímico “Díaz” al nombre ocurre en el Rodrigo (y, sin duda, ocurría desde antiguo en la gesta de las Mocedades, cfr. atrás, 2d) cuando el “escudero” es armado caballero por el rey al asumir el cargo de alférez antes de la batalla con el Conde de Saboya, mientras que según la versión historiográfica de las crónicas (heredera de la compilación propia de la Crónica de Castilla) tanto el ser nombrado con el patronímico como la ceremonia de ser armado caballero habían ocurrido mucho antes (con ocasión del relato histórico de la conquista de Coimbra).
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La novedad más interesante en la narración de García de Salazar es una batalla de Rodrigo, que cuenta a continuación de la muerte del conde don Gómez, la cual

“ovo con los condes de Cabra, que lo desafiaron porque eran parientes deste conde Gómez, que vinieron sobre él muy poderosos. E venciólos en el campo e mató muchos dellos e prendió al conde don García de Cabra que llamaron el Crespo e otros muchos. E después soltólos a todos por vondad”.

------5.6 Este episodio, que no figura en la Refundição da Crónica de 1344 (ni en su fuente, la Versão galego-portuguesa da Crónica de Castela), tiene que ver, indudablemente, con una curiosa interpolación introducida en una Refundición del Compendio historial de Diego Rodriguez de Almela 115 (de entre 1504 y1516), según destacó Armistead, 1963 (recog. en 2000, págs. 91-119). Almela había tenido también como fuente básica para su obra la Refundição da Crónica de 1344 de c. 1400 (sin duda, en texto castellano); pero su refundidor trató de completar el relato referente a las mocedades del Cid en algunos pasajes que consideró incompletos. Almela, en su resumen, había omitido el voto de Rodrigo de no verse con su esposa hasta vencer cinco lides en campo y el episodio de las cartas de traición de los condes que pactan vender a Rodrigo en batalla concertada para el día de la Cruz de Mayo; el refundidor, que manejaba la Crónica de 1344 (o la de Castilla), consideró preciso subsanar esos defectos. El relato interpolado acude a la tradición historiográfica, tanto respecto al voto, como respecto a la traición de los condes (aunque omite la referencia a la batalla aplazada para el día de la Cruz de Mayo); pero añade una precisión acerca de quienes son los traidores:

“conbiene a saber: el conde don Gómez de Gormaz e el conde don Ordoño de Lara e el conde don Garçía de Grañón e otros caballeros”.

Por otra parte, pone en íntima relación la presentación en Zamora, por parte de los moros, de las parias a Rodrigo (escena en que Rodrigo les hace besar las manos del rey en lugar de las suyas y ellos le dan el nombre de “Çid, que quiere dezir señor”) con la presentación de las cartas de traición de los condes y el encargo del rey al Cid de que “por su mano los desterrase de Castilla”, alterando en ese aspecto la secuencia de acontecimientos de las crónicas (cfr. atrás, § 2d). Lo narrado concuerda con la Crónica de 1344 (y la de Castilla), pero contiene algunas novedades: los moros que acuden a Zamora no son meros mensajeros, sino los cinco reyes moros en persona; los condes, al ser desterrados, parten “de ellos a Aragón e otros a Navarra”; el conde don García, que va desterrado a Córdoba, recibe el apodo de “el Crespo de Grañón” y, al serle entregada Cabra “de heredad”, “de allí adelante se llamó e le llamaron el conde don Garçía de Cabra” (se omite que la donación de Cabra se debiera a la intercesión de Rodrigo en atención a su “cormana”, mujer del conde don García). Estos detalles no cronísticos (destacados por Armistead, 1963, págs. 306-308, 309-310, 311-316, 319-322 y 2000, págs. 98-99, 100- 101, 102-107, con omisión de lo comentado en las págs. 319- 322 de 1963) adquieren más peso en vista de todo un episodio, ajeno a la Crónica de 1344 (y a la Crónica de Castilla), que remata la interpolación:

“ E dende a un año que estubieron desterrados de Castilla, vinieron ante el Çid las condesas, mugeres de los condes, pidiéndole por merçed que perdiese el enojo contra sus maridos, pues que a su causa el rrei los mandó desterrar fuera del rreino, e que le pidiese la merçed que les relevase el destierro e tornasen a Castilla.”

El Cid accede; regresan los condes y en adelante “fueron buenos amigos todos con el Çid e se fazían muy grandes onrras”. Esta adición contradice de plano lo que las crónicas venían diciendo sobre un posterior enfrentamiento de Rodrigo y el conde don García (sea porque lo incluyera el relato de las Mocedades, sea porque recordasen lo narrado por la Estoria de España basándose en la Historia Roderici y en el Mio Cid):

 “E después fue muy desconoçido el conde al rey de Córdova que le dio a Cabra, ca le fizo guerra della fasta que después lo prendió Rodrigo, commo bos lo contará adelante la estoria”.

------5.7. Las adiciones al relato que, basado en la tradición cronística, el refundidor de Almela incorpora a su interpolación, junto con el pasaje arriba citado de García de Salazar, no creo que sean invenciones arbitrarias; considero, con Armistead, 1963, que, directa o indirectamente, se relacionan con la tradición poética de las Mocedades de Rodrigo. Desde luego, el perdón de los condes por el rey a intercesión del propio Rodrigo no sólo es un pasaje que tiene su paralelo en el texto poético del Rodrigo (vv. 769-775), sino que es un episodio necesario para que todos los grandes vasallos del rey don Fernando acudan a participar en la gran empresa de cruzar los puertos de Aspa y esperar combate frente a los poderes del Papa romano, el Emperador alemán y el Rey de Francia. Los condes traidores, en especial el conde don García, Crespo de Grañón, y su hermano Ximen Sánchez, Conde de Burueva, presos por Rodrigo y desterrados por don Fernando (vv. 700-730 + parte perdida en el manuscrito único), figuran de forma destacada en el ejército expedicionario (vv. 812-814 y 830-837). El pormenor de que sean las condesas, mujeres de los desterrados, quienes negocian con Rodrigo el perdón no creo que sea una “reinterpretación” de la escena en que la mujer de don García obtenía, en la gesta conocida por la Crónica de Castilla, una carta de recomendación del Cid para hallar acogida en Córdoba cuando parten al destierro (según piensa Armistead, 1958-59, n. 24 y 1963, págs. 310-311, recog. en 2000, pág. 102), sino un nuevo pasaje revelador de una caracterización de Rodrigo que es recurrente en el antiguo poema de las Mocedades.116
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Los datos adicionales sobre los condes castellanos enemigos del Cid que aportan García de Salazar y el refundidor de Almela abren interrogantes que no son fáciles de contestar. Perfectamente concorde con la tradición de las Mocedades (desde el s. XIII) es la afirmación de García de Salazar de que “los condes de Cabra” y, en especial “el conde don García de Cabra que llamaron el Crespo”, “eran parientes del conde Gómez” de Gormaz, pues según sabemos por la Crónica de Castilla, se había casado con doña Elvira, hermana de Ximena (la mayor de las hermanas, según el Rodrigo); también se contaba en las Mocedades, como testimonia el Rodrigo, que Rodrigo de Vivar combatió Grañón y prendió allí al conde don García y en Briviesca a su hermano. Pero estas prisiones no ocurren cuando los condes “vinieron sobre él muy poderosos” después de desafiarlo por la muerte de don Gómez, ni cuando don García era llamado “de Cabra”, ya que en el poema se producen como venganza de Rodrigo por la traición del día de la Cruz de Mayo y antes de que don García reciba Cabra en señorío. El refundidor de Almela concuerda con García de Salazar al destacar entre los condes enemigos de Rodrigo a “el conde don Garçía de Grañón”, “el Crespo de Granón”; pero parece más correcto cuando precisa que sólo después de su destierro “de allí adelante se llamó el conde don García de Cabra” y cuando conexiona su anterior enfrentamiento con Rodrigo al pacto traicionero con los moros. Aunque nada dice respecto a la relación de la “malicia” de los condes con la muerte de don Gómez de Gormaz, los nombres que se detiene a citar parecen confirmar que constituyen un clan familiar, según ha observado bien Armistead, 1963 (págs. 311-316; recogido en 2000, págs. 102-107), y la continuada enemiga de ese clan respecto a Rodrigo debió de ser parte esencial en el argumento de la gesta desde su primera forma hasta el s. XV. La rápida andadura del Rodrigo, que sólo insinúa sin desarrollarlos plenamente la mayor parte de los episodios épicos que constituyen la trama, junto con las lagunas textuales que presenta, no nos permiten reconstruir en su plenitud la estructura argumental primigenia de la gesta; por otra parte, los pasajes cronísticos basados en ella aparecen en la Crónica de Castilla y en los sumarios tan dislocados y tan acomodados a la herencia historiográfica no épica que hace imposible fundamentarse en ellos para comprender mejor esa trama. De ahí que respecto a los episodios y detalles de los sumarios no sea factible discernir si sus testimonios simplemente completan nuestro parcial conocimiento de un relato épico compatible con el conocido por el compilador de la Crónica de Castilla o si reflejan innovaciones en la evolución de la gesta (según piensa siempre Armistead, 1963 ó 2000, págs. 79-119, y 1973).

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

NOTAS

82 Vaquero (1990a) estudia la Versión interpolada de la Crónica general vulgata, el Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela, la Crónica abreviada de mosen Diego de Valera, la Crónica brevemente sacada de Gonzalo de Arredondo, el Arreglo toledano de la Crónica de 1344, el Libro de las bienandanzas y fortunas de Lope García de Salazar, el Memorial de historias, el Sumario del despensero de la reina doña Leonor y la Refundición del Sumario del despensero.

83 Armistead (1989-90a) sobrevalora el libro de Vaquero (1990a, y su anticipo, Vaquero, 1989) al considerarlos “un avance significativo en la controvertida cuestión de las relaciones entre épica y crónicas”, que “reconfirma la tesis neotradicionalista de que la épica oral continuó nutriendo y enriqueciendo a la historiografía desde el s. XII hasta los ultimísimos años de la Edad Media”. A mi juicio, es una obra aún poco madura, en que los prejuicios “oralistas”, a que la autora se aferra, trastruecan las reales conclusiones que del examen de los textos habría que extraer. Vaquero no domina de forma suficiente los problemas que plantea la utilización de las fuentes épicas por los historiadores en latín y por las crónicas generales, y, en cuanto al romancero, mezcla en sus comparaciones confusamente los romances viejos de raíces épicas con otros claramente eruditos, basados en la lectura de las crónicas.

84 El único manuscrito de la primera redacción deforma ligeramente el texto primitivo (“que a otra nenguna az que el g. t. b. q. m. n. p. ca...”), por lo que lo enmiendo, teniendo presente el texto simplificado de la Refundição de c. 1400 de la Crónica de 1344 (“que era guyador da outra az ca...”, ed. Cintra c. CCCXLI.28).

85 Como el conde don Pedro de Barcelos, Lope García de Salazar tuvo conocimiento y aprovechó ampliamente leyendas genealógicas (cfr. Prieto, 1994-95, págs. 219-269)

86 Otras obras italianas (la Spagna in prosa y Li fatti de Spagna, llamada impropiamente Viaggio de Carlomagno in Ispagna), aunque hacen referencia incidental al motivo del hijo de Ganelon respetado por los moros, no desarrollan ya plenamente el tema.

87 Aunque ambas tradiciones coinciden en suponer la presencia de Reinaldos en Roncesvalles.

88 Oliveros “andava otrosí ferido de muchos golpes mortales... e avía ya perdida la vista de los ojos por la mucha sangre que le salía de sus llagas”.

89 Acerca de la invulnerabilidad de Roldán-Rolando “el encantado”-”il affadato” en la tradición española e italiana, ha tratado Ruggieri (1956, págs. 177-178). Véase en el presente libro, adelante, caps. VII, § 2c y VIII, § 6b, y, atrás, cap. II, § 6h.

90 Sobre este problema, véase Catalán, 1992a, cap. V, §§ 5 y 6. 

91 Que no puede ser ninguno de los hasta ahora conocidos, ya que ninguno conserva la nómina completa. Véase atrás, cap. I, n. 10.

92 Reconozco, no obstante, que la explicación “adelantado de la Tabla de los pares” podría ser un resto del componente erudito, según sugiere ya Horrent (1951b, pág. 216, n. 1).

93 Véase atrás, cap. I, § 7c.     

94 Ampliamente comentado en cap. I, § 7c.

95 La hazaña de Diego González en el Vado procede de las palabras que su padre le dedica en la Crónica de 1344 en el planto ante las cabezas.

96 El resumen de García de Salazar de la batalla del Vado de Cascajares y de la historia de los infantes fue publicado por Menéndez Pidal, 1896 (reed. en 1971), págs. 345-351.

97 Según constató Menéndez Pidal 1896 (y 1971), pág. 62 y n. 1. Fundado en su particular apreciación de los hechos narrados por la Crónica de 1344, García de Salazar culpa a los infantes (seducidos por el diablo) y no a doña Lambra del inicio del conflicto intrafamiliar (“púsoles en voluntad que fizieran algunas desonestidades [a] aquel Ruy Velázquez su tío que los avía criado e los amava mucho como a fijos de su hermana, especialmente contra doña Lambra su muger, en las sus vodas en Burgos, e contra Alvar Sánchez su hermano sobre lançar al tablado”). Pero esta y otras interpretaciones (comentadas detenidamente por Luongo, 1996) son, claro está, ajenas a la evolución de la gesta poética (y, desde luego, nada tienen de primitivo, pese a las suposiciones de Acutis, 1978, que vimos en el cap. I, n. 12 y a la relativa aquiescencia de Escalona, 2000). Errores de transmisión textual creo que son los cambios de nombre de dos de los infantes (Martino convertido en Nuño y Ruy Gonçález en Gonçalo Gustios). La personificación en un “segundo” Rodrigo de Lara del conjunto de caballeros que en la gesta (desde su versión más conocida por Alfonso X) abandonan al traidor y se pasan en el campo de batalla a los infantes para morir junto a ellos es, sin duda, invención de García de Salazar, posiblemente debida a “presiones” de la estirpe nobiliaria de los Lara deseosa de borrar con otro “Rodrigo de Lara” la memoria de don Rodrigo Velázquez de Lara.

98 Y, si bien la coincidencia puede ser casual, García de Salazar y este romance comparten además el detalle de consignar que Gonzalo González, al contravenir el consejo de Nuño Salido de que no pasen adelante en vista de los fatídicos agüeros, “dio de espuelas a su (~al) cavallo y pasó la raya” trazada en el suelo por su ayo (Salazar) o el río (“Ya se salen”), según observó Menéndez Pidal, 1963b (pág. 134).

99 En La leyenda de Los Infantes de Lara, Menéndez Pidal llama Estoria de los Godos a la crónica que más tarde denominó Arreglo toledano.

100 Incluso la comunidad de “asonantes” que cabe observar entre un pasaje romancístico y el texto en prosa correspondiente del Arreglo, frente a la serie asonántica épica de la gesta prosificada en la Crónica de 1344 y copiada en la Crónica general vulgata interpolada.

101 En el Arreglo toledano el nombre aparece cuando Almanzor propone a Gonzalo Gustioz que identifique las cabezas “por que le avía[n] dicho que eran de omes de su linaje, las quales avían ganado sus moros en el Canpo de Palomas” (en vez de “lidiaron los mios poderes en el canpo de Almenar e ganaron ocho cabeças e dizen que son de gran linaje”, Crónica de 1344). En “Ya se salen de Castilla” figura en los vv. 90 “que le embíe siete reyes a campos de Palomar” y 99 “salgamos a recebirlo a campos de Palomar”. Frente a lo que durante mucho tiempo creyó Menéndez Pidal (cfr. 1934a pág. 484; recog. 1971, pág.491), este Campo o Campos de Palomares no debe identificarse con Palomares del Campo (hacia la frontera toledana), sino con Palomares de Noviercas, junto al despoblado de Arabiana, según ya reconoce Menéndez Pidal, 1971 (pág. 568 y Mapa 2), aceptando datos de Sáenz García, 1944 (págs. 496-499: “Origen paleontológico de una designación toponímica de nuestro romancero”).

102 “E donde primero le dezían don Mudarra Gonçález púsole en la pila nonbre don Gonçalo. E fue luego allí fecho cavallero”, Arreglo toledano.

103 “E Mudarra ovo nonbre de allí adelante don Mudarra Gonçales, ca él non quiso que le cameasen su nombre. E luego en esa ora lo fizo cavallero el conde Garçi Fernández”, Crónica de 1344.

104 En las varias versiones del romance (veáse adelante, cap. VIII. 2.c) después de contar que don Rodrigo está maldiciendo a “Mudarrillo” y de que el propio “hijo de la renegada” se presente ante él como “Mudarra Gonçález” el traidor, súbitamente, le ruega en una de las versio nes: “Espéresme, don Gonçalo, iré a tomar las mis armas”. Como nota bien Menéndez Pidal, 1963b (pág. 156), el cambio de nombre “en el romance sólo sirve para confundir” y sólo cobra sentido mediante el conocimiento del episodio que recoge el Arreglo toledano.

105 Como son el pormenor de que los infantes, antes de correr el campo en Almenar, “comulgaron e confesaron todos sus pecados unos a otros” (1896 y 1971, pág. 36), o la tendencia a una redacción prosística asonantada en á.a, como la del romance “A cazar va don Rodrigo”, en un pasaje donde la gesta reflejada en la Crónica de 1344 y en la Crónica general vulgata interpolada estaba asonantada en í.a (1963b, pág. 154).

106 No hay en ellos huellas indicativas del conocimiento del texto del Arreglo, al cual nunca siguen de cerca en sus relatos.

107 “No es posible afirmar que de los Romances pasasen a la Estoria, ya que en ésta revisten formas más amplias y precisas que en aquellos” (Menéndez Pidal, 1896 y 1971, pág. 36).

108 Aunque no conocemos en su forma medieval los romances que fueron puestos en letras de imprenta en el s. XVI, no parece posible que en un texto anterior a los conocidos de “A cazar va don Rodrigo” se hiciera explícito el origen del nombre de Gonzalo dado a Mudarra. También parece más fácil que tuviera origen en un relato amplio, demorado, que en una rápida escena dramática, la variedad de designaciones toponímicas del lugar de la traición (Almenar, val de Arabiana, campo de Palomares).

109 Como alternativa al conocimiento de una nueva refundición épica por el judío converso toledano, Menéndez Pidal propuso en 1963b (pág. 95): “Quizás las variantes que refleja el Arreglo toledano no formaban ya parte de una refundición total del poema. En esta época los episodios épicos más famosos eran frecuentemente desgajados del conjunto de la gesta y recitados aisladamente por los juglares”.

110 Según documenta en la n.1 de la pág. 308.

111 La Versão galego-portuguesa da Crónica de Castela, fuente de don Pedro de Barcelos, reproduce la noticia sin ampliarla.

112 El número “xx” créolo errata, quiza esté por “xv”, que es la edad que le atribuye el romance tradicional Rodriguillo. Véase adelante, cap. VI, n. 34. Desde luego, Rodrigo es aún un adolescente.

113 Otra razón alegada por Jimena ante el rey es recordarle “so de vuestro linaje”. Creo que tiene origen historiográfico, ya que en la Refundição da Crónica de 1344 se consigna respecto a ella “que foy neta del rey dom Afonso de Leon, de gaança.”

114 García de Salazar ha contado anteriormente la entrada en Francia del rey don Fernando a la cual alude rápidamente al tratar del Cid.

115 La Refundición del Compendio historial se conserva en cuatro manuscritos: F y G (respectivamente, Bibl. Nacional de Madrid 1525 y 1535, olim F-115 y F-126), M (Bibl. Menéndez Pelayo, Santander) y U (Bibl. de El Escorial U-ij-10 y 11).

116 La habitual generosidad de Rodrigo hacia los vencidos tiene un componente complementario en tres episodios en los cuales accede gentilmente a la petición de mujeres que le ruegan: concede a Ximena la libertad de sus hermanos; consigue para “su cormana” que el rey de Córdoba les dé Cabra, a ella y a su marido, para vivir allí desterrados, y accede a los ruegos de las condesas para que perdone a sus maridos y haga que el rey les levante el destierro.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

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22.- 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

 

4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA.

------Para el conocimiento de la épica en el periodo post-alfonsí son de importancia, incluso mayor que la Crónica de Castilla, dos obras historiográficas portuguesas, ambas debidas a don Pedro Afonso, conde de Barcelos: el Livro das linhagens (entre 1330 y 1344) y la Crónica Geral d’Espanha de 1344.

a. La refundición de la gesta de Los Infantes
de Salas conocida en Portugal y España
.

