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Obras de Diego Catalán

15.- 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.

15.- 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.


6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.

a. Aimeri Picaud y la cruzada jacobea.

------6.1. En la catedral de Santiago de Compostela se conserva hasta hoy, en el llamado Codex Calixtinus, el original de biblioteca de una ambiciosa obra en honor del apóstol Santiago, el Iacobus o Liber beati (o sancti) Iacobi. El códice fue ofrecido a la iglesia apostólica compostelana entre 1141 y 1143 35 (poco tiempo después de morir el gran arzobispo Diego Gelmírez) por dos curiosos personajes: por el presbítero Aimeri Picaud, poitevino (de Parthenay-leVieux), también conocido con el nombre de Olivier d’Asquins-sous-Vézelay y por su compañera Gerberga, flamenca 36. Aunque los donantes hicieron todo lo posible para que el códice fuera tenido por obra genuina del papa Calixto († 13-XII-1124), la crítica moderna da por seguro que se trata de una gran falsificación (nadie puede dudarlo desde que la incisiva pluma de Bédier, 1912-1913, págs. 75-88 se encargó de ponerlo bien de manifiesto). La falsificación se debe, sin duda alguna, al propio Aimeri Picaud (Vázquez de Parga, 1948, págs. 175-176; Louis, 1948-49) 37.
------La composición de los cinco libros, de que el Iacobus consta, remonta a los años 1131/34, aunque, antes de que se realizase la copia definitiva del texto transcribiéndolo en el Codex Calixtinus, se añadieran, después de 1137, algunas actualizaciones 38. Un milagro fechado en 1139 y la falsificación de una bula de Inocencio II, seguida de la firma de los cardenales de la curia existentes en el año 1140, sólo se incorporaron ya al códice en un bifolio suelto añadido (Díaz, 1988, págs. 188-190) 39.
------El Iacobus es una obra formada por un conjunto de componentes que un análisis superficial juzgaría heteróclitos, pero que representan modos varios de cumplir el doble objetivo del libro: exigir el reconocimiento de la preeminencia de la sede apostólica de Santiago sobre todas las iglesias de la Cristiandad (a excepción de la sede de San Pedro) y atraer a la Tierra del Apóstol, España, como a una segunda Tierra Santa, a peregrinos y caballeros de Cristo de la Europa latina, especialmente de la “gala”, para fundar en ella una “marca”, del mismo modo que supuestamente lo hicieron en sus días Carlomagno y el arzobispo Turpín cuando la cristianizaron de mar a mar, hasta el finis terrae de Padrón. A estos objetivos contribuyen el Libro Iº, con una renovación de la “Liturgia de Santiago”, el Libro IIº, sobre los “Milagros de Santiago”, el IIIº, acerca de la “Translación del cuerpo del Apóstol desde Jafa a Compostela”, el IVº, mediante una “Crónica de la conquista de España y Galicia por Carlomagno” y el Vº, con una “Guía del peregrino a Santiago”40.
------No es un hecho meramente fortuito el que el original de biblioteca y arquetipo de toda la tradición 41 de este libro de difusión pan-europea, el Codex Calixtinus,  fuera en 1140/43 puesto por su creador en manos de los “cardenales” de la sede apostólica de Santiago y que en el tumbo de la catedral del Apóstol siguiera siendo objeto de especial veneración durante siglos, dado que, en la “biografía” del falsario (reconstruible a través de la lectura del propio Iacobus y suplementada gracias a algún dato externo), se destacan cuatro vinculaciones histórico-geográficas: al Poitou, su tierra natal; a la abadía de Sainte-Marie-Madeleine-de-Vézelay y al abad de esa abadía, Aubri, que fue obispo de Ostia, cardenal y legado papal en Antioquia; al Oriente griego y a los principados latinos de Tierra Santa, donde el autor del Iacobus se relacionó con el Patriarca Guillelmus de Messines (y, probablemente, con su antecesor Stephanus) 42, y finalmente a Galicia, en donde se dejó seducir por los principios fundamentales de la política “jacobea” del gran arzobispo compostelano Diego Gelmírez, sin duda a través de la clerecía franca dominante en aquella iglesia apostólica 43.
------El orgullo que, como “galo” de nación, tenía el clérigo poitevino y el desprecio y aun odio que le inspiraban los “nativos” hispanos no nos deben impedir reconocer en su libro, por más que esté destinado a una difusión transpirenaica, un núcleo ideológico dependiente de unos intereses típicamente compostelanos y no únicamente jacobeos (Díaz, 1988, págs. 88-90 y 308-314) 44. Nada hay en tal hecho de extraño, ya que esos intereses se concretan en la promoción de una gran empresa que podría y debería realizar la Cristiandad latina: la colonización de España, pues, en su opinión, sólo mediante la intervención de la caballería y la clerecía “francas” habría posibilidad de garantizar la continuidad de la fe de Cristo en este extremo occidental del mundo, ya que los hispanos, abandonados a sí mismos, tienden irremisiblemente a retornar a la idolatría mahometana. Del mismo modo que sólo la presencia de unos principados latinos en Oriente garantizaba el libre acceso de los peregrinos a los Santos Lugares, así el camino de Santiago sólo quedará definitivamente libre de la amenaza sarracena cuando un rey nacido en la Galia y los cruzados “francos” arrebaten el solar del Apóstol a los infieles (Lib. IV, cap. 4). Aunque el mensaje encerrado en el Codex Calixtinus que Aimeri Picaud ofrecía a los sucesores de Diego Gelmírez en Santiago de Compostela, pudiera, a primera vista, resultar demasiado agresivo en tierras hispanas, no lo era, sin duda, en la Toledo del joven Alfonso VII (sobrino de Calixto II), en el Sahagún cluniacense o en la Iglesia compostelana de los colaboradores francos de Gelmírez 45.
------Con el atrevimiento que le caracteriza, el presbítero poitevino Aimeri Picaud intentó aprovechar la usurpada personalidad de Calixto II para suponer que, el 25 de marzo de 1123, durante el Ier Concilio Lateranense, el papa había enviado una carta convocatoria de Cruzada a toda la Cristiandad 46:

“Habéis oido con frecuencia, oh carísimos, cuántos males, calamidades y angustias han solido producir los sarracenos en España...47. Por esto os suplico, hijos míos, que entienda vuestra caridad cuánta importancia tiene el ir a España a pelear con los Sarracenos y con cuántas gracias serán remunerados los que voluntariamente allá fueren. Pues ya es sabido que Carlomagno, rey de los galos, el más famoso sobre todos los demás reyes, estableció la Cruzada de España, combatiendo con innumerables trabajos a los pueblos infieles, y que su compañero el bienaventurado Turpín, Arzobispo de Reims, según cuenta en su gesta, robustecido con la autoridad de Dios, en un concilio de todos los obispos de la Galia y Lorena reunido en Reims, ciudad de los galos, concedió indulgencia plenaria a todos los que entonces fueron y a los que en lo sucesivo fueran a combatir en España al pueblo infiel... y es testigo el santo papa Urbano, ilustre varón, que en el concilio de Clermont, en la Galia, con asistencia de cien Obispos, aseguró esto mismo... Esto mismo también Nos corroboramos y confirmamos: que todos los que marchen, como arriba dijimos, con el signo de la cruz del Señor en los hombros a combatir al pueblo infiel en España o Tierra Santa sean absueltos de todos sus pecados de que se hayan arrepentido y confesado a sus Sacerdotes, y sean bendecidos por parte de Dios y los Santos Apóstoles San Pedro, San
Pablo y Santiago...48 Amén. Hágase, hágase, hágase”.

------Con este llamamiento apócrifo a la cruzada en España, Aimeri Picaud recogía una idea que seis años antes había promovido el propio arzobispo Diego Gelmírez, cuando se hallaba en “el apogeo de su prestigio y de su gloria” (López Ferreiro 1898-1911: IV, pág. 114): el 18 de enero de 1125, habiendo muerto, hacía poco, el papa Calixto II, el Arzobispo, apoyándose en su condición de Legado de Roma, había utilizado el foro del XIIIº Concilio Compostelano para convocar a cruzada a toda la Cristiandad 49, con la misma novedad (respecto al modelo constituido por la Primera Cruzada) de proponer como el mejor camino hacia los Santos Lugares el de España y el Norte de África y no el tradicional a través del imperio griego de Constantinopla 50.
------Aunque entre las consecuencias históricas del éxito alcanzado en la Europa latina por el Iacobus no se cuente la de haber logrado poner en marcha la Segunda Cruzada, el proyecto de Aimeri Picaud no era, en modo alguno, ajeno al espíritu de los años en que redactaba su obra utilizando el nombre de Calixto II. Su llamada por escrito a cruzada no hacía sino anticipar en unos pocos años la voz de San Bernardo de Claraval, quien en 1146, al pie de “la colina inspirada” de la Madeleine de Vézelay, en los propios prados que dominan la villa de Asquins y en presencia del mismo legado papal Aubry, a cuya sombra creó Aimeri Picaud su apócrifo llamamiento, lanzaría nuevamente a la caballería de la Europa latina en defensa de la frontera oriental de la Cristiandad, amenazada por la caída de Edesa (1144), dando así efectivamente inicio a la Segunda Cruzada.
------Aparte del fallido intento, común a los dos llamamientos de Diego Gelmírez (1125) y del Pseudo-Calixto (c. 1132-1134), de intentar desviar el fervor cruzado de Europa enrutándolo hacia la frontera en que la Cristiandad se enfrentaba al poder almorávide (en vez de hacia Ultramar) 51, la cruzada predicada en la carta de Calixto II inventada por Aimeri Picaud ofrecía una curiosa novedad de planteamiento: como complemento del modelo histórico del “Hágase, hágase, hágase” de Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), recurría al recuerdo histórico-legendario de la cruzada avant-la-lettre de Carlomagno, supuestamente convocada por el arzobispo de Reims, Turpín, en cumplimiento de una orden expresa de Santiago apóstol aparecido en visión al Emperador 52. Gracias a este recurso, la alternativa hispana al camino constantinopolitano hacia Jerusalén podía ser defendida eficazmente, pues ¿qué mejor ejemplo para una nueva generación de guerreros de Cristo que la hazaña de la conquista, por dos veces, de España “de mar a mar” y el reparto de esa tierra sarracena realizado por el Emperador entre los bretones, francos, griegos, italianos, poitevinos, teutones, dacios y flamencos del ejército imperial? 53 Realidad y leyenda, presente y futuro se complementaban: el conocimiento por Aimeri Picaud de los estados feudales latinos de Jerusalén y de Antioquia (a donde en 1136 llega como príncipe Raimond de Poitiers) le hace, sin duda, soñar en una España “latina”, europea, enseñoreada por los “galos” y no por los “hispanos”, en todo semejante a la que se supone crearon en su día Carlomagno y sus guerreros. Al otro lado del puerto de Cízara, un espacio virgen esperaba en aquel segundo cuarto del s. XII la formación de nuevos señoríos feudales cristianos semejantes a los del Oriente latino surgidos a raíz de la Primera Cruzada 54.
------La importancia del modelo histórico carolingio, cuyo recuerdo en la Europa de entre cruzadas dependía mucho más de la “memoria” juglaresca que de la erudita, obligó al presbítero propagandista de Santiago a tener muy presente en su códice jacobeo las tradiciones épicas. Los conocimientos que revela sobre la epopeya franca pueden ayudarnos a saber el bagage literario que acompañaba a los “francos” que recorrían el camino de Santiago y a los que se asentaban en los burgos que atravesaba la ruta jacobea en la España de Alfonso Raimúndez durante los primeros tiempos de la restauración del imperio leonés por este sobrino carnal del papa Calixto II.

b. Reliquias, documentos falsos e historias
piadosas generadas por las gestas carolingias.

------6.2. La asociación de la actividad “cruzada” de Carlomagno contra los sarracenos de España con la peregrinación a la tumba del apóstol Santiago en Galicia no había tenido, claro está, que esperar el paso de Aimeri Picaud y Gerberga por Roncesvalles. Como el propio poitevino y su socia nos informan (Lib. V, cap. 7), todo peregrino que en sus días cruzaba esa “puerta de España”, constituida por el puerto de Cízara, o bien ascendía hasta la cima del monte llamada “Cruz de Carlos, porque en él con hachas, con piquetas, con azadas y demás herramientas abrió una senda Carlomagno al dirigirse, en otro tiempo, a España con sus ejércitos” (lat.), y desde ella, tras clavar una cruz (“que allí pueden encontrarse a millares”, lat.), dirigía su primera oración mirando hacia Santiago a imitación de lo supuestamente hecho en su día por el Emperador 55, o bien subía por el fondo del valle “que se llama Valcarlos, en el cual acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos cuando los guerreros fueron muertos en Roncesvalles” (lat.); y, ya ascendiera por uno u otro camino, en el descenso, antes de llegar a Roncesvalles, encontraba el “Hospital de Roldán” y la iglesia “en donde está el peñasco que el poderoso Roldán partió con su espada de arriba a abajo de tres golpes” (lat.). Cuando alcanzaba el famoso lugar de la matanza, su mente estaba ya saturada de memorias carolingias, pues días atrás, durante sus jornadas por la Via aquitana, monjes y clérigos le habían venido mostrando diversas “reliquias” de los “mártires” de Roncesvalles: en la iglesia de Saint Roman de Blaye, en la de Saint Sernin de Burdeos, en el cementerio de Belin. Así, según testimonia el propio Aimeri Picaud,

“en Saint Roman de Blaye descansa el cuerpo del bienaventurado Roldán, quien siendo de noble linaje, esto es, conde del rey Carlomagno y uno de los doce pares, movido por el celo de la fe, entró en España para combatir a los pueblos infieles. Aquí fue tanta su fortaleza que, según se cuenta, partió por medio un peñasco de arriba a abajo con tres golpes de su espada e igualmente rajó por medio su trompa haciéndola sonar con el aire de su pecho. Su trompa de marfil hendida está en la iglesia de San
Severino en la ciudad de Burdeos y sobre el peñasco de Roncesvalles se construyó una iglesia... Sus mismos compañeros enterraron con digna veneración su sacratísimo cuerpo en la iglesia de San Román en Blaye” (lat., Lib. V, cap. 8);

“al bienaventurado Roldán... le llevó Carlomagno hasta Blaye y le enterró honrosamente en la iglesia de Saint Roman... y le colgó su espada a la cabecera y su trompa de marfil a los pies, para honor de Cristo y de su honrosa milicia. Pero alguien trasladó después indignamente la trompa a la iglesia de Saint Sernin en Burdeos. ¡Feliz la riquísima ciudad de Blaye, que se honra con tan gran huésped, se alegra con el solaz de su cuerpo y se fortifica con su auxilio!” (lat., Lib. IV, cap. 21);

en Belin yacen “Oliveros... y otros muchos guerreros de Carlomagno que, habiendo vencido a los ejércitos paganos, fueros muertos en España por la fe de Cristo; cuyos preciosos cuerpos llevaron hasta Belin sus compañeros y allí los enterraron cuidadosamente. Por ello, yacen todos juntos en un sepulcro, del cual exhala un olor suavísimo que cura a quienes lo aspiran” (lat., Lib. V, cap. 8);

y, aunque Aimeri Picaud lo calle, desde la segunda mitad del s. XI los monjes de Saint-Jean-de-Sordes enseñaban a los peregrinos la tumba del arzobispo Turpín 56.
------La existencia en la Via aquitana de acceso a Santiago de las reliquias rolandianas que Aimeri Picaud describe fue ya conocida por el redactor (o refundidor) del Roland asonantado del manuscrito de Oxford, quien cuenta cómo, cuando Carlos, después de la tragedia de Roncesvalles, vuelve a la dulce Francia,

vint a Burdeles,---- la citet de [laguna].
Desur l’alter ----seint Severin le baron
met l’oliphan ----plein d’or e de manguns:
li pelerin ----le veient ki la vunt.
Passent Girunde ----a mult granz nefs qu’i sunt,
entresque a Blaive---- ad cunduit sun nevold
---------------------------------------(3684-3689),

dándonos así también testimonio de la extraña separación del cuerno de marfil respecto al cuerpo de su antiguo posesor.
------Esta íntima asociación entre peregrinación y cruzada, que Aimeri Picaud pone de manifiesto, venía también de tiempo atrás. El presbítero poitevino escribía en unos tiempos (1132/34) en que los guerreros y los hechos de tiempos “carolingios” constituían un mundo referencial presente en las mentes de todos, gracias indudablemente a la difusión de un conjunto de obras en lengua vulgar que cualquiera podía oír y entender sin necesidad de ser letrado: las chansons de geste. Pero, ya entonces, hombres de letras, con formación, ideología e intereses bien diversos de los que promovieron el canto de las acciones de esos individuos épicos al tiempo de su “creación” como personajes literarios, se habían percatado de la importancia que estos héroes profanos podían tener para una Iglesia que necesitaba consagrar un nuevo modelo de varón cristiano compatible con la edad caballeresca: aquellos “héroes” o “atletas” de Cristo, que, en vez de lograr la palma del martirio ofreciendo el cuerpo al verdugo impío como el Cordero Pascual, la alcanzaban muriendo con las armas en la mano después de derramar la sangre de gran número de infieles, resultaban mucho más atractivos en una coyuntura en que la ideología de cruzada agitaba las conciencias a todo lo ancho de la Cristiandad latina. La santificación de estos “mártires” nuevos, que por todas partes promovió la Iglesia, venía proporcionando, desde hacía ya tiempo, a las comunidades monásticas y a los cabildos de las iglesias una fuente inagotable de nuevas “reliquias” con que atraer a los curiosos peregrinos para que con sus gastos y óbolos contribuyeran al sostenimiento de los santuarios 57. Ante la importancia del negocio de la peregrinación, la invención de reliquias vino a ser acompañada de dos trabajos complementarios: la generación de documentos falsos o amañados en apoyo de la autenticidad de esas reliquias y la escritura de historias piadosas inspiradas en las viejas leyendas épicas para subrayar los aspectos edificantes (en especial en las últimas etapas de su vida) de los hechos de esos héroes caballerescos previamente consagrados por la fama.
------
Aimeri Picaud siempre que pudo consultar relatos de este tipo 58, se atuvo a ellos. Así, cuando habla, en la “Guía del peregrino a Santiago”, del santuario de Saint-Gilles, junto a Arles, y trata de lo bien que San Gil protege a sus devotos, cita como ejemplo el perdón de “el pecado de Carlomagno”59, sin elaborar lo más mínimo la referencia que tomaba de la Vita sancti Aegidi, obra en que, si bien se reconocía el carácter “horrendo” del pecado perdonado, también se evitaba la exposición de la famosa historia 60 del incesto del Emperador, que los juglares no tenían empacho en relatar 61. Análoga es la relación con la epopeya de las noticias que da Aimeri Picaud al hablar, también en la “Guía del peregrino a Santiago”, del cuerpo del santo confesor Guillelmus, que los peregrinos que se dirigen hacia Santiago por la Via tolosana deben acudir a venerar: aunque recuerde las hazañas bélicas de este “conde de Carlomagno”, en lo contado se atiene a la Vita sancti Wilhelmi, obra monacal que indudablemente heredaba “datos” tomados de una chanson de geste antecesora de la Prise d’Orange conocida por nosotros 62 (Saint-Roman de Blaye, Saint-Sernin de Burdeos, Aliscamps,, pero en que el tema central era la vida eremítica del héroe en Gellone. Nada tiene, pues, de extraño que “los héroes literarios no tengan para él interés sino por haber sido mártires y porque sus cuerpos hayan podido ser llevados a la Francia meridional” (fr., según palabras de Horrent, 1951a, pág. 339) y que su atención se dirija preferentemente hacia los “camposantos épicos”, hacia las tumbas venerables de mártires cruzados que albergan los santuarios etc.)

c. Cómo Aimeri Picaud adaptó la
materia épica a sus propósitos
.


