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Obras de Diego Catalán

20.-2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.

20.-2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.


2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO.

La Crónica de los reyes de Castilla o Crónica de Castilla es una refundición seccional de la Estoria de España que abarca desde Fernando I hasta que Fernando III adquiere el reino de León. Fue realizada c. 1290, pues en el reinado de Fernando IV (1295-1312) se tradujo ya al portugués. En ella es manifiesta la huella del cambio histórico operado en el reino como consecuencia de la rebelión de los tres “estamentos” (nobleza, alto clero, concejos) y del golpe de estado de 1282, sucesos que acabaron con la reforma “monárquica” (o “imperial”, según él la denominaba) del reino intentada por Alfonso X. La reelaboración del texto alfonsí está hecha, en esta nueva versión de la historia del reino castellano, atendiendo a las aspiraciones a un reparto de poder entre el rey y la clase nobiliaria. Esta crónica renovada coloca al Cid en el escenario de la historia desde su infancia, de tal modo que la presencia del personaje en la crónica es prácticamente constante a lo largo de los tres reinados de Fernando I 20, Sancho II y Alfonso VI y la desproporción en ella del componente cidiano es tan llamativa que bastó dejar interrumpida la narración en la muerte de este último rey para que esa Crónica de los reyes de Castilla viniera a ser considerada (por algunos copistas medievales, por los primeros impresores de crónicas y por ciertos eruditos de los siglos XIX y XX) como una “Crónica particular del Cid”. Por otra parte, el historiador ha perdido el reverencial respeto a las fuentes que caracterizaba a las obras historiales de Alfonso X y no sólo añade “colores” retóricos al texto (supliendo, por ejemplo, el discurso testamentario de Alfonso VI al prepararse para bien morir), sino que”corrige” la historia con el objeto de redondear el mensaje moral o político que quiere trasmitir (Catalán, 1969a, págs. 435-441 y 1992a, cap. VI, § 4), inventando libremente escenas y aún sucesos (como el cerco y toma de Rueda por el Cid, para vengar a su rey, y la exigencia a este de una “carta” de derechos de los hijosdalgo). Lógicamente, las fuentes épicas se utilizan en esta refundición de la Estoria de España con propósitos y en forma muy discordantes respecto a los que habían hecho aconsejable el recurso a la poesía oral en los talleres historiográficos de Alfonso X.

a. Adiciones de origen no épico.

------2.1. Para comprender mejor el arte historiográfico del cronista me referiré en primer lugar a la sección de la crónica procedente de la *Estoria caradignense del Cid que veníamos examinando;  en ella la Crónica de Castilla se hermana con la *Crónica manuelina (resumida en la Crónica abreviada) y el prototipo de ambas, aunque es independiente de los manuscritos que contienen la Versión mixta, deriva evidentemente de un texto muy similar. No obstante, al comparar ese prototipo con la “Interpolación” de la Versión mixta, salta a la vista que en su relato, aparte de algunas variantes más fieles a la base común, hay todo un conjunto de novedades; esto es, que se distancia por su cuenta de la fuente (la *Estoria caradignense del Cid). Menéndez Pidal atribuyó esas novedades (que luego pasaron a la Crónica de 1344) al influjo de una nueva refundición épica 21. La más llamativa entre ellas es la presencia de un nuevo personaje en el entorno del Cid, Martin Peláez, de las Asturias de Santillana; pero su incorporación en múltiples lugares del relato es un simple eco de la inclusión de una historieta, completa en sí misma, de cómo el Cid logra pacientemente transformar a un caballero cobarde en uno digno de estar “en la compaña de los buenos”, haciendo verdadero el refrán que dice “quien a buen árbol se allega, buena sombra le cubre”. Dada la autonomía del cuentecillo 22, no puedo aceptar (Catalán, 1963-64, pág. 351; recog. en 1992a, cap. VII, § 3 y n. 35, véase también Chalon, 1976, pág. 255) que este relato ni este personaje tengan su origen en la poesía épica, como supone Menéndez Pidal (1951a, pág. LXV y 1957a, págs. 299-300, retocando ligeramente sus ideas anteriores, 1898a, págs. 452). Otras adiciones comunes a la *Crónica manuelina y a la Crónica de Castilla interpoladas en el texto basado en la *Estoria caradignense 23 se afirma expresamente en la de Castilla que son derivadas de una fuente lateral de carácter historiográfico, la Estoria de los reyes moros que reinaron en el señorío de Africa del “sabio Gilberto” (o Sigeberto). En realidad los pasajes añadidos se limitan a glosar la relación de parentesco entre “Yunes” (Versión mixta al considerarlos hermanos y al consignar que Búcar atacaba Valencia “por vengar a su hermano” (PCG, pág. 604a13-14). El refundidor comienza por considerar a Iunes “fijo del miramomelín” (y no “el miramomelín”, como en PCG, pág. 596a21) y narra la promesa que Búcar hace a su hermano, cuando éste se hallaba próximo a morir, de vengarle de la derrota que sufrió ante los muros de aquella ciudad (interpolación en PCG, pág. 598b6); también explica por qué estos personajes afirman haber sido Valencia “de sus abuelos”, suponiéndoles parentesco con Alimaymón, rey de Toledo y Valencia (Catalán, 1963-64, págs. 348-352; recog. en 1992a, cap. VII, §§ 2, 3 y 6). Hay, además en el prototipo de las crónicas *Manuelina y de Castilla algunos retoques narrativos. Los más notables se justifican como intentos de salvar inconsecuencias de la versión cronística heredada. Así, por ejemplo, para justificar que el Cid pueda haber entregado las espadas Colada y Tizón a sus yernos con ocasión de sus bodas (según se afirmaba en PCG, pág. 603b39-45), se supone que esta última espada la obtuvo en la persecución de Yunes y no en la de Búcar (como, de conformidad con el Mio Cid, se seguía refiriendo en la Versión mixta). En vista de que en las Cortes de Toledo el Cid aludía a que tuvo vistas con el rey en Requena  (PCG, pág. 618b18-19), se elimina la oferta hecha por Alfonso a Rodrigo de que sea él quien escoja el lugar del encuentro que debe de poner fin al destierro y el rey le cita directamente en Requena (apartándose también así más que la Versión mixta de lo contado por el Mio Cid viejo). Puesto que, tanto cuando los infantes de Carrión parten con sus mujeres de Valencia, como al ir Alvar Fáñez a buscar a doña Elvira y doña Sol después de la afrenta de Corpes, se consideraba a este personaje primo del Cid y tío de ellas, se extiende ese parentesco a los pasajes de las Bodas en que se le presentaba como primo de las hijas del Cid. En fin, arreglo historiográfico ha de ser también el discurso con que el rey don Alfonso para los pies de Diego González, cuando éste sugiere que las hijas del Cid, dada su desigual categoría social, sólo podían ser barraganas y no mujeres legítimas de él y de su hermano, advirtiéndole:

“A lo que dezides que vos que sodes fijos dalgo más que el Çid, en esto vos digo yo que sodes engañados et non lo aprendistes bien. Ca el Çid Ruy Díez es fijo de Diego Laynez et nieto de Layn Calvo, que fue uno de los juezes que fueron escogidos para juzgar et mantener a Castilla, et el otro fue Nuño Rrasura que fue padre de ssu avuela doña Elvira Núñez que fue muger de Layn Calvo su avuelo. Et deste Nuño Rasura venimos los reyes de Castilla et assy somos de un linaje de parte de ssu padre que fue fijo de doña Elvira Núñez. Pues ssu padre Diego Laynez fue casado con su madre doña Teresa Núñez que fue fija del conde don Nuño Álvarez de Amaya, et así viene de la más alta sangre de Castilla”,

ya que en ese alegato se utilizan los datos genealógicos incluidos al comienzo de la Crónica de Castilla, que a su vez, con ciertos retoques, reproducían la exposición linajística que formaba parte de la introducción de la gesta de las Mocedades de Rodrigo (véase adelante c. VI, § 4); el préstamo no tiene probabilidad ninguna de haberse producido de gesta a gesta. En fin, típico agregado moralizante de un narrador cronístico es el detenerse a contar cómo fue premiado el buen labrador de San Esteban que acogió en su casa a las afrentadas hijas del Cid:

 “...et las dueñas levaron consigo dos fijas et dos fijos que el omne bueno avía, a quien casaron después muy bien, et fizieron dell[o]s muy rric[o]s, ca los tenían en lugar de hermanos por el grant serviçio que les avían ffecho en la grant cuyta en que eran; et mandaron al ombre bueno que siempre rrecudiesse a ellas, e que le farían algo”.