 ------4.1. En una y otra obra se revela el conocimiento de una gesta sobre los Infantes de Salas, que el conde debió de alcanzar a consultar gracias a la amistad que tuvo con don Juan Núñez de Lara, llamado “de la Barba”, durante el exilio de este rico-hombre castellano en Portugal (1312-1315), tiempo en que ambos formaron bando frente al hijo bastardo más amado por el rey don Dinis (1314), ya que, según parece, don Juan Núñez le facilitó una variada documentación procedente del archivo señorial de los Lara (Cintra, 1951, págs. XCV, XCVII, CXIII, CXX-CXXIII, CXLVII-CXLIX y n. 7). En el libro genealógico, don Pedro utilizó ya ciertos datos de la gesta, al contar, en el título X (referente al linaje del solar de Lara) la historia de “Gonçalo Gustiiz” o “Gosteuz” y de sus siete hijos (ed. Mattoso, 1980, págs. 147-148), al tiempo que, en deferencia a esa poderosa familia amiga, construía una fantástica genealogía con los personajes legendarios sin base en la tradición épica (bien sumariada por Escalona, 2000, págs. 153-160). En la crónica, don Pedro aprovechó inicialmente el resumen prosístico de la Estoria de España, que le proporcionaba la Versão galego-portuguesa de la Versión amplificada de 1289 (Cintra, 1951, págs. CCCXVII-CCCXXX; Catalán, 1962, págs. 305-323, y 1992a, cap. VIII, §§ 3 y 7; dato esencial que Escalona, 2000 no deja ver en su “tabla comparativa” de los relatos de Alfonso X y de Barcelos, págs. 174-176); y sólo lo retocó acudiendo a la gesta cuando en algunos detalles le parecía deficiente (ocasión en que Ruy Velázquez es premiado por el conde Garci Fernández casándole con doña Lambra, la “fija de” su prima 64; quiénes son los que lanzan a tablado antes de que el primo de la desposada realice su hazaña deportiva 65; palabras impúdicas proferidas por la novia que desencadenan la contienda entre los hermanos Velázquez 66; detalle de los agüeros contrarios que encuentran en Canicosa los infantes y disputa acerca de la interpretación que les da el ayo Nuño Salido 67). Ninguno de estos pormenores exige (frente a lo que piensa Capdeboscq, 1984) que la gesta conocida por el conde de Barcelos innovara respecto a la resumida por Alfonso X (Catalán, 1992a, c. I, nn. 110-111). Pero, al contar la batalla en que los infantes hallan la muerte, traicionados por su tío, siguiendo palabra por palabra a la Estoria de España, don Pedro de Barcelos interpoló, junto a los nombres de los caudillos moros heredados del relato alfonsí, otros dos desconocidos, “Alicante” y “Barrasín”, y ese “Alicante”, una vez descabezados los infantes, será el único en seguir actuando en la narración que inmediatamente sigue. A partir de este punto, la Crónica de 1344 abandona el texto cronístico que le servía de base y continúa con una prosificación ininterrumpida de la gesta. El modo en que el conde don Pedro aprovechó en toda esta parte la información épica difiere notoriamente del alfonsí, pues su relato en prosa va reproduciendo paso a paso todos los incidentes y discursos que contenía la fuente poética, limitándose al realizar la adaptación cronística a ocultar la asonancia en un verso sí y otro no 68. Hasta se incluyen en su integridad las palabras de loor que el viejo Gonzalo Gustioz decía en su planto cuando una tras otra iba tomando en sus manos las ocho cabezas del ayo y de sus hijos.
------
Dado el ritmo tan diverso de los relatos de Alfonso X y del conde don Pedro en toda esta parte de la historia, las novedades del relato de 1344 son, en buena parte, atribuibles al mayor detallismo con que se nos refieren los sucesos o se nos citan los discursos de los personajes. Así, nada podemos alegar a favor o en contra de que las alabanzas incluidas en el planto, a las que Alfonso X solamente alude, fueran ya en la gesta por él conocida iguales a las que nos atestigua don Pedro de Barcelos; y la misma incertidumbre se da respecto a otros episodios que aparecen reseñados por vez primera en 1344 69. Pero, contra las dudas expresadas por algunos críticos (Monteverdi, 1934; reproducido en 1945, pág. 334; Deyermond, 1976, págs. 286-287), creo (con Chalon, 1976, págs. 507-509) imposible explicar como producto de los diversos criterios de adaptación de la poesía épica al género cronístico muchas otras novedades del texto de 1344 70, en especial las divergencias entre el resumen de Alfonso X y la narración de don Pedro acerca de cómo se desarrolla la venganza de Mudarra: en el relato de c. 1270, el moro se dirige directamente a Salas y a la corte de Garci Fernández en Burgos, donde Ruy Velázquez goza aún de la confianza y protección del conde, primo de su mujer, y sin más demora que la breve tregua impuesta por el conde, una vez que ha retado a Rodrigo públicamente como traidor, lo mata por sorpresa en una celada cuando intentaba dirigirse de noche a su solar en Barvadillo; en el de 1344, en cambio, Ruy Velázquez se ha alzado previamente con los castillos y lugares fuertes del condado castellano y tiene oprimida la tierra de su señor el conde, de modo que Mudarra, al llegar a Castilla, actúa, no sólo como protector de su padre y de doña Sancha, sino en ayuda de Garci Fernández que sólo posee la tierra llana; sus acciones contra el dos veces traidor comienzan con la quema de los palacios de Bilvestre y asolando Barvadillo; después, una vez convertido al cristianismo y habiendo sido hecho caballero por el conde, persigue al traidor fugitivo, con un ejército de castellanos que se le une, de plaza fuerte en plaza fuerte, a través de la meseta castellana, hasta darle alcance en el Val de Espeja; allí, tras herirle de una lanzada, lo aprisiona y lo lleva deshonrosamente a Bilvestre para que su propia hermana tome de él venganza. La incompatibilidad de los dos relatos es manifiesta y sólo un absoluto desconocimiento de los métodos historiográficos de Alfonso X hace posible hipótesis como la de Deyermond (1976, pág. 286) según la cual la versión de la venganza contenida en la Estoria de España sería debida a una labor de “compresión” realizada por los cronistas alfonsíes. Es preciso admitir, como desde un principio hizo Menéndez Pidal (1896, págs. 22-35, reproducido en 1934a y en 1971; 1951a, págs. LIX-LXX), que la gesta prosificada en 1344 es una Refundición de Los Infantes de Salas más evolucionada que la conocida por Alfonso X 71. Aparte de la gran innovación que supone la invención de la traición de Ruy Velázquez a su señor el conde castellano y del recurso a la dilación en el proceso del castigo del traidor (invenciones de carácter “populista”, hechas en beneficio de los gustos de un público que reclama claridad en la clasificación y destino de buenos y malos y de la necesidad que unos nuevos códigos políticos imponen de exonerar a la autoridad superior, condal-real, de cualquier culpa en el orden de la justicia), el refundidor es, sin duda, responsable del mayor papel que en ese proceso desempeña doña Sancha, la hermana del traidor: desde un principio reconoce en el bastardo Mudarra a su favorito Gonzalo González, el menor de sus hijos, redivivo (desestimando la cobarde negación del adulterio por su marido), y lo adopta como hijo, mediante la ceremonia de simulación de un parto; antes de la llegada del vengador, tiene un sueño présago en el que bebe la sangre de su hermano y, luego, llegado el momento en que Mudarra le entrega al traidor mortalmente herido, se precipita sobre el cuerpo exangüe, intentando “soltar el sueño” mediante el cumplimiento de lo soñado; en fin, es ella quien dispone el terrible suplicio de jugar a las cañas el cuerpo del traidor, recordando que con el juego del tablado comenzó toda la tragedia. Son pasiones bárbaras, ética bárbara y nociones de derecho bárbaro que nos conmueven precisamente por eso mismo, y que, curiosamente, se introducen en la gesta, no en lo siglos oscuros de predominio del derecho consuetudinario, sino cuando, en la sociedad medieval, las costumbres ancestrales trataban de resistir los embates del derecho romano 72.
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Una cuestión interesante a la que no me parece fácil dar contestación es la de cómo en la gesta se nos informaría acerca de la razón por la cual el conde Garci Fernández decide emparentar con don Rodrigo. Sabemos (véase atrás, cap. I, § 3a) que las bodas de Ruy Velázquez de Lara con doña Llambra de Bureba organizadas en Burgos por el Conde de Castilla constituían el comienzo de la gesta de Los infantes de Salas conocida por Alfonso X. El porqué de aquella alianza entre dos familias de diversas regiones del condado no requería explicación particular, sino que era un simple hecho que venía a establecer el escenario en que se desarrolla el drama subsiguiente. Pero, pasados los siglos, se creyó preciso buscar una causa concreta que justificara la elección de don Rodrigo para esposo de doña Llambra hecha por el Conde. Don Pedro de Barcelos en 1344 sabía algo que evidentemente Alfonso X, c. 1270, ignoraba: Ruy Velázquez se mereció a doña Llambra por una hazaña en servicio al Conde. Según el relato cronístico del Conde de Barcelos, el conde Garci Fernández, teniendo cercada a Zamora durante sus guerras con León, vinieron en rebato contra él “los de Alva e los del Carpio” y fue Ruy Velázquez “como aquel que era muy buen cavallero de armas” quien con “trezientos cavalleros” los venció en la lid campal, en la cual perdió a dos de sus caballeros, y este servicio fue la razón por la cual el conde decidió emparentar con don Rodrigo. La “noticia” no sabemos cómo la transmitiría la gesta: ¿llegó a narrarse como episodio previo a la dramática escena de las bodas? ¿o simplemente en la gesta se aludiría al suceso en el curso posterior de la acción y fue el cronista quien creó por su cuenta la exposición del hecho llevándose la noticia al comienzo de la historia? Conocido el modus operandi de los historiadores esta segunda posibilidad es altamente probable.
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Los Infantes de Salas, versión refundida
, es una gesta de que tenemos más noticias que las proporcionadas por las obras historiográficas de don Pedro de Barcelos. Fue utilizada independientemente por otro cronista anónimo, que en el año 1512 completó (fols. 410-478 antiguos) cierto manuscrito de la Crónica fragmentaria (que acababa en el reinado de Ordoño II) con la historia de los reyes de León, desde Alfonso IV a Vermudo III, según una Crónica general vulgata interpolada. De forma similar a lo que ocurre en la Crónica de 1344, en este manuscrito cronístico del s. XVI se recurre, en un principio, a la gesta tan sólo para completar en algunos detalles el resumen heredado de la Estoria de España, esta vez en su Versión crítica; sólo a partir de la escena del planctus sobre las cabezas se hace un uso extenso de los pasajes poéticos en substitución del resumen alfonsí 73.
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La importancia de este testimonio adicional cronístico acerca de la gesta de Los Infantes de Salas, versión refundida, estriba en que el historiador no se esforzó en despoetizar los fragmentos épicos que incorporaba y, por tanto, transcribió tiradas de versos fielmente reproducidos, incluso conservando rasgos poéticos tan particulares como la -e paragógica con soporte consonántico (“desque vos moristes, fijo, lo poblado se despoblarave”). En consecuencia, gracias a este manuscrito conocemos extensos fragmentos de la gesta en su forma poética (sin necesidad de realizar ninguna reconstrucción):

—Salve vos Dios, Nuño Sabido,---- mi conp(r)ad[r]e e mi amygo,
dadme agora cuenta de mys fijos----- que en vuestras manos ove metido,
por los quales en León y en Castilla -----erades vos temido,
de mejores que vos----- érades servido,
sy fuystes en consejo ---- con su tío don Rodrigo,
lo que vos non faríades----  por lo en que vos no avía visto;
cataríades los agüeros ---- como amo y padrino,
no vos querría creer ---- Gonçalo Gonçales my fijo,
ca se doldría de my ---- que estava cativo.
Perdonadme, compadre ---- e my buen amigo,
que mucha falsedad ---- sobre vos he dicho.—
La cabeça de Nuño Sabido ---- tornóla en su lugar
e la de Diego Gonçales----  fue a tomar,
mesando sus cabellos ---- e las barbas de su faz:
—¡Viejo so mesquyno ---- para estas bodas bofordare!
Fijo Diego Gonçales, ----  a vos quería yo mase,
fazíalo con derecho ---- ca vos naçierades ante;
mucho vos quería el Conde----  ca vos érades su alcalde.
También toviste la seña ---- en el vado de Cascajare,
a guisa de muy ardid ---- muy honrrada la sacaste;
ese día feciste, fijo, ---- un ensayo muy grande:
mataste con ella ---- dos reyes e un alcalde
e alçaste la seña----  y metistes la en haze,
por esto en arriba los moros----  oviéronse de arrancare,
metíense por las tiendas ---- que non avían vagare,
¡bueno fuera Ruy Velásquez, ---- si ese día finase!;
trasnocharon los moros ---- y fueronse a Gormaze.
Diovos el Conde a Pedraza----  e a Hita por heredade;
la media es çercada----  e la otra por çercare,
desque vos moristes, fijo, ----  lo poblado se despoblarave.—
Cada uno como naçió ---- así las iva tomare.
La cabeça de Martin Gonçales ---- en braços la tomava:
—Fijo Martin Gonçales, ---- vos avíades persona honrrada,
¿quyén podría asmar ---- que en vos avía tan buena maña?
tal jugador de tablas ---- no lo avié en toda España... (etc.).

Resulta sorprendente comprobar que en 1512 un refundidor de crónicas pudiese recurrir a una versión de la gesta de los infantes coincidente en su redacción con la que ya en 1344 manejó el conde don Pedro de Barcelos; es un dato que nos obliga a ser muy cautos cuando tratamos de fechar poemas a través de las manifestaciones cronísticas que nos los dan a conocer. Por otra parte, es de interés señalar que el uso de una misma refundición épica no significa la consulta de un mismo manuscrito; como es natural, entre el que conoció el conde de Barcelos en 1344 y el que tuvo en sus manos el cronista de 1512 había diferencias, y no debidas únicamente a errores o deturpaciones, sino también a “el estado fluido e inconsistente” del poema en la tradición. La comparación en detalle (verso a verso) de los dos textos cronísticos realizada por Menéndez Pidal y su reconstrucción de versos-variantes a partir de la prosificación de la Crónica de 1344 (1951a, págs. 205-236) resulta, sin embargo, empresa arriesgada, ya que, junto a bastantes casos de variación poética muy posible, se consignan muchos otros que creo explicables simplemente por el proceso de desversificación realizado por Barcelos (Catalán, 1980, págs. XXXVIII-XL).

b. La gesta de Fernan González conocida
por don Pedro de Barcelos
.

------4.2. No son Los Infantes de Salas la única gesta castellana que, desde Portugal, el Conde de Barcelos alcanzó a conocer. Don Pedro no se conformó para la historia del conde libertador de Castilla con la biografía que le proporcionaba su fuente cronística fundamental, la Versão galego-portuguesa de la Versión amplificada de 1289, sino que volvió a utilizar de primera mano las cuartetas del poema arlantino de Fernán González (en los caps. CCCXII a CCCXLVIII de la ed. Cintra. Vide Catalán, 1997a, c. IV, § 21). Este hecho importa poco a nuestra exposición 74; pero, en cambio, es de gran interés el que don Pedro completara la historia de la libertad de Castilla en sus episodios finales, para los que sí utilizó como fuente básica la Versão galego-portuguesa (cap. CCCXLIX hasta cap. CCCLVI.5 de la ed. Cintra), recurriendo a un episodio de fuente desconocida:

El rey don Sancho Ordóñez de León y el conde Fernan González van a librar batalla cerca de Carrión, pero el Abad de Sahagún, junto con algunos prelados, consigue una tregua de tres días y que ambos tengan vistas en la vega de Carrión. Cuando, llegados a ellas, el Conde se dispone a besar como vasallo la mano del rey, él se la niega, acusándole de habérsele alzado con el condado, y le amenaza con prenderle, a lo que el Conde replica con soberbia: “Callad, Sancho Ordoñes, non digades palabras tan vanas; e a lo que dezides daríades poco rrecabdo quando conpliese; e digo a Dios verdad que, si no fuese por las treguas que entre nos puso el Abad de Safagunt e esos buenos omnes, ansí como vos dezides, yo vos cortaría la cabeça e de la sangre de vuestro cuerpo yría esta agua tinta; e téngolo muy bien guisado para lo fazer, si la tregua non fuese, ca yo ando ençima deste cavallo e tengo esta espada ençinta, e vos andades ençima de una mula e traedes esse açor en la mano”. Y, tornando riendas, abandona las vistas salpicando con el agua del río el rostro del rey.

------Esta escena, tan ultrajante para la magestad regia, en que el conde ofende impunemente al rey, desentona de forma tan llamativa respecto a la imagen toda del conde que el monje de Arlanza ha querido ofrecernos, presentándonoslo como un dechado de virtudes cristianas, que no resulta posible considerarla procedente del poema de clerecía (Menéndez Pidal, 1899, pág. 446; 1951a, pág. LXVIII) 75; además, la escena reaparece en el resumen de la leyenda del conde incluido en el Rodrigo, gesta que desconoce los episodios del Fernan González arlantino inventados por el monje, y asimismo fue conservada por uno de los dos únicos romances viejos de raíces épicas sobre Fernan González (“Castellanos y leoneses”) 76, con detalles que permiten afirmar la independencia de su tradición respecto a las fuentes escritas (Menéndez Pidal, 1963b, págs. 5-15). Además, en el discurso del conde hay huellas perceptibles de un asonante á.o continuado, el mismo que reaparecerá en los versos del Rodrigo (ed. Menéndez Pidal, vv. 26 y ss). En los versos de la gesta el rey y el conde hablan así:

—(Et yo) Maravillado me fago, conde, -----cómmo sodes ossado
de non me venir a (mis) cortes, -----nin me bessar la mano,
ca siempre fue Castilla  -----de León tributario,
ca León es rregno  -----et Castilla es condado.—
Essas oras dixo el Conde: -----—Mucho andades en vano,
vos estades sobre buena mula gruessa, ----- e yo sobre buen cavallo...

y en los del romance:

Sobre el passar de los vados  -----muy mal arrebueltos son:
los del rey que passarían, ----- los del buen conde que non.
El Conde, con loçanía, -----su cavallo rebolvió,
con el agua y el arena -----al rey mal ensalpicó.
Allí hablara el rey -----con semblante denodado:
—¡Cómo sois tan loco, el Conde, -----cómo sois desmesurado;
si no fuera por las treguas, -----de vos me oviera vengado:
con vuestra sangre, el conde, -----uviera yo buelto el vado!
—Pues para esso (dixo el Conde), ----- mal lo teníades librado:
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
vos traéis muy gruessa mula, -----yo muy ligero cavallo,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
vos traéis cetro de rey, -----yo un venablo azerado,...etc.

------La hermandad de las tres escenas en asonante á.o plantea la cuestión de qué estructura y carácter tendría la gesta conocida por don Pedro de Barcelos en el segundo cuarto del s. XIV. Según se deduce de la prosificación portuguesa comparada con los otros dos testimonios, el ritmo narrativo no era en ella el acelerado que caracteriza al Rodrigo, sino que se mantenía más cerca del muy pausado propio de los grandes poemas llegados hasta nosotros (sea en forma muy completa: Mio Cid, o tan sólo fragmentariamente: Roncesvalles, Los Infantes de Salas, Particiones del rey don Fernando). Este hecho debilita la hipótesis avanzada dubitativamente por Martin (1992, pág. 486, n. 87) de que la escena proceda en los tres casos de las Mocedades de Rodrigo y no de una gesta de Fernan González autónoma.
------
Mayores problemas de interpretación suscita otra importante novedad de la obra de don Pedro de Barcelos en relación con el conde Fernan González: las noticias que interpola acerca de su linaje y crianza. La Estoria de España de Alfonso X no había prestado atención a la ascendencia y a la vida del joven Fernando antes de llegar a ser conde (quizá por considerarlas sin interés para la “estoria”), conformándose con sacarle a escena diciendo: “ovieron so consejo los ricos omnes et los otros cavalleros de Castiella de alçar por conde a Fernan González, fijo de don Gonçalo Núnnez, ca era ya a essa sazón grand cavallero”. A diferencia de Alfonso X, don Pedro, que, según hemos dicho, desechó para todo el comienzo de la historia del conde castellano la construcción que le ofrecía su fuente estructural (la Versão galego-portuguesa de la Versión amplificada de la Estoria de España) y procedió a rehacerla por su cuenta a partir del propio poema de clerecía, no excluyó de su exposición la información que el monje de Arlanza daba acerca del linaje y crianza del libertador de Castilla; pero no se atuvo completamente a ella, ya que, si bien admite la crianza apartada (“e fue criado en la montaña”), no hereda la extraña calidad del amo (un carbonero) que según el monje de Arlanza instruye al futuro Conde:

“e criolo un cavallero bueno que era ya viejo de edad e non podía husar de armas como conplía; e así commo él era muy bueno, ansí mostró al conde don Fernan Gonçález todo aquello que le conplía de fazer para onbre commo el que después fue”;

gracias a ese amo caballero, don Fernando “quando legó a los diez e seis años, fue atán grande e atán valiente que aduro fallarían en toda la tierra onbre de su edad o de mayor que tan bien oviere cuerpo e mañas”.
------
No tenemos razones en que apoyarnos para elegir entre las dos explicaciones posibles: la de que el Conde de Barcelos encontrara inexplicable la folklórica función de un carbonero-ayo e intentara racionalizar por su cuenta el episodio, o que alcanzara a conocer una versión más explícita de la crianza del héroe que la del monje arlantino en la cual quedara clara la oculta identidad de ese “carbonero” capaz de adiestrar al niño en el arte de la caballería (Menéndez Pidal, 1963b, pág. 285).

c. ¿Conoció don Pedro de Barcelos la
gesta de las Mocedades de Rodrigo?

------4.3. La versión de la genealogía cidiana que da don Pedro de Barcelos en el Livro das linhagens y en la Crónica de 1344 es, en lo esencial, un intento de armonizar las versiones contradictorias entre sí que hallaba en dos de sus fuentes bien conocidas, la Versão galego-portuguesa de la Crónica de Castilla y el Libro de las generaciones o Liber regum navarro interpolado (Catalán, 1962, págs. 403-406) 77; pero no todos los datos contenidos en las dos variantes de la genealogía que ofrecen las obras del Conde de Barcelos se explican a partir de esas dos fuentes. Martin (1992, págs. 451-452) detecta un conocimiento de la gesta de las Mocedades de Rodrigo en ciertos detalles no consignados por la Versão galego-portuguesa (ni por la Crónica de Castilla) 78. Ahora bien, un estudio detenido de las interconexiones entre los diversos “títulos” del Livro das linhagens realizada por Prieto (1994-95, cap. VII.3 y Apéndice) aclara el porqué linajístico de las adiciones y alteraciones introducidas en la genealogía cidiana propia del nobiliario del Conde de Barcelos y me hace pensar en una alternativa al recurso directo a la gesta: el uso de un relato genealógico en que se recogieran ya esos pormenores 79.

d. Leyendas portuguesas sobre el rey
García de Portugal y Rodrigo Froiaz

------4.4. El conocimiento que don Pedro tuvo de los sucesos narrados por la gesta de Las particiones del rey don Fernando se debe, ante todo, a dos obras cronísticas: la Crónica de Castilla, utilizada a través de la Versão galego-portuguesa, que es su fuente estructural básica desde el reinado de Fernando I en adelante (Cintra, 1951, págs. CCCIX-CCCXXI, CCCXXIII-CCCXXV; Catalán, 1962, págs. 323-349 y 1992a, c. VIII, §§ 4, 7), y la Versión crítica, de la cual tomó, palabra por palabra 80, la narración de la muerte de este rey, a partir del momento en que llega a Cabezón el cardenal don Fernando (Cintra, 1951, págs. CCXLVIII y n. 214, CCXCIV-CCXVIII). Sólo en la escenificación de los últimos momentos de este rey, posteriores al incidente protagonizado por su sobrino Nuño Fernández, la Crónica de 1344 compone el relato por su cuenta con elementos que recuerdan motivos épicos presentes ya en una ya en otra de sus dos fuentes. Aunque entre los motivos tópicos ajenos a ellas figura el que don Fernando, para bien morir, pida tener en su mano la candela (como en el romance tradicional derivado de esta escena épica) 81, no es seguro que para esta composición original don Pedro manejara de primera mano el cantar de gesta a la par de las crónicas citadas. En las guerras entre los hijos del rey don Fernando, el Conde de Barcelos, aparte de estar de acuerdo con el relato de la Crónica de Castilla tal como figuraba en la Versão galego-portuguesa, muestra un conocimiento especial sobre el “amo” o ayo épico del rey don García de Galicia y Portugal llamado simplemente “don Pedro” por el texto cronístico que heredaba. En el Livro das linhagens lo identifica con el “conde don Pero Froiaz”, el hijo menor del conde “don Froiaz Vermuiz”. Ya en el Título VII (al hablar “Do conde dom Monido, donde descendem os reis de Portugal”), cuando trata de la descendencia del conde Fruela Vermúndez, rival de Alfonso II de León, declara sobre este conde don Pedro:

“Este foi mui boo fidalgo e foi criado d’el rei dom Garcia de Portugal. E quando foi preso el rei dom Garcia de Portugal d’el rei dom Sancho de Castela, morreo i este conde dom Pero Froiaz e seus filhos, e don Rodrigo Froiaz de Trastamar, seu irmão o maior”;

pero es en el Título XXI (al tratar “D’el rei Ramiro, donde descendeo a geraçom dos boos e nobres fidalgos de Castela e Portugal”) donde, al referirse incidentalmente a este hermano, “don Rodrigo Froiaz de Tastamar”, incluye por lo largo la historia de ambos hermanos en tiempos del rey García. A primera vista, el relato parece directamente basado en una narración épica, en una versión de la gesta de Las particiones del rey don Fernando; pero una atenta lectura, acompañada de una colación con las crónicas que sabemos manejó don Pedro de Barcelos, pone en evidencia que se trata de una derivación de la Crónica de Castilla en que se ha interpolado una mayor participación de “dom Rodrigo Froiaz”. Esta averiguación tiene gran importancia, pues pone de manifiesto que los detalles de la batalla ganada por don Rodrigo sobre los condes de Sancho II de Castilla, después de haber dejado al rey “en Agua de Maias a par de Coimbra” (en la cual muere el conde “Dom Fafez Serraziis” y queda mal herido el vencedor), así como la subsiguiente batalla de los reyes “em Santarem” (con sus vicisitudes desconocidas de las crónicas), son un producto del acoplamiento, al relato de Alfonso X heredado a través de la Versão galego-portuguesa, de pormenores de procedencia portuguesa que responden a los intereses de carácter señorial reelaborados por el propio Conde de Barcelos, y que, por tanto, ese mismo origen hemos de suponer a la interpolación que hizo don Pedro en la Crónica de 1344 al contar la prisión del rey don García por su hermano don Sancho en la batalla de Santarem, en que cuenta:

“quando el rrey don Garçía (que) fue preso e puesto en fierros, levólo el rrey don Ssancho consigo, e partieron de Santarén e llegaron a Coynbra. E partieron de Coynbra, e partieron vn día de mayo, e yendo por a par de la fuente del agua de mayas, donde toman las moças el agua, (e) nenbróssele a los cavalleros que era primero día de mayo e començaron a yr cantando las mayas, e el rrey don Garçía, en que los oya, yva llorando”,

interpolación que Menéndez Pidal (1919, recog. 1920) consideró un episodio lírico perteneciente al poema de Las particiones del rey don Fernando (cfr. Cintra, 1951, pág. CCXLIX).

e. Difusión oral y difusión escrita de
la epopeya
.