------6.3. La inclinación de Aimeri Picaud a transformar toda materia épica en materia beata no se manifiesta únicamente en la “Guía del peregrino a Santiago”, sino también en la exposición de las campañas bélicas de Carlomagno en España que preceden al llamamiento apócrifo a cruzada del papa Calixto II en el Ier Concilio Lateranense. Aunque, según luego veremos, las chansons de geste hayan proporcionado materiales esenciales para la construcción de la “Crónica” atribuida al arzobispo Turpín, la arquitectura de la historia concebida por el falsario responde a un modelo de narración que nada debe a la poesía épica. El trasvase de componentes narrativos desde un tipo de historia a otro, realizado por el Pseudo-Turpín, ha sido descrito con notable precisión por Horrent, aunque dejándose llevar por la indignación que le provoca la “ganga moralizante” (fr., Moisan, 1982, pág. 917) y la insensibilidad del clérigo respecto a la literatura épica que tenía presente 63:

“El Pseudo-Turpin, de una extraordinaria indigencia e insigne incapacidad narrativas... no se siente creador de relatos, no se presenta como narrador de historias imaginadas. Su propósito es bastante más serio. Apunta más alto. ¿Es la crónica obra de entretenimiento? Ciertamente no, sino obra de edificación religiosa. De ahí el tono moralizante de sus digresiones, la amplitud inesperada y el elevado estilo de sus sermones y de sus oraciones. Roland no es para él un ideal de heroísmo, es un ejemplo magnífico de devoción en la acción, un mártir que muere con los brazos en cruz. El cronista utiliza la trama de una obra famosa, ya fuertemente religiosa, para sacar una lección de cristianismo militante. No deja del heroísmo laico sino lo estrictamente necesario y lo penetra hasta la médula de significación religiosa. Si Roland sigue siendo un guerrero, es menos un caballero de Carlomagno que un mártir de Cristo; no sólo habla menos como guerrero que como eclesiástico, sino que es menos valiente que devoto”; “Con fines publicitarios... ha transformado su relato rolandiano en una especie de catálogo devoto de santuarios, precedido de algunas páginas de introducción pseudo-históricas” (fr., 1951a, págs. 338-339)

------La transposición genérica, el desinterés en la construcción de un relato que describa las acciones de los personajes o, al menos, resuma la trama narrativa, junto con la ficción de que quien recuerda lo ocurrido es ego Turpinus y el atrevimiento con que ese Pseudo-Turpín pone en boca de los guerreros amplios discursos teológicos son factores deformantes de las fuentes utilizadas que no deben olvidarse al tratar de aprovechar el testimonio que Aimeri Picaud puede proporcionarnos respecto a las leyendas épicas carolingias que en sus días circulaban. Dados los altos propósitos que le movían a escribir su obra y conocida su capacidad de realizar las más atrevidas falsificaciones, no es de creer que se sintiera constreñido a respetar lo contado por los relatos en lengua vulgar a que recurrió; de ahí que sea preciso someter a cuidadoso análisis crítico todo lo que nos cuenta.
------La narración del poitevino acerca de Carlomagno se divide ostensiblemente en dos relatos inhábilmente conexionados: el primero versa sobre la “Entrada de Carlomagno en España” y el segundo se apoya, claramente, en una Chanson de Roland. A continuación, en un capítulo desconectado del conjunto, se habla de una empresa de Roland anterior a la entrada en España. Por otra parte, incidentalmente, se alude a otros temas de la biografía épica de Carlomagno y, de forma directa, a una cantilena (‘chanson de geste’) en que “hasta el día presente” se cantan innumerables hazañas de Otgerius rex Dacie.
------Gracias a esta última afirmación, hecha al paso 64, podemos dar por seguro que, a diferencia de lo observado respecto a Guillelmus, la fama del danés no dependía, para Aimeri Picaud, de una obra monacal, como la Conversio Otgherii milites que fue incorporada a la vida de San Farón 65, sino de un canto épico, más antiguo que el poema llamado Chevalerie Ogier escrito a finales del s. XII por Raimbert de Paris 66.
También dependen de una gesta algo más antigua que los fragmentos del Mainet conservados (representativos de una chanson de geste comúnmente considerada de la segunda mitad del s. XII) las dos referencias a la estancia del joven Carlos en la Toledo mora del rey Galafre que figuran en el relato del Pseudo-Turpín. Los dos pasajes alusivos a las “enfances” de Carlomagno evidencian el conocimiento por Aimeri Picaud de los episodios centrales del Mainet. La primera referencia surge para racionalizar que el Emperador y el rey africano Aigolando se puedan entender en el curso de una entrevista: se
afirma que el rey “galo” habló al sarraceno en “lengua árabe”,

“... pues Carlomagno había aprendido la lengua sarracena en la ciudad de Toledo en la que había vivido algún tiempo de joven” (lat., Lib. IV, cap. XII).  

La segunda referencia sigue al retrato de Carlomagno con que se cierra la primera parte de la historia del Emperador:

“Quizá a alguno le gustara oír con más detalle sus grandes gestas, pero contarlas sería para mí grande y abrumadora empresa. No puedo escribir cómo Galafre emir de Toledo le armó caballero en el palacio de Toledo, cuando en su niñez estaba desterrado en dicha ciudad, y cómo después el mismo Carlomagno, por amor hacia el citado Galafre, mató en combate a Bramante, grande y soberbio rey de los sarracenos, enemigo de Galafre...” (lat.).

La ausencia de toda alusión a que el destierro de Carlos en Toledo tuviera como causa la persecución de que habría sido objeto por parte de “los hijos de la sierva”, Hainfroi y Heudri, según cuenta el Mainet conservado 67, hace pensar que la gesta conocida por Aimeri Picaud aún no había combinado el tema de las “enfances” en la Toledo sarracena con la historia, de origen claramente independiente, de la suplantación de “Berte aus grans pies” por la hija de su ama y el nacimiento de los hermanos bastardos de Carlos 68.
------A continuación de esta alusión a las hazañas juveniles de Carlos en la corte del emir de Toledo, el Pseudo-Turpín  es mucho menos explícito respecto a los restantes hechos del Emperador que decide no contar; pero su enumeración de las buenas obras 69 acaba con una fugaz alusión a otro tema legendario que fue tratado por la poesía épica:

“... y cómo fue emperador de Roma y visitó el sepulcro del Señor y cómo se trajo consigo el madero de la cruz, que repartió entre muchas iglesias. Antes se agotan la mano y la pluma que su historia” (lat.).

La referencia es tan sucinta que no podemos saber de qué tipo de texto procede. Tanto si se basara en el Iter Hierosolymitanum et Constantinopolitanum, escrito en Saint Denis, o en una gesta en lengua vulgar antecesora del Pèlerinage (o Voyage) de Charlemagne à Jerusalem et à Constantinople, esperaríamos encontrar alusión a la etapa constantinopolitana del viaje, ya que en una y otra obra las reliquias las obtiene Carlos de manos del Emperador bizantino 70 La reliquia obtenida tampoco permite asociar la referencia turpiniana al Iter o al Pèlerinage 71.

d. El Roland de Aimeri Picaud y el
Roland que oyó Aimeri Picaud.

------6.4. Mucha mayor importancia para la construcción del Libro IVº del Iacobus que las obras hasta aquí consideradas tuvo el conocimiento de la Chanson de Roland. De la gesta romance tomó Aimeri Picaud todos los datos que le sirvieron para construir la historia central de la segunda parte de su relato sobre Carlomagno: las noticias referentes a Cesaraugusta rebelde, a Marsirus y Beliguandus, reyes moros de ella, a la traición de Ganalonus, a la muerte de Rotholandus y sus compañeros en Runciavalle, al diálogo del héroe con sus espada Durenda antes de intentar inútilmente partirla contra un petronus marmoreus, a la llamada con el cornu y a la viciosa explicación que de su toque por Roland da Ganalonus al Emperador acampado en Vallis Karoli, al regreso de Karolus y al llanto sobre los héroes muertos, a la subsiguiente persecución de los paganos hasta el río Ebra nomine, aprovechando que el sol stetit inmobilis et prolongata est dies illa quasi tres dies, al sepelio de Roland en la iglesia del beatus Romanus en la urbs Blavii y al castigo del traidor tras el combate judicial de Tedricus con Pinabellus.
------Basta esta enumeración de “hechos” fundamentales recordados por Turpín, a la cual podría añadirse toda una serie de pormenores72, para poner de manifiesto la proximidad argumental que su fuente épica tenía con el Roland asonantado (conservado íntegramente en el famoso manuscrito de Oxford) 73, texto poético que en una forma más o menos igual a la conocida existía seguramente por los años en que Aimeri Picaud escribía, esto es c. 1132/34. Pero, aparte de testimoniar la difusión de una chanson análoga en múltiples aspectos a la conservada, la “Crónica de Carlomagno” incluida en el Iacobus tiene de interés el presentar importantes “peculiaridades” narrativas, cuya interpretación ha venido preocupando a la crítica rolandiana. La interpretación de estas peculiaridades resulta conflictiva, pues la creatividad del presbítero poitevino permite atribuirle transformaciones profundas en la trama de la historia narrada (y no únicamente la adición de discursos de contenido doctrinal, moral o piadoso), y, por otra parte, el éxito alcanzado por su versión de los hechos, al estar respaldada por la autorizada pluma del arzobispo Turpín “constante compañero del emperador Carlomagno en España”, no fue sólo grande en “el mundo grave y austero de la ciencia en que reinaba el latín” (fr.), sino también en el mundo laico de los cultivadores de la poesía con destino a ser cantada ante amplias audiencias iletradas (Horrent, 1951a, p. 341), dando ello lugar a la implantación de algunas de sus novedades en chansons de geste de nueva elaboración. En consecuencia, resulta
posible defender (con Horrent, 1951a, IIª parte, cap. 1) que el Pseudo-Turpín tuvo conocimiento de una Chanson de Roland sin divergencias de intriga respecto a la versión asonantada del manuscrito de Oxford, y que las modificaciones de la memoria histórica del pasado carolingio que ofrece en común con otras obras son una personal contribución del autor del Iacobus a la tradición carolingia pan-europea. Pero también es un hecho difícil de negar que Aimeri Picaud, en su peregrinar por tierras del Sur de Francia, de Italia, de Oriente y de España, durante sus estancias en santuarios, hospitales y casas para huéspedes, fácilmente pudo oír versiones juglarescas discordantes de la conservada en el manuscrito de Oxford como las que dejaron su huella en las tradiciones periféricas de la cultura latino-germánica y que actualmente sólo nos son conocidas a través de reelaboraciones tardías. Estas consideraciones nos fuerzan a examinar una a una las peculiaridades del relato del presbítero poitevino y sus conexiones con otras obras de la tradición rolandiana.
------Desde luego, no creo que Aimeri Picaud encontrara apoyo en la Chanson de Roland que conocía para suponer que el arzobispo Turpín continuó viviendo después de la matanza de Roncesvalles debido a que no luchó al lado de Roldán, sino que se hallaba junto al Emperador en Valcarlos mientras la retaguardia del ejército imperial se batía. El regreso de Turpinus a su diócesis, aparte de estar de acuerdo con la documentación histórica, era una necesidad para la construcción de la Crónica, habida cuenta la voluntad de Aimeri Picaud de garantizar la aceptabilidad de todo lo que escribía mediante el recurso de hacer responsables de ello a las más incuestionables autoridades. En consecuencia, todas la peculiaridades del relato latino conexionadas con esta modificación debemos considerarlas invenciones del falsario 74.
------Otro rasgo diferencial de máximo alcance es la suposición de que el ejército imperial, tras la batalla del sol parado, se contenta con alcanzar las orillas del Ebro y se retira sin intentar la conquista de Zaragoza y sin completar la recristianización de España; Baligant (Beliguandus) no es el “amiraill” de Babilonia, sino meramente un hermano de Marsil (Marsirus), desprovisto de un papel autónomo, y uno y otro hermano poseen Zaragoza como enviados desde Persia del Admirandus Babilonie, quien nunca acude personalmente en ayuda de los mahometanos españoles. La posibilidad (defendida por Horrent, 1951a, págs. 129-134, y admitida por Menéndez Pidal, 1959, pág. 118 75) de que estas peculiaridades se deban también a decisiones del Pseudo-Turpín sin base en la fuente rolandiana que utilizaba me parece altamente probable en vista de la inútil presencia de ese “hermano” de Marsil en la trama del relato turpiniano 76, aunque ciertas versiones del Roland rimado pudiera pensarse que justifican la existencia de un texto poético de similar estructura 77.
------Otro rasgo discordante respecto a la Chanson de Roland es que el cadáver de Oliverus se halle, cuando lo encuentran los guerreros de Carlos, atado y puesto en cruz, despellejado y asaeteado 78 y que, a su vez, Rotholandus, antes de morir, haya recibido múltiples heridas y golpes 79; creo que estas invenciones se deben al deseo de Aimeri Picaud de asimilar la muerte de los héroes épicos a la de Cristo y los antiguos mártires y que el desinterés respecto al mito de la invulnerabilidad de Roland se explica más fácilmente dentro de la ideología e intereses propios del presbítero que como una variante en el episodio surgida en el curso de la transmisión poemática del Roland.
------Típica de la capacidad inventiva y de los intereses de Aimeri Picaud es, desde luego, la idea de moralizar la matanza de Roncesvalles considerándola castigo divino al pecado de aquellos guerreros franceses que, como resultado del envío por los zaragozanos a Carlomagno, a modo de tributo, de “cuarenta caballos cargados de vino dulcísimo y puro” y “mil hermosas sarracenas” se embriagaron y fornicaron antes de la batalla 80.
------Pero no todas las peculiaridades de la esquemática trama sobre la cual borda Aimeri Picaud su “lección de cristianismo militante” resultan fácilmente explicables en función de los propósitos del falsario. Hay, al menos, en ella un importante componente, extraño al Roland asonantado y al Roland rimado conservados, cuya invención resulta injustificable desde la perspectiva de la “Crónica de Carlomagno” y que, precisamente, en otros textos representativos de la tradición épica meridional (entre los que se encuentra el Ronsasvals provenzal) llega a tener un extraordinario valor literario, al hallarse integrado en un relato narrativamente bien desarrollado. Veámoslo en detalle.
------Según la versión que da Turpín de lo ocurrido en Roncesvalles, cuando, en la segunda batalla, los moros matan a los “veinte mil” cristianos de la retaguardia, “desde el primero al último”, sólo quedan vivos Rotolandus, Balduinus y Tedricus, estos dos últimos porque “dispersos por los bosques, primero se escondieron y luego huyeron”. Seguidamente, Roldán, en solitario, vence y pone en fuga a los sarracenos y da muerte a Marsil, quedando dueño del campo una vez que Baligand y los que aún sobreviven se retiran de aquellos parajes. Pero, tras golpear con su espada Durenda el petroneus marmoreus partiéndolo en dos y tras hacer sonar hasta rajarlo su cuerno de marfil, Roldán agoniza. A punto ya de morir mártir,

“como yaciese Rotolandus sobre la hierba de un prado y desease de modo indecible un arroyuelo donde aplacar la sed, al llegar Balduinus, le indicó que le trajese agua. Y éste, como buscase agua por todas partes y no la encontrase, viéndole próximo a la muerte, le bendijo y, temiendo caer en manos de los sarracenos, montó en su caballo [de Roland] y, abandonándole, marchó hacia la hueste de Carlomagno. Una vez ido, llegó enseguida Tedricus y comenzó a llorarle [a Roland] mucho, diciéndole que fortaleciese su alma con la fe de la confesión” (lat.).