En suma las reformas de la Crónica de Castilla (y de la Crónica manuelina) introducidas en el relato basado en la *Estoria caradignense no parecen dependientes (contra lo pensado desde antiguo por Menéndez Pidal, 1898a, pág. 452) de la consulta de nuevas refundiciones del Mio Cid.
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Por otra parte, las peculiaridades de la Crónica de Castilla (y de la Crónica manuelina) respecto a la Versión mixta no deponen en favor de la prioridad del texto conservado por la Crónica de Castilla (frente a lo que cree Rochwert-Zuil, 1998, págs. 325-353); las técnicas refundidoras propias de los transmisores de narraciones medievales, puestas de manifiesto por Vinaver (1971), nos deben alertar contra la trampa crítica de creer preferibles los textos donde todo es coherente a los que ofrecen contradicciones internas; normalmente la homogeneidad y la coherencia en los textos son indicios, precisamente, de un carácter tardío, no primigenio 24.

b. Conocimiento de la gesta de las Mocedades
de Rodrigo por la Crónica de Castilla
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------2.2. La consideración negativa del supuesto conocimiento directo por la Crónica de Castilla de formas poéticas de la leyenda cidiana en la sección histórica que he comentado no es extensible a secciones anteriores de la narración.
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En efecto, la novedad primera y más sobresaliente que encontramos al comparar el texto de la Crónica de Castilla con el de la Versión mixta, de la cual en toda esta parte deriva, es la aparición, desde los primeros capítulos del reinado de Fernando I, de extensas y repetidas interpolaciones que relatan unas enfances o mocedades de Rodrigo Díaz de Vivar. Aunque algunas de las alusiones a Rodrigo pueden ser amaños cronísticos fundados en el propósito de armonizar la información, según adelante explicaremos 25, la mayoría de los pasajes interpolados proceden, evidentemente, de una gesta no utilizada anteriormente por la historiografía y que tenía la particularidad de no atenerse al “verismo” que caracteriza a los cantares épicos más viejos. Su utilización en la nueva historiografía depende, claramente, del abandono del “rigor” crítico propio de las obras historiográficas alfonsíes. La actitud de abrir las puertas de la historiografía a las fábulas juglarescas más novelescas corre paralela de una no menos despreocupada manipulación de la información épica en manos del cronista fabulador de la historia, quien actúa sobre la materia poética modelándola de forma que se adapte a la construcción histórica que está saliendo de sus manos. Este último hecho no ha sido tenido en cuenta por la crítica; sin embargo, según enseguida vamos a ver, oscurece la estructura e identidad ideológica de las Mocedades de Rodrigo y dificulta su comparación con otras manifestaciones posteriores de la materia épica a que me voy a referir de inmediato: con la llamada “Crónica rimada del Cid” o Rodrigo (conservada en un manuscrito del s. XV) y con los romances de raíces épicas (de comienzos del s. XVI).

c. El relato semi-poético del Rodrigo
que incluye un manuscrito cronístico
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------2.3. Cuando la erudición se fijó en el hecho de que en cierto manuscrito del s. XV de la Crónica de Castilla (el ms. P) se incluía, a continuación, otro relato cronístico cidiano, ajeno a los restantes manuscritos de la Crónica, en el cual se pasaba paulatinamente de la prosa al verso, este hecho fue descrito con notorio asombro:

“No hay duda que el principio es prosa pura, y que por más indulgencia que se quiera tener con los antiguos poetas, nadie les pasará por versos trozos como estos... Luego se empieza ya a notar cierta monotonía en las desinencias de las palabras en que acaban estos pequeños períodos; esta monotonía va tomando cuerpo y llegando a ser tal que es imposible atribuirla a la casualidad; los períodos, en fin, se van con la misma lenta graduación reduciendo a la medida bien o mal observada del romance octosílabo, y de pronto se halla el lector con la prosa convertida en versos” (Ochoa, 1844, pág. 109).

------Tan curiosa transición me parece más imputable a una vacilación en el modo de registrar el “cronista” transcriptor la historia que a una técnica del autor (como, desde Menéndez Pidal, 1924a, pág. 407, se ha venido pensando). También debida a la utilización cronística del texto poético es, sin duda, la presencia en él de versos monstruosamente largos (Armistead, 1966), que, según ha puesto de manifiesto Montgomery (1984-85), tienen a menudo su origen en glosas cronísticas aclaratorias de los nombres propios (y de los títulos) usados en el poema (glosas muy comunes en la transmisión de textos historiográficos 26); nada apoya la hipótesis (propuesta por Deyermond, 1969, págs. 54-58, y 1978) de que el texto manuscrito deba sus propiedades anti-poéticas al hecho de haber sido escrito al dictado de un juglar que lo iba diciendo de memoria (hipótesis rechazada ya por Webber, 1977 y 1980, fundándose en el estudio de las fórmulas).
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No menos sobresaliente que el carácter semi-prosístico del poema conservado es la presencia en el Rodrigo de un componente ajeno a las interpolaciones arriba mencionadas que, basadas en las Mocedades de Rodrigo, incorporó a la Estoria de España alfonsí la Crónica de Castilla. Se trata de varios episodios que tienen como tema la historia de la creación de la diócesis de Palencia: vv. 95-135, 144-203, 283-292 y el fragmento 732-745 (que parece inconcluso a causa de una laguna 27). No cabe duda de que estas interpolaciones palentinas fueron hechas por persona vinculada a la iglesia catedral de Palencia (Amador de los Ríos, 1863, III, pág. 85, n. ; Deyermond, 1969) y no, simplemente, de “tierras de Palencia” (Menéndez Pidal, 1924a, pág. 406, n. 1); pero los esfuerzos realizados por la erudición (Deyermond, 1969, cap. V) para conectar esas adiciones palentinas a la gesta con una determinada situación histórica en que los derechos del obispo de la diócesis de Palencia se vieran amenazados por ambiciones de otras autoridades eclesiásticas o por acciones de la nobleza, aunque me parecen basados en una intuición acertada, han resultado, por ahora, inconclusivos. Como ha notado Faulhaber (1975-76): el poema “tuvo obviamente como propósito fomentar el prestigio de la diócesis en cuestión, pero ¿cómo? y ¿cuándo? Estos interrogantes deben aún permanecer abiertos” (ingl.).
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Por otra parte, hay que subrayar el hecho de que las adiciones de interés eclesiástico están muy mal incardinadas 28, de modo que sólo mediante su omisión (leyendo el v. 136 y ss. tras el v. 94 y el v. 204 y ss. tras el 143) queda clara la línea expositiva del poema 29. En vista de ello, no creo admisible responsabilizar a ese interpolador (como hace Deyermond, 1969) de la arquitectura ni del conjunto de los versos del poema. Una prueba adicional de la desconexión de la narración épica respecto a la obra del propagandista de la iglesia palentina la constituye el pasaje en que Rodrigo, para apresar violentamente al conde Ximeno (o Ximón) Sánchez de Burueva, quebranta el sagrado de una iglesia dedicada a Santa María. Me parece del todo inadmisible atribuir a cualquier canónigo o diácono de la iglesia palentina (en ningún período histórico en que podamos colocar el Rodrigo) la invención de una acción como la descrita por los versos:

En Santa María la Antigua -----se ençerró el conde lozano,
conbatiólo Rrodrigo, -----amidos que non de grado,
ovo de rronper la iglesia----- et entró en ella privado;
sacólo por las barvas ( ) -----de tras el altar con su mano,

sin que esa acción provoque una reacción de la ofendida madre de Dios. El interpolador paniaguado de la catedral de Palencia o no era clérigo, o no se molestó en retocar el texto juglaresco que heredaba.
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En fin, el paso del texto por manos de cronistas-copistas y de servidores de la diócesis palentina no excluye, sino que exige, la existencia de un poema, en verso épico aceptable, con una estructura narrativa compacta, exclusivamente fundado en la tradición épica que sabemos existía desde tiempo atrás. En esa gesta aprovechada por el servidor de la diócesis de Palencia se concedía especial importancia a la ciudad de Zamora (no a la de Palencia), considerada como sede habitual de la corte de Fernando I (vv. 245, 538, 562, 404, 406, 407, 525, 539, 646, 720) o representada por “el pueblo çamorano” (vv. 697, 716, 770)30.

 

d. La manipulación de la gesta de las Mocedades
de Rodrigo por la Crónica de Castilla
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------2.4. Si la crítica ha tenido más o menos siempre conciencia del problema que supone la existencia de un adaptador palentino y de unos copistas que en ciertos aspectos modificaron la tradición épica heredada por el Rodrigo, en cambio no ha puesto en duda la fidelidad del historiador de la Crónica de Castilla al contenido del poema épico que tuvo presente cuando interpoló en la Estoria de España los “datos” relativos a las mocedades de Rodrigo.
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Sin embargo (frente a Menéndez Pidal, 1924a, pág. 406 y 1957a, págs. 315-317, frente a Armistead, 1955 y 1963-64 [recog. en Armistead, 2000, págs. 338-345], y frente a Deyermond, 1969) me parece evidente que el cronista post-alfonsí desarticuló intencionalmente la intriga de la gesta para someter la materia épica a la imagen que de Rodrigo, de sus relaciones con el rey don Fernando y del estado del reino le interesaba presentar en su historia, imagen muy discordante de la que encontraba en su fuente épica. Recientemente, Martin (1992, págs. 453-454) razona de forma muy similar a la que aquí desarrollo.
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Desde un principio, la Crónica de Castilla justifica la aparición del mancebo en la historia por su papel de defensor de la tierra respecto a la amenaza mora 31 y se siente molesto con las guerras banderizas entre el conde don Gómez de Gormaz y los hermanos Laínez. De ahí que reduzca al mínimo este tema y, en cambio, saque de su contexto original la primera de las lides, en la cual Rodrigo hace preso al rey moro (en la Crónica, reyes) que ataca a Belorado para seguidamente ponerlo (ponerlos, en la Crónica) generosamente en libertad (cfr. Rodrigo, vv. 449-517), colocándola antes de sus desposorios con Ximena, cuando en la gesta constituía, sin duda, la primera de las cinco lides que se compromete a vencer antes de verse con su esposa “en yermo nin en poblado”32. La ética historiográfica impide al formador de la Crónica de Castilla hacerse eco de la tensión que en la gesta existe, desde un principio, entre el rey y el mancebo: en la Crónica, la muerte, en “griesgo”, del conde don Gómez de Gormaz por Rodrigo 33 no da pie a que Diego Laínez y su hijo teman acudir al llamamiento a cortes (un tópico épico, cuya presencia en el poema considero indudable) y, en consecuencia, a que vayan preparados para afrontar la posible “falsedat” del rey 34; en la entrevista con el rey Fernando, el cronista, siguiendo en su labor de censura, omite el altanero comportamiento de Rodrigo y, lo que es más grave, su negativa a reconocerse vasallo del rey besándole la mano hasta que el rey niño se arme caballero y él pueda mostrarle su superioridad sobre los condes castellanos (motivo esencial en la estructura de la gesta). Al substituir, a su gusto, el clima de las relaciones entre el rey y Rodrigo