------4.5. Los testimonios que aporta el Conde de Barcelos acerca de la vitalidad de la poesía épica en el siglo XIV no sabemos si atribuirlos a la difusión manuscrita de las gestas, para la que indudablemente se contaba en esos tiempos con muchos más recursos que en siglos anteriores, o a la continuidad de la práctica del canto juglaresco por los profesionales del entretenimiento público. Posiblemente, por entonces ya las dos formas de difusión no sólo convivían, sino que se interrelacionaban, según muestra la adición al manuscrito cidiano de Vivar de una fórmula petitoria que indica el uso de la copia por “lectores” públicos que se hacían pagar su trabajo (véase adelante, cap. V, n. 1).

------4.6. La vigencia de la actividad juglaresca tardía tiene su más clara manifestación en el Rodrigo. El poema adaptado para fines propagandísticos de la diócesis de Palencia (no sabemos bien en qué momento) revela ya en su estructura pre-palentina la existencia de nuevos modelos de poesía épica, alejados en muchos aspectos de los “cantares de gesta” de los siglos XII y XIII, incluso en sus últimas refundiciones asequibles a nuestro conocimiento, según veremos más adelante al tratar del ciclo cidiano (c. VI, § 6). La refundición pertenece, a mi parecer, al siglo XIV avanzado.

------4.7. Aparte de presentarnos una narración verbal y métricamente nueva del tema de las Mocedades de Rodrigo, el poema hace referencia a otras leyendas épicas. Incluye una breve, pero muy explícita, alusión a la muerte de los infantes de Salas (v. 60). Mayor interés tiene el resumen que hace de la historia de Fernan González pues es bastante demorado y muestra ser ajeno a las invenciones del monje de Arlanza que compuso el poema en cuaderna vía. Aunque su función es servir de tránsito entre la historia de los alcaldes castellanos y la del rey don Fernando y los hijos de Laín Calvo, viene a constituir una exposición muy completa de los principales episodios de la gesta de Fernan González hecha en un ritmo muy rápido. Pese a su brevedad, basta para confirmarnos los motivos que formaban parte de ella:

El conde Fernan González es el menor de los tres hijos de Gonzalo Núñez y sucede a sus hermanos porque los mayores “non valieron nada”. Es preso en unas vistas por el rey don Sancho de Navarra; pero la hermana del rey lo libera y huye con él. Aprovechando que el conde va aherrojado, un arcipreste intenta gozar de la infanta, pero ella lo abraza y el conde logra matarlo. Los fugitivos encuentran en el camino a los castellanos, que han hecho homenaje a una estatua de piedra en semblanza del conde y la traen como caudillo en un carro, dispuestos a liberar a su señor. El Conde, una vez reintegrado a Castilla, vence y mata a su cuñado el rey navarro. El rey de León emplaza al conde para que le venga a vistas, y el conde acude, pero se niega a que Castilla tribute a León. El rey le convoca a cortes y en ellas compra al conde su caballo y azor, prometiendo pagárselo “al gallarín” (esto es doblado el precio cada día que pase del plazo). Transcurrido mucho tiempo sin que el rey haga efectiva su deuda, el conde obtiene la libertad de Castilla como única compensación posible ante la insolvencia del rey para hacer frente a la extraordinaria cifra alcanzada por el precio del caballo y el azor.

------Gracias a este resumen poético del Rodrigo podemos desechar como no épicas todas las guerras de Fernan González contra los musulmanes con que el monje de Arlanza exaltó al fundador de su monasterio en el poema en cuaderna vía. En cambio, resulta manifiesto el carácter tradicional de la escena las vistas interpolada por el conde don Pedro de Barcelos, a que nos hemos referido más arriba, y que, más tarde, desarrollará el romancero. Ya vimos como en ella el conde replica, según el Rodrigo (vv. 30-31), insolentemente al rey:

 “Essas oras dixo el Conde: ------—Mucho andades en vano,
vos estades sobre (buena) mula gruessa,------ e yo sobre buen cavallo”.

de forma muy similar a como lo hará en el romance “Castellanos y leoneses”.
------
Tal como el poeta de las Mocedades de Rodrigo conocía el tema de la libertad de Castilla conseguida por Fernan González, la particular historia del conde castellano tenía como prólogo una referencia a la elección de los dos alcaldes Nuño Rasura y Laín Calvo por los castellanos ocurrida al morir el rey don Pelayo.

 Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

 

NOTAS

64 Clasificación acerca de la cual enseguida hablaré. Nótese que en la nueva versión de la gesta doña Lambra es sobrina del Conde (según el verso 542 de la reconstrucción de Menéndez Pidal, ed. 1980, pág. 235, reflejado en la Crónica de 1344 y en la Interpolación a la Crónica general vulgata), no prima.

65 El propio Conde, el novio, Muño Salido (“el que bien cató las aves”) y otros muchos. Pasaje asonantado en a.e, que permitió a Menéndez Pidal (1951a, pág. 199) reconstruir varios versos.

66 “Doña Llambra, quando lo oyó e sopo que su cormano Alvar Sánchez lançara tan bien, plogol mucho; e, con grant plazer que ende ovo, dixo aquellos que y seian con ella que non vedaría su amor a ome tan de pro si non fuese su pariente tan llegado. E por esto que doña Llambra dixo se siguió después mucho mal, así como vos lo la estoria contará adelante. E en diziendo doña Llambra esto...” (destaco en cursiva la interpolación).

67 Son adiciones: el nombre del pinar “que llaman Canicosa”; los detalles de los agüeros (“e el primero agüero que ovieron fue una corneja diestra e sobre ella una siniestra e desí una aguila cabdal ferrera que estava ençima de un pino”, “fueron adelante e vieron venir un aguila cabdal por el ayre dando muy grandes gritos e vino posar en un pino a par del camino por donde yvan... desí, a la çima, tomóse por la garganta con amas las manos e degollóse e dexóse caer muerta en tierra a pie del pino”), y la raya (“risca”) que hace en el suelo el ayo conminando a los infantes a que no la pasen.

68 Y, en consecuencia, la prosa, sin que resulte demasiado artificiosa, deja fácilmente oir la alternancia de las series asonánticas á.a, á.(e), ó.(e), í.o, á.(e), á.a, á.(e), ó.(e), í.o, etc.

69 Lo que, desde luego, creo seguro es que las palabras de Alfonso X “desí tomava las cabesças una a una et recontava de cada uno todos lo buenos fechos que fiziera” atestiguan la existencia de un planto estructuralmente igual al prosificado por las crónicas posteriores. No ha habido, pues, una “primera gesta de los Siete infantes sin la pormenorización de los lamentos de Gonzalo Gustioz”, como de las investigaciones de Menéndez Pidal cree preciso inducir Riquer (1959c, págs. 627-628; recog. 1968, págs. 204-213); la escenificación del planto es esencial y existió seguramente siempre en la gesta de los Infantes de Salas (hecho que ningún testimonio cronístico contradice). No podemos saber, en cambio, si en la gesta conocida por Alfonso X Mudarra se enteraba de su origen bastardo jugando a las tablas con el Rey de Segura o de otro modo.

70 Valga de ejemplo, en la historia de la prisión de Gonzalo Gustioz en Córdoba, el linaje regio atribuido a la “mora fija dalgo” a quien Almanzor encargó “quel’ guardase yl’ sirviese yl’ diesse lo que menester oviesse” ¡Cómo Alfonso X iba a omitir por su cuenta que la madre del vengador Mudarra fuese “una infante su hermana” del rey Almanzor!

71 En el terreno de las hipótesis documentalmente inverificables (y que, por lo tanto, no interesan a los planteamientos del presente libro) se sitúa la de la posible o posibles redacciones de la gesta anteriores a la conocida por Alfonso X. A diferencia del Mio Cid conservado, considero posible y aun probable que hubiera diferencias substanciales entre el contenido narrativo de la primera versión de la gesta y la conocida; pero nada podemos saber acerca de ello.

72 Esta observación debiera tenerse muy en cuenta por cuantos tratan de fechar poemas a partir de las ideologías y estados de la sociedad cambiante medieval que en ellos hallan manifestación, pues nada tiene de extraño que un poeta juglaresco defienda o bien principios nuevos, subversivos, o bien principios aparentemente periclitados, como lo han hecho y hacen los políticos de cualquier tiempo histórico.

73 Sólo volviéndose de espaldas al testimonio de la ecdótica y desconociendo por completo el árbol textual de las Crónicas Generales derivadas de la Estoria de España alfonsí (hoy perfectamente establecido para la sección en que se incluye la leyenda de Los Infantes de Salas), puede darse el hecho de que Escalona, 2000, base sus conjeturas acerca de la evolución de la leyenda en la observación (que cree hallazgo de Cummins, 1976) de que la Crónica General Vulgata Interpolada “sigue muy de cerca la linea expositiva” de la Estoria de Alfonso X (pág. 135) y llegue a argüir que el relato de este manuscrito puede ilustrar la “sistemática” modificación realizada por Alfonso X de “la trama” que presentaba “la fuente” común de ambas historias (pág. 144), sin querer aceptar que en esa crónica interpolada se mezcla el texto heredado de la Versión crítica (tomado de la Crónica General Vulgata) con pasajes más o menos extensos de la misma versión de la gesta que conoció don Pedro de Barcelos.

74 Salvo para poder rechazar como innecesario el “otro poema perdido consagrado al mismo tema, claramente más novelesco”, de que hablan Avalle Arce (1972) y Chalon (1976, pág. 471). A excepción de los pasajes citados aquí en texto, los pormenores que en el relato de don Pedro se suponen sacados de él son típicos arreglos cronísticos (según ve bien Pattison, 1983, págs. 37-39). Propios del interés genealógico del Conde de Barcelos (autor de un Livro das linhagens que marcó época) son las precisiones acerca de ciertos personajes, algunos tradicionalmente anónimos (denunciadas por Chalon, 1976, págs. 473-474 y Pattison, 1983, pág. 37); son análogas a las que introduce en muchas otras partes de la Crónica.

75 La posibilidad (aquí rechazada) de que la escena se hallara en el poema en cuaderna vía se debe a que en el único manuscrito conservado la obra está trunca; sólo conocemos su desenlace a través de la prosificación alfonsí. En ésta, que es muy detenida, no hay huella del episodio.

76 Es de notar que en la parte primera del episodio, la versión más vieja del romance conserva la -e paragógica (sone, none, Leone, Carrione, escuadrone) para igualar con las formas en ó.e (dibisiones, moxones, traidores, honbres) e incluso el uso de una consonante de apoyo en las formas acabadas en vocal (pasóve, salpicóbe), exactamente igual que en las gestas.

77 En el título VIII del Livro das linhagens, de acuerdo con la Versão galego-portuguesa de la Crónica de Castilla, Alaim Calvo casa con Tareija Nuniz, hija de Nuno Rasoira, de quien tiene “quatro filhos”, a quienes remontan “os de Mendoça”, “os de Bizcaia”, “os de Castro” y “o Cide Rui Diaz”. La ligazón linajística de “o Cide Rui Diaz o Bem-aventurado” con el juez castellano es por ser descendiente de “Fernan Alindes e de Vermuu Laindez” dos de sus hijos, pues, según luego se explica, el nieto de Fernan Laindez y la biznieta de Vermuu Laindez fueron los padres de Diego Laindez, quien se casó con dona Tareija, hija del conde Nuno Alvarez de Maia y engendró en ella a Rui Díaz. Esta versión del entronque de Rodrigo Díaz con el linaje de Laín Calvo contradice la que figuraba en la Versão galego-portuguesa (y en la Crónica de Castilla, en general), donde se suponía que “o mellor” hijo del juez (a quien se nombra como el cuarto o último) era “Diego Laynes de que ve˜ Rodrigo de Bivar”, sincopando, a lo que parece, varias generaciones del linaje. La versión, más historiográfica, del Conde de Barcelos deriva de la consulta del Libro de las generaciones (Liber regum) utilizado como una de sus fuentes (el Libro de las generaciones interpolado de entre 1260 y 1269). De acuerdo con él, el primero y el segundo hijo de Alaim Calvo llevan los nombres de Fernam Laindez y Vermuu Alindes (y no de Fernan Laynes y Layn Laynes, como en la Versão galego-portuguesa); además, de conformidad con esa otra fuente, se trazan a continuación las líneas de descendencia de ambos hermanos hasta que confluyen mediante el casamiento de Nuno Laindez con dona Elo, quienes engendran a Laim Nuniz, padre de Diego Laindez. La misma combinación de fuentes sirve para trazar la biografía del Cid, que sigue a su genealogía, y para hablar de sus descendientes. En la Crónica de 1344 el linaje del Cid se desplaza, respecto a la Versão galego-portuguesa, a fin de completar la información sobre la descendencia de los jueces de Castilla; y el texto incluido es, en la genealogía inicial, casi idéntico al del Livro das linhagens; después se siguen utilizando las dos fuentes citadas, recogiendo de ellas componentes diversos. Según cita expresa del cronista portugués, el por mí llamado Libro de las generaciones interpolado de entre 1260 y 1269 que utilizó tenía origen caradignense: “E esto como achamos na caronica de Sam Pedro de Cardena, onde jaz enterrado o seu corpo do Cide, assi o posemos aquy pera non viir depos em duvida”.

78 Los rasgos ajenos a las fuentes anteriores que pudo hallar don Pedro en las Mocedades son: la hija del conde Nuño Álvarez de Amaya madre de Rodrigo era nieta bastarda (“de gaança”) del rey de León (dato consignado en el Livro das linhagens y en la Crónica de 1344); de Fernam Laindez y de Vermuu Laindez desciende, no sólo el Cid, sino también “Alvar Fernandez Menaia, donde sairom os de Castro”, pues Lain Nunez, además de a Diego Laíndez, padre del Cid, tuvo otro hijo “Fernam Laindez, padre de dom Alvar Fernandez Menaia” (dato que sólo figura en el Livro das linhagens en este título VIIIº). Es de notar que estos datos no empalman bien con lo que se dirá en el linaje de los Castro (título XIº) donde la única hija de “dona Gontrode Goterrez” y de “don Nuno Alvarez da Maya” es “Exemena Nuniz”, casada con “don Fernam Laindiz irmaão de dom Diego Laindiz padre de Ruy Diaz o Çide e fez em ella Alvar Fernamdiz de Menaya”. Otro dato concordante con las Mocedades es el decir que los de Vizcaya descienden de Elvira Vermuiz, hija de Vermuu Laindez (según el Livro das linhagens; la Crónica de 1344 sólo consigna que vienen de Vermuu Layndez). En fin, el sobrino del Cid “Pero Vermuiz” era hijo de un hermano bastardo del Cid (la Crónica de 1344 lo añade a los cuatro que nombraba la Versão galego-portuguesa, siguiendo a la Crónica de Castilla, como hijos de Fernando Díaz, engendrado por Diego Laínez en una labradora). Este último rasgo no es enteramente ajeno a la tradición cronística previa: ya en la “Interpolación” cidiana de la Versión mixta se advierte al lector: “et vos devedes saber que este escudero Ordonno [uno de los hijos de Fernan Díaz] hermano era de padre et de madre de Pero Bermúdez” (PCG, pág. 613a18-19; cfr. además PCG, pág. 614a35-46).

79 El estudio de Prieto ha puesto bien de manifiesto la necesidad de tener en cuenta la documentación genealógica reunida por la casa de Haro-Lara en el último cuarto del s. XIII al estudiar los otros dos géneros de historia, el cronístico y el épico; la “literatura” linajística constituye hoy un campo de estudios documentalmente mal explorado y que científicamente no debiera seguir siendo subsidiario de los relativos a los otros dos géneros mejor conocidos. Su tratamiento como un campo autónomo puede llegar a ser tan importante para nuestros conocimientos como ha sido el liberar a la historiografía de su carácter auxiliar respecto a la historia y a la épica.

80 Sólo difiere el texto de don Pedro del de la Versión crítica en la sistemática incorporación a la acción de la infanta doña Elvira al lado de su hermana doña Urraca. La forma en que se añade su participación no deja la menor duda respecto al carácter netamente historiográfico del retoque.

81 En la versión que Martín Nucio recogió en su Cancionero de romances, Anvers, sin año [c. 1548] el romance comienza: “Doliente estava, doliente esse buen rey don Fernando / los pies tiene cara oriente y la candela en la mano”. A continuación hace constar la presencia a la cabecera del rey moribundo de sus cuatro hijos, los tres legítimos y uno bastardo y recuerda la privilegiada situación en que deja al bastardo.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico:

La garduña ilustrada

21.- 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.

21.- 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.

3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.

     ------De fecha incierta es otra refundición seccional de la Estoria de España, la Crónica fragmentaria, que abarca desde Pelayo a Ordoño II. Al igual que la de Castilla, esta crónica es un texto en que la herencia historiográfica alfonsí se entrelaza con novelaciones épicas muy fantásticas, carentes de toda base histórica, y en que el cronista interviene con gran desenfado, retocando los pasajes tanto de origen erudito como legendario, para dar al relato, mixto de tan diversos componentes, una apariencia de coherencia histórica (Catalán, 1992a, c. VII, § 4). En sus manipulaciones, el formador de la crónica no se arredra ante nada: llega a suponer que, forzados por el rey Flores de Almería, señor de al-Andalus, los musulmanes de España se convierten masivamente al cristianismo en tiempo de Yūsuf al-Fihrī y que tiene que llegar ᶜAbd al-Raḥmān I, después de muerto Flores, para conseguir que el reino de Andalucía vuelva a ser islámico.

------3.1. El interés de esta rama anovelada de la tradición manuscrita de la Estoria de España para la epopeya estriba en el aprovechamiento que en ella se hace del ciclo carolingio de leyendas constituido por Flores y Blancaflor, Berta, Mainete (Gómez Pérez, 1963-64, 1966), Reina Sebilla calumniada y Guiteclin o Sajones. La versión que ahora se maneja de la leyenda de Sainete ya no es la conocida por Rodrigo Ximénez de Rada y por Alfonso X, sino otra más tardía en que, al igual que en el Mainet francés conservado fragmentariamente 60, el exilio del joven Carlos se debe a las maquinaciones de los hijos de la sierva que suplantó por un tiempo a Berta en el lecho del rey Pepin y en sus funciones de reina. La Crónica fragmentaria no tuvo acceso directo a los poemas épicos (franceses o españoles) responsables de la existencia del ciclo legendario (como cree Gómez Pérez), sino, según hace constar el propio formador de la crónica en sus citas, al mismo relato cronístico citado por la Crónica de Castilla de que más arriba tratamos, la Estoria de los reyes moros que ovo en Africa que aseñorearon a España de Sigiberto. La existencia previa de ese relato en prosa viene a comprobarla el hecho de que haya sido también aprovechado, de forma independiente (Catalán, 1992a, c. VII, § 5), en otras dos ocasiones: por la Gran conquista de Ultramar (Catalán, 1997a, págs. 251-253 y nn. 227-232), obra compuesta en el reinado de Sancho IV (1284-1295) a instancias del propio rey, y, en 1471, por Lope García de Salazar (Sharrer, 1992) 61. No sabemos si la narración española en prosa de la Estoria de los reyes de Africa (que, con gran fidelidad al modelo, reprodujeron estas compilaciones historiales) resumía un ciclo poético vertido del francés al castellano, un ciclo poético en francés o una versión prosística francesa, pues nada hay en el resumen que nos permita deducir la anterior presencia en la leyenda de estructuras métricas.
------
El conocimiento de este ciclo novelesco de leyendas carolingias se manifiesta también en otra rama de la Estoria de España derivada, en este caso, de la Versión crítica, pero a través de una tradición textual muy degradada, la Crónica general vulgata. En ella, al hablar de los tres Carlos reyes de Francia (con motivo de Roncesvalles) se interpola una glosa ajena al texto base de la Versión crítica:

“El segundo Carlos, que dixieron Maynete, fijo del rrey Pepino e de Alberta fija del rrey Flores e de la rreyna Blancaflor, que fue en tienpo del rrey don Alfonso el Casto e del papa Leo el terçero...”

 ------3.2. En la Crónica fragmentaria se incluye otra curiosa referencia a temas de las chansons de geste relativas al imperio carolingio. Hablando del hijo de Carlomagno “Luis” (Ludovicus Pius) se intenta compaginar la noticia historiográfica alfonsí con los conocimientos que de historia de Francia proporcionaban a su redactor los “cantares” de gesta, por lo que se incluye la siguiente advertencia al lector:

“Este Luys es aquel fijo que Carlos ovo después de la muerte de Sevilla Galiana, así commo la ystoria lo ha contado ante d’esto. Este rrey Luys fijo del enperador Carlos Maynet es aquel a quien dizen en los cantares el infante Lufer, donde Lufer tanto quiere decir como Luys et Luys como Lufer” 62.

------Según señaló Menéndez Pidal (1924a, págs. 388-389), la adaptación al castellano de la h francesa del nombre de Lohier  (Lotharius) mediante una f (según práctica habitual en las voces francesas medievales hispanizadas) es un indicio de que las chansons francesas en que figuraba ese personaje debían oírse en España en lengua autóctona; la advertencia de la Crónica fragmentaria constituye, por lo tanto, un testimonio adicional de la amplia y variada penetración de la épica francesa en la Península Ibérica, pues, muy probablemente, los “cantares” aludidos eran los referentes a Renaud de Montauban. En efecto, aunque Lohier figure en varios otros poemas, la muerte de Lohier, cuando es enviado por su padre con una embajada a Beuves d’Aigremont, ocupa en esa gesta un lugar privilegiado, ya que constituye el punto de arranque de toda la historia de “les quatre fils Aymon” 63.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

 

NOTAS

60 Texto no conocido hasta 1874. Ed. por G. Paris (1875).

61 El relato de la Gran conquista de Ultramar, conocido de los especialistas de la épica desde tiempos de Paris (1865) y de Milà i Fontanals (1874), figura tanto en el ms. U, como en la ed. de Salamanca: Hans Giesser, 1503 (reed. por Cooper, 1979); la enumeración de fuentes que da el autor en el f. 204v del ms. U y la subscripción final del ms. R nos aseguran que la obra fue compilada por orden de Sancho IV (“el seteno”, como sistemáticamente se llama a sí mismo el rey en muchas de las obras que patrocina o encomienda). El primero en llamar la atención acerca del relato de García de Salazar ha sido Sharrer (1992), quien en su estudio comparativo de las versiones españolas subsistentes (de la que considera, impropiamente, “trilogía”, ya que, al usar exclusivamente las ediciones modernas, ignora la presencia de los temas de Sebille y Saisnes, aunque sobre este último tema tal como aparece en la Gran conquista habían ya tratado Paris, 1865, pág. 290, Menéndez Pidal, 1951b, y Riquer, 1957, pág. 222) no resuelve satisfactoriamente el problema de las relaciones intertextuales, ni el de la fuente inmediata a que remontan.

62 Esta equiparación erudita Lufer = Luis no sabemos si es de la cosecha del formador de la Crónica fragmentaria o, como ocurre con otras equivalencias anteriores que figuran en su relato (Galafre = Hixem; Galiana = Halia; Bramante = Ibrahim), remontaba a la fuente prosística en que se resumían las gestas carolingias (Catalán, 1992a, cap. VII, § 5).

63 La chanson de geste de Les quatre fils Aymont o de Renaud de Mantauban, en verso alejandrino, es de finales del s. XII.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico:

La garduña ilustrada

Dibujo: "cartoon" de costumbres medievales

 

20.-2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.

20.-2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.


2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.