Gracias a estos encuentros, Tedricus podrá dar testimonio de la muerte de Roland como mártir y Balduinus informar al rey de la situación en que ha dejado a Roland moribundo y a sus compañeros muertos. Pero esta información viene a ser, en cierto modo, redundante, ya que previamente el arzobispo Turpín, mientras celebraba misa en Valcarlos, había sabido, por una visión, la subida del alma de Roland a los cielos y había informado de ello a Carlos.
------La extraña explicación que da el Pseudo-Turpín de por qué sobreviven a la matanza estos dos personajes (un acto de cobardía), la escasa funcionalidad de esta complicación de la intriga en un relato tan seco de la batalla como es el que figura en la Crónica latina 81 y, sobre todo, la inexplicable repartición de este borroso papel entre dos personajes tan notablemente distintos como Tedricus (‘Thierri’, ‘Terrín’), el futuro campeón cuya victoria sobre Pinabel confirmará que Ganelón fue traidor a los ojos de Dios, y Balduinus (‘Baudouin’, ‘Valdovinos el hijo de Ganelon, hermanastro de Roland, nos hace pensar que su presencia en el breve resumen de Aimeri Picaud se debe a que eran parte de un episodio épico en que las potencialidades literarias de su presencia junto a Roland moribundo estaban desarrolladas. El hecho de que, en las tradiciones provenzal, española e italiana del tema de Roncesvalles, reaparezca insistentemente, según más adelante veremos, la figura del hijo de Ganelon compitiendo con Thierri en el papel de mensajero de lo ocurrido en la batalla y dado que, en esas tradiciones, la entrevista con Roland de su hermanastro, cuando la muerte del héroe se halla próxima, constituye un “motivo” bien incardinado en un sub-tema de extraordinaria potencialidad dramática, como es el amor de padre del traidor a su hijo y el odio del hijo a su padre traidor, hace muy posible la hipótesis de que Aimeri Picaud introdujo esos datos inocuos forzado por el recuerdo de un episodio literario funcionalmente importante de la gesta romance que tenía presente 82.
------Otra importante singularidad del relato del Pseudo-Turpín frente a la chanson de Roland, en las versiones asonantada y consonantada conservadas, es la del lugar en que se da sepultura a Olivier, pues, en vez de aceptar que yace en Blaye junto a su inseparable Roland, la Crónica latina lleva su cuerpo a Belin, para allí amontonarlo en una tumba común con los de otros héroes carolingios 83. Este caso particular se relaciona evidentemente con la aparición de una amplia nómina de barones muertos en la guerra de España y que el ejército de Carlos en retirada repatría consigo para hacerlos reposar en camposantos cristianos situados más allá de los puertos. En esa nómina figuran varios de los que el Roland asonantado identificaba como pertenecientes al grupo de los doce pares, y otros que en el Roland rimado adquirirán personalidad destacada; pero llama la atención la presencia entre los sepultados de varios destacados personajes que en cualquiera de las redacciones del Roland siguen actuando, bien vivos, al lado de Carlos después del desastre 84, y junto a ellos otros ajenos por completo a la tradición de Roncesvalles. En todo este tema de los “mártires” de la guerra de España y de sus sepulturas es evidente que Aimeri Picaud no se atuvo a lo contado por el Roland que conocía, sino que prefirió otras tradiciones 85.

e.Los treinta y cuatro héroes carolingios de Aimeri Picaud.

------6.5. La independencia que suponemos respecto a la tradición épica relativa a Roncesvalles de la lista de treinta y tres barones cuyos nombres se consignan (entre los “diez mil” guerreros mártires que yacen sepultados en Aliscamps y los demás llevados a otros cementerios) se corrobora al observar que coincide plenamente 86 con la nomina pugnatorum maiorum que acompañaron a Carlos en su entrada a España al tiempo de cruzar los puertos para enfrentarse con el rey africano Aigolandus, según el relato de la parte primera de la “Crónica de Carlomagno en España” (cap. 11 del Lib. IV). En consecuencia, es en relación con la materia épica de la “Entrée d’Espagne” y no del Roland donde el estudio de esos nombres adquiere relevancia 87.
------La relación con la poesía épica de toda esa parte primera del relato del Pseudo-Turpín sobre las guerras de Carlomagno en España (parte que denominaré “Entrada de España”) es bastante más oscura que la de los episodios referentes a Zaragoza y Roncesvalles (derivados del Roland) o los relativos a la estancia del joven Carlos en Toledo (basados en el Mainet), pues carecemos de chansons de geste viejas que desarrollen los episodios a que hace referencia la Crónica latina. Sólo podemos sugerir hipótesis guiados por criterios comparativos.
------La primera cuestión que se nos plantea es el origen de los treinta y tres nombres de nobles que contribuyen a la empresa del emperador (o treinta y cuatro, si incluimos al duque Milo de Angleris Rotolando genitor, muerto en una batalla previa con Aigoland, antes de la última entrada del ejército imperial en España). Es cierto que Aimeri Picaud podría haber recogido sus nombres en los cementerios épicos donde los entierra, pero ¿qué interés podrían haber tenido los guardianes de esos cementerios en inventar sepulturas de gente desconocida? La fama de esos personajes como vivos tuvo que preceder a su memoria como muertos. Del mismo modo, dado que la mayor parte de los nombrados carece de todo “papel” en la historia narrada por el poitevino, tampoco tiene sentido creerlos invención suya. Es pues, evidente, que su existencia literaria predata a la composición de la Crónica de Turpín y a cualquier tradición de los camposantos épicos.
------Estos treinta y cuatro nombres de los principales caudillos de la hueste imperial en la guerra con Aigolandus sitúan la crónica de Turpín, pese a su estructura e intereses, en un contexto literario en el cual la figura de Carlomagno se halla rodeada ya por una poblada concurrencia de personajes heroicos, organizados en familias feudales, que una serie de chansons de geste contribuyeron a crear (o, al menos, a “recrear”). Su estudio tiene, por tanto, una gran importancia como testimonio de la creatividad épica de fines del s. XI y comienzos del s. XII.
------Un primer grupo de los treinta y cuatro héroes lo constituyen los personajes nombrados por la chanson de Roland: aparte de Turpinus (“Turpin”), cuyo papel tradicional tanto se transforma en la crónica, la versión asonantada del Roland (ms. O) pudo proporcionar los nueve nombres de Rotolandus nepos Karoli (“Rollant” a quien “Charles” llama “mun nevold”), Oliverus... comes... Gennensis filius Raineri comitis (“Oliver... filz al duc Reiner ki tint la marche del val de Runers”, vv. 2207-2209), Gelinus (“Gerins”), Gelerus (“Gerers”), Ato (“Otes”), Berengarius (“Berengers”), Yvorius (“Ivorie”), Engelerus genere Gasconux (“li Guascuinz Engeler”), Samson dux Burgundionum (“Sansun li dux”), todos ellos pertenecientes al grupo de los doce pares y, por lo tanto, muertos en Roncesvalles. Faltan tres de los doce que nombraba el Roland; ¿quiénes sustituirían en la nómina aceptada por el Pseudo-Turpín a “Ives”, a “Anseïs” y a “Girard de Roussillon”? Junto a los ya citados personajes, podemos incluir como típicamente rolandianos tanto a Ganalonus (“Guenelon”) como a Balduinus frater Rotolandi (“Baldewin”, el hijo de Guenelon).
------Más curiosos resultan otros tres nombres de combatientes y “mártires”, Naamam dux Baioarie, Otgerius rex Dacie, y Tedricus 88, ya que, si bien también son personajes destacados del Roland asonantado (“Naimes li dux”; “li quens Oger”, “Oger li Daneis”, “Oger de Danemarche”; “Tierri, le frere dam Geifreit”), la gesta los hacía sobrevivir a la matanza de Roncesvalles, por no ser pares y no ir en la retaguardia 89.
------Varios otros personajes, que no figuran en el Roland asonantado, aparecen en los manuscritos rimados del Roland (cuyo prototipo se ha solido situar en torno a 1150) 90: “Estouz de Lengres li fiz Odon” 91 Estultus comes Lingonensis filius comitis Odonis, “Salomon” 92 Salomon socius Estulti, “Gondeboef” o “Guandeboes” “qui de Frise fu rois”93 Gandelbodus rex Frisie, y “Hernaut de Beaulande” o “Bellande”94 Arnaldus de Bellanda. En el Roncevaux sólo Estout figura entre los muertos, ya que va en la retaguardia 95. A Gondebuef y a Salomon la versión rimada los hace ocupar lugares relevantes en la corte de Carlos después del desastre de Roncesvalles y protagonizan laisses adicionadas por el rimador de la gesta para complicar el episodio del castigo de Ganelon. Aunque ha sido defendida la hipótesis (Horrent, 1951a, pp. 360) de que el poeta responsable de la refundición rimada del Roland acudió al texto del Pseudo-Turpín para introducir en la gesta algunas novedades, la supuesta dependencia resulta muy dudosa, dado que ninguno de los pormenores aducidos 96 tiene suficiente entidad como para exigir una consulta de la crónica latina 97. En cuanto a los nombres de personajes, resulta absurdo pensar que el refundidor (o refundidores) de la chanson de geste necesitara buscar en un manuscrito descendiente del Codex Calixtinus los nombres de unos desconocidos para encarnar en ellos a unos personajes, cuando ni siquiera “respeta” el único dato de la crónica de Turpín que habría sido pertinente a su narración de haberlo conocido: la muerte de todos esos héroes en Roncesvalles 98. Por otra parte es de notar que los “datos” sobre personajes que el Roland rimado podría haber heredado de la crónica turpiniana no son exclusivos de uno y otro texto, ya que se hallan también en otras chansons de geste, en las cuales los personajes en cuestión actúan en un marco épico-histórico que evidentemente no se basa en la lectura del Liber beati Iacobi.
------Aparte del Roland, sabemos que el Pseudo-Turpín conocía una chanson de geste (o varias) en que el protagonista era Otgerius rex Dacie 99. Aunque, por razones cronológicas, es obvio que esa chanson no era la Chevalerie Ogier de Danemarche que conocemos, escrita por Raimbert de Paris unos años antes o unos años después de 1200, es probable que esta refundición posterior al Codex Calixtinus conserve personajes que actuaban ya en versiones previas. De hecho, en la chanson de Raimbert figuran “Gaifier de Bordele” (cfr. Gayferus rex Burdegalensis del Pseudo-Turpin)100 “Hoël de Nantes” (cfr. Oellus comes Nantas) y “Lambert de Berri” (cfr. Lambertus princeps Biluricensis), junto a “Salemon de Bretaigne”, “Naimes le Baivier”, “Hernaut de Beaulande” y “Milon d’Aiglent”.
------La más clara agrupación de nombres en la crónica de Turpín es la que se inicia con Guielmus. A este nombre siguen Garinus Lotharingie dux, Bego y Albericus Burgundionus. Son todos ellos personajes de los poemas del ciclo de los “Lorrains”, del s. XII 101: “Guillaume de Monclin”, “Garin le Loherenc”, “Begon
de Belin” (hermano de Garin) y “Auberi le Bourguignon”. Es posible que Esturmitus, nombrado poco después, sea igualmente “Estormi de Boorges”, hermano de Thiébaut de Plessis, que figura en la gesta de Garin le Loherenc. Entre medias, se nombra a Berardus de Nublis y a Guinardus; este último pudiera ser el conde “Guinart”, muerto por Girbert en Girbert de Metz, gesta perteneciente al ciclo.
------En cuanto a Constantinus prefectus Romanus (o rex) es preciso recordar la alusión de Guerau de Cabrera, c. 1150, vv. 93-96, en que ese nombre aparece junto al de “Berart”:

ni de Berart ni de Bovon.
de Constanti
no sabs c’om di
de Roma ni de Prat Neiron 102;

pero no sabemos con qué tradición épica se conexiona103.
------De los nombres que restan, Galterius de Termis, “Gautier de Termes”, es personaje que ocupa un importante lugar en las chansons de geste del ciclo de Guillaume-Vivien 104 (ciclo donde aparece también, en la Chançun de Willame, un “Estormi”, sobrino de Téobald de Bourges, si bien en papel poco lucido, pues abandonan la batalla de l’Archamp dejando en ella a Vivien 105). La identificación de Rainaldus de Albo Spino no está clara106.
------Careceríamos asímismo de un término de comparación para Arastagnus rex Britannorum si no fuera por la presencia en un manuscrito misceláneo de la Biblioteca de la universidad de Cambridge de una hoja de pergamino suelta, escrita en el s. XIII 107, con ciento sesenta versos de una chanson desconocida. El fragmento describe el comienzo de una batalla entre los reyes “Kallon” y “Agolant”, en que el episodio principal es el combate singular entre “Agolant y “li dus Ogier”, “Ogier li Danois”. Al igual que en la “Entrada de España” del Pseudo-Turpín, las tropas imperiales son divididas en cinco cuerpos de ejército, y los personajes que actúan en la gesta coinciden llamativamente con los enumerados en la crónica latina: “Estouz”, “Olivier”, “Rollant”, “Ogier li Danois”, “Hoiax de Nantes”, “rois Arestanz”, “le conte Engelier”, “Lambert le Berruier de Bourges”, “Hernaut”, “Gaifier de Bordele” y “Ganelon” (sólo son extraños a la crónica de Turpín “Bernart de Brabant” y “Guerin d’Anseüne”, que, como hijos de Aimeri de Narbonne, proceden del ciclo épico de los Narbonnais 108).
------Esta hoja suelta nos permite constatar la existencia de una chanson de geste referente a la conquista de España que Carlomagno realiza antes del desastre de Roncesvalles, en la cual el rey pagano “Agolant” era el principal enemigo del emperador, y que esa gesta se emparentaba íntimamente con el relato del Pseudo-Turpín. Pero, dado que el poema a que esa hoja (escrita hacia finales del s. XIII) pertenecía no es anterior a fines del s. XII 109, nos enfrentamos al dilema de si ese poema es fruto, como tantos otros, de “el rejuvenecimiento de una chanson mucho más antigua, sin duda en asonantes” (como supone P. Meyer, 1906, pág. 29) o si el *Agolant de fines del s. XII (o principios del s. XIII) es la primera manifestación poética del tema y está inspirado en la lecura de la crónica de Turpín (hipótesis preferida por Bédier, 1912-1913, III, págs. 136-137 y n. 1).

f. Las dos “Entradas de España” de Carlomagno.

---------6.6. Para poder elegir entre la hipótesis de Meyer o la de Bédier, sin que la decisión se base exclusivamente en prejuicios teóricos o inclinaciones de escuela crítica, se hace preciso incorporar a la discusión el estudio de la estructura narrativo-ejemplar de la “Entrada de España” a que la nómina turpiniana de principales guerreros de Carlos pertenece.
------De hecho, según el Pseudo-Turpín, Carlomagno, cumpliendo la orden del apóstol Santiago, conquista “de mar a mar” España en una primera expedición, respecto a la cual únicamente se narran el comienzo, esto es, la conquista de la primera ciudad, Pamplona, conseguida gracias al milagro (como en una nueva Jericó) de la autodestrucción de sus muros, episodio seguido de la ida a la tumba del Apóstol y al finis terrae de Padrón (donde Carlos hinca la lanza en el Océano), y el fin de esa conquista de España, esto es, la aniquilación de la última ciudad resistente, Lucerna, por obra de otro milagro que la convierte en un lugar inhabitable, pues queda sepultada bajo las aguas de un lago donde sólo se crían grandes peces negros, episodio seguido de la construcción durante tres años de la basílica de Santiago. Cuando Carlos, después de destruir todos los ídolos (salvo el salam de Cádiz), regresa a Francia cargado de riquezas, las empleará en edificar templos en honor del Apóstol.
------La estructura narrativa de esta primera “Entrada de España” es tan poco trabada que nos hace sospechar la ausencia de una base épica previa. En efecto, aparte de las referencias a las leyendas hispanas sobre la predicación de los “siete discípulos” de Santiago en España y el olivo milagroso de la tumba de San Torcuato 110 y sobre la estatua o ídolo de Hércules en Cádiz 111, sólo parece requerir fuente narrativa preexistente 112 la alusión a la destrucción de Lucerna Ventosa que dicitur Karcesa quae est in Valle Viridi 113 (a diferencia de las noticias de que otras ciudades antiguas de España se hallan también desiertas: Capparra 114 y Adania 115 ). A pesar de la importancia que el “motivo” de la destrucción de Lucerna adquirió en la poesía épica sobre la guerra de España 116, es posible pensar que Aimeri Picaud no lo conociera como episodio de un texto de gran desarrollo narrativo, sino como leyenda local explicativa de la extraña topografía creada por la minería romana en las orillas del Sil, entre Las Médulas, Carucedo y Castro de la Ventosa 117. La proximidad de estos curiosos lugares al camino de Santiago (entre Ponferrada y Cacabelos) fue, a lo que creo, determinante del conocimiento de la leyenda por Aimeri Picaud y por otros autores posteriores (según notó Bédier, 1912-1913, III, págs. 152-166).
------La segunda “Entrada de España” contrasta llamativamente con la primera al ofrecer una serie bastante encadenada de sucesos, que pueden remontar a una narración unitaria preexistente. La invasión de España y el Sur de Francia por el rey africano Aigolandus y los sucesivos encuentros, geográficamente bien organizados, en que se va desarrollando su guerra con Carlomagno constituyen una estructura, aunque las exposiciones de Aimeri Picaud enfaticen el carácter de exemplum que puede revestir cada episodio 118.
------Por otra parte, el nombre de Aigolandus tiene, sin duda, orígenes épicos, pues en la primera mitad del s. XII está ya difundido 119 y reaparece con frecuencia en chansons de geste varias sin que se pueda establecer una clara dependencia genética entre las diversas apariciones 120.
------La preexistencia de una narración épica me parece segura en vista de la aparición en la exposición de Turpín de referencias a múltiples hechos que no conservan en ella una clara funcionalidad y que constituyen pormenores habituales en la acción o trama de los poemas épicos: combates campales de igual número de combatientes concertados para decidir quien vence (2 veces: Sahagún, Pamplona); oferta de entrevista o entrevista de los caudillos de ejércitos enfrentados (Agen, Pamplona); astuta división de los acompañantes a un encuentro en previsión de que la entrevista puede ser traicionera (Agen); caudillo que penetra disfrazado en una ciudad enemiga para enterarse de sus defensas (Agen); muerte del caballo del rey, quien ha de combatir seguidamente a pie (2 veces: Sahagun, Saintes); huida por las cloacas o el río desde una ciudad cercada (2 veces: Agen, Saintes); división de un ejército para el combate en haces o escuadras (Pamplona); batalla que dura tres días (Sahagún); llegada a última hora de un cuerpo de ejército que cambia el signo de un combate (Sahagún: llegada de cuatro marqueses desde Italia); río de sangre de los combatientes que llega hasta las monturas de los caballos (Pamplona); golpe de espada épico que parte en dos a un caballero armado, a su montura y a su caballo (retrato de Carlomagno); hazaña de un caudillo que derriba el pendón enemigo (Córdoba); muerte en combate de un guerrero cristiano destacado (Sahagún); muerte del caudillo moro por mano de un héroe en combate personal (Pamplona); caudillo pagano que combate desde un carro (Córdoba); superación mediante el ingenio del terror causado a los caballos por prácticas guerreras exóticas (Córdoba); embajada de un rey pagano ofreciendo paz a cambio de sumisión (Agen); rey pagano que, en vista de un hecho de armas, reconoce la superioridad de la ley cristiana (Pamplona); aceptación del bautismo por un rey pagano derrotado (Córdoba); matanza de los defensores paganos de una ciudad (Pamplona).
------La incomprensión o, si se prefiere, incapacidad de desarrollar plenamente algunos de estos “motivos” que demuestra Aimeri Picaud nos confirma que no inventó tales detalles. Sirva de ejemplo el de la división de los acompañantes que realiza Carlomagno antes de introducirse, en hábito de mensajero, en Agen:

“Carlomagno fue con dos mil de los más esforzados hasta unas cuatro millas y los ocultó allí, y llegó con sólo sesenta caballeros hasta un monte que está cerca de la ciudad y desde donde puede verse ésta y allí los dejó, y... con un solo caballero llegó a la ciudad” (lat.),

astuta prevención que obviamente tiene su complemento en una breve exposición posterior de unos acontecimientos que, en el caso de un relato más desarrollado y explícito, constituirían las consecuencias de la misma: según se nos dice, cuando Aigolando (que no reconoce a Carlomagno en hábito de mensajero) acepta salir a la entrevista con los 60 caballeros previamente acordados,

“Carlomagno... volvió junto a los sesenta caballeros que había dejado atrás, con los que regresó junto a los dos mil. Aigolando entonces los siguió rápidamente con siete mil caballeros queriendo matar a Carlomagno; pero, advirtiéndolo ellos, emprendieron la huida” (lat.).