“E dixo al rrey que faría su mandado en esto e en todas las cosas que le él mandara. E el rrey gradeciógelo mucho... e añadió a Rodrigo mucho más en tierra que dél tenía, e amávalo mucho en el su corazón porque veía que era obediente e mandado...”,

resulta en el relato cronístico inexplicable que Rodrigo formule a continuación el insólito voto de no acercarse a su esposa hasta vencer cinco lides en campo, ya que en el relato cronístico el voto no se vincula a la posposición del reconocimiento de vasallaje ni es el broche final de una actitud altanera de aquél a quien el Romancero definirá como “el soberbio castellano” 35.
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Eliminado el tema del hijodalgo altanero, central en la construcción épica, el cronista no tiene interés en clarificar a través de qué batallas campales cumple Rodrigo su voto, ni se detendrá a contar siquiera cuándo y cómo realiza el matrimonio con Ximena. Por otra parte, al considerar objetables, en la biografía de un personaje modélico, las guerras intestinas que Rodrigo sostiene con los condes, el historiador post-alfonsí manipula las referencias a las dos lides, estrechamente relacionadas entre sí, con los moros de la Transierra en San Esteban de Gormaz el día de la Cruz de Mayo y con los condes traidores que urdieron el ataque moro en que encontraron la muerte el padre y los tíos de Rodrigo, sacándolas de la cadena secuencial narrativa a que pertenecían y eliminando en ellas elementos esenciales. Aun así, nos deja, a mi parecer, huellas suficientes de la locación primitiva de los episodios, por medio de las cuales nos es dado restaurar la estructura épica de la gesta de las Mocedades de Rodrigo de fines del s. XIII, estructura que, tenidas en cuenta estas consideraciones, resulta ser mucho más similar a la que presenta el Rodrigo copiado en el s. XV que la que viene creyéndose.
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En el Rodrigo (después de una laguna textual en que hemos de suponer que se daría cuenta de los tratos de los condes castellanos con los moros) el moro Burgos de Ayllón, vasallo de Rodrigo, acude a Castilla a advertirle de la invasión que preparan los cinco reyes moros de la Transierra (de Atienza, Sigüenza, Guadalajara, Madrid y Talavera) para el día de la Santa Cruz de Mayo (vv. 638-644); Rodrigo, después de convencer al joven rey don Fernando de que vaya a armarse caballero a Santiago como condición indispensable para que él le bese la mano como vasallo, le acompaña hasta el monte Irago; desde allí se vuelve Rodrigo para acudir, rápidamente, a la Extremadura del Duero (vv. 645-661). En el curso de su entrada, los moros matan a los hermanos Laínez en batalla (incluido el padre de Rodrigo); pero Rodrigo, al tercer día de batalla, logra, finalmente, vencerlos, dando muerte a tres de ellos y apresando a los otros dos, a los cuales lleva “para el pueblo çamorano” (vv. 662-697). A continuación se vengará de los condes castellanos, don García, el Crespo de Grañón, y su hermano Ximen Sánchez, Conde de Burueva, que pactaron la traición con los moros, y los conducirá presos a Carrión y Zamora (vv. 698-717). El rey hace, entonces, juzgar a los condes, que, por traidores, resultan merecedores de muerte; pero una laguna textual nos impide saber más del caso (vv. 721-736); más adelante vemos que Rodrigo les perdona y ruega al rey que les permita volver del destierro en que se hallaban (vv. 769-774). La Crónica de Castilla cuenta, de una parte, cómo los condes de Castilla, envidiosos de Rodrigo, pactan con los moros y emplazan con ellos lid “para el día de Santa Cruz de Mayo” en la cual ofrecen abandonar a Rodrigo, pacto traicionero del que Rodrigo se entera a través de sus vasallos moros, y del que se apresura a dar cuenta al rey, mostrándole “la enemiga en que andavan los condes, et señaladamiente el conde don García que dixieron después de Cabra”. Don Fernando, espantado de la “gran falsedad”, ordenó por cartas a los condes que saliesen de la tierra, “mas entonçes el rrey don Fernando fuesse para Santiago en rromería et mandó a Rrodrigo que echasse a los condes de la tierra, et él fízolo ansí commo el rrey mandara”. No obstante, Rodrigo, ante los ruegos de su “cormana” doña Elvira 36, mujer del conde don García, le hace unas cartas de recomendación para el rey moro de Córdoba, uno de sus vasallos, y consigue de éste que dé al conde el lugar de Cabra “en que visquiesse con su muger e con su conpaña” 37 La Crónica de Castilla sólo refiere la entrada de los moros por la Extremadura castellana y su lid con Rodrigo cerca de San Esteban de Gormaz tiempo después, en forma totalmente desconectada con lo anterior. No dice nada de la muerte de los hermanos Laínez en la entrada de los moros y no hay alusión a la traición de los condes, ya que Rodrigo la denunció al rey antes de que tuviera efecto y el rey desterró a los condes sin que la traición se materializara y sin que Rodrigo tuviera que tomar venganza contra ellos. Pero, aunque la Crónica de Castilla destruyera el orden épico de los sucesos y no cuente el ataque de los moros a la Extremadura del Duero a continuación de la ida del rey en romería a Santiago de Galicia por consejo de Rodrigo, sabemos que ése era el orden de la gesta, ya que comienza el capítulo de la entrada de los moros diciendo: “Cuenta la historia que en este tiempo, estando el rrey don Fernando en Galicia, que los moros vinieron a correr a Extremadura...”. La ida del rey don Fernando a Santiago de Galicia “por consejo de Rrodrigo de Bivar”, sólo la contará (pese a estos restos de la posición que ocupaba en la fuente épica) aún más adelante, vinculándola a las campañas históricas en Portugal, debido al deseo de conexionar la visita a la tumba del Apóstol con un milagro que contaba la Estoria de España combinando información del Tudense y del Codex Calixtinus. En fin, me parece evidente que la estructura de las Mocedades de Rodrigo del s. XIII no difería en este punto de la del Rodrigo (vv. 622-696). Otro pasaje cronístico dislocado es el de la llegada a Zamora de unos mensajeros de los reyes moros vasallos de Rodrigo que le llaman “mio Çid” (por lo que el rey mandó que en adelante se le diera ese título honorífico), y que, por orden del Cid, reconocen señorío a don Fernando; se trata, sin duda, de los reyes moros apresados en la batalla por Rodrigo y la colocación del pasaje en la Crónica de Castilla responde a que sólo tras la conquista de Coimbra el rey ha repoblado Zamora, según las fuentes eruditas que había utilizado Alfonso X.
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Otro problema de interés para la reconstrucción de la estructura de las Mocedades de Rodrigo en su forma más antigua suscitado por la Crónica de Castilla es el de la posible existencia de una versión poética de las campañas históricas de Fernando I en Portugal. Como era de esperar, el relato que de ellas nos da la Crónica de Castilla se basa en la Versión mixta de la Estoria de España alfonsí y, por lo tanto, procede, a través de ella, de fuentes eruditas (Toledano, Tudense y Codex Calixtinus). Pero, como novedad, interpola varias referencias a la participación de Rodrigo.
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Así, después de referir la conquista de Viseo, constata:

“En todo esto fue Rodrigo de Byvar uno de los que y más fizieron”,

y cuando, para preparar la campaña de Coimbra, el rey va a Santiago en romería, a fin de obtener la colaboración del Apóstol, añade que lo hizo

“por conssejo de Rodrigo de Bivar 38, que le dixo que le ayudaría Dios a cobrarla, et demás, de tornada, que quería que lo armasse cavallero et cuidava rresçibir cavallería dentro en Coynbra”;

concluida la conquista, la crónica añade que

“estonçe fizo el rrey don Ferrando cavallero a Rodrigo en Coynbra en la mesquita mayor de la çibdat a que posieron nonbre Santa María; et fízole cavallero desta guisa: çiñiéndole el espada e diol paz en la boca, mas non le dio pescoçada. Et desque Rodrigo fue cavallero, ovo nonbre Ruy Díaz. Et tomó el espada ant’el altar estando, et fizo noveçientos cavalleros noveles. Et fízole el rrey mucha onrra, loándolo mucho el rrey por quanto bien fiziera en conqueryr a Coynbra et a los otros lugares”,

y poco después nos cuenta:

“Et los de Cohinbra quexáronse mucho del grande daño que rresçibían de Montemayor. Et el rrey, con grande saña, fuela çercar et púsole muchos engeños aderredor e fézoles tanta premia que gela dieron. Et Ruy Dias de Bivar fezo mucho bien en aquella çerca. Et yendo él guardar los que yvan por la yerba e por vianda, ovo tres lides muy grandes que venció; et por priessa en que se vio, nunca quiso enbiar pedir acorro al rrey, et por esto ganó muy grand prez. Et fízolo el rrey de su casa cabo, et diole ende el poder” 39.