La Crónica de los reyes de Castilla o Crónica de Castilla es una refundición seccional de la Estoria de España que abarca desde Fernando I hasta que Fernando III adquiere el reino de León. Fue realizada c. 1290, pues en el reinado de Fernando IV (1295-1312) se tradujo ya al portugués. En ella es manifiesta la huella del cambio histórico operado en el reino como consecuencia de la rebelión de los tres “estamentos” (nobleza, alto clero, concejos) y del golpe de estado de 1282, sucesos que acabaron con la reforma “monárquica” (o “imperial”, según él la denominaba) del reino intentada por Alfonso X. La reelaboración del texto alfonsí está hecha, en esta nueva versión de la historia del reino castellano, atendiendo a las aspiraciones a un reparto de poder entre el rey y la clase nobiliaria. Esta crónica renovada coloca al Cid en el escenario de la historia desde su infancia, de tal modo que la presencia del personaje en la crónica es prácticamente constante a lo largo de los tres reinados de Fernando I 20, Sancho II y Alfonso VI y la desproporción en ella del componente cidiano es tan llamativa que bastó dejar interrumpida la narración en la muerte de este último rey para que esa Crónica de los reyes de Castilla viniera a ser considerada (por algunos copistas medievales, por los primeros impresores de crónicas y por ciertos eruditos de los siglos XIX y XX) como una “Crónica particular del Cid”. Por otra parte, el historiador ha perdido el reverencial respeto a las fuentes que caracterizaba a las obras historiales de Alfonso X y no sólo añade “colores” retóricos al texto (supliendo, por ejemplo, el discurso testamentario de Alfonso VI al prepararse para bien morir), sino que”corrige” la historia con el objeto de redondear el mensaje moral o político que quiere trasmitir (Catalán, 1969a, págs. 435-441 y 1992a, cap. VI, § 4), inventando libremente escenas y aún sucesos (como el cerco y toma de Rueda por el Cid, para vengar a su rey, y la exigencia a este de una “carta” de derechos de los hijosdalgo). Lógicamente, las fuentes épicas se utilizan en esta refundición de la Estoria de España con propósitos y en forma muy discordantes respecto a los que habían hecho aconsejable el recurso a la poesía oral en los talleres historiográficos de Alfonso X.

a. Adiciones de origen no épico.

------2.1. Para comprender mejor el arte historiográfico del cronista me referiré en primer lugar a la sección de la crónica procedente de la *Estoria caradignense del Cid que veníamos examinando;  en ella la Crónica de Castilla se hermana con la *Crónica manuelina (resumida en la Crónica abreviada) y el prototipo de ambas, aunque es independiente de los manuscritos que contienen la Versión mixta, deriva evidentemente de un texto muy similar. No obstante, al comparar ese prototipo con la “Interpolación” de la Versión mixta, salta a la vista que en su relato, aparte de algunas variantes más fieles a la base común, hay todo un conjunto de novedades; esto es, que se distancia por su cuenta de la fuente (la *Estoria caradignense del Cid). Menéndez Pidal atribuyó esas novedades (que luego pasaron a la Crónica de 1344) al influjo de una nueva refundición épica 21. La más llamativa entre ellas es la presencia de un nuevo personaje en el entorno del Cid, Martin Peláez, de las Asturias de Santillana; pero su incorporación en múltiples lugares del relato es un simple eco de la inclusión de una historieta, completa en sí misma, de cómo el Cid logra pacientemente transformar a un caballero cobarde en uno digno de estar “en la compaña de los buenos”, haciendo verdadero el refrán que dice “quien a buen árbol se allega, buena sombra le cubre”. Dada la autonomía del cuentecillo 22, no puedo aceptar (Catalán, 1963-64, pág. 351; recog. en 1992a, cap. VII, § 3 y n. 35, véase también Chalon, 1976, pág. 255) que este relato ni este personaje tengan su origen en la poesía épica, como supone Menéndez Pidal (1951a, pág. LXV y 1957a, págs. 299-300, retocando ligeramente sus ideas anteriores, 1898a, págs. 452). Otras adiciones comunes a la *Crónica manuelina y a la Crónica de Castilla interpoladas en el texto basado en la *Estoria caradignense 23 se afirma expresamente en la de Castilla que son derivadas de una fuente lateral de carácter historiográfico, la Estoria de los reyes moros que reinaron en el señorío de Africa del “sabio Gilberto” (o Sigeberto). En realidad los pasajes añadidos se limitan a glosar la relación de parentesco entre “Yunes” (Versión mixta al considerarlos hermanos y al consignar que Búcar atacaba Valencia “por vengar a su hermano” (PCG, pág. 604a13-14). El refundidor comienza por considerar a Iunes “fijo del miramomelín” (y no “el miramomelín”, como en PCG, pág. 596a21) y narra la promesa que Búcar hace a su hermano, cuando éste se hallaba próximo a morir, de vengarle de la derrota que sufrió ante los muros de aquella ciudad (interpolación en PCG, pág. 598b6); también explica por qué estos personajes afirman haber sido Valencia “de sus abuelos”, suponiéndoles parentesco con Alimaymón, rey de Toledo y Valencia (Catalán, 1963-64, págs. 348-352; recog. en 1992a, cap. VII, §§ 2, 3 y 6). Hay, además en el prototipo de las crónicas *Manuelina y de Castilla algunos retoques narrativos. Los más notables se justifican como intentos de salvar inconsecuencias de la versión cronística heredada. Así, por ejemplo, para justificar que el Cid pueda haber entregado las espadas Colada y Tizón a sus yernos con ocasión de sus bodas (según se afirmaba en PCG, pág. 603b39-45), se supone que esta última espada la obtuvo en la persecución de Yunes y no en la de Búcar (como, de conformidad con el Mio Cid, se seguía refiriendo en la Versión mixta). En vista de que en las Cortes de Toledo el Cid aludía a que tuvo vistas con el rey en Requena  (PCG, pág. 618b18-19), se elimina la oferta hecha por Alfonso a Rodrigo de que sea él quien escoja el lugar del encuentro que debe de poner fin al destierro y el rey le cita directamente en Requena (apartándose también así más que la Versión mixta de lo contado por el Mio Cid viejo). Puesto que, tanto cuando los infantes de Carrión parten con sus mujeres de Valencia, como al ir Alvar Fáñez a buscar a doña Elvira y doña Sol después de la afrenta de Corpes, se consideraba a este personaje primo del Cid y tío de ellas, se extiende ese parentesco a los pasajes de las Bodas en que se le presentaba como primo de las hijas del Cid. En fin, arreglo historiográfico ha de ser también el discurso con que el rey don Alfonso para los pies de Diego González, cuando éste sugiere que las hijas del Cid, dada su desigual categoría social, sólo podían ser barraganas y no mujeres legítimas de él y de su hermano, advirtiéndole:

“A lo que dezides que vos que sodes fijos dalgo más que el Çid, en esto vos digo yo que sodes engañados et non lo aprendistes bien. Ca el Çid Ruy Díez es fijo de Diego Laynez et nieto de Layn Calvo, que fue uno de los juezes que fueron escogidos para juzgar et mantener a Castilla, et el otro fue Nuño Rrasura que fue padre de ssu avuela doña Elvira Núñez que fue muger de Layn Calvo su avuelo. Et deste Nuño Rasura venimos los reyes de Castilla et assy somos de un linaje de parte de ssu padre que fue fijo de doña Elvira Núñez. Pues ssu padre Diego Laynez fue casado con su madre doña Teresa Núñez que fue fija del conde don Nuño Álvarez de Amaya, et así viene de la más alta sangre de Castilla”,

ya que en ese alegato se utilizan los datos genealógicos incluidos al comienzo de la Crónica de Castilla, que a su vez, con ciertos retoques, reproducían la exposición linajística que formaba parte de la introducción de la gesta de las Mocedades de Rodrigo (véase adelante c. VI, § 4); el préstamo no tiene probabilidad ninguna de haberse producido de gesta a gesta. En fin, típico agregado moralizante de un narrador cronístico es el detenerse a contar cómo fue premiado el buen labrador de San Esteban que acogió en su casa a las afrentadas hijas del Cid:

 “...et las dueñas levaron consigo dos fijas et dos fijos que el omne bueno avía, a quien casaron después muy bien, et fizieron dell[o]s muy rric[o]s, ca los tenían en lugar de hermanos por el grant serviçio que les avían ffecho en la grant cuyta en que eran; et mandaron al ombre bueno que siempre rrecudiesse a ellas, e que le farían algo”.

En suma las reformas de la Crónica de Castilla (y de la Crónica manuelina) introducidas en el relato basado en la *Estoria caradignense no parecen dependientes (contra lo pensado desde antiguo por Menéndez Pidal, 1898a, pág. 452) de la consulta de nuevas refundiciones del Mio Cid.
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Por otra parte, las peculiaridades de la Crónica de Castilla (y de la Crónica manuelina) respecto a la Versión mixta no deponen en favor de la prioridad del texto conservado por la Crónica de Castilla (frente a lo que cree Rochwert-Zuil, 1998, págs. 325-353); las técnicas refundidoras propias de los transmisores de narraciones medievales, puestas de manifiesto por Vinaver (1971), nos deben alertar contra la trampa crítica de creer preferibles los textos donde todo es coherente a los que ofrecen contradicciones internas; normalmente la homogeneidad y la coherencia en los textos son indicios, precisamente, de un carácter tardío, no primigenio 24.

b. Conocimiento de la gesta de las Mocedades
de Rodrigo por la Crónica de Castilla
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------2.2. La consideración negativa del supuesto conocimiento directo por la Crónica de Castilla de formas poéticas de la leyenda cidiana en la sección histórica que he comentado no es extensible a secciones anteriores de la narración.
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En efecto, la novedad primera y más sobresaliente que encontramos al comparar el texto de la Crónica de Castilla con el de la Versión mixta, de la cual en toda esta parte deriva, es la aparición, desde los primeros capítulos del reinado de Fernando I, de extensas y repetidas interpolaciones que relatan unas enfances o mocedades de Rodrigo Díaz de Vivar. Aunque algunas de las alusiones a Rodrigo pueden ser amaños cronísticos fundados en el propósito de armonizar la información, según adelante explicaremos 25, la mayoría de los pasajes interpolados proceden, evidentemente, de una gesta no utilizada anteriormente por la historiografía y que tenía la particularidad de no atenerse al “verismo” que caracteriza a los cantares épicos más viejos. Su utilización en la nueva historiografía depende, claramente, del abandono del “rigor” crítico propio de las obras historiográficas alfonsíes. La actitud de abrir las puertas de la historiografía a las fábulas juglarescas más novelescas corre paralela de una no menos despreocupada manipulación de la información épica en manos del cronista fabulador de la historia, quien actúa sobre la materia poética modelándola de forma que se adapte a la construcción histórica que está saliendo de sus manos. Este último hecho no ha sido tenido en cuenta por la crítica; sin embargo, según enseguida vamos a ver, oscurece la estructura e identidad ideológica de las Mocedades de Rodrigo y dificulta su comparación con otras manifestaciones posteriores de la materia épica a que me voy a referir de inmediato: con la llamada “Crónica rimada del Cid” o Rodrigo (conservada en un manuscrito del s. XV) y con los romances de raíces épicas (de comienzos del s. XVI).

c. El relato semi-poético del Rodrigo
que incluye un manuscrito cronístico
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------2.3. Cuando la erudición se fijó en el hecho de que en cierto manuscrito del s. XV de la Crónica de Castilla (el ms. P) se incluía, a continuación, otro relato cronístico cidiano, ajeno a los restantes manuscritos de la Crónica, en el cual se pasaba paulatinamente de la prosa al verso, este hecho fue descrito con notorio asombro:

“No hay duda que el principio es prosa pura, y que por más indulgencia que se quiera tener con los antiguos poetas, nadie les pasará por versos trozos como estos... Luego se empieza ya a notar cierta monotonía en las desinencias de las palabras en que acaban estos pequeños períodos; esta monotonía va tomando cuerpo y llegando a ser tal que es imposible atribuirla a la casualidad; los períodos, en fin, se van con la misma lenta graduación reduciendo a la medida bien o mal observada del romance octosílabo, y de pronto se halla el lector con la prosa convertida en versos” (Ochoa, 1844, pág. 109).

------Tan curiosa transición me parece más imputable a una vacilación en el modo de registrar el “cronista” transcriptor la historia que a una técnica del autor (como, desde Menéndez Pidal, 1924a, pág. 407, se ha venido pensando). También debida a la utilización cronística del texto poético es, sin duda, la presencia en él de versos monstruosamente largos (Armistead, 1966), que, según ha puesto de manifiesto Montgomery (1984-85), tienen a menudo su origen en glosas cronísticas aclaratorias de los nombres propios (y de los títulos) usados en el poema (glosas muy comunes en la transmisión de textos historiográficos 26); nada apoya la hipótesis (propuesta por Deyermond, 1969, págs. 54-58, y 1978) de que el texto manuscrito deba sus propiedades anti-poéticas al hecho de haber sido escrito al dictado de un juglar que lo iba diciendo de memoria (hipótesis rechazada ya por Webber, 1977 y 1980, fundándose en el estudio de las fórmulas).
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No menos sobresaliente que el carácter semi-prosístico del poema conservado es la presencia en el Rodrigo de un componente ajeno a las interpolaciones arriba mencionadas que, basadas en las Mocedades de Rodrigo, incorporó a la Estoria de España alfonsí la Crónica de Castilla. Se trata de varios episodios que tienen como tema la historia de la creación de la diócesis de Palencia: vv. 95-135, 144-203, 283-292 y el fragmento 732-745 (que parece inconcluso a causa de una laguna 27). No cabe duda de que estas interpolaciones palentinas fueron hechas por persona vinculada a la iglesia catedral de Palencia (Amador de los Ríos, 1863, III, pág. 85, n. ; Deyermond, 1969) y no, simplemente, de “tierras de Palencia” (Menéndez Pidal, 1924a, pág. 406, n. 1); pero los esfuerzos realizados por la erudición (Deyermond, 1969, cap. V) para conectar esas adiciones palentinas a la gesta con una determinada situación histórica en que los derechos del obispo de la diócesis de Palencia se vieran amenazados por ambiciones de otras autoridades eclesiásticas o por acciones de la nobleza, aunque me parecen basados en una intuición acertada, han resultado, por ahora, inconclusivos. Como ha notado Faulhaber (1975-76): el poema “tuvo obviamente como propósito fomentar el prestigio de la diócesis en cuestión, pero ¿cómo? y ¿cuándo? Estos interrogantes deben aún permanecer abiertos” (ingl.).
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Por otra parte, hay que subrayar el hecho de que las adiciones de interés eclesiástico están muy mal incardinadas 28, de modo que sólo mediante su omisión (leyendo el v. 136 y ss. tras el v. 94 y el v. 204 y ss. tras el 143) queda clara la línea expositiva del poema 29. En vista de ello, no creo admisible responsabilizar a ese interpolador (como hace Deyermond, 1969) de la arquitectura ni del conjunto de los versos del poema. Una prueba adicional de la desconexión de la narración épica respecto a la obra del propagandista de la iglesia palentina la constituye el pasaje en que Rodrigo, para apresar violentamente al conde Ximeno (o Ximón) Sánchez de Burueva, quebranta el sagrado de una iglesia dedicada a Santa María. Me parece del todo inadmisible atribuir a cualquier canónigo o diácono de la iglesia palentina (en ningún período histórico en que podamos colocar el Rodrigo) la invención de una acción como la descrita por los versos:

En Santa María la Antigua -----se ençerró el conde lozano,
conbatiólo Rrodrigo, -----amidos que non de grado,
ovo de rronper la iglesia----- et entró en ella privado;
sacólo por las barvas ( ) -----de tras el altar con su mano,

sin que esa acción provoque una reacción de la ofendida madre de Dios. El interpolador paniaguado de la catedral de Palencia o no era clérigo, o no se molestó en retocar el texto juglaresco que heredaba.
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En fin, el paso del texto por manos de cronistas-copistas y de servidores de la diócesis palentina no excluye, sino que exige, la existencia de un poema, en verso épico aceptable, con una estructura narrativa compacta, exclusivamente fundado en la tradición épica que sabemos existía desde tiempo atrás. En esa gesta aprovechada por el servidor de la diócesis de Palencia se concedía especial importancia a la ciudad de Zamora (no a la de Palencia), considerada como sede habitual de la corte de Fernando I (vv. 245, 538, 562, 404, 406, 407, 525, 539, 646, 720) o representada por “el pueblo çamorano” (vv. 697, 716, 770)30.

 

d. La manipulación de la gesta de las Mocedades
de Rodrigo por la Crónica de Castilla
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------2.4. Si la crítica ha tenido más o menos siempre conciencia del problema que supone la existencia de un adaptador palentino y de unos copistas que en ciertos aspectos modificaron la tradición épica heredada por el Rodrigo, en cambio no ha puesto en duda la fidelidad del historiador de la Crónica de Castilla al contenido del poema épico que tuvo presente cuando interpoló en la Estoria de España los “datos” relativos a las mocedades de Rodrigo.
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Sin embargo (frente a Menéndez Pidal, 1924a, pág. 406 y 1957a, págs. 315-317, frente a Armistead, 1955 y 1963-64 [recog. en Armistead, 2000, págs. 338-345], y frente a Deyermond, 1969) me parece evidente que el cronista post-alfonsí desarticuló intencionalmente la intriga de la gesta para someter la materia épica a la imagen que de Rodrigo, de sus relaciones con el rey don Fernando y del estado del reino le interesaba presentar en su historia, imagen muy discordante de la que encontraba en su fuente épica. Recientemente, Martin (1992, págs. 453-454) razona de forma muy similar a la que aquí desarrollo.
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Desde un principio, la Crónica de Castilla justifica la aparición del mancebo en la historia por su papel de defensor de la tierra respecto a la amenaza mora 31 y se siente molesto con las guerras banderizas entre el conde don Gómez de Gormaz y los hermanos Laínez. De ahí que reduzca al mínimo este tema y, en cambio, saque de su contexto original la primera de las lides, en la cual Rodrigo hace preso al rey moro (en la Crónica, reyes) que ataca a Belorado para seguidamente ponerlo (ponerlos, en la Crónica) generosamente en libertad (cfr. Rodrigo, vv. 449-517), colocándola antes de sus desposorios con Ximena, cuando en la gesta constituía, sin duda, la primera de las cinco lides que se compromete a vencer antes de verse con su esposa “en yermo nin en poblado”32. La ética historiográfica impide al formador de la Crónica de Castilla hacerse eco de la tensión que en la gesta existe, desde un principio, entre el rey y el mancebo: en la Crónica, la muerte, en “griesgo”, del conde don Gómez de Gormaz por Rodrigo 33 no da pie a que Diego Laínez y su hijo teman acudir al llamamiento a cortes (un tópico épico, cuya presencia en el poema considero indudable) y, en consecuencia, a que vayan preparados para afrontar la posible “falsedat” del rey 34; en la entrevista con el rey Fernando, el cronista, siguiendo en su labor de censura, omite el altanero comportamiento de Rodrigo y, lo que es más grave, su negativa a reconocerse vasallo del rey besándole la mano hasta que el rey niño se arme caballero y él pueda mostrarle su superioridad sobre los condes castellanos (motivo esencial en la estructura de la gesta). Al substituir, a su gusto, el clima de las relaciones entre el rey y Rodrigo

“E dixo al rrey que faría su mandado en esto e en todas las cosas que le él mandara. E el rrey gradeciógelo mucho... e añadió a Rodrigo mucho más en tierra que dél tenía, e amávalo mucho en el su corazón porque veía que era obediente e mandado...”,

resulta en el relato cronístico inexplicable que Rodrigo formule a continuación el insólito voto de no acercarse a su esposa hasta vencer cinco lides en campo, ya que en el relato cronístico el voto no se vincula a la posposición del reconocimiento de vasallaje ni es el broche final de una actitud altanera de aquél a quien el Romancero definirá como “el soberbio castellano” 35.
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Eliminado el tema del hijodalgo altanero, central en la construcción épica, el cronista no tiene interés en clarificar a través de qué batallas campales cumple Rodrigo su voto, ni se detendrá a contar siquiera cuándo y cómo realiza el matrimonio con Ximena. Por otra parte, al considerar objetables, en la biografía de un personaje modélico, las guerras intestinas que Rodrigo sostiene con los condes, el historiador post-alfonsí manipula las referencias a las dos lides, estrechamente relacionadas entre sí, con los moros de la Transierra en San Esteban de Gormaz el día de la Cruz de Mayo y con los condes traidores que urdieron el ataque moro en que encontraron la muerte el padre y los tíos de Rodrigo, sacándolas de la cadena secuencial narrativa a que pertenecían y eliminando en ellas elementos esenciales. Aun así, nos deja, a mi parecer, huellas suficientes de la locación primitiva de los episodios, por medio de las cuales nos es dado restaurar la estructura épica de la gesta de las Mocedades de Rodrigo de fines del s. XIII, estructura que, tenidas en cuenta estas consideraciones, resulta ser mucho más similar a la que presenta el Rodrigo copiado en el s. XV que la que viene creyéndose.
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En el Rodrigo (después de una laguna textual en que hemos de suponer que se daría cuenta de los tratos de los condes castellanos con los moros) el moro Burgos de Ayllón, vasallo de Rodrigo, acude a Castilla a advertirle de la invasión que preparan los cinco reyes moros de la Transierra (de Atienza, Sigüenza, Guadalajara, Madrid y Talavera) para el día de la Santa Cruz de Mayo (vv. 638-644); Rodrigo, después de convencer al joven rey don Fernando de que vaya a armarse caballero a Santiago como condición indispensable para que él le bese la mano como vasallo, le acompaña hasta el monte Irago; desde allí se vuelve Rodrigo para acudir, rápidamente, a la Extremadura del Duero (vv. 645-661). En el curso de su entrada, los moros matan a los hermanos Laínez en batalla (incluido el padre de Rodrigo); pero Rodrigo, al tercer día de batalla, logra, finalmente, vencerlos, dando muerte a tres de ellos y apresando a los otros dos, a los cuales lleva “para el pueblo çamorano” (vv. 662-697). A continuación se vengará de los condes castellanos, don García, el Crespo de Grañón, y su hermano Ximen Sánchez, Conde de Burueva, que pactaron la traición con los moros, y los conducirá presos a Carrión y Zamora (vv. 698-717). El rey hace, entonces, juzgar a los condes, que, por traidores, resultan merecedores de muerte; pero una laguna textual nos impide saber más del caso (vv. 721-736); más adelante vemos que Rodrigo les perdona y ruega al rey que les permita volver del destierro en que se hallaban (vv. 769-774). La Crónica de Castilla cuenta, de una parte, cómo los condes de Castilla, envidiosos de Rodrigo, pactan con los moros y emplazan con ellos lid “para el día de Santa Cruz de Mayo” en la cual ofrecen abandonar a Rodrigo, pacto traicionero del que Rodrigo se entera a través de sus vasallos moros, y del que se apresura a dar cuenta al rey, mostrándole “la enemiga en que andavan los condes, et señaladamiente el conde don García que dixieron después de Cabra”. Don Fernando, espantado de la “gran falsedad”, ordenó por cartas a los condes que saliesen de la tierra, “mas entonçes el rrey don Fernando fuesse para Santiago en rromería et mandó a Rrodrigo que echasse a los condes de la tierra, et él fízolo ansí commo el rrey mandara”. No obstante, Rodrigo, ante los ruegos de su “cormana” doña Elvira 36, mujer del conde don García, le hace unas cartas de recomendación para el rey moro de Córdoba, uno de sus vasallos, y consigue de éste que dé al conde el lugar de Cabra “en que visquiesse con su muger e con su conpaña” 37 La Crónica de Castilla sólo refiere la entrada de los moros por la Extremadura castellana y su lid con Rodrigo cerca de San Esteban de Gormaz tiempo después, en forma totalmente desconectada con lo anterior. No dice nada de la muerte de los hermanos Laínez en la entrada de los moros y no hay alusión a la traición de los condes, ya que Rodrigo la denunció al rey antes de que tuviera efecto y el rey desterró a los condes sin que la traición se materializara y sin que Rodrigo tuviera que tomar venganza contra ellos. Pero, aunque la Crónica de Castilla destruyera el orden épico de los sucesos y no cuente el ataque de los moros a la Extremadura del Duero a continuación de la ida del rey en romería a Santiago de Galicia por consejo de Rodrigo, sabemos que ése era el orden de la gesta, ya que comienza el capítulo de la entrada de los moros diciendo: “Cuenta la historia que en este tiempo, estando el rrey don Fernando en Galicia, que los moros vinieron a correr a Extremadura...”. La ida del rey don Fernando a Santiago de Galicia “por consejo de Rrodrigo de Bivar”, sólo la contará (pese a estos restos de la posición que ocupaba en la fuente épica) aún más adelante, vinculándola a las campañas históricas en Portugal, debido al deseo de conexionar la visita a la tumba del Apóstol con un milagro que contaba la Estoria de España combinando información del Tudense y del Codex Calixtinus. En fin, me parece evidente que la estructura de las Mocedades de Rodrigo del s. XIII no difería en este punto de la del Rodrigo (vv. 622-696). Otro pasaje cronístico dislocado es el de la llegada a Zamora de unos mensajeros de los reyes moros vasallos de Rodrigo que le llaman “mio Çid” (por lo que el rey mandó que en adelante se le diera ese título honorífico), y que, por orden del Cid, reconocen señorío a don Fernando; se trata, sin duda, de los reyes moros apresados en la batalla por Rodrigo y la colocación del pasaje en la Crónica de Castilla responde a que sólo tras la conquista de Coimbra el rey ha repoblado Zamora, según las fuentes eruditas que había utilizado Alfonso X.
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Otro problema de interés para la reconstrucción de la estructura de las Mocedades de Rodrigo en su forma más antigua suscitado por la Crónica de Castilla es el de la posible existencia de una versión poética de las campañas históricas de Fernando I en Portugal. Como era de esperar, el relato que de ellas nos da la Crónica de Castilla se basa en la Versión mixta de la Estoria de España alfonsí y, por lo tanto, procede, a través de ella, de fuentes eruditas (Toledano, Tudense y Codex Calixtinus). Pero, como novedad, interpola varias referencias a la participación de Rodrigo.
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Así, después de referir la conquista de Viseo, constata:

“En todo esto fue Rodrigo de Byvar uno de los que y más fizieron”,

y cuando, para preparar la campaña de Coimbra, el rey va a Santiago en romería, a fin de obtener la colaboración del Apóstol, añade que lo hizo

“por conssejo de Rodrigo de Bivar 38, que le dixo que le ayudaría Dios a cobrarla, et demás, de tornada, que quería que lo armasse cavallero et cuidava rresçibir cavallería dentro en Coynbra”;

concluida la conquista, la crónica añade que

“estonçe fizo el rrey don Ferrando cavallero a Rodrigo en Coynbra en la mesquita mayor de la çibdat a que posieron nonbre Santa María; et fízole cavallero desta guisa: çiñiéndole el espada e diol paz en la boca, mas non le dio pescoçada. Et desque Rodrigo fue cavallero, ovo nonbre Ruy Díaz. Et tomó el espada ant’el altar estando, et fizo noveçientos cavalleros noveles. Et fízole el rrey mucha onrra, loándolo mucho el rrey por quanto bien fiziera en conqueryr a Coynbra et a los otros lugares”,

y poco después nos cuenta:

“Et los de Cohinbra quexáronse mucho del grande daño que rresçibían de Montemayor. Et el rrey, con grande saña, fuela çercar et púsole muchos engeños aderredor e fézoles tanta premia que gela dieron. Et Ruy Dias de Bivar fezo mucho bien en aquella çerca. Et yendo él guardar los que yvan por la yerba e por vianda, ovo tres lides muy grandes que venció; et por priessa en que se vio, nunca quiso enbiar pedir acorro al rrey, et por esto ganó muy grand prez. Et fízolo el rrey de su casa cabo, et diole ende el poder” 39.