En la exposición del Pseudo-Turpín, a pesar de tanta cifra consignada en uno y otro pasaje, no resulta, a fin de cuentas, explicada la función que tiene cada una de las sucesivas divisiones de los acompañantes de Carlomagno121.
------La pertenencia del “motivo” de las astas de lanza clavadas en el campo que arraigan y se cubren de hojas (2 veces: Sahagún y Saintes) a una gesta sobre la “Entrada de España” me parece asimismo muy posible, ya que el topos gozó de extraordinaria popularidad en la poesía épica posterior; pero, dado su probable origen folklórico, la incorporación de un mensaje moral a la exposición del milagro o suceso prodigioso puede que sea una contribución del presbítero poitevino122. La duplicación del “motivo” en el relato de Aimeri Picaud plantea, por otra parte, el problema de si las batallas de Sahagún y Saintes entre Carlomagno y Aigolant no serían, originalmente, una sola (dado que tienen también en común el único otro “motivo” que respecto a la de Saintes recoge la crónica de Turpín: la muerte del caballo de Carlomagno, que obliga al Emperador a combatir a pie) y de si la transferencia del suceso a Tierra de Campos podría deberse simplemente a una deferencia de Aimeri Picaud a tradiciones locales del poderoso monasterio de San Facundo y San Primitivo 123.
------Con o sin el relato de una previa estancia de Carlomagno en España (batalla de Sahagún), la Chanson d’Agolant que creo conoció el Pseudo-Turpín se desarrollaba fundamentalmente en Aquitania, tierra sarracena ganada para la Cristiandad por Carlomagno; en ella el paso de la “puerta” de España por el ejército
franco, seguido de la batalla final ante Pamplona, en que Aigolandus es muerto, constituía la coronación de esa empresa. Dados los intereses tan particulares de Aimeri Picaud, no podemos excluir la posibilidad de que, en la parte “aquitana” de la acción épica por él conocida, hubiera otros episodios que al presbítero poitevino no le parecieran materia desarrollable en forma de exempla y, por tanto, no se interesara en recogerlos 124.
------Después de la muerte de Aigolandus y con anterioridad a la conquista de Corduba, episodio que forma indudablemente parte de la misma historia 125, aparecen en la narración de Turpín otros dos episodios un tanto independientes, pero enlazados con lo anterior por su localización geográfica: tras la batalla en las afueras de Pamplona, en la “Via Iacobitana” 126, Carlos sigue el camino de Santiago hasta Puente Arga 127 y allí acampa (cap. 14); en ese lugar recibe noticia de que Furre, señor de Navarra, dominante en Monjardín (ad montem Garzini), está dispuesto, con un ejército de navarros y sarracenos, a enfrentarse con él al día siguiente; el resultado de la batalla es la muerte de Furre, la conquista de Monjardín y la de toda Navarra 128. El segundo episodio es la llegada a Nájera (Nagera) de un ejército turco, enviado por el Babilonis Admirandus, que tiene como caudillo a un terrorífico gigante, Ferracutus; tras la humillación por el gigante de varios héroes cristianos (de Otgerius Daco, de Raginaldus de Albo Spino, de la pareja constituida por Constantinus rex Romanus y Oellus comes y de otras diez parejas de caballeros que no se nombran) Roland consigue darle muerte en el curso de un largo combate personal, y Nájera es tomada.

g. Ferragus de Nájera y Furre de Monjardin.

------6.7. El esquema del primer episodio sólo se complica en la narración turpiniana con un milagro probatorio de que los hombres nada pueden ante los designios de Dios 129. El segundo, aparte de dar pie a toda una exposición en boca de Roland de los dogmas básicos del cristianismo incomprensibles para un
pagano que sólo piensa en términos racionales 130, está lleno de detalles pertenecientes al repertorio épico: espadada épica que parte en dos un caballo; pérdida del caballo en el combate, que obliga a su caballero a seguir luchando a pie; pérdida de las armas en el combate, que obliga a luchar con palos, piedras y puños; treguas en medio de una lid personal; respeto al enemigo indefenso (dormido) durante la tregua; superioridad de una ley sobre otra dirimida mediante una lid personal; muerte del aparente vencedor de un combate gracias a la destreza del que parecía vencido. A estos “motivos” épicos de gran difusión se añaden los pertenecientes a un tipo particular de combate: el de un cristiano con un gigantesco sarraceno. Aunque de origen folklórico, el tema es recurrente en la epopeya francesa y sus derivaciones. Al lado del combate de Rotolandus y Ferracutus, son, sobre todo, famosos el de Olivier versus Fierabras (divulgado por la Chanson de geste de Fierabras) y el de Ogier versus Bréhus (en La Chevalerie Ogier de Danemarche). La similitud entre estos tres relatos alcanza a detalles muy particulares que nos aseguran la existencia de lazos genéticos 131. Es cierto que el fenómeno de la refundición de poemas épicos impide aceptar, sin más, como concluyente el orden cronológico que los textos conservados sugieren; pero, en esta ocasión, creo que hay razones suficientes para afirmar que la prioridad textual de la crónica turpiniana no es engañosa132. En vista de ello, la cuestión del origen del episodio en el primero de los tres relatos, el de Aimeri Picaud, queda abierta.
------Las referencias a Ferragus o Fernagus que, fuera de la crónica de Turpín, hallamos son, en una mayoría de casos, claramente derivadas del éxito pan-europeo de la crónica latina, empezando por la versión del poema franco-italiano sobre la Entrée d’Espagne 133, que tanta importancia tuvo en la difusión de la “materia de España” por Italia 134. Pero, tanto G. Paris (1865, p. 265) como Bédier (1912-1913, III, pág. 119)135 se mostraron, en su día, convencidos de la existencia, previa a su utilización por el Pseudo-Turpín, del episodio de Ferragu en una chanson de geste perdida, en vista del testimonio del fabliau de los “Deux troveors ribauz”, en que uno de los contendientes presume saber, entre otras chansons, la de “Fernagu a la grant teste”, y, sobre todo, de la afirmación que en la gesta de Otinel hace el héroe sarraceno de ser sobrino de “Fernagu de Nazze” o “Naudres”, a quien “Rolland” dio muerte 136. Con Aebischer (1960a, pág. 111), creo que “no hay duda de que Nasdre [de donde surgen las variantes “Naudres” y “Nazze”] es ciertamente la villa española de Nájera [dado que la j se pronunciaba dzˇ ], y que el combate de Roland y Fernagus es un episodio que, según la épica medieval francesa, pertenece a las luchas sostenidas por Carlomagno en España” (fr.); la hipótesis de L. M. Michel (1935, págs. 242-252), apoyada en el estudio del Myreur des histors del cronista de Lieja Jean d’Outremeuse (=1400)137, según la cual la acción del primitivo poema de *Ferragus (perdido) ocurriría en Francia y que habrían sido “los autores de relatos concernientes a España los que, habiendo tomado de otra parte el episodio del duelo Roland-Fernagus, lo localizaron en Nájera” (fr.) no me parece asentada sobre ningún dato objetivo 138.
------El origen hispano del tema ha sido considerado indudable por Lacarra (1934), quien recordó la existencia, en el palacio real del burgo franco de Estella, de un capitel románico del s. XII firmado por “Martinus de Logronio” en que se representa cómo Roland atraviesa con su lanza por el ombligo a Ferragut (capitel sobre el que había llamado la atención Porter, 1928, II, lám. 142, y que puede verse reproducido en lámina, frente a la pág. 41, en Menéndez Pidal, 1959), y, al mismo tiempo, documentó la aparición del nombre de Ferragut localizado precisamente en Nájera con anterioridad a la obra de Aimeri Picaud y como apellido que en el siglo XII se repite con alguna frecuencia en otras poblaciones de la Rioja 139.
------Cuestión aparte de la preexistencia de un relato tradicional de la descomunal batalla contada por el Pseudo-Turpín es la del carácter que tendría ese relato. A la vista de los “motivos” o lugares comunes de que consta (las medidas de los rasgos gigantescos de la cara y miembros del sarraceno 140; su capacidad de coger con la mano como a corderitos a los caballeros armados y de llevarlos a donde le place y su invulnerabilidad salvo en un solo punto del cuerpo, el ombligo) podría tratarse de una narración relacionada con la cuentística tradicional adaptada a un contexto geográfico e histórico del camino de peregrinación, más que de un relato específicamente épico 141. Sin embargo, en el relato de Turpín, la conexión del episodio de Ferracutus con la guerra contra Aigolandus se halla reforzada por el hecho de que en él participan destacados personajes de la historia precedente: Ogier, Renaud d’Aubespine, el rey Constantin y Höel de Nantes.
------El episodio de Furre y Mons Garzini, al estar en la crónica de Turpin desprovisto de detalles narrativos, resulta aún más difícil de interpretar. El hecho de que, en las narraciones épicas francesas (y en sus derivados), reaparezca insistentemente el rey “Forré” o “Fulr” y así mismo el topónimo “Montgarzin”, “Montgardin” “Mongarding”, “Monjardin”, en relación con la guerra de Carlomagno en España142, nos plantea, de nuevo, el problema de si debemos admitir que el exemplum del Pseudo-Turpin es el punto de partida de toda esa tradición épica o si cabe la posibilidad de sostener que ese exemplum se apoyó ya en un episodio de una chanson de geste preexistente. Basándose en razonamientos de índole socio-histórica, Lacarra (1934 y 1948, I, págs. 484-488; 1969) ha defendido la hipótesis de que el breve relato turpiniano recogió esquemáticamente el argumento de una narración épica que tuvo su origen y razón de ser en los sentimientos y reacciones políticas de los habitantes de los burgos francos de Navarra de la primera mitad del siglo XII. En esos ambientes, que Lacarra no duda en calificar de “anti-hispanos”, pero que sería más propio considerar como primordialmente anti-navarros 143, propios de aquellos burgos libres poblados por ultrapirenaicos, la guerra de Carlomagno contra el rey de los navarros, el desalojo de los impíos navarros del castillo de San Esteban de Deyo (Monjardín) y la subsiguiente conquista y cristianización de toda Navarra por los francos imperiales pudieron ser apreciados como una prefiguración de la histórica colonización de la ruta jacobea por los francos a fines del siglo XI y comienzos del siglo XII, realizada en confrontación, más que en colaboración, con los nativos, con los bárbaros campesinos de la “navarrería” circundante 144. La hipótesis de Lacarra me parece, en lo esencial 145, muy digna de consideración, en vista de la importancia de la fortaleza de Monjardín (San Esteban de Deyo) en la expansión del poder de los francos en Navarra 146. Pero la suposición de que el nacimiento del personaje literario de Furre ocurra en una *Entrée d’Espagne anterior a 1132/34 escrita en las proximidades del burgo franco de Estella o en el propio San Esteban de Deyo tropieza con un dato repetidamente afirmado por la tradición épica: la defensa realizada por el rey “Forré” o “Fulr” de la fabulosa ciudad pirenaica de “Nobles”, ciudad que, obviamente, en la primera mitad del s. XII, ningún franco de los burgos del camino jacobeo sería capaz de ubicar en la Navarra contemporánea.

h. La Prise de Nobles, la Chanson des
Saisnes y la Entrée d’Espagne.

------6.8. Desde los tiempos de Gaston Paris y de Bédier la “Prise de Nobles” ha preocupado insistentemente a la crítica, debido a las alusiones que, según veremos, se hacen a ese suceso en el Roland asonantado (vv. 195 y 1773-1779). Pero, dada la cuestión que aquí nos ocupa, mis consideraciones acerca del tema serán desde una perspectiva muy distinta a la que ha venido siendo tradicional.
------Creo, ante todo, preciso recordar que la “Crónica” de Turpín incluye, en el cap. 23, cuando el autor ha dejado ya a Rotolandus y a Karolus instalados en el cielo, un episodio que versa sobre “cierto magnífico ejemplo que, según se dice, le aconteció al bienaventurado Roland durante su vida, antes de entrar en España” y que en él se cuenta lo siguiente:

El conde Rotolandus llevaba siete años sitiando, con una gran hueste cristiana, la ciudad de Gratianopolis (‘Grenoble’), cuando llegó ante él un mensajero con la noticia de que su tío Karolus se hallaba cercado por tres reyes, de los vándalos, los sajones y los frisios, en una fortaleza de la ciudad de Warmacia (‘Worms’) y con la orden de que acudiera inmediatamente a socorrerlo y librarlo de los paganos. El sobrino, si bien conmovido por la noticia, vaciló entre abandonar la empresa iniciada, levantando el cerco de la ciudad para acudir en ayuda del tío, o dejar a éste a su suerte y acabar la conquista de la ciudad. Afortunadamente, el dilema vino a quedar resuelto gracias a la intervención divina, pues tras haber Roland ayunado por tres días e invocado la ayuda de Dios, se destruyeron milagrosamente por sí solas las murallas de la ciudad y huyeron de ella los defensores paganos, dejando al héroe libre para dirigirse a tierras teutónicas y descercar a su tío.

------Si, para explicar esta narración, tuviéramos en cuenta otros textos en que se habla del cerco de Grenoble por Roland y, de otra parte, la gesta llegada hasta nosotros sobre la guerra de los sajones que en el último tercio del s. XIII compuso Jehan Bodel d’Arras, llegaríamos fácilmente a la conclusión de que el relato turpiniano fue ideado por el Pseudo-Turpín sin base en tradiciones épicas previas, ya que todas las referencias al cerco de Grenoble por Roland dependen de la difusión alcanzada por la falsa crónica de Turpín 147 y la ocasión en que en la chanson des Saisnes o de Guiteclin de Sessoigne de Jehan Bodel ocurre la intervención divina para poner en manos de Carlomagno una fortaleza inexpugnable es tan discordante que no cabe establecer ninguna relación entre ambos relatos. Sin embargo, nada más erróneo que ese juicio precipitado.
------Gracias al arcaismo bibliográfico acerca de la historia literaria de Carlomagno que caracteriza a la Karlamagnús saga, elaborada entre 1230 y 1250 por iniciativa del rey Håkon V de Noruega (Hákun Hákunarson), nos consta que los versos iniciales de Jehan Bodel en que desprecia a

Cil bastart jugleor qi vont par cez vilax,
a ces grosse vieles as depennnez forriax
chantent de Guiteclin, si com par asenax 148

no son un tópico literario, sino que, efectivamente, los juglares cantaban la Chanson de Guiteclin o des Saisnes en versiones asonantadas antes de saber de los nuevos versos de “la chançon rimée que fist Jehan Bodiax” en el último tercio del s. XIII; y que en esas versiones artísticamente menos avanzadas el contenido narrativo de la gesta tenía mucho en común con el relato turpiniano.
------En efecto, la rama Vª de la Karlamagnús saga está constituida por la Saga af Guitalin saxa, que traduce una chanson de geste francesa, al parecer normanda o anglo-normanda, escrita ya en alejandrinos, pero aún asonantada 149. Aunque muy posiblemente algo posterior a 1132/34, tiempo en que se escribió
la crónica de Turpín, la fuente de esa rama Vª (a diferencia de lo que ocurre con la de la rama IVª 150) nada debe a las invenciones del Liber beati Iacobi. Sus semejanzas con la historia aprovechada en el capítulo 23 del Libro IV del Iacobus son, por lo tanto, muy significativas.