Armistead (1955 y 1963-64, pág. 342 [recog. 2000, pág. 63]; a quien sigue Pattison, 1983, págs. 84-85) ha considerado que estas interpolaciones recogen, de forma sumaria, episodios de un relato épico, episodios que identifica con la tercera, cuarta y quinta lid de Rodrigo en cumplimiento de su voto. Estas lides habrían desaparecido de la refundición épica conservada en el Rodrigo, puesto que en este texto poético la única referencia a los hazañosos hechos del rey don Fernando en Portugal forma parte del memorable pasaje (vv. 786-799) en que se exalta la grandeza de su señorío justificativa de su tradicional comparación con un emperador 40, contexto que no permite suponer una especial dependencia de la referencia respecto a las cinco lides de Rodrigo:

mandó a Portugal ------essa tierra jenzor,
conquiso
a Cohinbra de moros, ------ pobló a Montemayor,
pobló a Sorya, ------ frontera d( )’Aragón,
corrió a Sevilla ------tres veçes ( )n’una sazón,
a dárgela ovieron moros------ que quesieron o que non,
et ganó a Sant Ysydro ------et adúxolo a León...

 Por otra parte, es notable la aparición en el Rodrigo (vv. 995-1001) de una escena en que (como ha destacado bien Armistead) se describe el acto de ser Rodrigo armado caballero por el rey don Fernando, escena que incluye varios pormenores coincidentes con los de la ceremonia referida por la Crónica de Castilla:

Quando esto oyó el rey, ------ tomólo por la mano,
al rreal de[l] Castellano( ) ------ amos a dos entraron.
El rrey enbió ( ) dos a dos------  los cavalleros de man( )o
fasta que apartó noveçientos ------ que a Rrodrigo bessassen la mano.
Dixieron los noveçientos: ------ —Pero Dyos sea loado
con tan onrrado señor ----- que nos bessemos la mano.—
De Rrodrigo que avía nonbre, ------ Rruy Díaz le llamaron;

La similitud en los detalles (recepción del patronímico Díaz por Rodrigo 41; el nuevo caballero arma, a su vez, 900 caballeros noveles) asegura que las dos ceremonias tienen un origen común; sin embargo, su localización en la historia del joven Rodrigo es muy distinta, ya que en el poema del s. XV el acto ocurre en medio de la expedición del rey Fernando contra Francia, después de que Rodrigo, como alférez del rey, ha derrotado y hecho prisionero al principal caudillo francés, el Conde de Saboya, para lo cual ha sacrificado a la mayoría de sus trescientos vasallos. Una vez más, considero que el poema tardío no innovó apartándose de la tradición. Desde luego, el suceso está perfectamente integrado en el relato: Cuando el joven rey don Fernando (v. 764), como señor de España “desde Aspa fasta en Santiago”, recibe cartas del Rey de Francia, del Papa y del Emperador alemán exigiéndole un tributo anual, sólo Rodrigo le anima a responder agresivamente invadiendo Francia, y cuando, más allá de los puertos de Aspa, ve venir sobre sí los grandes poderes ultramontanos, nadie se atreve a ser alférez del ejército hispano, salvo Rodrigo; pero a todo esto, Rodrigo, que ha besado recientemente la mano al rey reconociéndose por su vasallo 42, es tan sólo un simple “escudero, non cavallero armado” (vv. 865, 912-913), que “nunca oviera seña nin pendón devissado” (v. 873), y que, en contraste con “tanto omne rico et tanto conde et tanto poderosso fijo de algo” (v. 863) como rodean al rey, presume de ser nieto “del alcalde çibdadano” (Lain Calvo), esto es, procedente de la clase baja caballeresca de los caballeros ruanos, “ffijo de un mercadero, nieto de un çibdadano; / mi padre moró en rrúa e siempre vendió su paño” (vv. 305 y 914-915), afirmación que considero notable, pese al doble sentido que Rodrigo da a la acción de vender paño. De ahí que, al ir a comenzar la batalla, el alférez regio (que ha improvisado su enseña caudal, arrancando la piel a su manto y harpando el paño con cortes hechos con su espada) no parezca digno contrincante del conde saboyano, aunque en el curso de ella, como su padre el supuesto mercader de rúa, le venderá caro su paño (vv. 916-918):

Ffincaron me dos pieças ------el día que fue finado,
et commo él vendió lo suyo,------ venderé yo lo mió de grado,
ca, quien gelo conprava,------ muchol’ costava caro.

Vencido el Conde de Saboya, Rodrigo rechaza la ofrenda que su prisionero le hace de su hermosa hija doncella y prefiere guardársela a su rey para que “embarragane” a Francia (vv. 949-989).
------
Lo que sigue a la victoria, la ceremonia de ser Rodrigo armado caballero, recibir un patronímico y armar 900 caballeros noveles, con los cuales avanzará triunfalmente por Francia hasta las puertas de París, es parte esencial de la apoteosis del infanzón con que las fantásticas enfances de Rodrigo debieron de rematarse desde sus orígenes. El desplazamiento de la ceremonia en la Crónica de Castilla a las guerras de Portugal es, a mi parecer, obra de un cronista que conocía las alusiones existentes en la gesta de Las particiones del rey don Fernando a la juventud del héroe, entre las que se hallaba la de haber sido armado caballero en Coimbra, y que, en virtud de su oficio de historiador, intentó armonizar lo contado por las varias fuentes que tenía presentes para construir la historia completa del héroe 43.

e. La estructura y concepción de la
gesta de las Mocedades de Rodrigo
.

------2.5. Una vez conocido el modus operandi del formador de la Crónica de Castilla, resulta para mí claro el hecho de que, si pretendemos reconstruir la secuencia de acontecimientos de la gesta en su estructura original o restaurar la concepción épica inicial del personaje Rodrigo, deberemos basarnos en el testimonio del poema tardío, el Rodrigo, más bien que en la serie de episodios de las Mocedades de Rodrigo del s. XIII que de una forma inarticulada presenta la Crónica de Castilla (frente a lo pensado por Menéndez Pidal, a partir de 1910, págs. 133-141, y por Armistead, 1955 y 1963-64 [recog. en 2000, págs. 338-345]).
------
La defensa, que he venido realizando, de una mayor similitud estructural, que la tradicionalmente supuesta por la crítica, entre la gesta de las Mocedades de Rodrigo conocida c. 1290-1300 por la Crónica de Castilla y la que nos conserva el poema palentino copiado en el s. XV no debe, sin embargo, entenderse como una afirmación de la identidad de las dos manifestaciones poéticas del tema, esto es, de que el Rodrigo llegado hasta nosotros remonte textualmente a finales del s. XIII (hipótesis a la que parece inclinarse recientemente Martin, 1992, Livre III, chap. I) 44. Según mostraré al tratar más adelante del ciclo épico cidiano, el Rodrigo que conocemos ejemplifica, poéticamente, una etapa nueva de la epopeya española con características muy marcadas, que lo apartan del modo narrativo clásico propio de los grandes poemas de los siglos XII y XIII (cap. VI, § 6).

f. La Crónica de Castilla utilizó nuevamente
la gesta de Las particiones en forma poética
.

 ------2.6. El interés por el Cid del historiador post-alfonsí que en la Crónica de Castilla renueva la Estoria de España se manifiesta, también, al incluir los sucesos de que trataba la gesta de Las particiones del rey don Fernando; pero, en esta sección de la historia, se conforma con retocar algunos pasajes de la Estoria de España sin añadir ninguno propiamente nuevo 45. La única excepción es una breve referencia a la estancia en Cabezón del rey moribundo. Al haber heredado el texto de la Estoria de España a través de la Versión mixta, tropezó en el relato de la muerte del rey Fernando con la laguna informativa malamente rellenada que arriba denunciamos, y trató, por su cuenta, de aportar los datos que, más tarde, el texto exigía al referir las guerras entre los hijos del rey: la estancia del viejo rey en Santa María de Almazán haciendo penitencia por tres días y la ida a Cabezón, a donde acude el abad y cardenal don Fernando, hijo bastardo del rey; el acto de encomendar al infante don Sancho que estime y favorezca al Cid; las últimas recomendaciones hechas al abad-cardenal antes de pedirle su bendición. Evidentemente, para suplir estos datos, consultó el “Cantar del rey don Fernando”. Más adelante, al tratar de las guerras entre los hijos del rey don Fernando, reforma la referencia que Alfonso X había incluido en su Estoria, tomada del Tudense y del Toledano, al modo en que don Alfonso sale de prisión después de ser apresado por su hermano en la batalla de Carrión. Lo añadido dramatiza la llegada de doña Urraca y su ayo Per Ansúrez ante el rey don Sancho, incorporando como elementos narrativos nuevos el que hablen previamente con el Cid para que les ayude y que el Cid acceda pues “quería muy bien a doña Urraca”, junto con el siguiente texto:

“Estonçe doña Urraca Fernando fincó los ynojos ant’el rey don Sancho su hermano e con ella el Çid e don Pero Ançures e otros onrrados omnes e pidióle merçet por el rey don Alfonso. Et el rey don Sancho, quando esto vio, levantóse en pie e tomó a su hermana por la mano e fízola levantar e asentar cabe s´y, e díxole: Agora dezid, hermana, lo que quisierdes. Estonçe díxole toda su razón, segunt avedes o´ydo. E el rey fue muy sañudo e salió con el Çid aparte e preguntóle cómo faría. Et el Çid le dixo que, pues el rey don Alfonso quería ser monje, que lo soltase con esta condiçion e que faría bien e aguisado”.