Armistead (1955 y 1963-64, pág. 342 [recog. 2000, pág. 63]; a quien sigue Pattison, 1983, págs. 84-85) ha considerado que estas interpolaciones recogen, de forma sumaria, episodios de un relato épico, episodios que identifica con la tercera, cuarta y quinta lid de Rodrigo en cumplimiento de su voto. Estas lides habrían desaparecido de la refundición épica conservada en el Rodrigo, puesto que en este texto poético la única referencia a los hazañosos hechos del rey don Fernando en Portugal forma parte del memorable pasaje (vv. 786-799) en que se exalta la grandeza de su señorío justificativa de su tradicional comparación con un emperador 40, contexto que no permite suponer una especial dependencia de la referencia respecto a las cinco lides de Rodrigo:

mandó a Portugal ------essa tierra jenzor,
conquiso
a Cohinbra de moros, ------ pobló a Montemayor,
pobló a Sorya, ------ frontera d( )’Aragón,
corrió a Sevilla ------tres veçes ( )n’una sazón,
a dárgela ovieron moros------ que quesieron o que non,
et ganó a Sant Ysydro ------et adúxolo a León...

 Por otra parte, es notable la aparición en el Rodrigo (vv. 995-1001) de una escena en que (como ha destacado bien Armistead) se describe el acto de ser Rodrigo armado caballero por el rey don Fernando, escena que incluye varios pormenores coincidentes con los de la ceremonia referida por la Crónica de Castilla:

Quando esto oyó el rey, ------ tomólo por la mano,
al rreal de[l] Castellano( ) ------ amos a dos entraron.
El rrey enbió ( ) dos a dos------  los cavalleros de man( )o
fasta que apartó noveçientos ------ que a Rrodrigo bessassen la mano.
Dixieron los noveçientos: ------ —Pero Dyos sea loado
con tan onrrado señor ----- que nos bessemos la mano.—
De Rrodrigo que avía nonbre, ------ Rruy Díaz le llamaron;

La similitud en los detalles (recepción del patronímico Díaz por Rodrigo 41; el nuevo caballero arma, a su vez, 900 caballeros noveles) asegura que las dos ceremonias tienen un origen común; sin embargo, su localización en la historia del joven Rodrigo es muy distinta, ya que en el poema del s. XV el acto ocurre en medio de la expedición del rey Fernando contra Francia, después de que Rodrigo, como alférez del rey, ha derrotado y hecho prisionero al principal caudillo francés, el Conde de Saboya, para lo cual ha sacrificado a la mayoría de sus trescientos vasallos. Una vez más, considero que el poema tardío no innovó apartándose de la tradición. Desde luego, el suceso está perfectamente integrado en el relato: Cuando el joven rey don Fernando (v. 764), como señor de España “desde Aspa fasta en Santiago”, recibe cartas del Rey de Francia, del Papa y del Emperador alemán exigiéndole un tributo anual, sólo Rodrigo le anima a responder agresivamente invadiendo Francia, y cuando, más allá de los puertos de Aspa, ve venir sobre sí los grandes poderes ultramontanos, nadie se atreve a ser alférez del ejército hispano, salvo Rodrigo; pero a todo esto, Rodrigo, que ha besado recientemente la mano al rey reconociéndose por su vasallo 42, es tan sólo un simple “escudero, non cavallero armado” (vv. 865, 912-913), que “nunca oviera seña nin pendón devissado” (v. 873), y que, en contraste con “tanto omne rico et tanto conde et tanto poderosso fijo de algo” (v. 863) como rodean al rey, presume de ser nieto “del alcalde çibdadano” (Lain Calvo), esto es, procedente de la clase baja caballeresca de los caballeros ruanos, “ffijo de un mercadero, nieto de un çibdadano; / mi padre moró en rrúa e siempre vendió su paño” (vv. 305 y 914-915), afirmación que considero notable, pese al doble sentido que Rodrigo da a la acción de vender paño. De ahí que, al ir a comenzar la batalla, el alférez regio (que ha improvisado su enseña caudal, arrancando la piel a su manto y harpando el paño con cortes hechos con su espada) no parezca digno contrincante del conde saboyano, aunque en el curso de ella, como su padre el supuesto mercader de rúa, le venderá caro su paño (vv. 916-918):

Ffincaron me dos pieças ------el día que fue finado,
et commo él vendió lo suyo,------ venderé yo lo mió de grado,
ca, quien gelo conprava,------ muchol’ costava caro.

Vencido el Conde de Saboya, Rodrigo rechaza la ofrenda que su prisionero le hace de su hermosa hija doncella y prefiere guardársela a su rey para que “embarragane” a Francia (vv. 949-989).
------
Lo que sigue a la victoria, la ceremonia de ser Rodrigo armado caballero, recibir un patronímico y armar 900 caballeros noveles, con los cuales avanzará triunfalmente por Francia hasta las puertas de París, es parte esencial de la apoteosis del infanzón con que las fantásticas enfances de Rodrigo debieron de rematarse desde sus orígenes. El desplazamiento de la ceremonia en la Crónica de Castilla a las guerras de Portugal es, a mi parecer, obra de un cronista que conocía las alusiones existentes en la gesta de Las particiones del rey don Fernando a la juventud del héroe, entre las que se hallaba la de haber sido armado caballero en Coimbra, y que, en virtud de su oficio de historiador, intentó armonizar lo contado por las varias fuentes que tenía presentes para construir la historia completa del héroe 43.

e. La estructura y concepción de la
gesta de las Mocedades de Rodrigo
.

------2.5. Una vez conocido el modus operandi del formador de la Crónica de Castilla, resulta para mí claro el hecho de que, si pretendemos reconstruir la secuencia de acontecimientos de la gesta en su estructura original o restaurar la concepción épica inicial del personaje Rodrigo, deberemos basarnos en el testimonio del poema tardío, el Rodrigo, más bien que en la serie de episodios de las Mocedades de Rodrigo del s. XIII que de una forma inarticulada presenta la Crónica de Castilla (frente a lo pensado por Menéndez Pidal, a partir de 1910, págs. 133-141, y por Armistead, 1955 y 1963-64 [recog. en 2000, págs. 338-345]).
------
La defensa, que he venido realizando, de una mayor similitud estructural, que la tradicionalmente supuesta por la crítica, entre la gesta de las Mocedades de Rodrigo conocida c. 1290-1300 por la Crónica de Castilla y la que nos conserva el poema palentino copiado en el s. XV no debe, sin embargo, entenderse como una afirmación de la identidad de las dos manifestaciones poéticas del tema, esto es, de que el Rodrigo llegado hasta nosotros remonte textualmente a finales del s. XIII (hipótesis a la que parece inclinarse recientemente Martin, 1992, Livre III, chap. I) 44. Según mostraré al tratar más adelante del ciclo épico cidiano, el Rodrigo que conocemos ejemplifica, poéticamente, una etapa nueva de la epopeya española con características muy marcadas, que lo apartan del modo narrativo clásico propio de los grandes poemas de los siglos XII y XIII (cap. VI, § 6).

f. La Crónica de Castilla utilizó nuevamente
la gesta de Las particiones en forma poética
.

 ------2.6. El interés por el Cid del historiador post-alfonsí que en la Crónica de Castilla renueva la Estoria de España se manifiesta, también, al incluir los sucesos de que trataba la gesta de Las particiones del rey don Fernando; pero, en esta sección de la historia, se conforma con retocar algunos pasajes de la Estoria de España sin añadir ninguno propiamente nuevo 45. La única excepción es una breve referencia a la estancia en Cabezón del rey moribundo. Al haber heredado el texto de la Estoria de España a través de la Versión mixta, tropezó en el relato de la muerte del rey Fernando con la laguna informativa malamente rellenada que arriba denunciamos, y trató, por su cuenta, de aportar los datos que, más tarde, el texto exigía al referir las guerras entre los hijos del rey: la estancia del viejo rey en Santa María de Almazán haciendo penitencia por tres días y la ida a Cabezón, a donde acude el abad y cardenal don Fernando, hijo bastardo del rey; el acto de encomendar al infante don Sancho que estime y favorezca al Cid; las últimas recomendaciones hechas al abad-cardenal antes de pedirle su bendición. Evidentemente, para suplir estos datos, consultó el “Cantar del rey don Fernando”. Más adelante, al tratar de las guerras entre los hijos del rey don Fernando, reforma la referencia que Alfonso X había incluido en su Estoria, tomada del Tudense y del Toledano, al modo en que don Alfonso sale de prisión después de ser apresado por su hermano en la batalla de Carrión. Lo añadido dramatiza la llegada de doña Urraca y su ayo Per Ansúrez ante el rey don Sancho, incorporando como elementos narrativos nuevos el que hablen previamente con el Cid para que les ayude y que el Cid acceda pues “quería muy bien a doña Urraca”, junto con el siguiente texto:

“Estonçe doña Urraca Fernando fincó los ynojos ant’el rey don Sancho su hermano e con ella el Çid e don Pero Ançures e otros onrrados omnes e pidióle merçet por el rey don Alfonso. Et el rey don Sancho, quando esto vio, levantóse en pie e tomó a su hermana por la mano e fízola levantar e asentar cabe s´y, e díxole: Agora dezid, hermana, lo que quisierdes. Estonçe díxole toda su razón, segunt avedes o´ydo. E el rey fue muy sañudo e salió con el Çid aparte e preguntóle cómo faría. Et el Çid le dixo que, pues el rey don Alfonso quería ser monje, que lo soltase con esta condiçion e que faría bien e aguisado”.

Aunque la Crónica de Castilla interpola, a menudo, el nombre del Cid por razones ajenas a la consulta de fuentes épicas, aquí creo que los detalles añadidos encajan perfectamente en lo que sabemos eran los parámetros de la gesta de Las particiones en el s. XIII. Esta hipótesis encuentra apoyo en el comportamiento del cronista refundidor en episodios centrales del cerco de Zamora.
------
En este cantar, el refundidor consideró preciso citar con una mayor fidelidad verbal ciertos discursos de procedencia épica que Alfonso X había despoetizado ligeramente. Esa búsqueda de exactitud verbal le llevó a conservar múltiples asonancias épicas, que en la más acendrada prosa alfonsí no se consideraban tolerables. Curiosamente, al obrar así, el cronista post-alfonsí viene a comprobarnos, a veces, la permanencia en la gesta a lo largo de los siglos de ciertas fórmulas expresivas, pues los versos ahora documentados se transparentaban ya en la prosa latina de fray Juan Gil de Zamora (entre 1278 y 1282) o, incluso, de la Crónica naiarensis (c. 1185-90). Así, cuando doña Urraca recibe la conminación de su hermano el rey don Sancho de que le entregue Zamora “por aver o por canbio” y la oferta de heredarla “de Villalpando fasta Valledolid et Medina de Rioseco con todo su infantadgo e Tiedra”, sus fieles zamoranos le aconsejan:

“...non dedes a Çamora nin por aver nin por cambio, ca quien vos cerca en peña, sacarvos querrá de lo llano” (Cr. Castilla).

dándonos el texto romance de lo que aquellas crónicas latinas habían traducido al decir:

“...et domina Urraca eidem super compositionem et concambium respondisset quod qui comminabatur in rupe, percuteret eam in plano...” (De praeconiis) 46; “...qui eam ut Semuram reddat, et per Zemuram concambium in planis accipiat...”; “Quid mihi faceret extraneus in planis, cum hic mihi frater uterinus faciat in arduis et munitis?” (Chr. naiarensis) 47.

A veces los versos épicos famosos que el cronista se resiste a dejar en el olvido han pervivido en la tradición oral hasta llegar a ser recogidos como parte de un romance viejo. Así, en la Crónica de Castilla, cuando el rey don Sancho llega ante los muros de Zamora y contempla la ciudad:

“...vio como estaba bien assentada, del un cabo le corría el Duero e del otro peña tajada”,

y desde el muro de Zamora una voz anónima le advierte de la traición que le acecha:

“Dígovos que de la villa de Çamora es salido un traydor a quien dizen Vellido Adolfos, e es fijo de Adolfo e nieto de La´yno, éste mató a don Nuño su conpadre e echólo en el rrío, e es muy gran traydor provado”48,

incorporando a una prosa semi-rimada un motivo que figuraba ya en la gesta conocida por fray Juan Gil de Zamora, el de la herencia, por la sangre, de la cualidad de traidor:

“Fue además el dicho Bellido Adolfos (Bellidus Athaulphi), pronepos [‘biznieto’] de Llaín (Xayni), el que en Toro mató a Muño Fernández, y además consobrinus [creo que en el significado de ‘sobrino nieto’ y no de ‘primo’] de Rodrigo Vélez, quien, según he dicho, mató traicioneramente en León al infante García; y este caballero Bellido, efectivamente procedente de la sangre de condes traidores, se persuadió de que...” (lat., De praeconiis) 49,

nos anticipa en el tiempo la escena poética desarrollada por el romance testimoniado en el s. XVI:

“—Rey don Sancho, rey don Sancho, ----no digas que no te aviso,
que de dentro de Çamora  ----un alevoso a salido,
llámase Vellido Dolfos, ---- hijo de Dolfos Vellido,
quatro trayciones a hecho  ----y con esta serán cinco,
si gran traydor fue el padre, ---- mayor traidor es el hijo...”

------La necesidad que siente el cronista refundidor de completar, hasta en sus últimos pormenores, las palabras que pronuncian Diego Ordóñez, Arias Gonzalo y el Cid en las solemnes ocasiones representadas por el reto a Zamora y la jura de Santa Gadea nos permite conocer, casi verbatim, dos escenas épicas de Las particiones del rey don Fernando. La versión, casi poética, del reto en la Crónica de Castilla decía:

 “Los castellanos han perdido su señor e matóle el traydor de Vellido seyendo su vassallo, e vos los de Çamora acogísteslo en la villa, e por ende digo que es traydor quien traydor tiene consigo, si sabe de la trayción e si lo consiente. E por ende, riepto a los de Çamora, tan bien al grande como al chico, e al muerto como al vivo, e ansí al nascido como al que es por nascer, e riepto las aguas que bevieren que corren por los ríos, e riéptoles el pan e riéptoles el vino, e si alguno ay en Çamora que desdiga lo que yo digo, lidiárgelo he, e con la merced de Dios fincarán por tales como yo digo. Respondióle don Arias Gonçalo: Si so yo tal qual tú dizes, no oviera de ser nascido, mas en quanto tú dizes todo lo has fallido, que lo que los grandes fazen, non han culpa los chicos, nin los muertos por lo que fazen los vivos...”

Aún más llamativa es la presencia en la crónica de las tiradas de la gesta en la escena de la jura. El carácter poético del pasaje ha sido notado por cuantos nos hemos interesado en el estudio de la tradición manuscrita de la Estoria de España alfonsí 50, desde el s. XVIII (según hace bien en recordar Di Stefano, 1988, n. 20), hasta tiempos más o menos actuales (Cintra 1951, pág. CDXLV; Catalán, 1969a, pág. 435).

“—Vos venides jurar---- por muerte del rey 51 vuestro hermano
que nin lo matastes, ----nin fuestes en consejarlo,
dezid ‘si juro’---- vos e esos fijos dalgo.—
E el rrey e ellos---- dixieron: ‘Sy juramos’.
—Sy non, tal muerte murades---- qual murió vuestro hermano,
villano vos mate, ----que non sea fijo dalgo,
de otra tierra venga, ---- que non sea castellano.—
‘Amen’, rrespondió el rrey ---- e los doze fijos dalgo.
—Vos venides jurar----  por muerte de mi señor
que nin lo matastes, ---- nin fuestes consejador.—
‘Juro’, rrespondió el rrey, ----  con los doze que con él son 52.
—Sy non, tal muerte murades----  qual murió mi señor,
villano vos mate, ---- ca fijo dalgo non,
de otra tierra venga ---- et non de León.—
‘Amen’, rrespondió el rrey, ---- mudada la color.
Tres vezes lo conjuró ---- el Çid Canpeador
a él e a los doze----  fijos dalgo que con él son.
Pero que fue sañudo el rrey contra el Çid, e díxole:
—Varón Rruy Días, ----¿por qué me afyncades tanto?
que oy me juramentades ---- e cras besaredes mi mano.—
Respondió el Çid: ---- —Commo me fizierdes algo,
ca en otra tierra ---- sueldo dan a fijos dalgo,
e asy farán a mí ---- quien me quisiere por vasallo”.

g. El destierro del Cid incorporado a
la gesta de Las particiones
.

------2.7. De conformidad con estos criterios o gustos, que se nos manifiestan en escenas varias procedentes del “Cantar del rey don Sancho” y del “Cantar del reto de Zamora”, el cronista que reformó la Versión mixta para crear la Crónica se Castilla tampoco se conformó con el resumen alfonsí del episodio de la partida del Cid al destierro y, en la escena en que el Cid convoca a “sus amigos e sus parientes e sus vasallos”, introdujo claras reminiscencias de los versos de la gesta:

“...e los que comigo fuerdes, ----de Dios ayades buen grado,
e los que acá fyncáredes, ----quiero me yr vuestro pagado.—
Estonçe fabló Alvar Háñez  ----su primo cormano:
—Conbusco yremos todos, ---- Çid, por yermos e por poblados
e nunca vos falleçeremos  ----en quanto seamos bivos e sanos,
conbusco despenderemos  ----las mulas e los cavallos
----
----------------------------------------e los averes e los paños,
sienpre vos serviremos  ----commo leales amigos e vasallos.
Estonçe otorgaron todos lo que dixo Alvar Háñez. E mucho les agradesçió mio Çid quanto all´y fue rrazonado53.

------La presencia de estos versos en los manuscritos de la Crónica de Castilla prueba que el cronista conoció en forma versificada la escena, lo cual tiene especial importancia, ya que tal escena, según testimonio concorde no sólo de la Versión amplificada (de 1289) y de la Versión mixta, que remontan a la redacción de c. 1270 de la Estoria de España alfonsí, sino también de la Versión crítica de 1282-84, formaba parte del comienzo del Mio Cid que no ha llegado hasta nosotros debido a la separación y extravío del primer folio del manuscrito de Vivar. Hasta este punto no me parece que quepan discrepancias razonables en la interpretación del testimonio.
------
En cambio, resulta, sin duda, abierta a discusión cualquier hipótesis que ensayemos acerca del significado de este hecho para la historia de la gesta. Dada la similitud de contenido entre las prosificaciones alfonsíes de la escena y los versos conservados en la Crónica de Castilla, la más simple consiste en suponer que el formador de esta crónica de c. 1290 alcanzó a conocer los mismísimos versos que resumió Alfonso X c. 1270 y en 1282-84; entonces, tendríamos conservados en ella los versos perdidos del Mio Cid viejo. A ello se opone, sin embargo el verso

Estonçe fabló Alvar Háñez ----su primo cormano,

pues, en el Mio Cid del manuscrito de Vivar o en el resumido por Alfonso X, el parentesco de don Álvaro con el Cid no es el que ese verso indica, sino el de sobrino, ya que repetidamente se nos dice que doña Elvira y doña Sol son sus “primas” (Mio Cid, vv. 2846, 3438, 3447) 54; en cambio, la “Interpolación” de la Versión mixta, en ciertos pasajes 55, y la Crónica de Castilla, sistemáticamente 56, insisten en el nuevo (y antihistórico) parentesco. Parece, pues, necesario admitir que el pasaje en verso (nótese bien) de la Crónica de Castilla procede de una Refundición de la narración épica y no del viejo Mio Cid que conoció Alfonso X (Catalán, 1995, n. 102), y que ya en esa Refundición la epopeya tardía admitió este parentesco antihistórico frente al correcto conservado por el viejo Mio Cid. No se trata de un detalle intrascendente, pues la conexión de la labor refundidora de las gestas con intereses genealógicos nobiliarios es una cuestión importante, si bien difícil de estudiar con fundamentos sólidos y no, según a menudo vemos, atreviéndose, sin más, a presentar desparpajadamente suposiciones más o menos imaginativas. En favor de la existencia de esa Refundición, ha observado Armistead (1983-84, págs. 179-180) que en otra escena inmediata del mismo episodio épico, la de la salida de Vivar, el texto tenido en cuenta por el formador de la Crónica de Castilla para completar el relato alfonsí de la Versión mixta, aunque debe parte de sus elementos al Mio Cid y conserva reflejo del asonante á.o propio de esa laisse épica, es, claramente, heredero de un texto en que toda la escena ha sido fuertemente alterada, no por el cronista, sino por su fuente poética (según confirma algún asonante de nueva creación en la serie en a.o y la presencia, a continuación, de una nueva serie en a.e):

“Movió con sus amigos de Bivar, e mandó que se fuesen camino de Burgos. E quando él vio los sus palacios deseredados e syn gentes, e las perchas sin açores, e los portales syn estrados, tornose contra Oriente e fincó los ynojos e dixo: Sancta María, madre de todos los sanctos, dat me poder por que pueda destroyr todos los paganos et que de ello pueda ganar [algo] como faga bien a mis amigos e a mis vasallos e a todos los otros que comigo fueren e me ayudaren. E estonçe leuantóse e demandó por Alvar Fáñez e díxole: Primo, ¿qué culpa han los pobres por el mal que a nos faze el rrey? Mandad castigar estas gentes que non fagan mal por do fuéremos. E dizen que demandó la bestia para cavalgar e entonçe que dixo una vieja a la su puerta: Ve en tal punto que todo estragues quanto fallares e quisiéredes”.