En la Chanson des Saisnes asonantada, que la Saga af Guitalin saxa traduce, prosifica y resume, la acción comienza en España, en el campamento imperial ante “Nobilis”, ciudad que Carlomagno, con Roland y sus otros más preciados caballeros, tiene cercada desde hace tres años, sin conseguir apoderarse de
ella. Allí llega un mensajero que anuncia al Emperador el súbito ataque del rey Guitalin, que ha puesto fuego a Colonia y dado muerte al obispo Pétr. Dispuesto a vengar la afrenta recibida, Carlos decide, en un consejo, levantar el sitio y llevar la guerra al país de los sajones; pero Roland se niega a retirarse
sin haber cumplido el objetivo de tomar Nobilis.
------Este conflicto de honor lleva a la ruptura entre tío y sobrino, pues el rey, iracundo, no sólo apostrofa a Roland, sino que le golpea con su guante en el rostro, haciendo que la nariz del héroe sangre tres veces. Roland, que, si la ofensa no hubiera partido de quien partía, habría vengado con la muerte del ofensor tan grave deshonra, contiene su furia. Pero, mientras Carlos hace sonar treinta mil trompas y cuernos y parte hacia Colonia, Roland permanece sitiando Nobilis (sin duda, considerando rotos, por la afrenta recibida, los vínculos de vasallaje).
------Carlos va contra los sajones y llega a las orillas del Rin. Pero, debido a una imprudencia (ha cruzado el río sin su ejército, durante una jornada de caza), es sorprendido por Guitalin y tiene que refugiarse en un castillo, donde es cercado y donde sufre, con sus acompañantes, hambre y sed.
------En esa situación angustiosa, piensa que sólo Roland puede salvarle. Un mensajero, Ermen, tras múltiples peripecias, consigue llegar ante el héroe, que continúa acampado ante Nobilis. Roland, al recibir el mensaje, cambia de color, convoca a los suyos y decide que no puede soportar que el rey, en ausencia suya, sea vencido de los paganos. Pero, fiel a su auto-estima, no cree posible acudir en auxilio de su tío sin antes concluir la empresa en que se halla, por lo cual ordena combatir Nobilis hasta entrar en ella o morir. El asalto concluye con la toma de Nobilis, y Roland reenvía por delante al mensajero de Carlos, no sólo con el anuncio de que va en su ayuda, sino con la cabeza del señor de Nobilis como presente y la noticia de que la mayor parte de los defensores de la ciudad ha recibido la muerte; pero él únicamente cabalgará a rienda suelta tras hacer reparar los muros de la ciudad conquistada y dejar en ella una guarnición.
------Carlomagno recibe, reconfortado, las noticias de que, no sólo el papa Milon con un numeroso ejército, sino su sobrino Roland vienen en su auxilio y,
tras dar gracias a Dios y a San Pedro, prorrumpe en alabanzas al héroe.
------Cuando Roland llega a tierras del Rin, sitia Germaise (‘Worms’), ciudad que, tras diversas vicisitudes, es conquistada. Pero Amidan, el hermano de Guitalin, con su estremecedor cuerno Olifan y muchos miles de paganos, vuelve a colocar a los franceses a la defensiva. La guerra gira entonces en torno a la
construcción de un gran puente sobre el Rin que permita el paso del ejécito imperial. Entre tanto, las empresas guerreras se complican con hazañas de amor;
sobre todo, desde que la voluptuosa reina Sibille se enamora del joven hermano de Roland, Baudouin. Al fin, sobrevendrá la gran batalla, en que consigueRoland su objetivo de apoderarse del Olifan y Baudouin el de prender a Guitalin; pero Sibille se escapa, huyendo, lejos, con sus hijos (final que deja abierta, obviamente, la posibilidad de una nueva “parte”, esto es, de otra chanson que aproveche el éxito entre los oyentes alcanzado por la que aquí se acaba 151).

------Aunque, no sólo por su métrica, sino también por muchos aspectos de su composición, esta Chanson des Saisnes en alejandrinos asonantados traducida por la rama Vª de la Karlamagnús saga ha de considerarse como una refundición posterior a la Chanson des Saisnes que debió de conocer Aimeri Picaud en el segundo cuarto del s. XII, basta la lectura del resumen que hemos dado de la Saga af Guitalin saxa para estar seguros de la similitud general entre ambas versiones. Los componentes narrativos que “faltan” en el relato turpiniano fácilmente pueden explicarse como omisiones debidas a la simplificación de la intriga y a que el propósito del autor del Iacobus es centrarse en el milagro que permite a Roland resolver su dilema. También sería posible cargar a la cuenta del presbítero poitevino el mecanismo mediante el cual se evita que el héroe tenga que responsabilizarse de la opción elegida ante el conflicto de deberes (el milagro del derrumbamiento de los muros de la ciudad sitiada).
------Pero la relación intertextual y la cuestión de la estructura primitiva de la Chanson des Saisnes se complica si hacemos entrar en la comparación un tercer término que nos proporciona también la Karlamagnús saga, esta vez en su “rama” Ia, que, a modo de introducción, figura al frente del conjunto de textos constituidos por las “ramas” IIIª a VIIIª 152. Como Aebischer ha puesto en claro (1954b, págs. 18-33; 1967, págs. 277-289; 1972b, págs. 3-10), esta rama Iª, sin título propio, fue compuesta con independencia respecto a las sagas a que luego sirvió de encabezamiento y constituye una especie de “Vida de Carlomagno” en la cual se combinan y entrelazan rápidos resúmenes de gestas y tradiciones carolingias varias, unas más antiguas que otras 153. En esta compilación, al final del cap. 45 y en los caps. 46-47 se incluye un relato sobre la guerra de los sajones independiente del que constituye la rama Vª.

Para establecer un nexo geográfico-temporal con lo que anteriormente se venía narrando en esta compilación 154, se cuenta primero que el Emperador, de regreso desde Italia a “Eiss” (‘Aix’), envía a Roland y Olivier con doscientos mil hombres a sitiar “Nobilisburg”, donde el rey “Fulr” se ha preparado para resistir un cerco de veinte años (cap. 45). Llegado Carlos a Aix, recibe el mensaje de que el rey “Vitakind” ha tomado y quemado “Mystersborg” (‘Münster’ en Westfalia) y ha prendido y malherido al obispo de la ciudad. Decidido a vengar la deshonra recibida, marcha contra los sajones; pero el Rin le impide seguir adelante, por lo que encarga a varias naciones de gentes de su imperio la construcción de un puente. En el trabajo, emplean tres inviernos, sin poder concluirlo; en vista de ello, Carlomagno se acuerda de Roland, que se hallaba cercando Nobilisborg, pues piensa que él podría resolver la situación (cap. 46)155.

------El testimonio triple, de la crónica de Turpín, de la Saga af Guitalin saxa y de la rama Iª de la Karlamagnús saga nos permite, por lo tanto, dar por seguro que la primitiva Chanson des Saisnes, en sus varias versiones asonantadas del s. XII (y quizá antes), comenzaba con el episodio del cerco de Nobles y que Roland era en esa gesta héroe principal 156. Si Jehan Bodel d’Arras, al rimar la antigua chanson asonantada, hizo desaparecer de ella la figura de Roland, ello se debe a que sus conocimientos de cronología erudito-legendaria le hicieron considerar que la sublevación de los sajones era inmediatamente posterior a la muerte de los doce pares en Roncesvalles 157; en consecuencia, consideró también preciso dotar a la gesta de un nuevo comienzo épico, en substitución del tradicional episodio de Nobles 158. La crítica, malguiada por la lectura del único texto poético conservado del tema de Saisnes, ha tendido a hablar del episodio de Nobles como si fuera un elemento narrativo autónomo, sin tener bien presente la función que tenía en la gesta a que perteneció.
------Por otra parte, en vista de la función que el episodio claramente tiene tanto en el relato de Turpín como en la rama Vª de la Karlamagnús saga, creo preciso atribuir a actitudes y manejos del compilador de la “Vida de Carlomagno” o rama Iª de la Karlamagnús saga (y no a la versión de la Chanson des Saisnes por ella conocida) el hecho de que, en su resumen, ni la llamada del Emperador se haga en una situación de peligro extremo, ni la recepción del mensaje por los sitiadores de Nobilisborg suscite en el ánimo de Roland y de su compañero Olivier conflicto alguno: sólo se nos dice aquí que, ante la llamada del Emperador, la pareja de héroes levanta el cerco y acude a las orillas del Rin. Así despojado de toda problemática, el episodio de Nobles que encabeza la “Guerra de Saxe” queda, en el resumen de la rama Iª, totalmente desfuncionalizado, desprovisto de cualquier razón de ser.

A semejanza de lo contado en la Saga af Guitalin saxa (e, incluso, en la versión rimada por Jehan Bodel), la construcción del puente sobre el río (que en la versión de Jehan Bodel recibe el nombre de “Rune”) es un “motivo” central en la historia de la guerra de los sajones de la rama Iª 159. Cuando Roland y Olivier reciben la llamada del Emperador, acuden prontamente. Una vez llegados a orillas del Rin, consiguen realizar la obra en seis meses. Seguidamente, pasan el río, se hacen fuertes en la otra orilla y Carlomagno puede pasar a salvo con su ejército. El emperador se dirige contra “Veskhlaraborg” (‘Vauclère’), pero Vitakind busca refugio en “Triverisborgar” (‘Trèves’, quizá error por “Trimonieborg” ‘Dortmund’), donde permanece tres años. Entre tanto, Roland, Olivier y Beuves-sans-Barbe combaten con diez mil hombres Veskhlara y consiguen, finalmente, prender a su defensor “Saevini” (‘Seguin’). Carlos los envía contra “Trimonieborg” (‘Tremoine’, esto es, ‘Dortmund’), cuyos muros se derrumban de forma milagrosa y el rey Vitakind es muerto. Beuves-sans-barbe es encargado de regentar el reino desde Veskhlara. A continuación, Carlomagno envía a Geirard a que le prepare la fiesta de Pentecostés en “Numaia” (‘Nimègue’)... (cap. 47) 160.

------En esta versión de la rama Iª hallamos una concordancia inesperada con el relato del Pseudo-Turpín: el milagro de los muros que se derrumban para permitir la conquista de la ciudad sitiada (aunque el suceso en una y otra versión se produzca en un contexto narrativo distinto). También podría valorarse como concordancia importante entre ambas narraciones el hecho de que Carlomagno no participe en el cerco de Nobles; pero cabe la posibilidad de que la chanson de geste utilizada en el cap. 23 de la crónica de Turpín contase la presencia previa del Emperador en el cerco, puesto que el mensaje que, al comienzo de lo narrado, llega al campamento sitiador es ya el de que Carlos se halla cercado y no el del inesperado ataque inicial de Witikind contra la frontera del Rin.
-------
Lo más sorprendente de la compilación incluida en la rama Iª de la Karlamagnús saga es que, una vez finalizada la guerra de los sajones y después de haber dedicado el cap. 48 a la historia del Chevalier au cygne (y a su boda con “Adaliz”, hermana de Carlomagno) y los caps. 49 y 50 al matrimonio del Emperador con “Adein”, hermana de “Namlum” (‘Naimes’) y al Voyage de Charlemagne à Jérusalem et à Constantinople (con la consiguiente obtención de reliquias), narre, en los caps. 51-53, una “Entrada de España”, en que el primer episodio bélico es el cerco y conquista de “Nobilis” por Roland y Olivier 161.

Algún tiempo después de haber Carlomagno regresado de Jerusalén y Constantinopla 162, habiendo vuelto a “Eiss” (‘Aix’), se le apareció una noche el ángel Gabriel y le ordenó la ida a España. El Emperador hizo un llamamiento por todo el país para formar un gran ejército con que cumplir la orden celeste y mandó a los suyos que trajeran consigo mujeres e hijos, puesto que la guerra iba a ser muy larga; pero los franceses le hicieron ver el peligro que supondría para el ejército llevar a la mujeres y a las hijas, por lo que Carlos juró solemnemente por su barba blanca impedir que hubiera concubinatos 163. Pasado un plazo de dos años de preparativos, al tercero, Carlos se pone en marcha con un ejército de un millón de hombres y con carros cargados de semillas para garantizar la larga estancia en España. Llegados al río “Gerund”, parece imposible cruzarlo; pero, milagrosamente, un ciervo blanco les descubre un vado. Carlomagno envía entonces por delante a Roland y Olivier con los mejores caballeros a sitiar Nobilis (cap. 51).
------Llegados ante los muros de la ciudad, defendida por el rey “Fulr”, Roland comenta con Olivier lo estúpido de la orden que les ha dado su tío, ya que les manda no matar a Fulr, cuando aún no lo han apresado. La hueste es distribuida en tres cuerpos de cien mil hombres y un cuarto bajo el mando de Roland y Olivier. Fulr sale a combate con siete mil caballeros bien armados distribuidos en siete cuerpos de ejército. En el curso de la lid entre Fulr, Olivier y Roland, se produce, fortuitamente, la muerte de Fulr (Roland lo derriba y Olivier lo mata de una espadada). La matanza de los combatientes paganos se generaliza y, una vez asaltada la villa, se produce la de todos sus habitantes. Seguidamente, Roland, Olivier y todo su ejército lavan y secan el campo de batalla, para que Carlomagno, a su llegada, no pueda ver la sangre. Cuando Carlos llega a la ciudad, pregunta por el rey Fulr. Roland le revela su muerte. El rey le golpea con su guante en la nariz (cap. 52).
------Al día siguiente, Carlos cerca la ciudad de “Mongardingborg” (‘Monjardín’). El rey de “Kordr”, enterado de la muerte del rey Fulr y de la llegada del Emperador de Roma, acude con un gran ejército. Carlomagno hace a sus gentes romper sus lanzas e hincar las astas en el suelo; milagrosamente, reverdecen y echan hojas hasta formar un bosque, que permite masacrar a los paganos, pero el rey de Kordr huye. Carlos toma Mongarding. Seguidamente, se dirige contra “Saraguz”; pero su rey “Marsilius” le envía una embajada prometiéndole convertirse. Carlos, satisfecho, busca entre los suyos quien lleve la respuesta; Roland se ofrece, pero el Emperador rechaza su oferta y envía a los hermanos “Basin” y “Basilius”. Cuando los embajadores imperiales llegan a Saraguz con la respuesta, Marsile los apresa y les da muerte. Carlos se conmueve profundamente ante tal atentado (cap. 53) 164.

------La aparición en este relato del segundo cerco de “Nobilis” no sólo del rey “Fulr”, presente ya en el primero, sino de “Mongarding” establece una indiscutible relación entre esta versión de la Karlamagnús saga, rama Iª, y el capítulo de la “Entrada de España” de la crónica de Turpín colocado entre la batalla en que Carlomagno da muerte al rey Aigolandus y la confrontación ante Nájera con Ferracutus. Por otra parte, el milagro de las astas de lanzas convertidas en troncos de árboles, que, según la saga, ocurre en “Mongarding” y contribuye a la derrota y fuga del rey de “Kordr”, establece un nexo adicional con el relato turpiniano, donde el milagro se cuenta dos veces (situándolo en Sahagún y en Saintes) en la guerra con Aigolandus (dotado de una finalidad moral adicionada) y donde la guerra con el rey de Corduba es la culminación, como en la saga, de la empresa que llamamos “Entrada de España”, previa a los tratos con Marsilius.
------La principal cuestión que suscita el segundo cerco de “Nobilis” de la Karlamagnús saga es, sin duda, la de la prioridad de una u otra serie argumental de sucesos: La “prise de Nobles” episodio inicial de una Chanson de Guitalin, des Saxons o des Saisnes o la “prise de Nobles” episodio inicial de una *Entrée d’Espagne. Creo haber puesto de manifiesto que la vinculación del episodio a la versión asonantada primitiva de la Chanson des Saisnes anterior al relato turpiniano de c. 1132/34 está fuera de toda duda; pero ¿hubo, antes, un relato sobre “Nobles” encuadrado en la historia de la conquista de toda España en siete años, que el Roland enuncia como punto de partida de la tragedia de Roncesvalles?
------La afirmación de Roland en la Chanson de Roland asonantada (vv. 197-200 del ms. de Oxford), cuando se encara con Carlos y le recuerda:

Set anz [ad] pleins---- que en Espaigne venimes
jo vos cunquis ---- e Noples e Commibles
pris ai Valterne ---- e la terre de Pine
E Balasgued ---- e Tuele e Sezilie 165

no exige, ciertamente, que esas conquistas hubieran sido previamente narradas en un canto épico y, en cambio, el pasaje pudo proporcionar a ulteriores creadores de relatos un dato utilizable: la primera conquista en España protagonizada por Roland fue la de “Noples”. La Chanson des Saisnes de finales del s. XI
o primer cuarto del s. XII pudo haberlo aprovechado. Pero, cuando en la Chanson de Roland Ganelon trata de disuadir a Carlomagno del propósito de recruzar los puertos por haber oído el sonido del cuerno de Roland y argumenta (vv. 1773-1779):