Aunque la Crónica de Castilla interpola, a menudo, el nombre del Cid por razones ajenas a la consulta de fuentes épicas, aquí creo que los detalles añadidos encajan perfectamente en lo que sabemos eran los parámetros de la gesta de Las particiones en el s. XIII. Esta hipótesis encuentra apoyo en el comportamiento del cronista refundidor en episodios centrales del cerco de Zamora.
------
En este cantar, el refundidor consideró preciso citar con una mayor fidelidad verbal ciertos discursos de procedencia épica que Alfonso X había despoetizado ligeramente. Esa búsqueda de exactitud verbal le llevó a conservar múltiples asonancias épicas, que en la más acendrada prosa alfonsí no se consideraban tolerables. Curiosamente, al obrar así, el cronista post-alfonsí viene a comprobarnos, a veces, la permanencia en la gesta a lo largo de los siglos de ciertas fórmulas expresivas, pues los versos ahora documentados se transparentaban ya en la prosa latina de fray Juan Gil de Zamora (entre 1278 y 1282) o, incluso, de la Crónica naiarensis (c. 1185-90). Así, cuando doña Urraca recibe la conminación de su hermano el rey don Sancho de que le entregue Zamora “por aver o por canbio” y la oferta de heredarla “de Villalpando fasta Valledolid et Medina de Rioseco con todo su infantadgo e Tiedra”, sus fieles zamoranos le aconsejan:

“...non dedes a Çamora nin por aver nin por cambio, ca quien vos cerca en peña, sacarvos querrá de lo llano” (Cr. Castilla).

dándonos el texto romance de lo que aquellas crónicas latinas habían traducido al decir:

“...et domina Urraca eidem super compositionem et concambium respondisset quod qui comminabatur in rupe, percuteret eam in plano...” (De praeconiis) 46; “...qui eam ut Semuram reddat, et per Zemuram concambium in planis accipiat...”; “Quid mihi faceret extraneus in planis, cum hic mihi frater uterinus faciat in arduis et munitis?” (Chr. naiarensis) 47.

A veces los versos épicos famosos que el cronista se resiste a dejar en el olvido han pervivido en la tradición oral hasta llegar a ser recogidos como parte de un romance viejo. Así, en la Crónica de Castilla, cuando el rey don Sancho llega ante los muros de Zamora y contempla la ciudad:

“...vio como estaba bien assentada, del un cabo le corría el Duero e del otro peña tajada”,

y desde el muro de Zamora una voz anónima le advierte de la traición que le acecha:

“Dígovos que de la villa de Çamora es salido un traydor a quien dizen Vellido Adolfos, e es fijo de Adolfo e nieto de La´yno, éste mató a don Nuño su conpadre e echólo en el rrío, e es muy gran traydor provado”48,

incorporando a una prosa semi-rimada un motivo que figuraba ya en la gesta conocida por fray Juan Gil de Zamora, el de la herencia, por la sangre, de la cualidad de traidor:

“Fue además el dicho Bellido Adolfos (Bellidus Athaulphi), pronepos [‘biznieto’] de Llaín (Xayni), el que en Toro mató a Muño Fernández, y además consobrinus [creo que en el significado de ‘sobrino nieto’ y no de ‘primo’] de Rodrigo Vélez, quien, según he dicho, mató traicioneramente en León al infante García; y este caballero Bellido, efectivamente procedente de la sangre de condes traidores, se persuadió de que...” (lat., De praeconiis) 49,

nos anticipa en el tiempo la escena poética desarrollada por el romance testimoniado en el s. XVI:

“—Rey don Sancho, rey don Sancho, ----no digas que no te aviso,
que de dentro de Çamora  ----un alevoso a salido,
llámase Vellido Dolfos, ---- hijo de Dolfos Vellido,
quatro trayciones a hecho  ----y con esta serán cinco,
si gran traydor fue el padre, ---- mayor traidor es el hijo...”

------La necesidad que siente el cronista refundidor de completar, hasta en sus últimos pormenores, las palabras que pronuncian Diego Ordóñez, Arias Gonzalo y el Cid en las solemnes ocasiones representadas por el reto a Zamora y la jura de Santa Gadea nos permite conocer, casi verbatim, dos escenas épicas de Las particiones del rey don Fernando. La versión, casi poética, del reto en la Crónica de Castilla decía:

 “Los castellanos han perdido su señor e matóle el traydor de Vellido seyendo su vassallo, e vos los de Çamora acogísteslo en la villa, e por ende digo que es traydor quien traydor tiene consigo, si sabe de la trayción e si lo consiente. E por ende, riepto a los de Çamora, tan bien al grande como al chico, e al muerto como al vivo, e ansí al nascido como al que es por nascer, e riepto las aguas que bevieren que corren por los ríos, e riéptoles el pan e riéptoles el vino, e si alguno ay en Çamora que desdiga lo que yo digo, lidiárgelo he, e con la merced de Dios fincarán por tales como yo digo. Respondióle don Arias Gonçalo: Si so yo tal qual tú dizes, no oviera de ser nascido, mas en quanto tú dizes todo lo has fallido, que lo que los grandes fazen, non han culpa los chicos, nin los muertos por lo que fazen los vivos...”

Aún más llamativa es la presencia en la crónica de las tiradas de la gesta en la escena de la jura. El carácter poético del pasaje ha sido notado por cuantos nos hemos interesado en el estudio de la tradición manuscrita de la Estoria de España alfonsí 50, desde el s. XVIII (según hace bien en recordar Di Stefano, 1988, n. 20), hasta tiempos más o menos actuales (Cintra 1951, pág. CDXLV; Catalán, 1969a, pág. 435).

“—Vos venides jurar---- por muerte del rey 51 vuestro hermano
que nin lo matastes, ----nin fuestes en consejarlo,
dezid ‘si juro’---- vos e esos fijos dalgo.—
E el rrey e ellos---- dixieron: ‘Sy juramos’.
—Sy non, tal muerte murades---- qual murió vuestro hermano,
villano vos mate, ----que non sea fijo dalgo,
de otra tierra venga, ---- que non sea castellano.—
‘Amen’, rrespondió el rrey ---- e los doze fijos dalgo.
—Vos venides jurar----  por muerte de mi señor
que nin lo matastes, ---- nin fuestes consejador.—
‘Juro’, rrespondió el rrey, ----  con los doze que con él son 52.
—Sy non, tal muerte murades----  qual murió mi señor,
villano vos mate, ---- ca fijo dalgo non,
de otra tierra venga ---- et non de León.—
‘Amen’, rrespondió el rrey, ---- mudada la color.
Tres vezes lo conjuró ---- el Çid Canpeador
a él e a los doze----  fijos dalgo que con él son.
Pero que fue sañudo el rrey contra el Çid, e díxole:
—Varón Rruy Días, ----¿por qué me afyncades tanto?
que oy me juramentades ---- e cras besaredes mi mano.—
Respondió el Çid: ---- —Commo me fizierdes algo,
ca en otra tierra ---- sueldo dan a fijos dalgo,
e asy farán a mí ---- quien me quisiere por vasallo”.

g. El destierro del Cid incorporado a
la gesta de Las particiones
.

------2.7. De conformidad con estos criterios o gustos, que se nos manifiestan en escenas varias procedentes del “Cantar del rey don Sancho” y del “Cantar del reto de Zamora”, el cronista que reformó la Versión mixta para crear la Crónica se Castilla tampoco se conformó con el resumen alfonsí del episodio de la partida del Cid al destierro y, en la escena en que el Cid convoca a “sus amigos e sus parientes e sus vasallos”, introdujo claras reminiscencias de los versos de la gesta:

“...e los que comigo fuerdes, ----de Dios ayades buen grado,
e los que acá fyncáredes, ----quiero me yr vuestro pagado.—
Estonçe fabló Alvar Háñez  ----su primo cormano:
—Conbusco yremos todos, ---- Çid, por yermos e por poblados
e nunca vos falleçeremos  ----en quanto seamos bivos e sanos,
conbusco despenderemos  ----las mulas e los cavallos
----
----------------------------------------e los averes e los paños,
sienpre vos serviremos  ----commo leales amigos e vasallos.
Estonçe otorgaron todos lo que dixo Alvar Háñez. E mucho les agradesçió mio Çid quanto all´y fue rrazonado53.