------La última interpolación en este episodio introducida por el cronista refundidor de c. 1290-1300 ocurre cuando el Cid levanta sus tiendas de la glera de Burgos (cfr. PCG, pág. 524a23):

“Mandó tomar todo quanto falló fuera de Burgos, e mandó mouer al paso de las ansares que falló en la glera que levavan consigo rrobadas. E as´y llego a Sant Pedro de Cardeña do avía enbiado a la muger e a las fijas. E quando vio que ninguno non salió en pos él, mandó tornar la presa de quanto avía rrobado a Burgos”.

------El hecho de que en los restantes episodios cronísticos basados en el “Cantar del Destierro” la Crónica de Castilla siga al texto de la Versión mixta y cuando se aparta de ella no parezca hacerlo en virtud del conocimiento de una fuente poética 57, nos exige, al menos, plantear la posibilidad de que la escena inicial del destierro hubiera sido segregada del resto de la gesta del Mio Cid para incorporarla al tema de Las particiones del rey don Fernando (Catalán, 1995, n. 102). Más arriba vimos cómo el rey don Alfonso remataba su juramento exculpatorio con una resentida advertencia al Cid. Ese remate era ya conocido de Alfonso X c. 1270, puesto que la Estoria de España constata:

“Después que la yura fue tomada et acabada, quiso Ruy Díaz el Çid besar la mano al rey don Alffonso; mas non gela quiso dar”58;

pero, tal como aparece en la Crónica de Castilla, esto es, seguido de la arrogante réplica del Cid arriba citada (que Alfonso X no sabemos si desconocía o prefirió ignorar por razones de ética historiográfica), no podemos por menos de considerarlo (como Horrent, 1961, pág. 265) un claro anticipo de la conflictiva relación entre el Cid y su nuevo rey que dará lugar al destierro de Rodrigo Díaz de Vivar por Alfonso. Siendo ello así, cobra especial relieve la presencia en la Crónica de Castilla de un episodio, desconocido de la Versión mixta, anterior a la conversación del Cid con sus parientes y vasallos, en que se pone en acción la ira del rey y su orden al Cid de partir al destierro:

“Et enbióle dezir que se quería ver con él entre Burgos e Bivar. Et el rrey salió de Burgos e llegó açerca de Bivar. Et el Çid quísole besar la mano, mas el rrey non gela quiso dar, et díxole sañuda mente: —Rruy Díaz, salid de mi tierra.— Et estonçes dio el Çid de las espuelas a un mulo en que estava et saltó en una tierra que era su heredat, et dixo: —Señor, non estó en la vuestra tierra, mas ante me estó en la mía.— Et dixo el rrey estonçes muy sañuda mente: —Salidme de todos mis rregnos sin otro alongamiento ninguno.— Et dixo estonçes el Çid: —Dadme plazo de treynta días commo es derecho de fijos dalgo.— Et el rrey dixo que lo non daría, mas que dende a nueve días que se fuesse dende, si non que lo yría él catar. Et desto plogo mucho a los condes, mas [pesó] mucho a los de la tierra comunalmente. Et allí se partió el rrey del Çid”.

La posibilidad de que en la hoja perdida del Mio Cid se contara algo semejante es nula. No cabe pensar que en él hubiera una escena en que el rey directamente conminara al Cid a salir del reino en nueve días. La tonalidad del episodio lo pone, en cambio, en relación con la réplica del Cid a las amenazas del rey en Santa Gadea y con la desafiante manera en que sale de Burgos camino de Cardeña en la nueva versión de la Crónica de Castilla. Podría, en consecuencia, pensarse en la existencia de un texto poético donde las escenas constituidas por la jura, la confrontación verbal entre el rey y el Cid, la orden de salir del reino, la constitución de la mesnada, el abandono de los palacios, el paso por Burgos en actitud desafiante y la ida a Cardeña formasen una cadena ininterrumpida. El romance épico de La jura de Santa Gadea en sus varias versiones (la manuscrita y las impresas) sería, en tal caso, una reelaboración del mismo fundido escénico 59, ya que en él la escena de la jura se remata con la advertencia del rey y la altanera réplica del Cid, seguidas, inmediatamente, por la orden de destierro (a la que el Cid nuevamente responde con otro desplante no menos altanero), por el abandono de los palacios y por la jactanciosa y desafiante partida del desterrado, sin besar la mano del rey, rodeado de su mesnada:

—Villanos te maten, Alonso,----- villanos que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, ----- que no sean castellanos,
si ellos son de Leon, ----- yo te los do por marcados,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
si non dizes la verdad ----- de lo que te es preguntado:
si tu fuiste o consentiste ----- en la muerte de tu hermano.—
Allí rrespondió el buen rey, ----- bien oyrés lo que a hablado:
—Mucho me aprietas, Rrodrigo, ----- Rrodrigo mal me as tratado,
mas oy me tomas la jura, ----- cras me besarás la mano.—
Allí respondió el buen Cid, ----- como hombre muy enojado:
—Aqueso será, buen rrey, -----  como fuese galardonado,
que allá en las otras tierras ----- dan sueldo a los hijosdalgo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
—Vete de mis tierras, Cid, ----- mal cavallero provado.
—Qué me plaze —dixo el Cid— ----- que me plaze de buen grado,
por ser la primera cosa ----- que mandas en tu reinado.—
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya se parte el buen Cid ----- de Bivar esos palaçios,
las puertas dexa cerradas, ----- los alamudes echados...etc.

h. ¿Heredó la Crónica de Castilla parte de su
 relato de la *Estoria caradignense del Cid?

------2.8. Al examinar las novedades de la Crónica de Castilla respecto a la Versión mixta de la Estoria de España antes de la “laguna” que da paso a la incorporación de la “Interpolación cidiana” he dejado de lado el problema de la posible utilización de la *Estoria caradignense del Cid por la Crónica de Castilla, ya que no tengo criterios claros en qué apoyarme para discernir en qué etapa de la transmisión del relato se pudo producir cada una de ellas, y ni siquiera puedo especular sobre la estructura de la *Estoria caradignense en toda esta parte, aunque sospeche que incluiría ya las mocedades del héroe. Cómo armaría el monje de Cardeña la historia del héroe en los reinados de Fernando I y Sancho II es, hoy por hoy, inimaginable.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

NOTAS

 20 Ya en el segundo capítulo del reinado (y de la Crónica) se constata: “En este tiempo se levantó Rrodrigo de Bivar, que era mançebo mucho esforçado en armas e de buenas costunbres...”.

21 A la refundición por él llamada “Tercera versión del Mío Cid” (Menéndez Pidal, 1957a, pág. 299).

22 La autonomía de la adición se subraya por el hecho de que en las dos crónicas, la Abreviada y la de Castilla, la anécdota se incluya distribuida en forma distinta.

23 También con diferencias de distribución en una y otra crónica.

24 En el caso particular de la Crónica de Castilla y sus relaciones con la Versión mixta (especialmente estrechas con la rama de esta versión que conocemos a través del ms. F), la posterioridad de la Crónica de Castilla es obvia para cualquiera que crea en razonamientos basados en la crítica textual, por muy diversas que sean sus supuestos teóricos de otro orden, y esto, no sólo en el trecho correspondiente a la “Interpolación cidiana”, sino en toda su extensión, desde el reinado de Fernando I al de Urraca Alfonso. Claro está que el hecho de que en la “Interpolación cidiana” el texto de la Crónica de Castilla sea, al igual que en las partes anteriores de la historia, posterior a la Versión mixta no excluye que, siendo como es independiente de los manuscritos de la Versión mixta, pueda conservar detalles textuales del prototipo común (en este caso de la *Estoria caradignense del Cid) a veces preferibles; pero no hay que confundir estos casos con las correcciones e interpolaciones patentes a que arriba he aludido.

25 Véase aquí adelante lo expuesto en el § 2d

26 Un buen ejemplo de este tipo de glosas en la transmisión manuscrita de textos cronísticos comento en Catalán, 1974b, págs. 207-210.

27 Quizá sería parte del relato, aunque falte en el manuscrito, la reposición del prelado palentino en su diócesis por mano de Rodrigo tras ahuyentar o derrotar a los condes, dado lo que se dice en el v. 742 (“dixo Arnaldo el perlado: Yr quiero a Roma querellarlo”).

28 Pese a que el personaje que vende Palencia al rey para crear el obispado tenga (como señala Martin, 1992, págs. 449 y 452) raigambre legendaria: el conde don Pedro de Aguilar de Campóo es, en efecto, personaje épico y formaba parte de la corte de Fernando I tal como se la concebía en el poema de Las particiones de los reinos (según el testimonio de la Versión crítica de la Estoria de España).

29 La Introducción histórico-genealógica, aparentemente abandonada en el v. 94, sigue en 136-143 y luego en 204-282; el v. 204 sólo tiene pleno sentido leído inmediatamente después del 143. Cuando, para gran satisfacción de los castellanos, el buen rey Sancho Avarca regresa de los puertos de Aspa con su esposa hija del rey de Francia (vv. 92-94), estando “alegre e pagado”, recibe la noticia de la muerte de su abuelo el Rey de León (vv. 136-137); al hacerse con los reinos (v. 143) y por ser León la cabeza de ellos, desampara a Castilla (vv. 204-206) y como consecuencia de ello se le alzan los linajes de los hijosdalgo castellanos descendientes del “otro” alcalde, Lain Calvo (ya que el rey era descendiente del primero, Nuño Rasura).

30 Victorio (1982, págs. XLVI-XLVII) llamó acertadamente la atención acerca de este hecho, tratándolo de explicar a su manera. Contra lo habitualmente pensado, creo que la suposición de que Fernando I tiene su corte en Zamora procede de la gesta antigua: la Crónica de Castilla omitió o substituyó por otros nombres el de Zamora porque sabía, por fuentes eruditas, que la repoblación de esta ciudad por Fernando I se hizo en tiempo posterior, cuando envió a buscar los cuerpos de los mártires a Córdoba. A esta misma explicación ha acudido, independientemente, Martin (1992, pág. 453 y n. 111). Nuestra coincidencia es el resultado natural de una evaluación general también coincidente de cómo el cronista usa el material épico.

31 “...et pagávanse d’él mucho las gentes, ca se parava mucho a anparar la tierra de los moros” (cap. II).

32 (Véase adelante, cap. VI, § g y n. 37). El trastrueque cronístico se delata en dos detalles referentes a la relación de Rodrigo con su propia madre: cuando es desposado contra su voluntad con Ximena, hace entrega de la novia a su madre para que la cuide mientras él cumple su voto, “et estonçes partiósse dellas e fuesse contra la frontera de los moros”, pero la Crónica de Castílla no contará a continuación sino la lid por Calahorra contra el campeón navarro; a su vez, al relatar, antes de que Ximena le reclame por marido al rey, la prisión de los reyes moros, concluye el episodio notando que “vénose para su madre e truxo conssigo los rreys”. Si reordenamos el texto, el comportamiento de Rodrigo resulta más justificado.

33 La muerte es notada lo más escueta y asépticamente posible: “Rrodrigo, andando por Castilla, ovo griesgo con el conde don Gomes de Gormaz et ovieron su lid entre amos e mató Rrodrigo al conde”. No es posible admitir que el desinterés respecto al por qué y al cómo esa muerte se produjo fuera heredado de la gesta conocida por el cronista.

34 Recuérdense los lapidarios consejos de Diego Laínez a su hijo en el Rodrigo (vv. 392-395): “Témome de aquestas cartas que andan con falsedat / et desto los rreys muy malas costunbres han. / Al rey que vos servides, servillo muy sin arte, / assy vos aguardat d’él commo de enemigo mortal”. En contraste, la crónica supone que “Rodrigo de Bivar, quando vio las cartas del rrey su señor, plógole mucho con ellas”; no obstante lo cual, se nos dice que el mancebo “levó muchos cavalleros d’él e de sus parientes e de sus amigos et muchas armas nuevas” (¡extraña forma de presentarse en la corte!).

35 Según veremos al tratar del testimonio del romancero épico (cap. VIII, § 2e), la altanería de Rodrigo fue conservada en una escena romancística famosa (“Cavalga Diego Laínez”), la cual recoge toda la construcción de la ida y llegada a las cortes de Rodrigo y de su padre que, en versión épica, contiene el Rodrigo.

36 El nombre de la “cormana de Rodrigo, mujer del conde don García, varía en la tradición manuscrita de la Crónica de Castilla, pero la lección “Elvira” es preferible al hallarse apoyada por manuscritos de las versiones no abreviada y abreviada (las alternativas a ese nombre son propias de familias particulares de textos en una y otra versión).

37 La escena de la entrevista con Rodrigo de esta su “cormana” es presentada en la Crónica con detalle y dramatismo inusuales. No podemos compararla con un pasaje correspondiente en el Rodrigo debido a la laguna textual que hay en este poema en el episodio del juicio y condena a destierro de los condes; pero es patente que esta doña Elvira casada con don García es “Elvira Gómez”, hermana mayor de Ximena, de la cual ha hablado antes el Rodrigo (v. 328). No creo que la doña Elvira de las Mocedades tenga nada que ver (frente a lo supuesto por Armistead, 1958-59, y 2000, págs. 52-57) con la segunda hija de Fernando I, infanta que no era “cormana” de Rodrigo.

38 El nombre dado al personaje, “Rodrigo de Bibar”, sin el patronímico “Díaz” corresponde a la situación social en que aún se halla al no haber sido armado caballero, momento éste en el cual se adquiría el derecho a ser llamado con el patronímico. Véase n. 41.

39 De la Crónica de Castilla pasó la narración de estos hechos a la Crónica de 1344. Una u otra crónica sirvieron de base al “livro de San Pedro da Almidina” de donde tomó su información la Ia Crónica Breve de Santa Cruz de Coimbra, que reproduce los datos sobre Rodrigo y Coimbra arriba citados, junto con otros también relacionados con la toma de la ciudad.

40 (“Por esta razón dixieron:) / El buen rey don Fernando par fue de emperador. / Mandó a Castilla Vieja, et mandó a León, / et mandó a las Esturias fasta en Sant Salvador; / mandó a Galicia... etc.” (sigue con los versos citados en texto). El recuerdo de la magnitud “imperial” del reino es un “motivo” épico que se halla ya en el Mio Cid (“de largos reinos a vos dizen señor”, v. 2936): “Rrey es de Castiella e rrey es de Leon / e de las Asturias bien a San Çalvador, / fasta dentro en Santi Yago de todo es señor, / e llos condes gallizanos a él tienen por señor”, vv. 2923-2926).

41 La expresión cronística, “et desque Rodrigo fue cavallero, ovo nonbre Ruy Díaz”, y la del Rodrigo, “de Rrodrigo que avía nonbre, Rruy Díaz le llamaron”, enuncian concisamente, de forma muy similar, cómo la ceremonia de recibir caballería conllevaba la adquisición del patronímico.

42 Rodrigo, que había condicionado el reconocimiento de señorío a don Fernando a que el rey se armase por sí mismo caballero en el padrón de Santiago (Rodrigo, vv. 647-656), cuando el rey, durante la expedición contra Francia, no encuentra apoyo en sus condes para enfrentarse a los franceses y le convoca, acude en su acorro y, según se dice explícitamente, al llegar “le bessó la mano” (Rodrigo, v. 555), no sabemos si por vez primera (dadas las lagunas existentes en la narración poética en torno al episodio fragmentario sobre la diócesis de Palencia intercalado entre el v. 731 y el 747; no creo, en cambio, que entre el v. 661 y el v. 662 haya solución de continuidad, como proponía Menéndez Pidal en su edición).

43 Es esta misma la conclusión a que llega Martin (1992, págs. 447-449) al someter a crítica los “supuestos indicios de la existencia de las Mocedades” en días de Alfonso X derivados del examen de la “Interpolación cidiana” y la Crónica de veinte reyes.

44 Al menos, no plantea abiertamente la posibilidad de que “le Poème” que sitúa en la minoría de Fernando IV “o poco después” (fr.) tenga diferencias formales o de contenido importantes en relación con el conservado (sólo en § 2.2.3.2 considera que “el componente oral de la transmisión... ha estimulado la adaptación lingüística al presente de la declamación”, fr.).

45 Con independencia de la gesta, la Crónica de Castilla se muestra especialmente censora de la decisión de dividir el reino. El origen cronístico de las adiciones en que ese juicio político se manifiesta (Pattison, 1983, págs. 94-95) es evidente. La causa hay que buscarla, no en el deseo de conseguir una mayor cohesión interna en la narración (Pattison), sino en consideraciones políticas del tiempo en que se redactó la crónica: desde luego, era lo que pensaban Sancho IV, la reina doña María y Fernando IV como consecuencia de la cuestión sucesoria planteada desde los últimos años de Alfonso X.

46 La ed. crítica de Castro y Castro (1955) estropea gravemente el pasaje, corrigiendo “contubernio”, en vez de “concambium” e “irrumpere” en vez de “in rupe” que son las lecciones correctas que dan los manuscritos (en parte este texto malamente corregido remonta a Fidel Fita, 1884, quien introducía ya “ei irrumpere”).

47 Ed. Cirot (1909), pág. 274; ed. Ubieto (1966), pág. 113; ed. Estévez (1995), pág. 174.

48 Las varias ramas de la Crónica de Castilla deforman, de manera desigual, el texto de su prototipo. La precisión “e nieto de Layno” (bien conservada por el ms. portugués A y por la familia T, D, S, N, etc.) es lección correcta, según nos confirma fray Juan Gil de Zamora; pero fue leída mal por el prototipo de la familia G, Z, P, B, etc., convirtiendo “nieto de” en “mato dõ” y confundiendo “layno” con “nuyno” (ms. G) > “nuño”. A su vez, el nombre del compadre muerto, “don nuño” (conservado por G, Z, P, B, etc.), nombre confirmado también por fray Juan Gil, desapareció en el ms. A y en la familia T, D, S, N, etc., diluido en el indefinido “un” (Sobre los varios manuscritos, véase Armistead, 1986-87a, pág. 346 y n. 17 y, en general, Catalán, 1962, págs. 325-334 y nn.).

49 Ed. Fita, pág. 159; ed. Castro y Castro, pág. 257. En un párrafo anterior había dicho que Vellido era “nepoti Roderici Velez qui infantem Garsias sacro fonte levaverat, apud Legionem proditionaliter interfecit”.

50 En tiempos ya lejanos, creyéndolo fragmento de un romance; modernamente, como evidencia de la existencia de una gesta.

51 Los manuscritos aclaran “del rey don Sancho vuestro hermano”.

52 En los manuscritos G y P (que coinciden bastante entre sí) este verso se halla prosificado invirtiendo sus componentes sintácticos: “Respondió el rrey con los doze que con él son (var. eran): Juro (var. Sy juramos)”.

53 Respecto al final de la prosa, prefiero la reconstrucción de los versos mediante inversión de la frase: *”Lo que dixo Alvar Háñez todos lo otorgaron / Mucho gradesçió mio Çid quanto all´y fue rrazonado”, que la propuesta por Armistead (1983-84, pág. 179): *”Entonçe otorgaron todos quanto dixo [don] Álvar[o]”.

54 En la Estoria de España se aclaraba ya este parentesco al nombrar por primera vez a Alvar Háñez en un pasaje basado en la gesta de Las particiones (PCG, pa. 498b20-21).

55 Véase atrás, n. 17 donde comenté ya los pasajes “Vos sodes primo cormano de las donzellas...”; “tomad vuestras cormanas...”, en que aún se mantiene el parentesco tradicional, y la aparición en otras ocasiones del de nueva invención, considerando a Alvar Háñez “primo” del Cid y a doña Elvira y doña Sol sus “sobrinas”.

56 La Crónica de Castilla enmienda los dos pasajes citados en la n. 55, diciendo: “...Vos sodes tío de las donzellas...”; “...tomad vuestras sobrinas...”, y, naturalmente, conserva las referencias que concordaban con la nueva forma de emparentamiento de don Álvaro con Rodrigo Díaz de Vivar.

57 Ni la adición de los nombres de los caballeros catalanes que el Cid deja marchar con el conde de Barcelona (don Yugo y Guillén Bernalte), ni la noticia de que tras la batalla con Fáriz y Galve envía las señas ganadas a Santa María de Burgos son detalles épicos. Tampoco lo es el curioso razonamiento “pues el çielo es alto non podemos sobir allá, e la tierra no nos querría acoger so sy”. Se trata de un tópico que hallamos en textos muy diversos. Figura en el Libro de Alexandre (v. 1277): “nos’ podié matar, nen del sieglo salir, / ne entrar so la tierra, ne al çielo sobir” y en el Poema de Alfonso XI (estr. 1433-1434): “Si ellos al çielo sobieren / pensemos de los seguir; / si se fueren por la sierra, / e nos con ellos seamos; / si se entraren por so (la) tierra, / depos dellos nos vayamos; / si quebraren en la mar, / e nos con ellos quebremos...”. En la leyenda del Abad Juan de Montemayor incluida en el incunable de Toledo de hacia 1500 (ed. Menéndez Pidal, pág. 220) se dice igualmente “...e que queramos meter nos so la tierra, ella no nos querrá acoger. Otrosí el cielo es alto e no podemos allá sobir”. (Creo recordar que el motivo aparece, muy semejante, en textos historiográficos árabes).

58 El resumen alfonsí de la jura que precede a las palabras citadas en texto ofrece rasgos de dos series o laisses, una en ó.e y otra en á.e: “—Venides vos jurar que non fuestes en consejo de la muerte del rrey don Sancho mio señor. Et si vos mentira jurades, plega a Dios que vos mate un traydor que sea vuestro vasallo, ansy commo lo era Vellid Adolfo de mio señor el rrey don Sancho.— El rrey dixo entonçe ‘Amen’, e mudósele toda la color. El Çid dixo otra bez: —Rey don Alfonso, venidesme jurar por la muerte del rrey don Sancho que nin la consejastes nin lo mandastes matar. E si vos mentira jurades, mátevos un vuestro vasallo a engaño, ans´y commo mató Vellid Adolfo al rrey don Sancho mio señor.— Et el rrey dixo: ‘Amen’, e mudósele otra vez la color. Et ans´y commo dizía, ans´y otorgava el rrey don Alfonso e doze de sus vasallos con él. Después que la jura fue acabada, quiso besar Rruy Díaz la mano al rrey don Alfonso, mas non gela quiso dar”. Pero parece basado en un texto poético distinto, según destaca Horrent (1961, pág. 261), para quien “el cotejo de las diversas restauraciones poéticas manifiesta a las claras que cada una representa una versión particular, lo que infunde la presunción de que hubo sobre el episodio de la jura una tradición juglaresca múltiple”. Lo que sigue en las crónicas procede de las fuentes latinas: “diz quel desamó d’allí adelante, maguer que era muy atrevudo et muy hardit cavallero” (PCG, pág. 519b30-32) < “Unde et postea licet strenuus, non fuit in eius oculis gratiosus” (Tol., VI.20)’; “Quapropter Rex Adefonsus semper habuit eum exosum” (Tud., pág. 100).