Asez savez---- le grant orgoill Rollant
ço est merveille---- que Deus le soefret tant.
Ja prist il Noples---- seinz le vostre comant;
fors s’ent eissirent---- li Sarrazins dedenz
sis cumbatirent ---- al bon vasal Rollant;
puis od les ewes (...) ---- lavat les prez del sanc,
pur cel le fist ---- ne fust a[pa]rissant 166,

la referencia a la conquista, al complicarse con el curiosísimo baldeo de los campos para borrar las señales de la sangre vertida en el combate, adquiere un relieve mucho mayor, debido a lo cual el episodio de “la prise de Noples” ha venido atrayendo poderosamente a lo largo de los tiempos la atención de los auditorios de la gesta y de los estudiosos de la épica medieval. No es de extrañar que el compilador de la “Vida de Carlomagno” que constituye la rama Iª de la Karlamagnús saga se esforzara en explicar con cierto detenimiento lo ocurrido. Sin embargo, es preciso admitir que la combinación que en su exposición realiza
del “motivo” del baldeo de los campos con la prohibición de dar muerte al rey “Fulr” no consigue hacer el episodio más comprensible: ¿por qué Carlos no ha de ver la sangre del combate, si es él quien ha ordenado la conquista de Nobles?, ¿acaso el trabajoso lavado y secado de los campos podía evitar que Carlos, al llegar, reclamase la presentación del rey que quería le entregasen prisionero? Por otra parte, el traslado al relato de la “Entrada de España”, que en esta versión se produce, del “motivo” de la ira de Carlos contra Roland porque no acata sus órdenes y de la grave afrenta que le infiere golpeándole en el rostro privó al episodio inicial de Saisnes (al “primer cerco” de Nobles narrado previamente) de su lógica épica y dio lugar a que el cronista cometiese el dislate de concebir la posibilidad de que todo un Roland abandonase tranquilamente la conquista de la ciudad que está cercando y fracasase en la misión que se le había encomendado. En fin, no menos grave viene a ser el hecho de que la afrenta del golpe de guante, en su nueva posición, no provoque en Roland más reacción que la de un niño ante la reprimenda de su tío. No veo en este arreglo del compilador de la “Vida de Carlomagno” nada de primitivo.
------Frente a la seguridad de que la confrontación del Roland del manuscrito de Oxford con la rama Iª de la Karlamagnús saga proporciona a Aebischer (1954b, págs. 44-49; 1972a, págs. 237-243; 1975, págs. 136-146) para afirmar (de acuerdo, es cierto, con la mayor parte de la crítica comparatista precedente) la preexistencia respecto a la Chanson de Roland de una arcaica *Entrée d’Espagne con el episodio de la “Prise de Nobles”, tengo por mucho más probable la hipótesis de que la conquista de Nobles de la “Vida de Carlomagno” noruega sea, como es toda esa “Vida”, un arreglo o combinación de informaciones varias ordenadas cronológicamente y convertidas en “sucesos”. La rama Iª de la Karlamagnús saga es una respuesta erudita a los interrogantes que el conocimiento de los viejos poemas de la epopeya carolingia venía suscitando en los auditorios pan-europeos del s. XII y no un relicario de poemas épicos muy arcaicos, de los cuales esas chansons de geste viejas habrían extraído datos para sus alusiones y también constituyentes estructurales 167.
------En oposición a los principios universalmente aceptados por varias generaciones de crítica comparatista, mi concepción del desarrollo de los modelos narrativos medievales (guiada por las observaciones decantadas por Vinaver en sus estudios de la tradición novelística artúrica 168) me lleva a creer que una “alusión” a un hecho no narrado engendra, a menudo, la narración del “suceso”. Por lo tanto, la presencia en un relato (posterior a la Chanson de Roland) en forma de “sucesos” narrados de la desobediencia de Roland y del lavado de la sangre en los campos de Nobles o de la embajada de Marsile, ofreciendo su conversión, y de la muerte de los embajadores imperiales Basan y Basile en Zaragoza, a que la Chanson de Roland hacía referencia, no creo que valgan como testimonio de la existencia de un poema arcaico desconocido, anterior a la Chanson de Roland conservada, en que se narrase la *Entrée d’Espagne, del mismo
modo que el pormenorizado relato sobre cómo, durante el cerco de Vienne por Carlomagno, se constituyó el triángulo pasional Roland-Aude-Olivier no me parece que pruebe, en forma alguna, la existencia de una primitiva chanson de geste sobre *Girart de Viane (remota antecesora del Girart de Vienne de Bertrand de Bar-sur-Aube), en la cual habrían literariamente nacido (al margen de la tradición rolandiana de Roncesvalles) los personajes de “Olivier” y “Aude”169. Estos poemas arcaicos con que Aebischer (1960b) pretendió llenar el “desierto literario” del s. XI, lejos de constituir “hechos” y no “teorías” (según nos afirma convencido 170), creo que son fantasmagóricos.
-----Mi creencia en que Roland, Olivier, Aude, Ganelon y Marsile, la “prise de Nobles”, la “prise de Cordres” y la muerte de Basan y Basile tuvieron literariamente su origen en la chanson de geste que denominamos Roland y no fuera de ella y la afirmación de que el canto de la matanza de Roncesvalles precedió a cualquiera otra narración épica sobre Carlomagno en España no exigen, sin embargo, negar que con anterioridad a 1132/34, en que fue escrito el Liber beati Iacobi, pudiera haber adquirido ya forma épica un relato ancilar respecto a la gesta de Roncevaux (o chanson de Roland) cuyo objetivo fuera explicar cómo Carlomagno sometió España mediante una larga campaña antes de que la traición de Ganelon y Marsile diera lugar a la muerte de Roland y sus compañeros al retirarse por el paso de Roncesvalles.
------En la versión de los dos cercos de Nobles creada por el compilador de la “Vida de Carlomagno” que constituye la rama Iª de la Karlamagnús saga hay, en efecto, algunos componentes que no tienen explicación ni a partir de la versión asonantada de la Chanson des Saisnes, arriba reconstruida, ni como deducciones de las alusiones contenidas en la Chanson de Roland: la participación de “Oliver” en la acción que provoca la ira del Emperador contra Roland; la identificación del rey sarraceno de Nobles con el rey “Fulr”, y la conquista de “Mongarding”.
------Sobre la participación de Olivier en la acción que da lugar a la violenta escena de la ofensa del golpe de guante que Carlos infiere a Roland tenemos un testimonio lateral en la chanson de geste, del s. XIII, Jehan de Lanson 171, que confirma la tradicionalidad del detalle. Al hablar de la invulnerabilidad de Roland se alude, como a episodio de todos conocido, a la única ocasión en que el héroe perdió sangre por una herida:

Fors troi goutes sans plus, ----quant Charles par irour
le feri de son gant ----que le virent plousour,
quant Charles forjura ---- par force et par irour
Olivier de Viane, ----que tant ot de valour.

Pero la referencia, al no nombrar ni a Nobles ni al rey Forré, nada nos aclara sobre los orígenes del “motivo”172.
------En cuanto a las dos secuencias sucesivas formadas por la conquista de “Nobilis” y muerte del rey “Fulr” y por la conquista de “Mongarding” y derrota del rey de “Kordr” cabría pensar que son el resultado de una combinación de datos procedentes de fuentes distintas realizada por el compilador de la rama Iª de la Karlamagnús saga (o de su orginal francés, si lo hubo), quien, en su intento de reunir toda la información disponible, habría incorporado el rey Furre y el mons Garzini, procedentes del cap. 15 de la “Crónica” del Pseudo-Turpín, a la narración referente al cerco y conquista de “Nobles” que estaba siguiendo. Pero la identificación del rey “Forre” con el señor de “Nobles” no es privativa de la Karlamagnús saga, sino que reaparece en alusiones incidentales e independientes entre sí de varias chansons de geste, en Gui de Bourgogne, en Saisnes de Jehan Bodel, en Aymeri de Narbonne, en las cuales es el propio Carlos quien conquista la ciudad y prende o mata a “Forré” (sin que para nada se aluda a Roland y Olivier)173. Esta tradición difusa no se refleja en la Entrée d’Espagne conservada, escrita en Padua a fines del s. XIII o principios del s. XIV a partir de un original (o varios) en una lengua francesa más “correcta” que la del poeta paduano 174: a pesar de que en la obra la “prise de Nobles” constituye un extenso y elaborado episodio 175 que tiene como remate el golpe de guante dado por Carlos a Roland, ni aparece en la historia el rey Forré, ni la forma de engarzar el episodio en la narración de la guerra de España recuerda en absoluto lo contado
por la rama Iª de la Karlamagnús saga 176. En consecuencia, si bien sería fácil defender la hipótesis de que la disociación del rey Furre respecto a “Nobles” en la “Crónica” del Pseudo-Turpín pudo ser realizada por Aimeri Picaud en vista de su erudita identificación de esa ciudad con “Grenoble” 177, la documentación épica disponible no nos aclara el proceso de integración del episodio de la “prise de Nobles” en una chanson de geste relativa a la “Entrada de España” y menos aún la antigüedad que haya que suponer a su transferencia desde la Chanson des Saisnes asonantada, en que Aimeri Picaud nos lo documenta. Sólo obras de carácter cíclico, como la rama Iª de la Karlamagnús Saga o Les conquestes de Charlemagne de David Aubert (1458), que tratan de organizar cronológicamente todos los “datos” que la tradición había acumulado sobre la vida y hechos de Carlomagno, ofrecerán un relato de las guerras de España en que tout se tient y en que se disuelven las contradicciones de los diversos relatos previos 178.

i. La epopeya carolingia y la minoría
franca en la España de la dinastía
borgoñona y de Alfonso I el Batallador

------6.9. En suma. El códice de la catedral de Compostela dedicado a la exaltación del culto del Apóstol Santiago muestra un conocimiento muy amplio de la epopeya carolingia. Aunque su autor verdadero es un clérigo franco que ha viajado mucho por la cristiandad occidental y oriental, el conocimiento que ese clérigo viajero tenía de España y su profunda vinculación a la política eclesiástica de la Iglesia apostólica compostelana lo hacen muy representativo de la cultura de la minoría franca instalada en España en los burgos, iglesias y cenobios existentes a todo lo largo del camino jacobeo, minoría que tuvo un papel dominante en los reinos cristianos de Alfonso I el Batallador y del joven Alfonso VII durante el primer tercio del s. XII. Los propósitos del Iacobus y la concepción de los diversos libros de que se compone hicieron necesario que la materia épica en él aprovechada, al integrarse en unos nuevos moldes expositivos, quedara reducida a listas de nombres de personajes y a sucesos, no sólo desgranados de sus contextos narrativos, sino refuncionalizados para constituir edificantes exempla; en consecuencia, la información que en él hallamos acerca de las chansons de geste sólo casualmente nos permite intuir la armazón de lo que en ellas se contaría. Los problemas interpretativos de los datos sueltos que nos proporciona el Iacobus acerca de esas chansons son, así, de difícil o, a veces, imposible resolución. No obstante, su testimonio resulta precioso. Basándonos en él podemos afirmar que, a través del camino de Santiago, llegaron a Navarra, Castilla, Tierra de Campos, León, Astorga y Galicia múltiples chansons de geste referentes a Roncevaux y a Guiteclin y la Guerre de Saxe, sobre Mainet en la Toledo de Galafre, sobre Agolant et l’entrée d’Espagne, acerca de Ogier de Danemarche, acerca de los Lorrains, relativas a Guillaume y Vivien, etc. Cuando la confrontación bélica entre Cristiandad e Islam había alcanzado en Hispania un máximo de intensidad como consecuencia de la formación del imperio almorávide, la Europa de entre cruzadas ofrecía en sus héroes de la edad carolingia un modelo de caballería cristiana en que los colonos francos de la Tierra del Apóstol veían la razón de ser de su dominio y preponderancia sobre los nativos hispanos necesitados de una nueva cultura, tanto en aspectos de la vida religiosa como de la vida laica. No nos puede, pues, extrañar la acogida dispensada por esa minoría rectora de una nueva España a este género literario tan en boga al otro lado de los puertos.
------Aparte de informarnos acerca de la proliferación y difusión de los temas épicos, el Iacobus nos permite, en ocasiones, no sólo antedatar gestas que únicamente nos son conocidas a través de refundiciones o reelaboraciones posteriores, sino reconstruir ciertos contenidos de los poemas tal como fueron conocidos por el clérigo franco con vinculaciones compostelanas c. 1131/34. Unas veces, esos contenidos nos muestran estados más arcaicos de un tema que los conocidos a través de textos conservados (Mainet, Saisnes, Agolant et l’entrée d’Espagne), otras manifiestan la antigüedad relativa de ciertas innovaciones introducidas en viejos poemas por la tradición meridional (Roncevaux).
------Creo de interés notar que hay una cuestión sobre la cual el Iacobus no nos proporciona información alguna y que nos importaría mucho saber: qué grado de adaptación lingüística sufrían los poemas al ser cantados en los burgos y santuarios del camino jacobeo en los reinos de Navarra, Castilla, León y Galicia.

Diego Catalán: "La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación" (2001)

NOTAS

35 Sobre las razones que permiten asignar esta fechación a la entrega del Codex Calixtinus, véase Disq. 3ª, § 2.

36 Según se hace constar en un bifolio adicionado al Codex Calixtinus (véase Disq. 1ª, § 1 y n. 8). En el Codex Calixtinus está perfectamente clara la identidad de Aimeri y Olivier, que, durante bastante tiempo, puso en duda la crítica, por creer incompatibles la condición de presbítero reconocida para Aimeri y la presencia de una socia al lado de Olivier (véase Vázquez de Parga 1948, I, pág. 174, n. 8 y Louis, 1948-49, págs. 86-87).

37 Para más detalles respecto a lo anterior, véase Disq. 1ª, §§ 1 y 4 y Disq. 2ª, § 1. Con posterioridad a Vázquez de Parga (1948) y Louis (1948-49), la autoría de Aimeri Picaud ha vuelto a ser defendida y argumentada por Moisan (1985).

38 Trato detenidamente de estas cuestiones en la Disq. 3ª, §§ 1 y 2.

39 Véase Disq. 1ª, §1 y Disq. 3ª, § 2.

40 Sobre la unidad del Iacobus véase Disq. 2ª.

41 Véase Disq. 1ª, § 2. Que el Codex Calixtinus es el texto más antiguo conservado del Liber beati Iacobi nadie lo pone en duda. Una mayoría de críticos (desde Becker, 1907, pág. 45) reconocen en él el arquetipo de toda la tradición manuscrita. Los que, a veces, han tratado de combatir esa idea nunca han realizado una crítica textual rigurosa de las variantes que ofrecen los manuscritos cuya independencia les parece sostenible. Así, por ejemplo, Anglés (1931, I, págs. 60-62) sostuvo que la anotación aquitana sin pauta, empleada en la copia parcial del Iacobus conservada en el monasterio de Ripoll, al ser más arcaica que la escritura sobre una pauta de cuatro líneas, empleada en el Codex Calixtinus, exigía considerar al texto ripavullense como representante de una versión más antigua (argumento que impresionó a Whitehill, 1944, págs. XXIV-XXV, y hasta cierto punto, a Díaz, 1988, págs. 78 y 135, contradichas, sin embargo, en la pág. 96). Pero, siendo seguro que el monje ripavullense, Arnaldus de Monte, hizo su copia en 1173 de un original compostelano y viendo que introdujo en texto un milagro de 1164 que en el Codex Calixtinus (cerrado en 1140) se había copiado en unos folios sueltos adicionales cuando este códice estaba ya en Santiago de Compostela (véase Disq. 1ª, § 1 y Disq. 3ª, § 2), no hay más remedio que suponer que el buen monje adaptó a la notación tradicional, usual en su cenobio, la notación más avanzada propia del original que reproducía. A los ojos de la crítica textual resulta similarmente débil la hipótesis de Meredith-Jones (1936, págs. 17-31 y 75-82), según la cual el texto más próximo al original de una *Historia Karoli Magni et Rotholandi, para él independiente del Iacobus, lo proporcionarían los mss. de la Bibl. Nationale de Paris, Nouv. Fonds lat. 13774, del s. XII-XIII, Nouv. Acquisitions lat. 369, del s. XIII, y Nouv. Fonds lat. 17656, del s. XII (a los que asignó las siglas A-6, A-10 y A-1 y que en Hämel, 1953, llevan los nos 92, 96 y 107), ya que el examen de las variantes en que esa rama se contrapone al Codex Calixtinus permite asegurar, frente a ese supuesto, la prioridad de las lecciones del códice más antiguo, guardado en la catedral compostelana, respecto a las de los preferidos por Meredith-Jones (Horrent, 1951a, págs. 82-87).

42
Véase Disq. 1ª, § 2.

43 Véase Disq. 1ª, § 3

44 Véase Disq. 1ª, § 3. El hecho de aceptar el “compostelanismo” ideológico del Iacobus no nos exime de apreciar en el Pseudo-Calixto un alto grado de creatividad y de reconocer que imprimió a sus fuentes el sello de su singular personalidad. Cuando Díaz (1988, págs. 309-314) habla de que el Liber beati Iacobi fue el fruto de “un coordinador general” que desde Compostela dirigió un equipo de investigadores (y llega, incluso, a sugerir la posibilidad de que ese coordinador fuera el propio Diego Gelmírez) emite una hipótesis gratuita que ningún testimonio o dato, interno o externo al libro, corrobora.

45 Véase Disq. 1, § 3 (en ella cito la curiosa predicción del salam o ídolo de Cádiz a que aquí aludo). Sobre lo representativo que resulta ser el punto de vista del Liber beati Iacobi de la hostilidad de los pobladores francos de los burgos del camino de Santiago hacia los nativos hispanos, véase Lacarra, 1948, I, págs. 482-489.

46 “Calixto, Obispo, siervo de Dios, a los Obispos, sus queridos hermanos en Cristo, y a las demás personas de la Santa Iglesia, y a todos los cristianos, tanto presentes como futuros...”, Lib., IV, cap. 26.

47 A continuación enumera los daños de ellos recibidos, enfatizando el número ingente de mártires enterrados en los cementerios de los territorios limítrofes (especialmente los pirenaicos).

48 Y ordena, a continuación, la predicación y difusión de la epístola convocatoria, ofreciendo la misma remuneración celestial para los que la transmiten o predican que para los cruzados.

49 “Diego, por la gracia de Dios Arzobispo de la Sede compostelana y Legado de la Santa Iglesia de Roma, a los venerables y amados hermanos en Cristo, Arzobispos, Obispos, Abades y a todos los Prepósitos de la Santa Iglesia, a los Reyes, a los Condes y demás Magnates y a todo el pueblo cristiano...”, Hist. Compostellana, Lib. II, c. 78 (p. 428).

50 “Vistamos todos, según la amonestación del Apóstol, las armas de la luz, y del mismo modo que los soldados de Cristo y los fieles hijos de la Iglesia, con mucho trabajo y derramando mucha sangre, abrieron el camino de Jerusalén, así también nosotros hagamos soldados de Cristo y, debelados sus pésimos enemigos los Sarracenos, abramos con el auxilio de su gracia por España un camino más breve y menos trabajoso al mismo sepulcro del Señor. Todo el que quiera tomar parte en esta milicia apresúrese a hacer examen de su pecados... y después, empuñando las armas en obsequio a Dios y en remisión de sus pecados, marche presuroso a los reales de Cristo. Al que así lo haga, Nos y nuestros venerables hermanos... lo absolvemos, con la autoridad de Dios omnipotente y de los bienaventurados apóstoles Pedro, Pablo y Santiago, de todos los pecados que, por instigación del demonio, haya cometido después del bautismo hasta el presente día...” (Hist. Compostellana, l. cit. pp. 428-430). La convocatoria concluye con la excomunión y anatema contra cuantos dañen los intereses materiales de los cruzados y la bendición a quienes los protejan en su camino, y con la orden a todos los prelados de la Santa Iglesia de que prediquen la carta, ante reyes, condes, magnates, caballeros e infantes.

51 La idea no era enteramente nueva. De hecho, el fervor cruzado generado por el éxito de la Primera Cruzada y la presencia en el Sur de Francia de muchos de los “héroes” de aquella expedición había ya movido, algunos años antes, al papa Gelasio II a reunir en Toulouse un concilio regional (en el que participaron los arzobispos y obispos, de naturaleza francesa, de Arles, Auch, Lescar, Bayonne, Pamplona, Barbastro y el electo de Zaragoza) para organizar la “cruzada” que permitiría a Alfonso I la conquista de Zaragoza (1118), y el rey aragonés, cuando preparaba la conquista de Lérida, Fraga y Tortosa, hablaba de que, a partir de la costa levantina, podría emprender el camino marítimo hacia Tierra Santa como etapa final de su actividad de cruzado contra el Islam.