------La presencia de estos versos en los manuscritos de la Crónica de Castilla prueba que el cronista conoció en forma versificada la escena, lo cual tiene especial importancia, ya que tal escena, según testimonio concorde no sólo de la Versión amplificada (de 1289) y de la Versión mixta, que remontan a la redacción de c. 1270 de la Estoria de España alfonsí, sino también de la Versión crítica de 1282-84, formaba parte del comienzo del Mio Cid que no ha llegado hasta nosotros debido a la separación y extravío del primer folio del manuscrito de Vivar. Hasta este punto no me parece que quepan discrepancias razonables en la interpretación del testimonio.
------
En cambio, resulta, sin duda, abierta a discusión cualquier hipótesis que ensayemos acerca del significado de este hecho para la historia de la gesta. Dada la similitud de contenido entre las prosificaciones alfonsíes de la escena y los versos conservados en la Crónica de Castilla, la más simple consiste en suponer que el formador de esta crónica de c. 1290 alcanzó a conocer los mismísimos versos que resumió Alfonso X c. 1270 y en 1282-84; entonces, tendríamos conservados en ella los versos perdidos del Mio Cid viejo. A ello se opone, sin embargo el verso

Estonçe fabló Alvar Háñez ----su primo cormano,

pues, en el Mio Cid del manuscrito de Vivar o en el resumido por Alfonso X, el parentesco de don Álvaro con el Cid no es el que ese verso indica, sino el de sobrino, ya que repetidamente se nos dice que doña Elvira y doña Sol son sus “primas” (Mio Cid, vv. 2846, 3438, 3447) 54; en cambio, la “Interpolación” de la Versión mixta, en ciertos pasajes 55, y la Crónica de Castilla, sistemáticamente 56, insisten en el nuevo (y antihistórico) parentesco. Parece, pues, necesario admitir que el pasaje en verso (nótese bien) de la Crónica de Castilla procede de una Refundición de la narración épica y no del viejo Mio Cid que conoció Alfonso X (Catalán, 1995, n. 102), y que ya en esa Refundición la epopeya tardía admitió este parentesco antihistórico frente al correcto conservado por el viejo Mio Cid. No se trata de un detalle intrascendente, pues la conexión de la labor refundidora de las gestas con intereses genealógicos nobiliarios es una cuestión importante, si bien difícil de estudiar con fundamentos sólidos y no, según a menudo vemos, atreviéndose, sin más, a presentar desparpajadamente suposiciones más o menos imaginativas. En favor de la existencia de esa Refundición, ha observado Armistead (1983-84, págs. 179-180) que en otra escena inmediata del mismo episodio épico, la de la salida de Vivar, el texto tenido en cuenta por el formador de la Crónica de Castilla para completar el relato alfonsí de la Versión mixta, aunque debe parte de sus elementos al Mio Cid y conserva reflejo del asonante á.o propio de esa laisse épica, es, claramente, heredero de un texto en que toda la escena ha sido fuertemente alterada, no por el cronista, sino por su fuente poética (según confirma algún asonante de nueva creación en la serie en a.o y la presencia, a continuación, de una nueva serie en a.e):

“Movió con sus amigos de Bivar, e mandó que se fuesen camino de Burgos. E quando él vio los sus palacios deseredados e syn gentes, e las perchas sin açores, e los portales syn estrados, tornose contra Oriente e fincó los ynojos e dixo: Sancta María, madre de todos los sanctos, dat me poder por que pueda destroyr todos los paganos et que de ello pueda ganar [algo] como faga bien a mis amigos e a mis vasallos e a todos los otros que comigo fueren e me ayudaren. E estonçe leuantóse e demandó por Alvar Fáñez e díxole: Primo, ¿qué culpa han los pobres por el mal que a nos faze el rrey? Mandad castigar estas gentes que non fagan mal por do fuéremos. E dizen que demandó la bestia para cavalgar e entonçe que dixo una vieja a la su puerta: Ve en tal punto que todo estragues quanto fallares e quisiéredes”.

------La última interpolación en este episodio introducida por el cronista refundidor de c. 1290-1300 ocurre cuando el Cid levanta sus tiendas de la glera de Burgos (cfr. PCG, pág. 524a23):

“Mandó tomar todo quanto falló fuera de Burgos, e mandó mouer al paso de las ansares que falló en la glera que levavan consigo rrobadas. E as´y llego a Sant Pedro de Cardeña do avía enbiado a la muger e a las fijas. E quando vio que ninguno non salió en pos él, mandó tornar la presa de quanto avía rrobado a Burgos”.

------El hecho de que en los restantes episodios cronísticos basados en el “Cantar del Destierro” la Crónica de Castilla siga al texto de la Versión mixta y cuando se aparta de ella no parezca hacerlo en virtud del conocimiento de una fuente poética 57, nos exige, al menos, plantear la posibilidad de que la escena inicial del destierro hubiera sido segregada del resto de la gesta del Mio Cid para incorporarla al tema de Las particiones del rey don Fernando (Catalán, 1995, n. 102). Más arriba vimos cómo el rey don Alfonso remataba su juramento exculpatorio con una resentida advertencia al Cid. Ese remate era ya conocido de Alfonso X c. 1270, puesto que la Estoria de España constata:

“Después que la yura fue tomada et acabada, quiso Ruy Díaz el Çid besar la mano al rey don Alffonso; mas non gela quiso dar”58;

pero, tal como aparece en la Crónica de Castilla, esto es, seguido de la arrogante réplica del Cid arriba citada (que Alfonso X no sabemos si desconocía o prefirió ignorar por razones de ética historiográfica), no podemos por menos de considerarlo (como Horrent, 1961, pág. 265) un claro anticipo de la conflictiva relación entre el Cid y su nuevo rey que dará lugar al destierro de Rodrigo Díaz de Vivar por Alfonso. Siendo ello así, cobra especial relieve la presencia en la Crónica de Castilla de un episodio, desconocido de la Versión mixta, anterior a la conversación del Cid con sus parientes y vasallos, en que se pone en acción la ira del rey y su orden al Cid de partir al destierro:

“Et enbióle dezir que se quería ver con él entre Burgos e Bivar. Et el rrey salió de Burgos e llegó açerca de Bivar. Et el Çid quísole besar la mano, mas el rrey non gela quiso dar, et díxole sañuda mente: —Rruy Díaz, salid de mi tierra.— Et estonçes dio el Çid de las espuelas a un mulo en que estava et saltó en una tierra que era su heredat, et dixo: —Señor, non estó en la vuestra tierra, mas ante me estó en la mía.— Et dixo el rrey estonçes muy sañuda mente: —Salidme de todos mis rregnos sin otro alongamiento ninguno.— Et dixo estonçes el Çid: —Dadme plazo de treynta días commo es derecho de fijos dalgo.— Et el rrey dixo que lo non daría, mas que dende a nueve días que se fuesse dende, si non que lo yría él catar. Et desto plogo mucho a los condes, mas [pesó] mucho a los de la tierra comunalmente. Et allí se partió el rrey del Çid”.

La posibilidad de que en la hoja perdida del Mio Cid se contara algo semejante es nula. No cabe pensar que en él hubiera una escena en que el rey directamente conminara al Cid a salir del reino en nueve días. La tonalidad del episodio lo pone, en cambio, en relación con la réplica del Cid a las amenazas del rey en Santa Gadea y con la desafiante manera en que sale de Burgos camino de Cardeña en la nueva versión de la Crónica de Castilla. Podría, en consecuencia, pensarse en la existencia de un texto poético donde las escenas constituidas por la jura, la confrontación verbal entre el rey y el Cid, la orden de salir del reino, la constitución de la mesnada, el abandono de los palacios, el paso por Burgos en actitud desafiante y la ida a Cardeña formasen una cadena ininterrumpida. El romance épico de La jura de Santa Gadea en sus varias versiones (la manuscrita y las impresas) sería, en tal caso, una reelaboración del mismo fundido escénico 59, ya que en él la escena de la jura se remata con la advertencia del rey y la altanera réplica del Cid, seguidas, inmediatamente, por la orden de destierro (a la que el Cid nuevamente responde con otro desplante no menos altanero), por el abandono de los palacios y por la jactanciosa y desafiante partida del desterrado, sin besar la mano del rey, rodeado de su mesnada:

—Villanos te maten, Alonso,----- villanos que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, ----- que no sean castellanos,
si ellos son de Leon, ----- yo te los do por marcados,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
si non dizes la verdad ----- de lo que te es preguntado:
si tu fuiste o consentiste ----- en la muerte de tu hermano.—
Allí rrespondió el buen rey, ----- bien oyrés lo que a hablado:
—Mucho me aprietas, Rrodrigo, ----- Rrodrigo mal me as tratado,
mas oy me tomas la jura, ----- cras me besarás la mano.—
Allí respondió el buen Cid, ----- como hombre muy enojado:
—Aqueso será, buen rrey, -----  como fuese galardonado,
que allá en las otras tierras ----- dan sueldo a los hijosdalgo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
—Vete de mis tierras, Cid, ----- mal cavallero provado.
—Qué me plaze —dixo el Cid— ----- que me plaze de buen grado,
por ser la primera cosa ----- que mandas en tu reinado.—
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya se parte el buen Cid ----- de Bivar esos palaçios,
las puertas dexa cerradas, ----- los alamudes echados...etc.

h. ¿Heredó la Crónica de Castilla parte de su
 relato de la *Estoria caradignense del Cid?