59 El romance “En Santa Agueda de Burgos” o “En Santa Gadea de Burgos” fue estudiado por Menéndez Pidal (1914-1916, I; recog. en 1973, págs. 89-106) aduciendo, junto a las versiones impresas en el s. XVI, la contenida en un manuscrito del British Museum.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

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La garduña ilustrada

 

19.- III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA


III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

------Nuestros conocimientos acerca de la epopeya medieval más acá de la vida de Alfonso X (=1284) se ven fuertemente afectados por la rápida y radical transformación de principios que se dan en el arte historial y que vienen a manifestarse en la propia tradición manuscrita de la Estoria de España alfonsí. Por una parte, se abren camino en la historia los puntos de vista de la clase nobiliaria (en detrimento de los intereses, tanto regios, como del alto clero, dominantes en la obra del rey y en las principales crónicas latinas precedentes); por otro, se abandonan los criterios de jerarquización de las fuentes de un Alfonso X y, lo que es más grave, la fidelidad al contenido de los textos procedentes del pasado, siendo práctica común la libre manipulación de la información heredada de las fuentes en función de intereses literarios, éticos o políticos. Este arte nuevo de historiar hace posible la irrupción en el género historiográfico de los componentes “poéticos” presentes en el género de los cantares de gesta, antes sistemáticamente excluidos de los resúmenes históricos; pero, a la vez, la libertad de invención de los nuevos historiadores puede inducirnos fácilmente al error de considerar herencia de una fuente poética lo que es creación del cronista literato sin apoyo en fuente alguna (Catalán, 1969a; recogido en 1992a, cap. VI).

1. LA ESTORIA CARADIGNENSE DEL CID Y LA REFUNDICIÓN DEL MIO CID.

------En esta evolución de la prosa histórica romance tuvo un importante y temprano papel una obra monacal quizá contemporánea de Alfonso X: una perdida *Estoria del Cid escrita en Cardeña y que se intenta hacer pasar como obra de Ibn al-Faraŷ, el alguacil histórico del Cid, de quien se afirma en ella que se convirtió al cristianismo. Aunque no ha llegado a nosotros ningún manuscrito de esta obra, la *Estoria caradignense del Cid se incluye en la “Interpolación cidiana a la Estoria de España”, incorporada en el s. XIV al manuscrito regio de la Versión amplificada de 1289 de la Estoria de España, tomándola de un manuscrito de la Versión mixta hermano de los conocidos, donde figura casi idéntica, y también se basan en ella directamente la *Crónica manuelina, resumida por don Juan Manuel en su Crónica abreviada, y la Crónica de Castilla, que van en esta parte hermanadas. La coincidencia de estas dos ramas cronísticas derivadas de la *Estoria caradignense a partir de la ida del Cid a Zaragoza (a continuación del cerco de Aledo, esto es, de la “laguna cidiana”) y de la revolución valenciana de Ibn Ŷaḥḥaf, nos permite reconstruir, en una buena parte de su extensión, esta obra perdida (desde la 2ª mitad del cap. 896b de la PCG). La estructura y contenido de su parte inicial es, hoy por hoy, imposible de precisar 1.

a. Composición de la *Estoria caradignense del Cid.

------1.1. Curiosamente, la historia de la conquista de Valencia por el Cid se cuenta en ella siguiendo a la letra, sin eliminar por completo el punto de vista musulmán, el relato de la historia de Valencia que escribió en árabe Ibn Alqama (obra que Alfonso X utilizó igualmente en su Estoria de España). Acabada la conquista, la historia continúa con una narración de origen épico, procedente del Mio Cid, pero que presenta importantes modificaciones respecto a la versión prosificada por Alfonso X en la Versión crítica, y se remata con una exposición de la *Leyenda cidiana de Cardeña, creada en el propio monasterio. Estos componentes dispares se sometieron a un malicioso y, a la vez, ingenuo proceso de manipulación a fin de lograr convencer a los receptores del relato de la autenticidad y credibilidad de los sucesos narrados. El conjunto constituye casi una hagiografía de Rodrigo Díaz de Vivar, construida al servicio de los intereses del cenobio caradignense, ya que en ella es manifiesto el propósito de explicar el origen de una serie de “reliquias” cidianas que los monjes exhibían para fomentar la afluencia de peregrinos a Cardeña. En su libre novelización y en su concepción del héroe, la *Estoria caradignense del Cid se asemeja al Poema arlantino de Fernan González, ideado en otro monasterio castellano; pero tiene de importante novedad el rasgo diferencial de haber sido escrita en prosa (apreciaciones parcialmente acertadas, pero nunca completas, en: Puyol, 1911b; Entwistle,1947; Menéndez Pidal, 1955d, págs. CXC-CXCI; Russell, 1958; Catalán, 1963b, págs. 304-306 y 1969, págs. 431-433, recogidos en 1992a, caps. IV y VI; Chalon, 1976, págs. 214-256).
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Al relatar el cerco y conquista de Valencia siguiendo a Ibn Alqama, el monje caradignense sólo parece haberse inmiscuido retraduciendo a un árabe macarrónico los versos elegíacos de al-Waqqašī citados por la traducción romance que utilizaba 2.
------
La primera presencia de material épico ocurre en el capítulo dedicado a la ocupación de Valencia por el Cid (920 [= 921] de PCG), que en la “Interpolación cidiana a la Estoria de España” de la Versión mixta lleva, en los manuscritos, el número LXXIIII. En él se reflejan los versos del Mio Cid 1209 y 1220. Desde el capítulo LXXVI (PCG, c. 922 [= 923]), referente al ataque del Rey de Sevilla, todo el relato cronístico tendrá ya base poética, hasta que se concluya la lid de Carrión (c. 946 [= 947] de PCG). La *Crónica manuelina y la Crónica de Castilla tienen una estructura similar. Las diferencias entre este relato de origen épico y la versión del Mio Cid conservada en el manuscrito de Vivar (y resumida en la Versión crítica de la Estoria de España alfonsí) son, sin embargo, enormes. Desde fines del siglo pasado, Menéndez Pidal las consideró demostrativas de la existencia de una *Refundición del Mio Cid (1898a y 1908-1911, reprod. 1944-1946, I, §§ 41-42)3 Pero, antes de asignar indiscriminadamente todas las novedades notadas en el texto cronístico a un poeta refundidor de la gesta es preciso tener presente que en la versión historiográfica del relato épico se manifiestan unos criterios reelaborativos de la información de la fuente poética que coinciden (Catalán, 1969a, págs. 431-43 3; reprod. en 1992a, cap. VI, § 3) con los aplicados al exponer, más adelante, la *Leyenda cidiana de Cardeña (cuya reelaboración en la *Estoria caradignense del Cid explica bien Russell, 1958). El historiador no se atiene en el detalle a lo contado en la fuente poética, sino que idea por su cuenta una presentación más narrativa y menos dramática de los hechos. La preocupación por hacer más creíble el relato le lleva a explicar, mediante detalles que los racionalicen, los sucesos hallados en el poema y a reordenarlos según una cierta lógica. No por estos esfuerzos podemos, sin embargo, emitir un juicio favorable sobre sus capacidades como narrador o acerca de su asimilación de las artes de la exposición (baste decir que llega a emplear 16 veces la interrogación retórica “¿quí vos podrié contar...?” o “...dezir?”).
------
Las consideraciones que acabamos de hacer sobre la índole de la *Estoria caradignense del Cid no quieren, sin embargo, decir (como han entendido algunos críticos) que la hipótesis de la existencia de una Refundición poética del Mio Cid deba ser, sin más, abandonada, ya que es posible que la gesta conocida por el cronista caradignense hubiera ya, por su parte, transformado profundamente el Mio Cid en función de una nueva ideología y unos nuevos gustos. Pero lo que sí resulta obvio es que la aceptación de esta hipótesis sólo será posible después de haber examinado la prosa cronística a la luz de unos conocimientos más actualizados sobre las técnicas historiográficas que los que en su día tuvo Menéndez Pidal, e incluso que los que han servido de base a las revisiones de la cuestión por Chalon (1976) y Pattison (1983).

b. Retoques cronísticos a la materia
 del Cantar de las Bodas

------1.2. El estudio de las técnicas expositivas de la *Estoria caradignense del Cid y una comparación verso a verso, del Mio Cid con el relato cronístico de la “Interpolación”, (PCG, caps. 920, 922-928 [= 921, 923-929] 4), de la Crónica abreviada y de la Crónica de Castilla me lleva a afirmar que, en la materia correspondiente al “Cantar de las Bodas”, el poema utilizado por el cronista en nada difería del viejo poema que conocemos en forma métrica. Las divergencias que se manifiestan en la narración en prosa resultan más explicables como arreglos hechos en atención a “exigencias” procedentes de una determinada concepción cronística de la historia que como invenciones poéticas de un juglar refundidor.
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El arreglo más llamativo y comentado por la crítica es el cumplimiento de la deuda contraída con los prestamistas de Burgos. Al relatar el envío por el Cid de una embajada a Castilla, después de la conquista de Valencia y de la derrota del Rey de Sevilla (de acuerdo con Mio Cid, vv. 1270-1286 y 1308-1452), las crónicas suponen que Alvar Fáñez va acompañado de Martin Antolínez, a fin de que sea el artífice del engaño de las arcas quien se entreviste con los “mercaderes”; después, en substitución de la escena, evidentemente cómica, primitiva, en que Alvar Fáñez contestaba con evasivas y promesas de pago a las quejas de Raquel y Vidas (Mio Cid, vv. 1431-1438), ahora va espontáneamente Martin Antolínez a pagarles, marco sobre marco, los seiscientos recibidos sobre las arcas, acción que maravilla a “todo” Burgos, de tal forma que “non ovo lugar en toda la çibdat de Burgos que non fablassen d’aquella grant mesura que el Çid fiziera a aquellos mercaderes, et dávanle muchas bendiciones” (PCG, págs. 593b y 594a-b). El mensaje del pasaje refundido (las deudas a prestamistas deben pagarse) no creo que fuera de especial interés para un juglar cantor de gestas y, menos, para su público 5
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También considero arreglo cronístico típico el preocuparse de salvar el lapsus del poeta del Mio Cid, quien hablaba de la prisión de Alvar Salvadórez (v. 1681) en el curso de una salida contra los marroquíes atacantes de Valencia y luego volvía a sacarlo a escena entre los cristianos (en compañía de su inseparable Alvar Alvaroz) al encargarle el Cid la custodia de Valencia mientras él se ausenta de la ciudad (vv. 1994 y 1999), sin acordarse de la situación en que lo dejó. La cuidadosa elaboración de las noticias sobre su prisión y liberación que inventa el narrador en prosa (PCG, págs. 596b23-24, b37-38, 597a7-16, a26-28, 598a39-43) son una muestra ejemplar de cómo construye su relato. A la búsqueda de una mayor coherencia interna se debe, igualmente, que la tienda del Rey de Marruecos, que el Cid ha destinado a su rey (Mio Cid, vv. 1789-1790), sea efectivamente presentada a don Alfonso por Alvar Fáñez (PCG, pág. 599a), junto con los caballos de que únicamente hacía mención el poema.
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Un buen ejemplo de cómo el narrador glosa con elaboraciones muy libres algunos datos que le proporcionan los versos épicos lo constituye la explicación, basada en el v. 1673 (“Violo el atalaya e tanxo el esquila”), de los diversos toques de campana que, para concentrar a más o a menos de sus caballeros, establece el Cid en Valencia (PCG, pág. 596b31-37). Carácter semejante tienen otras adiciones en que el Cid hace distintas disposiciones tácticas 6. Estas y otras precisiones (de carácter numérico 7 o sobre la toponimia de la ciudad de Valencia 8) añadidas al relato tienen sus paralelos en la sección cronística de origen no poético referente a las postrimerías del Cid. También son glosas típicas del narrador de la *Estoria caradignense del Cid las que describen actos de cortesía 9 o las alusiones a corridas de toros entre otras formas de festejo 10. Al cronista creo que hay que atribuir incluso fórmulas heredadas de las técnicas narrativas juglarescas:

“E alli veriedes a cada parte sallir los caballos vazios et dellos las siellas tornadas, onde los dueños fincavan maltrechos en el campo” (PCG, pág. 597b47-598a2)11.

------Aunque la “Interpolación” de la Versión mixta coincide con la Versión crítica de la Estoria de España (o Crónica de veinte reyes) en haber prosificado el “Cantar de las Bodas” del viejo Mio Cid (conocido en un texto prácticamente idéntico al conservado en el manuscrito de Vivar), las dos versiones cronísticas no remontan a una misma prosificación, según pone de manifiesto el estudio, línea tras línea, de ambas en confrontación con el texto poético del Mio Cid, estudio que ejemplifico aquí con el siguiente pasaje de las vistas en que el rey perdona a su vasallo (vv. 2013-2057), pasaje extenso que, para comodidad en la verificación por el lector de lo por mí afirmado, presento fraccionado en secciones.

I. Poema

De un día es legado antes ------el rrey don Alfons( ).
Quando vieron que vinié  ------ el buen Campeador,
rreçebir lo salen  ------con tan grand onor.
Don lo ovo él a ojo ------ el que en buen ora nasc[i]ó,
a todos los sos ------ estar los mandó,
si non a estos cavalleros------  que querié de coraçón,
con vnos XV ------ a tierra’s firió,
commo lo comidía ------ el que en buen ora naçió,
los ynojos e las manos------  en tierra los fincó,
las yerbas del campo------  a dientes las tomó,
lorando de los ojos, ------ tanto avié el gozo mayor,
así sabe dar omildança ------ a Alfonsso so señor,
de aquesta guisa ------ a los pies le cayó.

I. Versión crítica:

“El rrey saliol’ a rrescebir estonçes e fizole mucha honrra. El Çid desçendió de la bestia e fyncó los ynojos en tierra por le besar los pies”.

I. Versión mixta:

“Et cuenta la estoria que un día antes que el Çid llegasse, llegó el rey don Alfonso o avién a ser las vistas. Et otro día, quando sopo el rey que venié Ruy Díaz el Campeador, cavalgó, et toda la gente con él, et saliol’ a reçebir quanto un tercio de legua. Et quando el Çid ovo a ojo al rey, mandó que toda su gente estudiessen quedos, et él descendió, et quinze con él de los de su conpanna, et fueron viniendo contra el rey. Et el rey, quandol’ vio, descendió del cavallo, et bien çient cavalleros con él d’aquellos que amavan al Çid, et fuesse yendo contra el que en buen ora nasçió. Et el Çid, quandol’ vio, començó de venir corriendo; et, quando llegó al rey, fincó los inojos por besarle los pies” (PCG, pág. 600b10-25).

II. Poema

Tan grand pesar ovo------ el rrey don Alfons ( ):
—Levantados en pie, ------ ya Çid Campeador,
besad las manos, ------ ca los pies no;
si esto non feches, ------non avredes my amor.—
Hynojos fitos ------sedié el Campeador:
—Merçed vos pido a vos, ------myo natural señor,
assí estando, ------dedes me vuestra amor
que lo oyan [todos] ------ quantos aquí son.—
Dixo el rrey: ------ —Esto feré d’alma e de coraçón.
Aquí vos perdono------ e dovos my amor,
en todo myo rreyno------ parte desde oy.—

II. Versión crítica:

“El rrey le dixo: —Levad suso, Çid, ca non quiero yo que me besedes los pies, mas las manos; e, si lo así non feziéredes, non averedes mi amor.— El Çid le dixo: —Señor, pues pido vos por merçed que me otorguedes vuestro amor en guisa que lo oyan todos quantos aquí están.— El rrey le dixo que le plazié, e perdonó lo ante todos e otorgó le su amor”.

II. Versión mixta:

“Et, quando esto vio el rey, allegósse et tomól’ por las manos, et dixol’: —Ya, Çid Ruy Díaz, las manos cunplen, que non los pies” (PCG, pág. 600b 25-28).

III. Poema

Fabló myo Çid ------ e dixo [esta rrazón]:
—Yo lo rreçibo, ------ Alfonsso myo señor,
gradéscolo a Dios del çielo ------ e después a vos
e a estas mesnadas ------ que están a derredor.—
Hynojos fitos ------ las manos le besó;
levós’ en pie ------ e en la boca’l saludó.
Todos los demás------  d’esto avién sabor;
pesó a Albar Díaz ------ e a Garci Ordóñez.

III. Versión crítica:

“El Çid besó le estonces la mano. A muchos de los que allí estavan plógoles mucho, mas pesó a Alvar Díaz e al conde don Garçía Ordóñez”.

III. Versión mixta:

“Et entonçes el Çid besól’ amas las manos, et el rey abraçól’, et cuenta la estoria quel’ dio paz. Et, quando esto vieron todas las mesnadas, ovieron ende todos muy grant plazer; mas diz que pesó a Alvar Díaz et a Garçía Ordónnez quel’ non amavan al Çid” (PCG, pág. 600b28-34).

IV. Poema

Fabló myo Çid ------ e dixo esta rrazón:
—Esto gradesco ------ al Criador,
quando he la graçia------  de don Alfonsso my señor;
valer me a Dios------  de día e de noch.
Fuéssedes my huesped, ------  si vos plogiesse, señor.—
Dixo el rrey: ------—Non es aguisado oy;
vos agora legastes ------ e nos viniemos anoch,
myo huesped seredes, ------  Çid Campeador,
e cras faremos ------ lo que plogiere a vos.—
Besó le la mano, ------ myo Cid lo otorgó.
Essora se le omillan------  los yffantes de Carrión:
—Omillamos nos, Çid, ------ en buena nasquiestes vos,
en quanto podemos ------ andamos en vuestra pro.—
Rrespuso mio Çid: ------ —Assí lo mande el Criador.—
Myo Çid Ruy Díaz, ------ que en buena nasc[i]ó,
en aquel día ------ del rrey so huesped fó.

IV. Versión crítica:

“Aquel día fue el Çid huesped del rrey don Alfonso. Los ynfantes de Carrión fueran estonçes al Çid e dixéronle cómmo andavan ellos en la su pro e en la su onrra quanto mas pudién. El Çid les dixo: —Así lo mande Dios”.

IV. Versión mixta:

“Et desque ovieron cavalgado, dixo el Çid al rey: — Sennor, si a vos ploguyesse, fuéssedes oy mio huesped.— Et el rey dixo: —Non es guysado, ca vos legastes agora et nos llegamos ayer, mas vos et vuetras compannas conbredes oy comigo, et cras faremos lo que quisierdes.— Et es’ ora el Çid besol’ las manos otra vez al rey. Et en esto llegaron los infantes de Carrión et dixieron: —Omillamos nos, Çid Ruy Díaz, et quanto nos pudiéremos seremos en vuestra pro.— Respondió el Çid: —Dios vos lo gradesça.— Desí fueron llegando la conpanna del Çid, et asy commo llegavan, besando las manos del rey; et tornáronse todos. Et luego que ovieron descendido, assentáronse a las mesas a comer. Et el rey quisiera assentar al Çid a su mesa et que comiesse con él a la su escudiella, mas el Çid non lo quiso fazer; et pues que el rey esto vio, mandol’ que comiesse con el conde don Gonçalo, padre de los infantes de Carrión” (PCG, págs. 600b30-601a7).

------ Creo indiscutible que no cabe reconstruir un hipotético texto en prosa del que pudieran depender las dos versiones cronísticas; los redactores de una y otra trabajaron con independencia total y ambos tuvieron presente el Mio Cid poético que conocemos y no una refundición posterior 12.

c. Presencia de dos “Mio Cid” en el
relato prosístico del Cantar de Corpes
.

------ 1.3. En la materia correspondiente al “Cantar de Corpes”, la manipulación cronística de la narración poética por el creador del texto conservado en la “Interpolación” de la Versión mixta (PCG, del cap. 929 [= 930] a la primera parte del 947 [=948]) continúa siendo evidente cuando se explica cómo y en qué circunstancia se escapa el león y llega ante el Cid y se intenta entrelazar este episodio con el de la llegada del ejército marroquí ante Valencia (Catalán, 1969, págs. 431-433; recog. en 1992, cap. VI, § 3), o la forma en que el infante Diego González se ensucia al huir del león (cfr. PCG, pág. 603a37-41, con Mio Cid, vv. 2290-2291). La mano del expositor de la *Leyenda de Cardeña es notoria en el pasaje de la llegada del mensajero de Búcar, cuando comenta el miedo que el moro tiene de la vista del Cid y explica el hecho anticipando la observación (PCG, págs. 604b42-605a2):

“et cuenta la estoria que Dios tal graçia avié puesto en el Çid que nunca moro le vio que non oviesse grant miedo d’él”,

ya que esta “propiedad” del Cid ocupa importante lugar en la exposición de la visita del mensajero del Gran Soldán de Persia (PCG, págs. 628a49-b6, b32-40, 629b24-630a2) con que se inicia la *Leyenda de Cardeña.
------
Por otra parte, en la escena final de la lid de Carrión la identidad del texto poético utilizado por la crónica y el Mio Cid conservado en el manuscrito de Vivar y conocido por Alfonso X me parece segura.
------Veámoslo con algunos fragmentos:

“Quando vino la noche antes del día que avié de seer la lid, tanbién los unos commo los otros se velaron en las eglesias, cada uno allí o se más pagó. Et al alva del día fue muy grant gente ayuntada en el campo, et mandó el rey que se armassen los que avién de lidiar. Et el rey fizo armar sus yernos los condes et los otros condes et a toda la otra gente que con ellos eran, et levó él muy grant gente armada por tal que ninguno non pudiesse fazer fuerça nin tuerto en el campo. ¿Quién podrié dezir quam grant fue el duelo et el pesar que el conde Gonzalo Gonçales avié por sus fijos que avién de lidiar? Et, con quebranto que ende tomava, maldizié el día et la ora en que naçiera, et adevinaval’ el coraçón el pesar que avié aver dellos. Grandes gentes de toda Espanna fueron y ayuntados por veer aquella lid. Desí, a entrante del campo, armáronse los del Çid a un cabo, et los infantes al otro. Et do sse estavan armando, embiaron los infantes pedir al rey que fiziesse tirar de la lid las dos espadas Colada et Tizón; et el rey les embió dezir que non lo faría, que non avié él que veer en las espadas, sinon que metiesse ´y cada uno lo mejor que pudiesse. Desta respuesta pesó mucho a los infantes, ca mucho se recelavan destas espadas, et repentíense mucho porque las levaran a la corte de Toledo et que las entregaran al Çid. Et el rey fue allí o sse ellos armavan, et díxoles: —Si vos tanto queríedes tirar estas espadas de la lid, ¿por qué non lo dezíedes en la corte de Toledo o yo estava?, ca allí era lugar para dezirse, ca non aquí. Et non digades estas palabras, ca son sobejas, et punnat de seer rezios et vos amparar a guysa de varones, ca con tales lo avedes que vos es mester” (PCG, pág. 625a36-b26).

Martin Antolínez ------mano metió al espada,
rrelumbra todo el campo, ------ tanto es limpia e clara;
diol’ vn colpe, ------de traviesso’l tomava,
el casco de somo------ apart gelo echava,
las moncluras del yelmo ------todas gelas cortava,
allá llevó el almófar, ------ fasta la cofia legava,
lo uno cayó en el campo------ e lo ál suso fincava
Quando este colpe a ferido------ Colada la preçiada,
vio Diego Gonçález ------que no escaparié con el alma,
bolvió la rrienda al cavallo ------por tornarse de cara.
Essora Martin Antolínez ------rreçibiól’ con el espada,
vn colpe’l dio de [l]lano, ------con lo agudo nol’ tomava.
Diagonçález espada tiene en mano, ------ mas no la ensayava;
esora el yfante ------tan grandes vozes dava:
—¡Valme, Dios glorioso (------),------ e curiam’ deste espada!—
El cavallo asorrienda ------e mesurandol’ del espada
sacól’ de mojón; ------Martin Antolínez en el campo fincava
-----
------ ------ ------ ------  (Mio Cid, vv. 2648-2667).

“Et Martin Antolínez metió mano a Colada la del Çid, et sacóla de la bayna, et assy resplandecié por el campo que era maravilla; et dexóse yr con ella contra Diego Gonçales, et diol a traviesso por cima de la cabeça vn colpe, en guysa quel’ tajó todo el casco con todo el guarnimiento et con quanto en la cabeça tenié. Et deste colpe desmayó mucho Diego Gonçales et cuydó que non escaparié dél, et maguer Diego Gonçález tenié espada en la mano, non ensayava fazer con ella nada, ca non podié. Et Martin Antolínez movió otra vegada contra él, et diol’ otro tal golpe de la punta del espada, que dio Diego Gonçales grandes bozes, et con cuyta de las grandes feridas que tenié mortales, et sacól’ el cavallo fuera de la raya; et Martin Antolínez fincó en el campo a guysa de vencedor et de bien andante” (PCG, pág. 626b32-627a3).