52 Con cuyo relato se inicia la historia de Turpín (Lib. IV, c. 1).

53 Según el Pseudo-Turpín, concluida la segunda conquista, “Carlomagno distribuyó las tierras y provincias de España a sus caballeros y gentes, esto es, a los que quisieron quedarse en aquella tierra: dio Navarra y Vasconia a los bretones, Castilla a los francos, la tierra de Nájera y Zaragoza a los griegos e italianos que había en nuestro ejército, Aragón a los poitevinos, Andalucía que está junto al mar, a los teutones y Portugal a los dacios y flamencos. Los francos no quisieron habitar Galicia porque les parecía fragosa” (lat., Lib. IV, c. 18).

54 El proyecto de creación de reinos y señoríos feudales en la frontera hispana no podía parecer entonces extraño, dados los precedentes que representaban el reino normando de Las dos Sicilias (desde 1072) y los estados cruzados de Antioquia (desde 1098) y Jerusalén (desde 1099). De hecho, se habían creado ya en España numerosos señoríos “francos” desde que Alfonso VI entrega a sus yernos, los condes borgoñones Raimond y Henri, los condados de Galicia (c. 1092) y Portugal (c. 1099) y estos condes firman un pacto sucesorio (fallido) para repartirse el imperio toledano de su suegro (1103); Alfonso I de Aragón concedió Tudela como feudo a Rotrou II, conde de Perche (1114), dio el condado de Tarazona a Centulle II de Bigorre y el de Carrión a Bertrand de Laon (1117), repartió el señorío de Zaragoza entre Gaston V de Béarn y Rotrou (1118) y, finalmente, decidió hacer herederos de todos sus reinos a los Templarios y los Hospitalarios; en Cataluña, por iniciativa del obispo franco de Tarragona (Saint Oldegaire), el caballero normando Robert-Bordet de Cullei adquirió el principado de Tarragona (1128); etc.

55 La descripción del paraje, después del párrafo citado en texto, dice que, allá en la cima, Carlomagno, “arrodillado de cara a Galicia, elevó sus preces a Dios y a Santiago... Por esto se considera aquel lugar el primero de la oración a Santiago” (lat., Lib. V, c. 7).

56 El hecho de que la “Guía del peregrino” no recomiende la visita de Saint-Jean-de-Sorde, paso obligado en la ruta que describe con más detenimiento, me parece significativo. Sobre las reliquias que en ese monasterio se exhibían desde tiempo atrás, véase la Disq. 2ª, § 3 y n. 21 (donde comento las posibles razones de la actitud de Aimeri Picaud).

57
El negocio de las “reliquias” falsas no es una suposición surgida de la inquina liberal decimonónica o marxista del s. XX, lo denuncia ya un autor tan beato como nuestro clérigo poitevino cuando acusa a los monjes de Corbigny de que “dan culto en lugar de san Leonardo de Limoges al de un cierto varón llamado Leotardo que se dice que, colocado en un arca de plata, les fue llevado de tierras de Anjou, y cambiándole el nombre propio, como si hubiera de ser bautizado de nuevo, le impusieron el nombre de san Leonardo, para que con la fama de tan grande y famoso nombre, es decir, de san Leonardo de Limoges, fuesen allá los peregrinos y los enriquecieran con sus ofrendas” (lat., Codex Calixtinus, Lib. V, c. 8).

58 Por lo tanto, el silencio de Olivier d’Asquins-sous-Vézelay acerca de Girard de Roussillon debe considerarse como un importante testimonio de que c. 1130 la versión de la leyenda de San Badilon (BHL, 5489-5492) en que se asignaba un papel al conde Girart y a su mujer Berthe, conocida a través de manuscritos de “comienzos del s. XII” (cfr. Louis, 1956, n. 30), aún no prevalecía como versión oficial en la abadía de Vézelay.

59 “El pecado de Carlomagno, que le había sido revelado por un ángel, le fue perdonado al rey” (lat., Lib. V, c. 8).

60 La Vita Aegidi, que Les Bollandistes sitúan en el s. X, cuenta que Carlomagno ruega al santo que venga a verle y, tras algún tiempo, le pide su intercesión respecto a un pecado horrendo que no se atreve a confesarle. Estando el domingo siguiente celebrando la misa, cuando cumplía el ruego del rey, un ángel depositó sobre el altar una carta (scedulam) en que se detallaba el pecado del rey y en que se le concedía la absolución debido a la intercesión de San Gil.

61 El pecado, consistente en haber engendrado en su propia hermana a Roland, es claramente confesado por Carlos en el planto del Ronsasvals provenzal y se relata en una gesta tardía, Tristan de Nanteuil (s. XIV, ms. Bibl. Imp. 75535, f. 311v). La rama Iª de la Karlamagnús saga narra el incesto como suceso, identificando a la hermana con Gisla (Gile-Gilain o Gilein, deformado en Gilem), la hermana de Carlomagno históricamente documentada; no falta, sin embargo, la historia de la intervención del abad Egidius o Gillias y la misiva celestial durante la misa (el ángel deposita el escrito sobre la patena). La función de la historia es clara, pues el escrito dispone que la joven princesa sea inmediatamente casada con Milon d’Angers, ya que en siete meses tendrá un hijo que deberá ser llamado Roland. La leyenda era conocida también por Jean d’Outremeuse (quien identifica a la hermana como Bertaine) y reaparece (sin aludir a Saint Gilles) en el roman en prosa Berte (ms. de Berlin, p. 100) y en la crónica de Weihenstephan (c. 8). Véase Paris, 1865, págs. 378-382; Aebischer, 1954b, págs. 26, 29 y n. 1, 65; Gaiffier, 1955; Lejeune, 1961. Sholod, 1965-66, se esfuerza por convencernos de su historicidad.

62 El monje de Gellone, que c. 1125 compuso el texto hagiográfico, incluye una clara alusión a la fuente vulgar cantada, que le proporcionó los datos sobre la conquista (fabulosa) de Orange por Guillaume de Toulouse en lucha con el rey sarraceno Teobalt, cuando exclama: “¿Qué coros de jóvenes, qué reuniones de gentes, especialmente de caballeros y nobles, qué vigilia de las fiestas de los santos no resuenan dulcemente y no cantan con voces moduladas cuál y qué grande él fue?” (lat.). La chanson de geste conservada sobre la Prise d’Orange es, quizá, un cuarto de siglo posterior. (Saint-Roman de Blaye, Saint-Sernin de Burdeos, Aliscamps, etc.)

63 Horrent (1951a, pág. 337) considera lamentable que el Pseudo-Turpín ahogue “toda la resonancia épica del modelo” mediante la “condensación y alteración de los hechos narrados” y la “inflación retórica del discurso” (fr.).

64 Figura con ocasión de la lista de nombres de los más grandes guerreros que cruzaron con Carlomagno los puertos de Cízara (Lib.IV, cap. 11).

65 La Conuersio fue incorporada, a modo de epílogo, a la Vita Faronis antes de mediar el s. XI, o quizá bastante antes, en el s. X.

66 Que hubo una antigua *Chevalerie Ogier anterior a la Conversio ha sido defendido incluso por Bédier. Desde luego, en fechas muy anteriores al Iacobus, el diploma falsificado c. 1090 por los monjes de Saint-Yrieix (Haute-Vienne) cita a Otgerio palatino (entre Turpione y Guillelmo Curbinaso), y la apostilla de San Millán de la Cogolla (véase adelante, § 8), escrita por los años de 1054 a 1076, nombra a Oggero spatacurta entre los pares que combaten en Roncesvalles, dotándole de un sobrenombre épico basado en su legendaria espada “Corte” o “Courtaine” (recordada por múltiples chansons de geste).

67 Fragmento I, vv. 1 y siguientes.

68 Véase lo dicho en el cap. I, §§ 2.a y 5.j. Por otra parte, la rama Iª de la Karlamagnús saga pone de manifiesto que la transferencia del tema de la persecución de Karl por Renfrei de Tongres y su hermano Helldri desde los tiempos de Carlos Martell a los de Carlomagno fue realizada fuera del contexto de las enfances de Carlos en Toledo o tema de “Mainet”, que son desconocidas de los compiladores de la “Vida de Carlomagno” constituida por la rama Iª de la Karlamagnús saga.

69 “...y cómo conquistó diversas tierras y las ciudades que las adornaban y las sometió al nombre de Dios, y cómo estableció por el mundo muchas abadías e iglesias y colocó en arcas de oro y plata los cuerpos de muchos santos sacándolos de su sepultura” (lat.).

70 El viaje a Constantinopla y la obtención allí de las reliquias tampoco falta en la versión (hasta cierto punto independiente) de la rama Iª de la Karlamagnús saga.

71 En el Iter se trata de la corona de espinas, uno de los clavos, un pedazo del madero de la cruz, el sudario, la camisa de la Virgen, el ceñidor del Niño cuando era de cuna y el brazo de San Simeón, y todas la reliquias son llevadas a Aquisgrán; andado el tiempo, se trasladará el “Lendit”, la exhibición de las reliquias, a Saint-Denis. En el Pélerinage, Karlemains deposita en Saint Denis el clavo y la corona de espinas y reparte el resto de las reliquias por el reino. La rama Iª de la Karlamagnús saga combina la información sobre las reliquias de un *Voyage de Charlemagne à Jerusalem et à Constantinople (del que debe de tomar la obtención del santo Sudario y, quizá, la de la lanza de San Mercurio, así como el reparto de las reliquias en Francia) con un dato procedente de la Chanson de Roland (cfr. mss. O, vv. 2503-2511; V4, vv. 2695-2702; Ch, vv. 4366-4374): Carlos incrustó la punta de la lanza que atravesó el costado de Cristo en el pomo de su espada “Giovise” y por ello sus caballeros gritan “Mungeoy” al entrar en combate. No hay razón alguna para creer con Aebischer (1954b, págs. 39-40) que el Roland tomara la referencia de un arcaico *Voyage que incluyera ese dato.

72 Otros detalles épicos presentes en el Roland asonantado que acoge la “Crónica” de Turpín son: la conquista de toda España por Carlos; la exigencia a Marsirius de que se convierta, transmitida por Ganalonus; el envío por Marsirius a Carlos de oro y plata, a modo de tributo; la promesa de Marsirius de ir en pos Carlos para recibir el bautismo y gobernar en adelante toda España como feudo del Emperador; el encargo de la retaguardia a Rotholandus a sugerencia de Ganalonus; el número de veinte mil caballeros que forman esa retaguardia; las dos batallas sucesivas en que se desarrolla el combate de Roncesvalles, la primera acabada con la derrota de los sarracenos y la segunda con la muerte de los veinte mil cristianos; la existencia entre los sarracenos de combatientes negros; el que Rotholandus quede solo en el campo; que, cuando se siente morir, se eche sobre la hierba y se encomiende a Dios; que su alma sea llevada por el arcángel San Miguel al Paraíso; que el traidor Ganalonus, una vez juzgado, sea atado a cuatro caballos y despedazado.

73 Y, de forma incompleta, en otros textos que no remontan al ms. O.

74 Si esta fundamental desviación, respecto a la leyenda épica es, como parece, una libre invención del Pseudo-Calixto, necesariamente lo será también la visión de Turpín en Valcarlos de cómo el arcángel San Miguel lleva a los cielos el alma de Roland al tiempo que una formación de diablos negros lleva el alma de Marsil al infierno.

75 Aunque uno y otro crítico militen en el campo de los que consideran el episodio de Baligant un aditamento a la estructura primitiva de la gesta.

76 La presencia de Beliguandus junto a su “hermano” Marsirius sólo se explica como un eco vergonzante de los más de mil versos que el Roland dedicaba al episodio de Baligant (vv. 2609-3674 del ms. O), pues su funcionalidad en la crónica latina es nula. No me parece razonable la afirmación de Aebischer (1975, págs. 165-166) cuando considera que la pareja de hermanos (Marsile-Baligant) es lo primitivo y la identificación del secundón con el “almiraill” de Babilonia una genial creación del Roland tipo “Turoldus”.

77 El ms. L del Roland rimado prescinde del episodio de Baligant, y muy probablemente, como ha visto bien Segre (1965-66, págs. 302-304), la omisión del episodio se daba en el prototipo de L, T, P, por lo que un antecesor de T, P lo echó de menos y lo reinsertó tomándolo de un texto del Roland asonantado (desde la laisse T140 y la laisse P157 a la laisse T224 y la laisse P249). Pero el episodio formó parte del Roncevaux rimado, según testimonian los mss. Ch yV7.

78 “A Oliveros, que había pasado de esta vida a otra mejor, le hallaron echado en el suelo, extendido en figura de cruz con cuatro palos fijos en tierra, atado fuertemente con cuatro cuerdas, despellejado con cuchillos muy afilados desde el cuello hasta la uñas de los pies y de las manos, atravesado por flechas, saetas, lanzas y espadas, y rudamente apaleado y magullado” (Lib. IVº, c. 21).

79 “El mismo Roldán resultó herido de cuatro lanzadas y gravemente golpeado a pedradas... Entonces Roldán..., angustiado por las grandes heridas y golpes recibidos por él de los sarracenos,... Entonces, elevando los ojos al cielo, Roldán, mártir de Cristo, dijo...” (Lib. IVº, c. 21) “Roldán..., herido con saetas y lanzas, se cuenta que por último murió... en el citado valle como valioso mártir de Cristo” (Lib. Vº, c. 8).

80 Lib. IVº, cap. 21; ed. Whitehill, págs. 328-329.

81 Aunque el muy dado a milagros Aimeri Picaud crea a veces útil para la confirmación de hechos importantes el testimonio de un testigo presencial que corrobore lo ya sabido por una visión (cfr. su relato de la salvación de Carlomagno), la escena con la doble intervención de Thierri y Baudouin ofrece un contraste manifiesto con la reducción de todos los episodios de la batalla a un texto tan falto de componentes épicos como éste: “Marsilio y Beligando... dividieron sus fuerzas en dos partes: una de veinte mil y otra de treinta mil. La de veinte mil comenzó primero a atacar de pronto a los nuestros por la espalda. Enseguida los nuestros se volvieron contra ellos, combatiéndolos desde la madrugada hasta las nueve; todos cayeron, ni tan sólo uno de los veinte mil escapó. Inmediatamente, los otros treinta mil atacaron a los nuestros, fatigados y rendidos por tan gran batalla, y los mataron a todos desde el primero al último; ni uno tan sólo de los veinte mil cristianos se salvó: unos fueron atravesados con lanzas, otros degollados con espadas, estos partidos con hachas, aquellos acribillados a saetas y venablos, unos sucumbieron a garrotazos, otros, fueron degollados vivos con cuchillos, otros quemados al fuego y otros, en fin, colgados de los árboles. Allí murieron todos los caballeros excepto...” (lat., Lib. IVº, cap. 21).

82
Véase cap. III, § 5.b, donde comento por lo largo los testimonios del Ronsasvals provenzal, los poemas y prosificaciones italianas y el relato de García de Salazar.

83 Según se explica en la “Guía del peregrino” (Lib. V, cap. 8) Olivier, Gandelboes, Ogier, Arastagne, Garin le Loherain y otros muchos “yacen todos juntos en un solo sepulcro” en Belin. En la “Crónica de Carlomagno” se alude también a su enterramiento en Belin (Lib. IV, c. 21).

84 Como en seguida veremos detenidamente al tratar de los barones que acompañan a Carlos en su venida a España contra Aigolando.

85 La desconexión entre el relato de lo ocurrido en Roncesvalles y la nómina de mártires enterrados en los cementerios épicos parece alcanzar un extremo en el caso de Tedricus, cuyo papel en el juicio contra Ganalonus como combatiente contra Pinabellus no excluye que sea nombrado entre los caballeros que Turpín afirma fueron enterrados como mártires, per manus nostras, en Aliscamps al regreso de la expedición a España. Sobre cómo se atempera esta contradicción, véase adelante n. 89.

86 Una vez descontados de la primera lista, por razones obvias, Turpinus, Ganalonus y Balduinus.

87 Aunque no deje de ser algo significativo el que todos los héroes que entran en España mueran en la salida. Roncesvalles es un verdadero ocaso de la gloria imperial franca.

88 Entre los enterrados en Belin figura Otgerius rex Dacie y entre los enterrados en Aliscamps Tedricus y Naaman dux Baioarie.

89 En el Roncevaux o Roland rimado los tres personajes participan activamente en el juicio de Ganelon ocurrido en Monleon. El Pseudo-Turpín, al colocar el episodio del juicio de Ganalonus antes del regreso de la hueste a Francia, evita, hasta cierto punto, la contradicción de hacer combatir a Tedricus contra Pinabellus y nombrarlo luego entre los mártires muertos en la expedición a España y enterrados por Turpín en Aliscamps. Pero ¿en qué desconocida batalla hallaron el martirio?

90 Respecto a Roldán, el Pseudo-Turpín, al igual que los Roncevaux o Roland rimados, consigna su filiación precisando: filius ducis Milonis de Angleris y natus Berte sororis Karoli. La refundición rimada del Roland incorpora a la hermana de Carlomagno, madre de Roland, a la escena de la llegada a Blaye de los cuerpos de Roland y Olivier: en los mss. P y L, llamándola con el nombre histórico de “Gille”, posiblemente como resultado de una enmienda erudita, ya que en los mss. V4, T, Ch y V7 se la nombra “Berte”, y cumple idéntico papel. Cuando Carlomagno envía mensajeros en busca de su hermana, los mss. T, Ch, V7 (laisses 234, 340 y 331, respectivamente), dicen más o menos así (cito por el ms. T): “Vous en irez en la cité Mascon / ou est ma seur Berte a la clair façon; / elle fut fame au riche duc Milon, / puis la donnoy au conte Guennelon”. Los mss. P (laisse 260) y L (laisse 121) coinciden, aunque cambien en el verso el nombre de Berte por el de Gille. Ninguno consigna el apellido o feudo del duque Milon. En cuanto a la fecha asignada al Roncevaux o Roland rimado, creo que es preciso anticiparla y que la que suele manejar la crítica se basa en la suposición errónea de que su autor consultó el Codex Calixtinus. Véase adelante cap. VIII, n. 47.

91 Al ir a comenzar la batalla, le dedican una laisse los mss.: Ch 135, V7 125B, P 34 y L 8. Sobre su muerte véase n. 95.