------2.8. Al examinar las novedades de la Crónica de Castilla respecto a la Versión mixta de la Estoria de España antes de la “laguna” que da paso a la incorporación de la “Interpolación cidiana” he dejado de lado el problema de la posible utilización de la *Estoria caradignense del Cid por la Crónica de Castilla, ya que no tengo criterios claros en qué apoyarme para discernir en qué etapa de la transmisión del relato se pudo producir cada una de ellas, y ni siquiera puedo especular sobre la estructura de la *Estoria caradignense en toda esta parte, aunque sospeche que incluiría ya las mocedades del héroe. Cómo armaría el monje de Cardeña la historia del héroe en los reinados de Fernando I y Sancho II es, hoy por hoy, inimaginable.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

NOTAS

 20 Ya en el segundo capítulo del reinado (y de la Crónica) se constata: “En este tiempo se levantó Rrodrigo de Bivar, que era mançebo mucho esforçado en armas e de buenas costunbres...”.

21 A la refundición por él llamada “Tercera versión del Mío Cid” (Menéndez Pidal, 1957a, pág. 299).

22 La autonomía de la adición se subraya por el hecho de que en las dos crónicas, la Abreviada y la de Castilla, la anécdota se incluya distribuida en forma distinta.

23 También con diferencias de distribución en una y otra crónica.

24 En el caso particular de la Crónica de Castilla y sus relaciones con la Versión mixta (especialmente estrechas con la rama de esta versión que conocemos a través del ms. F), la posterioridad de la Crónica de Castilla es obvia para cualquiera que crea en razonamientos basados en la crítica textual, por muy diversas que sean sus supuestos teóricos de otro orden, y esto, no sólo en el trecho correspondiente a la “Interpolación cidiana”, sino en toda su extensión, desde el reinado de Fernando I al de Urraca Alfonso. Claro está que el hecho de que en la “Interpolación cidiana” el texto de la Crónica de Castilla sea, al igual que en las partes anteriores de la historia, posterior a la Versión mixta no excluye que, siendo como es independiente de los manuscritos de la Versión mixta, pueda conservar detalles textuales del prototipo común (en este caso de la *Estoria caradignense del Cid) a veces preferibles; pero no hay que confundir estos casos con las correcciones e interpolaciones patentes a que arriba he aludido.

25 Véase aquí adelante lo expuesto en el § 2d

26 Un buen ejemplo de este tipo de glosas en la transmisión manuscrita de textos cronísticos comento en Catalán, 1974b, págs. 207-210.

27 Quizá sería parte del relato, aunque falte en el manuscrito, la reposición del prelado palentino en su diócesis por mano de Rodrigo tras ahuyentar o derrotar a los condes, dado lo que se dice en el v. 742 (“dixo Arnaldo el perlado: Yr quiero a Roma querellarlo”).

28 Pese a que el personaje que vende Palencia al rey para crear el obispado tenga (como señala Martin, 1992, págs. 449 y 452) raigambre legendaria: el conde don Pedro de Aguilar de Campóo es, en efecto, personaje épico y formaba parte de la corte de Fernando I tal como se la concebía en el poema de Las particiones de los reinos (según el testimonio de la Versión crítica de la Estoria de España).

29 La Introducción histórico-genealógica, aparentemente abandonada en el v. 94, sigue en 136-143 y luego en 204-282; el v. 204 sólo tiene pleno sentido leído inmediatamente después del 143. Cuando, para gran satisfacción de los castellanos, el buen rey Sancho Avarca regresa de los puertos de Aspa con su esposa hija del rey de Francia (vv. 92-94), estando “alegre e pagado”, recibe la noticia de la muerte de su abuelo el Rey de León (vv. 136-137); al hacerse con los reinos (v. 143) y por ser León la cabeza de ellos, desampara a Castilla (vv. 204-206) y como consecuencia de ello se le alzan los linajes de los hijosdalgo castellanos descendientes del “otro” alcalde, Lain Calvo (ya que el rey era descendiente del primero, Nuño Rasura).

30 Victorio (1982, págs. XLVI-XLVII) llamó acertadamente la atención acerca de este hecho, tratándolo de explicar a su manera. Contra lo habitualmente pensado, creo que la suposición de que Fernando I tiene su corte en Zamora procede de la gesta antigua: la Crónica de Castilla omitió o substituyó por otros nombres el de Zamora porque sabía, por fuentes eruditas, que la repoblación de esta ciudad por Fernando I se hizo en tiempo posterior, cuando envió a buscar los cuerpos de los mártires a Córdoba. A esta misma explicación ha acudido, independientemente, Martin (1992, pág. 453 y n. 111). Nuestra coincidencia es el resultado natural de una evaluación general también coincidente de cómo el cronista usa el material épico.

31 “...et pagávanse d’él mucho las gentes, ca se parava mucho a anparar la tierra de los moros” (cap. II).

32 (Véase adelante, cap. VI, § g y n. 37). El trastrueque cronístico se delata en dos detalles referentes a la relación de Rodrigo con su propia madre: cuando es desposado contra su voluntad con Ximena, hace entrega de la novia a su madre para que la cuide mientras él cumple su voto, “et estonçes partiósse dellas e fuesse contra la frontera de los moros”, pero la Crónica de Castílla no contará a continuación sino la lid por Calahorra contra el campeón navarro; a su vez, al relatar, antes de que Ximena le reclame por marido al rey, la prisión de los reyes moros, concluye el episodio notando que “vénose para su madre e truxo conssigo los rreys”. Si reordenamos el texto, el comportamiento de Rodrigo resulta más justificado.

33 La muerte es notada lo más escueta y asépticamente posible: “Rrodrigo, andando por Castilla, ovo griesgo con el conde don Gomes de Gormaz et ovieron su lid entre amos e mató Rrodrigo al conde”. No es posible admitir que el desinterés respecto al por qué y al cómo esa muerte se produjo fuera heredado de la gesta conocida por el cronista.

34 Recuérdense los lapidarios consejos de Diego Laínez a su hijo en el Rodrigo (vv. 392-395): “Témome de aquestas cartas que andan con falsedat / et desto los rreys muy malas costunbres han. / Al rey que vos servides, servillo muy sin arte, / assy vos aguardat d’él commo de enemigo mortal”. En contraste, la crónica supone que “Rodrigo de Bivar, quando vio las cartas del rrey su señor, plógole mucho con ellas”; no obstante lo cual, se nos dice que el mancebo “levó muchos cavalleros d’él e de sus parientes e de sus amigos et muchas armas nuevas” (¡extraña forma de presentarse en la corte!).

35 Según veremos al tratar del testimonio del romancero épico (cap. VIII, § 2e), la altanería de Rodrigo fue conservada en una escena romancística famosa (“Cavalga Diego Laínez”), la cual recoge toda la construcción de la ida y llegada a las cortes de Rodrigo y de su padre que, en versión épica, contiene el Rodrigo.

36 El nombre de la “cormana de Rodrigo, mujer del conde don García, varía en la tradición manuscrita de la Crónica de Castilla, pero la lección “Elvira” es preferible al hallarse apoyada por manuscritos de las versiones no abreviada y abreviada (las alternativas a ese nombre son propias de familias particulares de textos en una y otra versión).

37 La escena de la entrevista con Rodrigo de esta su “cormana” es presentada en la Crónica con detalle y dramatismo inusuales. No podemos compararla con un pasaje correspondiente en el Rodrigo debido a la laguna textual que hay en este poema en el episodio del juicio y condena a destierro de los condes; pero es patente que esta doña Elvira casada con don García es “Elvira Gómez”, hermana mayor de Ximena, de la cual ha hablado antes el Rodrigo (v. 328). No creo que la doña Elvira de las Mocedades tenga nada que ver (frente a lo supuesto por Armistead, 1958-59, y 2000, págs. 52-57) con la segunda hija de Fernando I, infanta que no era “cormana” de Rodrigo.

38 El nombre dado al personaje, “Rodrigo de Bibar”, sin el patronímico “Díaz” corresponde a la situación social en que aún se halla al no haber sido armado caballero, momento éste en el cual se adquiría el derecho a ser llamado con el patronímico. Véase n. 41.

39 De la Crónica de Castilla pasó la narración de estos hechos a la Crónica de 1344. Una u otra crónica sirvieron de base al “livro de San Pedro da Almidina” de donde tomó su información la Ia Crónica Breve de Santa Cruz de Coimbra, que reproduce los datos sobre Rodrigo y Coimbra arriba citados, junto con otros también relacionados con la toma de la ciudad.

40 (“Por esta razón dixieron:) / El buen rey don Fernando par fue de emperador. / Mandó a Castilla Vieja, et mandó a León, / et mandó a las Esturias fasta en Sant Salvador; / mandó a Galicia... etc.” (sigue con los versos citados en texto). El recuerdo de la magnitud “imperial” del reino es un “motivo” épico que se halla ya en el Mio Cid (“de largos reinos a vos dizen señor”, v. 2936): “Rrey es de Castiella e rrey es de Leon / e de las Asturias bien a San Çalvador, / fasta dentro en Santi Yago de todo es señor, / e llos condes gallizanos a él tienen por señor”, vv. 2923-2926).