------No obstante, las “deformaciones” sufridas por la materia épica en el relato cronístico de los episodios relacionados con la afrenta de Corpes y con las Cortes de Toledo son, a menudo, fruto de una labor creativa que, si bien en ciertos casos puede explicarse como surgida de procesos de racionalización del relato 13, en otros no resulta justificable como mera aplicación de los principios que, según venimos viendo, rigen la reelaboración de las fuentes por la *Estoria caradignense del Cid: No veo razones historiográficas, basadas simplemente en técnicas expositivas al uso o racionalizadoras del texto, para inventar las escenas, protagonizadas por unos desconocidos Pero Sánchez y Martin Ferrández, en que cien caballeros del cortejo de los infantes, al verlos venir sin sus mujeres, se enfrentan con ellos, vuelven al robledo de Corpes y finalmente, deciden presentarse en la corte del rey Alfonso (PCG, págs. 609b31-610b35); o para que un desconocido hermano de Pero Bermúdez (PCG, pág. 613a17-19), el escudero llamado Ordoño, usurpe en parte sus funciones (PCG, pág. 606a12-39), substituya también a Félez Muñoz (PCG, pág. 608a43-b7) y al encontrar a sus agraviadas “primas” en el robledal, en vez de acudir a Diego Téllez, el vasallo de Alvar Fáñez en San Esteban, las oculte en casa de un labrador (PCG, págs. 609a41-b25, 610a42-611b14) y luego se tope casualmente en el camino con su hermano y con Alvar Fáñez que se dirigían a ver al rey para darle noticia de la victoria sobre Búcar sin saber aún nada de la afrenta; y para que, de resultas, Alvar Fáñez en vez de ir prontamente en busca de las ultrajadas hijas del Cid, pase primero por la corte y, en unión de Pero Bermúdez, sea quien pida “derecho” al rey y no Muño Gustioz (PCG, págs. 611b16-613a3); o para transformar las Cortes de Toledo en una tumultuosa asamblea en que se suceden los enfrentamientos, verbales y físicos, entre los del bando de Carrión y los del bando de Vivar, ante un rey impotente, que apenas si se conmueve por la deshonra que supone para él la falta de decoro con que unos y otros proceden (PCG, pág. 615b46-617a14; 619b50-620a18; 621b25-622a6). Todas estas escenas, junto con el enriquecimiento de la nómina de personajes secundarios 14 y la renovación de la toponimia, especialmente la caminera 15, son novedades que, en principio, no disuenan como posibles invenciones de un refundidor juglaresco tardío acostumbrado a las tácticas dilatorias de los refundidores franceses de los temas famosos de la epopeya del país hermano, y que, a primera vista, no se corresponden bien con los propósitos de un cronista cuyo objetivo fundamental, sabemos, es promover el culto a las reliquias cidianas exhibidas en Cardeña elevando al héroe a una categoría de semi-santo.

------1.4. La posibilidad de que la prosa cronística fuera heredera de elementos narrativos procedentes de dos versiones del Mio Cid y no de una única Refundición del Mio Cid en la cual coexistieran grandes bloques de versos en que el viejo poema permanecía inalterado con secciones profundamente renovadas, es, pues, una explicación alternativa que hay que considerar detenidamente antes de descartarla. Esta explicación resulta muy atractiva en vista de un hecho extraño, observado por la crítica (Chalon, 1976, pág. 229) sin intentar hallar para él una justificación: la existencia, en los pasajes cronísticos de la “Interpolación” que son más discordantes respecto al Mio Cid viejo, de múltiples incongruencias respecto a lo que la propia narración cronística cuenta en otras secciones del relato. Helas aquí:
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Según hemos dicho, la lid de Carrión, tal como aparece contada en las crónicas, es reproducción (con las habituales glosas del cronista) de la que conocemos en forma poética. En contradicción con lo que en ese episodio de la lid se cuenta, en las Cortes de Toledo cronísticas es Alvar Fáñez quien recibe del Cid la espada Colada (PCG, pág. 618a46-b3) y no Martin Antolínez, que luego la esgrimirá en la lid (PCG, pág. 626b32-33), y, por indicación del rey, el Cid decide que Pero Bermúdez combatirá con Diego, Martin Antolínez con Suero y Muño Gustioz con Fernando (PCG, pág. 622b37-623a3), aunque luego lo harán en la forma tradicional (PCG, págs. 626a-627a)16. Al mismo tiempo, cuando el escudero hermano de Pero Bermúdez, Ordoño (personaje desconocido del Mio Cid) recuerda en las Cortes a los infantes sus actos de cobardía mientras estaban en Valencia (PCG, pág. 620b48-621a34), trastrueca sus papeles en relación a cómo se nos habían contado anteriormente (PCG, págs. 606a6-39 y 603a36-41-b8-10). Por otra parte, es preciso destacar que los discursos pronunciados en esas Cortes de Toledo no son, como en el poema viejo, parte del procedimiento legal y, por lo tanto, nada tienen que ver con el combate judicial.
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En cuanto a los episodios nuevos relacionados con la afrenta de Corpes, es igualmente notable que, al referir que doña Ximena y Alvar Fáñez aconsejan al Cid no dejar que los infantes lleven sus mujeres a Carrión, se considere a Alvar Fáñez “primo” del Cid (PCG, pág. 607b34) y que, de acuerdo con ello, Alvar Fáñez llame “sobrinas” a doña Elvira y doña Sol cuando las visita estando ocultas en casa de un labrador (PCG, pág. 613a38), aunque anteriormente, cuando las va a buscar a San Pedro de Cardeña (PCG, pág. 594b15) el narrador las consideraba “sus primas” y en la negociación de las bodas, tanto el rey como el Cid le recordaban que eran sus primas hermanas (“Vos sodes primo cormano de las donzellas”; “Tomad vuestras cormanas”, PCG, págs. 601b17-18 y 602a29) 17. En la extensa adición (PCG, págs. 603b10-604b1) en que Suer González entra en consejo con Diego y Fernando, que se sienten humillados por su suegro, y les propone vengarse, una vez que se hayan podido ir de Valencia con sus mujeres, se afirma que recibieron las espadas Colada y Tizón al contraer matrimonio con Elvira y Sol Rodríguez, cuando sólo después en la crónica, de perfecto acuerdo con el Mio Cid viejo (vv. 2426 y 2575), el Cid ganará Tizón de Búcar (PCG, pág. 606b29-31) y subsecuentemente dará las espadas a sus yernos al tiempo en que ellos se despiden de él para regresar a sus heredades de Carrión (PCG, pág. 606a3-12)18.
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La coexistencia en la “Interpolación cidiana” propia de la Versión mixta de segmentos narrativos procedentes de dos redacciones discordantes del relato correspondiente al “Cantar de Corpes” del Mio Cid plantea el problema de si la inhábil combinación de las dos versiones entremezcladas fue obra del redactor de este texto cronístico o la mixtura era ya propia de la *Estoria caradignense del Cid. Se trata de una disyuntiva que creo posible resolver. Por lo pronto, resulta claro, según arriba he puesto de manifiesto, que los pasajes basados en el Mio Cid viejo no los heredó la “Interpolación” de la prosificación alfonsí del poema que fue utilizada por la Versión crítica de la Estoria de España y, por tanto, que la mixtura no se explica mediante la hipótesis de una compilación de un texto primitivo de la Estoria de España, que contuviera la prosificación alfonsí del Mio Cid viejo, y de un texto de la *Estoria caradignense del Cid, que estuviera basado únicamente en la *Refundición del Mio Cid. De otra parte, hay que observar que un rasgo estilístico muy llamativo que comparte la exposición legendaria de las postrimerías del Cid (la llamada “Leyenda de Cardeña”) con los capítulos previos de la “Interpolación”, el abuso, a que arriba aludí, de la interrogación retórica “¿quién vos podrié contar (dezir)...?”, se da en los pasajes que siguen de cerca al Mio Cid viejo (tanto en el “Cantar de las bodas”, PCG, págs. 595b25-26, b40, 602b15, b28, como en el “Cantar de Corpes”, PCG, págs. 625a47-48, 627b12, b31-32) y asimismo en los pasajes o episodios discordantes con el poema conservado y contradictorios en pormenores múltiples con lo afirmado en los que se atienen al viejo Mio Cid (PCG, págs. 606a43, 611b37-38, 613a35, 614b22-23, b30-31, 619a45-46, 624a29-30, b9); si a este rasgo formal añadimos que tanto en los pasajes fieles al Mio Cid poético, como en los más discordantes reaparecen motivos típicos de la “Leyenda de Cardeña” (que arriba destacamos), creo posible afirmar que el relato de la “Interpolación” con todas sus características, incluidas las contradicciones señaladas, procede de la *Estoria caradignense del Cid y nada importante debe a los cronistas de la Estoria de España en sus varias etapas evolutivas.
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La conclusión de que la “Interpolación cidiana” de la Versión mixta es un texto que reproduce la narración de la *Estoria caradignense del Cid es, en sí, un dato importante; pero no resuelve, claro está, la cuestión de cómo se inventaron los pasajes herederos de la materia narrativa correspondiente al “Cantar de Corpes” contradictorios, a las veces, y discordantes, en general, con el viejo Mio Cid. Un examen estilístico de ellos, en comparación con los trechos de la *Estoria caradignense evidentemente basados en los versos del poema conservado, nos los emparenta más directamente con las reelaboraciones prosísticas arriba estudiadas en que el monje historiador glosa con libertad la materia épica, que con los pasajes en que la construcción narrativa consiste en una prosificación verso a verso del texto poético (por ejemplo, PCG, págs. 593b25-594a29, 595a30-b22, 598a13-36, 599b5-600a29, 600b13-601b35 y 625a22-627b4). Se trata de pasajes desarrollados “novelescamente”. Cabe, pues, creerlos invención libre, propios de un tipo de novela épica similar al de los romans en prosa de temática carolingia que competían en Francia con los poemas descomunalmente extensos de los refundidores tardíos 19. Ahora bien, esta hipótesis deja sin explicar por qué el monje inventor de tales episodios incurrió en el curso de la exposición de esas adiciones en tantas contradicciones respecto al relato básico que antes y después venía construyendo apoyado en los versos del viejo Mio Cid. Parece necesario suponer que, si cayó en ellas, es porque combinó, un tanto descuidadamente, dos fuentes, dos relatos.
------Y esta hipótesis vuelve a dejar abierta la posibilidad de que haya invenciones, respecto a la vieja “fábula” del Mio Cid, heredadas de refundiciones del tema previas a la reelaboración novelesca del monje caradignense.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

NOTAS CAPÍTULO III

1 En vista de que en la materia cidiana anterior las varias ramas textuales de la Estoria de España son herederas de la compilación alfonsí y no acuden a la fuente monástica que hará su aparición en la “Interpolación”.

2 A pesar de algunas confusiones a que fue arrastrado por el modo en que conoció la elegía cronística en árabe, ya Dozy (1881, II, pág. LXIV) sentenció decididamente que “el texto... no puede ser del s. XI. Abunda en barbarismos y solecismos... Por otra parte, no son versos; no se descubren allí rimas... Creo, pues, que esta pieza no es sino una traducción del texto español” (fr.); su juicio fue refrendado por Ribera, en comunicación a Menéndez Pidal (1904): “Primeramente, el texto árabe que da la crónica no está en verso; carece por completo de medida y de rima. Pero, además, es un árabe tan bárbaro, que no sólo es impropio de un literato distinguido... sino impropio del moro más vulgar. El hermoso castellano de la elegía, desembarazado de sintaxis semítica, está calcado en el texto árabe de la Crónica; debajo de cada palabra castellana se fue poniendo otra árabe... Un cristiano que chapurreaba el algarabía, sabiendo pala bras sueltas y algún giro fácil, se lanzó a esa retraducción” (juicio que Ribera repitió en 1928, II, págs. 275-291). Ante el testimonio de los arabistas, Menéndez Pidal se asombraba (1904) de que los redactores de la crónica no hubieran tenido presente el texto árabe recogido por Ibn ﺀAlqama y recurrieran a una “mala reconstrucción árabe de la elegía”. Posteriormente Nykl (1940) intentó en vano defender una semi-autenticidad de la versión árabe; y, recientemente, Corriente (1987) se ha esforzado por ajustar el texto de la crónica a su reconstrucción del árabe andalusí vulgar, pero sin llegar a negar el hecho evidente de que se trata de una “re-traducción servil” del texto castellano. Nuestro mejor conocimiento de la estructura de la llamada “Primera crónica general” facilita la explicación de por qué el forjador caradignense del texto árabe desconocía la elegía de al-Waqqašī original y tuvo como punto de partida la traducción castellana.

3 Menéndez Pidal, que creía en la unidad de factura del segundo volumen de la “Primera crónica general” y fechaba en 1289 toda la parte referente al Cid, extendía la denominación de Refundición del Mio Cid al conjunto de los pasajes del poema reflejados en ella; pero recuérdese que, según hemos visto, el recurso al Mio Cid refundido no se da en el “Cantar del Destierro”, pues en la sección correspondiente la crónica es aún alfonsí y el resumen del poema que en ella se incluye está basado en el viejo Mio Cid.

4 Recuérdese que en la ed. Menéndez Pidal de la Primera crónica se produce un error de numeración de los capítulos (en el “texto”, no en las “fuentes”). Para mayor claridad doy las dos numeraciones.

5 Menéndez Pidal (1913, págs. 30 y 72, 1951c, págs. 19-21 y 1963a, págs. 162, 168 y 220) defendió siempre que la promesa de Alvar Fáñez presuponía que el pago iba a realizarse y ello era suficiente. Es posible que el pago de la deuda responda mejor que un posible impago a la ética del Cid poético (recuérdense los vv. 94-95); pero la comicidad del pasaje (comentada por De Chasca, 1967, pág. 135 y Martin, 1983, pág. 188) es indudable, tanto desde la perspectiva de Alvar Fáñez como desde la del narrador y su auditorio (como destacan Spitzer, 1948, págs. 66-68; Guglielmi, 1963-65, págs. 46-51; Smith, 1965, págs. 525-530; Salvador Miguel, 1977, págs. 217-223 y Montaner, 1993, págs. 547-548, quien recoge múltiples otras matizaciones de la crítica). El historiador, en contraste con la posición populista del primitivo juglar, creyó preciso hacer constar el pago a los usureros, pues los averes de los “judíos del rey” eran fundamentales para el sostenimiento de la economía, tanto del rey, como de los magnates, como de la alta Iglesia (recuérdense los forcejeos, ampliamente recogidos en las Cortes medievales de que se conservan actas, que, en diferentes ocasiones, realizan los representantes de las villas y ciudades de Castilla y León para obtener el perdón legal de las deudas contraídas con prestamistas judíos). La afirmación por parte de Rochwert-Zuili (1998, pág. 270) de que si el pasaje falta en la Versión crítica es por “supresión” carece de cualquier apoyatura en la crítica textual o en la “mentalidad” del historiador alfonsí; la fidelidad del redactor al Mio Cid que resume es razón suficiente para su ausencia.

6
Así, cuando el Cid recibe noticia de la llegada de Yunes (Yuçef), se supone que hace preparativos de defensa (PCG, pag. 596a25-32). Más adelante (PCG, págs. 597a40-b3, b19-44, 598a2-11), la táctica empleada contra el ejército marroquí, esbozada en Mio Cid, vv. 1693-1698 y 1717-1720, se glosa mediante una detallada exposición (para la que no tuvo que recurrir a Ibn Alqama, según creía Menéndez Pidal, 1955d, pág. CLXXXVIII).

7 PCG, págs. 596b31 y b38; 597a29 y b35; 600b15 y b20-21; 604b7 y b9; 605b16-28; 606b48; 608a9-12; 614b22; 615a38; 621b27, b39; 622a16; 623b21-22; 625a16 y a26-27; 626a23 y a31.

8 Menciona la “Villa Nueva” (concretando, PCG, pág. 592b15, el nombre de la “huerta” de que el Mio Cid, v. 1226, hablaba), la parroquia de San Pedro (593a16, mención que la Crónica de Castilla complementa aquí con la de Santa María de las Virtudes), el valle llamado de la Albuhera (597a48), la Puerta de la Culuebra (597b19-20), el arrabal de la Alcudia (601b36); el campo de Quarto “que es a una legua de Valencia” (604b6-7); la iglesia de Santa María de las Virtudes (618b32-33).

9 Las principales consisten en descripciones de cómo se recibe o despide a un personaje o a su mensajero, saliendo a su encuentro o acompañándole determinadas leguas (PCG, págs. 598b25-29, b34-35, 601b49-50), apeándose de la cabalgadura o poniéndose en pie o escoltándole (598b41-42, 600b20-21, 602a13-14, a19), o cómo se le aloja o se le atiende en la comida (599a43-46, 601a2-7, a13-15) o se le sienta (602a21-24, a45-b5) o se le homenajea de palabra (594a16-21, 596a2-6, 601a24-33). Rochwert-Zuili (1998, págs. 284-289) ha destacado recientemente algunos de estos “comportements exemplaires au sein du royaume” como típicos del discurso historiográfico.

10 PCG, págs. 595b42-43 y 602b18-19.

11 Así lo reconoce también Rochwert-Zuili (1998, pág. 279).

12 Los ejemplos citados por Rochwert-Zuili (1998, págs. 270-277) para mostrar que la Versión amplificada y la Crónica de Castilla conservan, a menudo, detalles del Mio Cid que no constan en la Versión crítica tienen esta y no otra explicación.

13 La primera escena, sin base en el Mio Cid (interpolada entre los versos 2306 y 2313), desarrolla la idea que expresan sumariamente los vv. 2309-2310 (“Mucho’s tovieron por enbaídos ifantes de Carrión / fiera cosa les pesa desto que les cuntió”): los infantes, hallándose solos, dan muestras de su despecho; su suegro les reconviene; estando llorosos, su “tío” y “amo” el “conde” Suer González les da el consejo de disimular hasta poder salir de Valencia con sus mujeres y vengar en ellas la afrenta del león. Es muy posible que esta participación de Suer González en la traición y la reclasificación que sufre su relación con los infantes (de ser su hermano, se convierte en tío) sean debidas a la incomprensión de la solidaridad familiar, propia del derecho germánico, que obligaba al mayor de los hijos de Gonzalo Ansúrez a participar en el combate judicial de Carrión y a compartir su sentencia, quedando por alevoso, aunque no hubiera tenido parte en la afrenta de Corpes. El pasaje, reforzado por otras adiciones (PCG, págs. 604b11, 607a9-14, a36-45, 622a29, b22, 626a39-40), podría ser, por lo tanto, un arreglo cronístico.

14 Que si bien es propia de genealogistas como don Pedro de Barcelos, también es característica de poemas de la “decadencia” épica, como el Rodrigo.

15 De que tanto gustan los juglares, lo mismo en la época más antigua (Mio Cid) que en la de los refundidores posteriores (Refundición de Infantes de Salas, Rodrigo).

16 Esto es, Pero Bermúdez con Fernando, Martin Antolínez con Diego y Muño Gustiós con Suero.

17 La “Interpolación” de la Versión mixta conserva el parentesco original, tanto en la prosificación de los vv. 2132-2136 del Mio Cid: “Et el rey llamó estonces a Alvar Fáñez Minaya et dixol: Vos sodes primo cormano de las donzellas, et mándovos, que quando fuerdes a Valençia et vos las el Çid metiere en mano, que vos que las dedes por mí a los infantes de Carrión por mugieres” (PCG, pág, 601b16-21), como en la de los vv. 2216-2235: “Et desí el Çid levantósse en pie et llamó a Alvar Fáñez Minaya et dixol: Alvar Fáñez, bien sabedes vos lo que vos mandó mio señor el rey don Alfonso. Agora tomad vuestras cormanas, et vos las dat a los infantes de Carrión...” (PCG, pág. 602a25-30). En cambio, cuando el Cid relata a doña Ximena la entrevista con sus yernos, que desean visitar Carrión, aparece ya el nuevo parentesco: “et fabló con ella ante Alvar Fannez su primo” (PCG, pág. 607b34), y de nuevo cuando don Álvaro llega en busca de las hijas del Cid a San Esteban: “Et a cabo de pieça dixo Alvar Fáñez: Par Dios, sobrinas, sabe Dios del çielo la verdat et vuestro padre allá do es et vuestra madre con quien lo fablé, que mucho reçelé yo...” (PCG, pág. 613a37-40). No es admisible el intento de Montaner (1993, pág. 381) de reducir la contradicción suponiendo que “primas” es un término “ambiguo” que puede ser equivalente a “sobrinas”; la disyuntiva en el empleo de uno y otro vocablo responde a la existencia en los textos de dos genealogías distintas, según resulta claro del estudio del conjunto del ciclo cidiano. Martin (1992, págs. 451-452), que reconoce el cambio de parentesco y lo valora debidamente, olvida la evidencia de que la “Interpolación”, en la Versión mixta, es anterior a la Crónica de Castilla (que se basa en una redacción de esa “Interpolación” hermana de la del ms. F por nosotros conocido) y no tiene en cuenta que el nuevo parentesco es dato compartido por las Mocedades de Rodrigo (y por el Rodrigo) con una gesta de Mio Cid refundida, o unas Particiones continuadas con el Destierro del Cid de que se nos conserva un fragmento en verso donde se consigna que Alvar Fáñez es “primo cormano” del Cid (véase adelante § g).

18 Otra confusión en las escenas relacionadas con la afrenta de Corpes consiste en anticipar que las hijas del Cid afrentadas tendrán nuevos maridos honrados, uno infante de Aragón y otro de Navarra (PCG, pág. 611b3-5), trocando los papeles de uno y otro. No incluyo entre las contradicciones internas el que en la lid de Carrión se reconozca que Gonzalo Ansúrez es el padre de Suer o Asur González (PCG, pág. 627a24-25; cfr. Mio Cid, vv. 3690-3691) cuando se ha considerado a este personaje “tio” y no “hermano” de Diego y Fernando, pues, al hablar del padre de los infantes, se le llama “el conde don Gonçalo”, sin patronímico (PCG, págs. 601a6-7, 604b35-36), o se le dan otros patronímicos (en PCG, pág. 620b78 se le llama “Gonçalo Gómez” y en la pág. 625a47-b5 “Gonçalo Gonçález”), de modo que pudiera haberse desdoblado el personaje.

19 La tesis básica del reciente estudio de Rochwert-Zuili (1998) sobre el Mio Cid en las crónicas es la defensa del origen estrictamente historiográfico, sin base en una supuesta *Refundición del Mio Cid, de todas las novedades de la “Interpolación cidiana”, novedades que, por otra parte, considera nacidas en la Crónica de Castilla, a la cual habría recurrido la que aquí llamamos Versión mixta de la Crónica general (véase adelante, § 2a y n. 24). Aparte de las invenciones expositivas, de carácter racionalizador o moralizante, atribuye asimismo al cronista refundidor las innovaciones en los personajes de la historia, en los datos geográficos, en los episodios de que el relato consta, en el sentido todo de la fábula (la cual nada tiene que ver ya con la del Mio Cid), a las cuales denomina “modificaciones semánticas”, y cuyo carácter “socio-político” examina con detenimiento (págs. 290-346). El empeño de colocar en el punto de arranque de estas novedades a la Crónica de Castilla (cuya dependencia respecto a un texto próximo al de la Versión mixta es evidente si se aplican los fundamentos de la crítica textual) no me permite asentir a sus conclusiones acerca de la “contextualización histórica” (págs. 347-362), aunque comparta con la autora de esta sustanciosa tesis un importante conjunto de criterios metodológicos y bastantes de sus apreciaciones.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico :


La garduña ilustrada
Imagen de portada:
Crónica de 1344, Lisboa