41 La expresión cronística, “et desque Rodrigo fue cavallero, ovo nonbre Ruy Díaz”, y la del Rodrigo, “de Rrodrigo que avía nonbre, Rruy Díaz le llamaron”, enuncian concisamente, de forma muy similar, cómo la ceremonia de recibir caballería conllevaba la adquisición del patronímico.

42 Rodrigo, que había condicionado el reconocimiento de señorío a don Fernando a que el rey se armase por sí mismo caballero en el padrón de Santiago (Rodrigo, vv. 647-656), cuando el rey, durante la expedición contra Francia, no encuentra apoyo en sus condes para enfrentarse a los franceses y le convoca, acude en su acorro y, según se dice explícitamente, al llegar “le bessó la mano” (Rodrigo, v. 555), no sabemos si por vez primera (dadas las lagunas existentes en la narración poética en torno al episodio fragmentario sobre la diócesis de Palencia intercalado entre el v. 731 y el 747; no creo, en cambio, que entre el v. 661 y el v. 662 haya solución de continuidad, como proponía Menéndez Pidal en su edición).

43 Es esta misma la conclusión a que llega Martin (1992, págs. 447-449) al someter a crítica los “supuestos indicios de la existencia de las Mocedades” en días de Alfonso X derivados del examen de la “Interpolación cidiana” y la Crónica de veinte reyes.

44 Al menos, no plantea abiertamente la posibilidad de que “le Poème” que sitúa en la minoría de Fernando IV “o poco después” (fr.) tenga diferencias formales o de contenido importantes en relación con el conservado (sólo en § 2.2.3.2 considera que “el componente oral de la transmisión... ha estimulado la adaptación lingüística al presente de la declamación”, fr.).

45 Con independencia de la gesta, la Crónica de Castilla se muestra especialmente censora de la decisión de dividir el reino. El origen cronístico de las adiciones en que ese juicio político se manifiesta (Pattison, 1983, págs. 94-95) es evidente. La causa hay que buscarla, no en el deseo de conseguir una mayor cohesión interna en la narración (Pattison), sino en consideraciones políticas del tiempo en que se redactó la crónica: desde luego, era lo que pensaban Sancho IV, la reina doña María y Fernando IV como consecuencia de la cuestión sucesoria planteada desde los últimos años de Alfonso X.

46 La ed. crítica de Castro y Castro (1955) estropea gravemente el pasaje, corrigiendo “contubernio”, en vez de “concambium” e “irrumpere” en vez de “in rupe” que son las lecciones correctas que dan los manuscritos (en parte este texto malamente corregido remonta a Fidel Fita, 1884, quien introducía ya “ei irrumpere”).

47 Ed. Cirot (1909), pág. 274; ed. Ubieto (1966), pág. 113; ed. Estévez (1995), pág. 174.

48 Las varias ramas de la Crónica de Castilla deforman, de manera desigual, el texto de su prototipo. La precisión “e nieto de Layno” (bien conservada por el ms. portugués A y por la familia T, D, S, N, etc.) es lección correcta, según nos confirma fray Juan Gil de Zamora; pero fue leída mal por el prototipo de la familia G, Z, P, B, etc., convirtiendo “nieto de” en “mato dõ” y confundiendo “layno” con “nuyno” (ms. G) > “nuño”. A su vez, el nombre del compadre muerto, “don nuño” (conservado por G, Z, P, B, etc.), nombre confirmado también por fray Juan Gil, desapareció en el ms. A y en la familia T, D, S, N, etc., diluido en el indefinido “un” (Sobre los varios manuscritos, véase Armistead, 1986-87a, pág. 346 y n. 17 y, en general, Catalán, 1962, págs. 325-334 y nn.).

49 Ed. Fita, pág. 159; ed. Castro y Castro, pág. 257. En un párrafo anterior había dicho que Vellido era “nepoti Roderici Velez qui infantem Garsias sacro fonte levaverat, apud Legionem proditionaliter interfecit”.

50 En tiempos ya lejanos, creyéndolo fragmento de un romance; modernamente, como evidencia de la existencia de una gesta.

51 Los manuscritos aclaran “del rey don Sancho vuestro hermano”.

52 En los manuscritos G y P (que coinciden bastante entre sí) este verso se halla prosificado invirtiendo sus componentes sintácticos: “Respondió el rrey con los doze que con él son (var. eran): Juro (var. Sy juramos)”.

53 Respecto al final de la prosa, prefiero la reconstrucción de los versos mediante inversión de la frase: *”Lo que dixo Alvar Háñez todos lo otorgaron / Mucho gradesçió mio Çid quanto all´y fue rrazonado”, que la propuesta por Armistead (1983-84, pág. 179): *”Entonçe otorgaron todos quanto dixo [don] Álvar[o]”.

54 En la Estoria de España se aclaraba ya este parentesco al nombrar por primera vez a Alvar Háñez en un pasaje basado en la gesta de Las particiones (PCG, pa. 498b20-21).

55 Véase atrás, n. 17 donde comenté ya los pasajes “Vos sodes primo cormano de las donzellas...”; “tomad vuestras cormanas...”, en que aún se mantiene el parentesco tradicional, y la aparición en otras ocasiones del de nueva invención, considerando a Alvar Háñez “primo” del Cid y a doña Elvira y doña Sol sus “sobrinas”.

56 La Crónica de Castilla enmienda los dos pasajes citados en la n. 55, diciendo: “...Vos sodes tío de las donzellas...”; “...tomad vuestras sobrinas...”, y, naturalmente, conserva las referencias que concordaban con la nueva forma de emparentamiento de don Álvaro con Rodrigo Díaz de Vivar.

57 Ni la adición de los nombres de los caballeros catalanes que el Cid deja marchar con el conde de Barcelona (don Yugo y Guillén Bernalte), ni la noticia de que tras la batalla con Fáriz y Galve envía las señas ganadas a Santa María de Burgos son detalles épicos. Tampoco lo es el curioso razonamiento “pues el çielo es alto non podemos sobir allá, e la tierra no nos querría acoger so sy”. Se trata de un tópico que hallamos en textos muy diversos. Figura en el Libro de Alexandre (v. 1277): “nos’ podié matar, nen del sieglo salir, / ne entrar so la tierra, ne al çielo sobir” y en el Poema de Alfonso XI (estr. 1433-1434): “Si ellos al çielo sobieren / pensemos de los seguir; / si se fueren por la sierra, / e nos con ellos seamos; / si se entraren por so (la) tierra, / depos dellos nos vayamos; / si quebraren en la mar, / e nos con ellos quebremos...”. En la leyenda del Abad Juan de Montemayor incluida en el incunable de Toledo de hacia 1500 (ed. Menéndez Pidal, pág. 220) se dice igualmente “...e que queramos meter nos so la tierra, ella no nos querrá acoger. Otrosí el cielo es alto e no podemos allá sobir”. (Creo recordar que el motivo aparece, muy semejante, en textos historiográficos árabes).

58 El resumen alfonsí de la jura que precede a las palabras citadas en texto ofrece rasgos de dos series o laisses, una en ó.e y otra en á.e: “—Venides vos jurar que non fuestes en consejo de la muerte del rrey don Sancho mio señor. Et si vos mentira jurades, plega a Dios que vos mate un traydor que sea vuestro vasallo, ansy commo lo era Vellid Adolfo de mio señor el rrey don Sancho.— El rrey dixo entonçe ‘Amen’, e mudósele toda la color. El Çid dixo otra bez: —Rey don Alfonso, venidesme jurar por la muerte del rrey don Sancho que nin la consejastes nin lo mandastes matar. E si vos mentira jurades, mátevos un vuestro vasallo a engaño, ans´y commo mató Vellid Adolfo al rrey don Sancho mio señor.— Et el rrey dixo: ‘Amen’, e mudósele otra vez la color. Et ans´y commo dizía, ans´y otorgava el rrey don Alfonso e doze de sus vasallos con él. Después que la jura fue acabada, quiso besar Rruy Díaz la mano al rrey don Alfonso, mas non gela quiso dar”. Pero parece basado en un texto poético distinto, según destaca Horrent (1961, pág. 261), para quien “el cotejo de las diversas restauraciones poéticas manifiesta a las claras que cada una representa una versión particular, lo que infunde la presunción de que hubo sobre el episodio de la jura una tradición juglaresca múltiple”. Lo que sigue en las crónicas procede de las fuentes latinas: “diz quel desamó d’allí adelante, maguer que era muy atrevudo et muy hardit cavallero” (PCG, pág. 519b30-32) < “Unde et postea licet strenuus, non fuit in eius oculis gratiosus” (Tol., VI.20)’; “Quapropter Rex Adefonsus semper habuit eum exosum” (Tud., pág. 100).

59 El romance “En Santa Agueda de Burgos” o “En Santa Gadea de Burgos” fue estudiado por Menéndez Pidal (1914-1916, I; recog. en 1973, págs. 89-106) aduciendo, junto a las versiones impresas en el s. XVI, la contenida en un manuscrito del British Museum.

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico:

La garduña ilustrada

 

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