92 “Salomon (o Salemon) de Bretaigne” o “le Breton”.

93 Gondelboes ~ Gondelbof “le Frixon”, V4, laisses 370, 374; Godebuef ~ Gondrebues ~ Gondrebuef ~ Gondeboef ~ Gondebof, “qui de Frise fut roy” (con variantes), T 308 y 309, P 334 y 335, L 178, Ch 409, 410, V7 401.

94 Girart, al dirigirse a su sobrina Aude, recuerda en los mss. Ch (laisse 362), V7 (laisse 353) y T (laisse 264) de qué linaje viene (cito por el ms. Ch): “Vos fustes fille al bon conte Reiner, / e niece Hernaut de Baulande le fier, / si estes suer al bon conte Oliver”.

95 Sea narrando el momento en que es muerto: laisse Ch 170, V7 159; sea al incluirlo en el planto de Carlos: P, laisse 147.

96 Los datos que, según Horrent, habría tomado el poeta refundidor de la crónica latina del Pseudo-Turpín se reducen a tres detalles: a. Una referencia explícita a que la muerte de Roland fue debida a la sed, hecha por Ogier al proponer para Ganelon un suplicio adecuado a su crimen: “de soif morra d’unne angoisse mortal, / com fist Rollans liber en Ronsceval” (cito por P, l. 371, vv. 6783-6784; la misma referencia se halla en las laisses 447 de Ch, 442 de V7, 348 de T, 408 de V4 y 208 de L); b. La visión que Carlomagno tiene de que las almas de los muertos en Roncesvalles suben al cielo: “le ciel regarde par merveilloux semblant / voit la clarté et les angres chantant / qui vont les ames en grant joie portant” (cito por T, l. 231, vv. 3618-3620; semejantes son Ch,l. 337, V7, l. 328, P, l. 257 y L, l. 118); c. La referencia explícita, hecha por Carlos en Mont Laon, a que, al realizar la conquista de España, “dusc’a Saint Jaume ai les chemins conquis / ja mais nul jor n’i faudront, ce m’est vis” (cito por Ch, l. 403, vv. 7443-7444; semejantes son V7, l. 398 y P, l. 328; no figuran en T (pues cae en una laguna), L (que abrevia la laisse mucho), V4 (que funde esta laisse y la siguiente).

97 La sed de Roland (“motivo”, por lo demás, en sí mismo nada extraordinario) está lo suficientemente sugerida en la escena del Roland asonantado en que, tras la batalla de Roncesvalles, el Arzobispo toma en sus manos el olifante dispuesto a buscar agua con la cual confortar a su compañero desmayado, aunque muera antes de cumplir su propósito (O, l. 165), como para poder considerar hipótesis innecesaria la de que el refundidor del Roland, para hallar la noticia de que Roland murió ansioso de agua consultase una copia del Codex Calixtinus; y, desde luego, tampoco veo preciso buscarle fuente escrita a la subida al cielo, acompañada de coros angélicos, de los “mártires” de Roncesvalles, que se supone inspirada en la lectura de la subida al cielo de Roland en el texto latino . En cuanto a la referencia a “los caminos” conquistados por Carlomagno, para alcanzar el finis terrae de España que representa Santiago, si es que tiene que ver con la tradición que suponía a Carlomagno responsable de la apertura del camino “nuevo” de Santiago, nada debería el refundidor de la gesta al Liber beati Iacobi, puesto que el autor de esta obra no atribuye a Carlomagno ninguna obra en relación con el camino, aunque se preocupa, en cambio, de dar noticia acerca de las labores de reparación del camino realizadas en tiempos no muy lejanos a aquellos en que escribía (Lib. V, cap. 5). Por otra parte, la escasez y nimiedad de las supuestas deudas del Roland rimado al Liber Iacobi hacen muy poco creíble la suposición de que el poeta refundidor rechazara las novedades esenciales que la autorizada pluma de Turpín introducía en el espisodio de Roncesvalles y escogiera esos detallitos para poner al día el poema épico.

98 Según ya hemos dicho, el Roland rimado o Roncevaux no hace mártires de la campaña de España ni a Hernaut de Bellande, ni a Gondelbuef le Frison, ni a Salomon de Bretagne, ni a Naimes lo Baiver, ni a Ogier de Danemarche, ni a Terris (ni, siquiera, a Otes). La posibilidad de que hubiera tenido conocimiento de tradiciones divergentes respecto a las acogidas en su texto (Menéndez Pidal, 1959, pág. 131) no debilitaría mi argumentación.

99 Véanse atrás, nn. 64 a 66 y texto correspondiente.

100
Gaidon hace morir a “Gaiffier, le riche duc” en Roncesvalles, desarrollando un dato implícito en el Roland asonantado (v. 798) que lo colocaba entre los que acuden a formar parte de la retaguardia conducida por Roland. Es posible que tuviera en cuenta la información del Pseudo-Turpín; pero, al no consignar que es “de Bordele”, la dependencia no es segura. La desaparición de la referencia del ms. O a “li riches dux Gaifiers” en las refundiciones rimadas del Roland o Roncevaux posiblemente se deba no sólo a la falta de mención ulterior del personaje en el relato de la batalla, sino a la fusión de Gaifier y Gualter de l’Hum en una sola persona atestiguada repetidamente en la tradición épica (cfr. Armistead inéd. 12, n. 175).

101 En torno a 1150, Guerau de Cabrera, en su Ensenhamen, cita ya a varios personajes del ciclo: “el Loherenc” (v. 70), “Girbert” (v. 80), “Albaric lo Borguognon” (v. 135).

102 Vv. 93-96 de la ed. Riquer 1957, págs. 345-346. El “Pré Noiron”, el prado de Nerón en Roma, figura en múltiples chansons (vide Langlois, 1904, s.v.).

103 El “Constentin” rey de Roma de Ogier (inventariado por Langlois, 1904, s.v.) es “aïeul de Corsuble”, rey sarraceno.

104 Figura en Aliscans, Covenant Vivien, Enfances Vivien, Charroi de Nimes y Mort Aimeri.

105 Ya que, junto con su tío, actúa traicioneramente.

106 ”Renaut d’Aubespin” figura en Gaidon; pero lo más probable es que en esta gesta deba su existencia al recuerdo de la crónica de Turpín. Quizá Aimeri Picaud latinizó el nombre de “Montauban” bajo la forma Albo spino, teniendo en cuenta el sentido de spina como alineación de cumbres montañosas.

107 Manuscrito facticio addit. 3303. El fragmento fue publicado por P. Meyer (ed. 1906).

108 Meyer (1906, págs. 28-29) se extraña de la presencia de uno y otro en una expedición de Carlomagno a España y considera que no figurarían en la primera versión de la chanson de geste.

109 Según, en atención a la lengua y versificación, estima Meyer (1906, pág. 29).

110 Véase Disq. 1ª, n. 65.

111 Véase Disq. 1ª, nn. 59 y 60.

112 La noticia sobre la conquista de Pamplona puede tener su origen en la historiografía erudita y no requerir el conocimiento de relato alguno sobre la “prise de Pampelune”. El recurso al milagro de los muros que se derrumban solos, además de ser un “motivo” viajero que no necesita en su propagación de un apoyo narrativo, se repite en la propia crónica turpiniana (c. 23 del lib. IV; véase adelante § 6.h).

113 Se debe a Bédier (1912-1913, III, págs. 152-166) la incontrovertible (a pesar de la incrédula reacción de Horrent, 1982b, págs. 1145-1146) identificación geográfica de “Lucerna” con la “Carthesa, id est Ventosa depopulata” de la leyenda de los “siete discípulos” (“Torcuato de Abla, Tisefon de Vergi, Segundo de Abla, Indalecio de Urci, Cecilio de Iliberis, Hesiquio de Carcesa, Eufrasio de Iliturgis”, lat. ) y con el lago de Carucedo (creación de la ingeniería romana en relación con las minas de Las Médulas) situado no lejos del monasterio benedictino de Carracetum (‘Carracedo’) al que pertenecía el Castro de la Ventosa, en el “Valle Viride” formado por el río Sil en la zona en que en él confluyen el Cúa y el Burbia y el Valcárcel (cfr. Lib. V, c. 6). La localización de Lucerna, la ciudad maldita sepultada por las aguas, que en 1912 “descubría” Bédier, constituía un lugar común en la comarca del lago de Carucedo y de Las Médulas desde tiempos anteriores. Sáid Armesto, que recorrió aquellos parajes en setiembre de 1905, escribió en el curso de su excursión una crónica periodística (Sáid, 1905), según la cual dos pastores le narraron la leyenda con todo lujo de detalles, incluídos los “peces negros” que tanto emocionarían a Bédier (cfr. n. 117). Es de notar que Sáid creía la narración (que reproduce en su crónica) una “leyenda céltica” y nada sabía de su presencia en la épica francesa. La leyenda del final milagroso de “Villaverde de Lucerna” fue transferida por la tradición oral al lago, de origen glaciar, de Sanabria, en cuyas proximidades aún se sigue asimismo narrando. La reflejó y citó Miguel de Unamuno en su novela San Manuel Bueno, mártir (1931) y, posteriormente, volvió a recogerla Cortés Vázquez (1948). Frente a los excesos de entusiasmo de Riquer (1952, págs. 250-251 y 1957, págs. 218-219) respecto al “descubrimiento del investigador español” y su creencia en que los narradores locales estaban mejor enterados que Bédier, el propio Cortés Vázquez tuvo que insistir (1987) en que la leyenda sanabresa en modo alguno altera la identificación de las referencias del Pseudo-Turpín realizadas por Bédier. No hay pues duda de que malinterpretan a Cortés Vázquez (1948 y 1987) Richthofen (1961, pág. 95) y Galmés (1997, pág. 224, y n. 3) cuando afirman sobre Luiserne que “Bédier l’avait identifiée avec le lac actuel de Caracuedo (sic)... Cortés y Vázquez démontra qu’il s’agissait plutôt du lac de Sanabria” o que “Luiserne, ciudad supuestamente imaginaria, pero que ha sido identificada por L. Cortés Vázquez como el Valverde de Lucerna anegada en Ribadelago”. El arraigo de la leyenda en las proximidades del lago de Carucedo, atestiguado a comienzos de siglo por Sáid, confirma que su aplicación al lago de Sanabria es una transferencia sin interés para los orígenes medievales del relato.

114 “Éstas son las ciudades que maldijo después de conquistarlas con laborioso esfuerzo y por eso permanecen hasta hoy día sin habitantes: Lucerna Ventosa, Cáparra, Adania” (lat.). Caparra, nombrada ya antes por el Pseudo-Turpín entre las ciudades adquiridas en España colocándola en la lista junto a Lucerna Ventosa, es una villa romana de la que aún quedan espléndidas ruinas. Cfr. H. Flórez, España Sagrada, XIV, (1786), págs. 55-58, Madoz (1845-1880), s. v. “Cappara”, y Dozy (1881), II, pág. 387. Se halla (“Ventas de Cáparra”) en la calzada romana entre Mérida y Salamanca, al norte de Plasencia sobre el río Ambroz. En ella sitúa la Passio beati Nicolai de Letesma citada por fray Juan Gil de Zamora el estupro de la condesa (la mujer de don Julián) por el rey Rodrigo (Menéndez Pidal, 1924b, p. 48).

115 Adania es, sin duda, Idanha.

116 Se cuenta por lo largo en Anseïs de Cartage y en Gui de Bourgogne. Entre los compiladores de historias épicas interesa recordar la versión de Jean d’Outremeuse en su Myreur des histors. Sobre referencias a “Luiserne” en otros poemas épicos, véase Langlois, 1904, s. v.

117 En favor de un conocimiento directo y no meramente literario por Aimeri Picaud del “lago” de Carucedo (creado por los romanos como pozo o cubeta de destino de los canales mineros en que se decantaba el oro de la montaña de Las Médulas) habla su referencia a los “peces negros”, cuya base real, atestiguada por el Diccionario geográfico de Madoz (1845-1880), s. v. “Carucedo”, fue en su día motivo de gran satisfacción para Bédier (1912-1913, III, pág. 165). El creador de la gesta de Anseïs de Cartage da también muestra de haber recibido el conocimiento de la leyenda in situ, no sólo al comentar sobre el lugar “encor le voient li pelerin asés / ki a saint Jaque out les cemins antés” y al señalar que se halla a una jornada de caballo de Rabanal del Camino, sino al señalar que “li mur en sont plenier / et plus vermeil ke carbons en foier”, recordando el color fuertemente rojizo de la tierra de Las Médulas (datos recogidos igualmente por la gesta de Gui de Bourgogne: “et li mur sont vermeil comme rose esmerée, / encor le voient cil qui vont en la contrée”). Las precisiones del cantor de Anseïs sobre Luiserne nada tienen de extraño, pues evidentemente fue un franco con conocimiento de la España de fines del s. XII: no sólo utilizó la leyenda arábigo-hispánica del rey Rodrigo y la hija del conde Julián para la trama de su chanson (Paris, 1865, pág. 494; Menéndez Pidal, 1924b, págs. 43-45), sino que aprovechó para la acción sus conocimientos toponímicos de la ruta a Santiago, haciendo moverse por ese camino tanto a Anseïs como a Carlomagno (Bédier, 1912-1913, III, págs. 146-152; Vázquez de Parga et al., 1948, [reed. facs. 1992, reimpr. 1993], I, págs. 511-513; Horrent, 1982b; Galmés, 1997), los cuales van en una y otra dirección entre Rainchevaus (‘Roncesvalles’), Pampelune, Navarre, Furniaus (‘Hornillos del Camino’), Castesoris (‘Castrojeriz’), Saint Fagon (‘Sahagún’), le Maisele (‘Mansilla’), Lion (‘León’), Esturges (‘Astorga’) y el mont de Revenel (‘el monte de Rabanal’, ‘el Irago’).

118 Tal como se exponen en la “Crónica” de Turpín, los episodios bélicos no tienen una función distinta a la del milagro de Romarico (Lib. IV, cap. 7), cuya acción se distribuye entre “Bayona, ciudad de los vascos” (lat.), cuando acampa en ella el ejército de Carlomagno, y la “desierta tierra de Navarra y Alava” (lat.), que el ejército imperial atraviesa doce días más tarde.

119 Circa 1150 lo cita ya en Cataluña el trovador Gerau de Cabrera al reprochar al juglar Cabra su falta de conocimiento de la literatura transpirenaica (véase atrás, II. 5a). Gerau asocia el nombre de Aguolant al de Braiman l’Esclavon, personajes ambos de los fragmentos conservados del Mainet del s. XII  publicados por G. Paris en Romania,IV, 1875, 305-337); por otra parte Giraut cita también en el Ensenhament el nombre de Guaieta, que en el Anseïs de Cartage es (Gaiete) hermana de Agolant.

120 Aparte de hallarse en las chansons citadas en la n. 119, Agolant, Agoulant, Angolant, Algolant reaparece en Chevalerie Ogier, Aquin, Girart de Roussillon, etc. (véase Langlois, 1904, s. v.).

121 La función que en la gesta tendrían los sucesivos repartos resulta, creo, clara si traemos a colación, como término comparativo, una escena similar de raíces épicas desarrollada por el único romance sobre Bernardo del Carpio que revela el directo conocimiento de la tradición épica (véase adelante, cap. VII, § 2.b).

122 Así lo consideró, creo que acertadamente, Gaston Paris, 1865, pág. 265: “Ha repetido dos veces, de forma casi idéntica, el milagro de las lanzas (caps. 8 y 10), dándole una significación alegórica y mística que de ningún modo tenía” (fr.).

123 Recuérdese que, al ir a contar la batalla con Aigolando, el Pseudo-Turpín se detiene ampliamente en la explicación de que “lo encontraron en la tierra llamada de Campos, junto al río que se llama Cea, en unos prados, es decir, en un lugar llano y muy bueno, en donde después se construyó por mandato y con la ayuda de Carlomagno, la grande y hermosa basílica de los santos mártires Facundo y Primitivo, en la que descansan los cuerpos de estos mártires, y se fundó una abadía de monjes y se levantó un grande y riquísimo pueblo en el mismo lugar” (lat., Lib. IV, c. 8), y que en la “Guía del Peregrino” (Lib. V, c. 8) advierte: “se han de visitar los cuerpos de los santos mártires Facundo y Primitivo, cuya basílica levantó Carlomagno; y junto a la villa de éstos se encuentran los prados con arbolado... (y sigue la alusión al milagro)... se celebra su solemnidad el 27 de noviembre” (lat.).

124 Aimeiri Picaud, al recurrir a las narraciones épicas en busca de motivos para su exemplarium, no se sintió nunca inclinado a dejarse llevar por el interés que a sus lectores pudieran suscitar las estructuras narrativas en su conjunto, en cuanto fábulas. En el § h veremos cómo extrajo de la chanson de Saisnes o de Guiteclin un episodio y lo convirtió en exemplum, sin preocuparse de relacionarlo con una historia más amplia.

125 En la batalla ante Pamplona en que muere Aigolandus sólo escapan el rey de Sevilla y Altumaior de Córdoba (cap. 14). El capítulo 18 se inicia diciendo: “Al poco tiempo llegó a oídos de nuestro emperador que en Córdoba le esperaban para combatirle el rrey de Sevilla Ebrahim y Autumaior, que anteriormente habían escapado de la batalla de Pamplona” (lat.).Cfr. la n. 128 para el relato paralelo de la Karlamagnús saga, rama Iª.

126 El ejército imperial cubría inicialmente la tierra “desde el río Runa hasta el monte que por el camino de Santiago dista de la ciudad tres leguas” (lat., cap. 11), luego se situó “a una milla” de la ciudad, en un llano “que de ancho y de largo tiene seis millas”, donde “el camino de Santiago separaba a los dos ejércitos” (lat., cap. 12).

127 En su descripción del camino (“Guía del peregrino”, cap. 3), Aimeri Picaud consigna: “...luego Pamplona; más tarde Puente la Reina; después Estella...” (lat.) y al hablar de los ríos (“Guía del peregrino”, cap. 6) aclara: “por Puente la Reina pasa el Arga y también el Runa” (lat.).

128 La misma secuencia de acontecimientos se halla en la rama Iª de la Karlamagnús saga: Carlos, después de enterarse de la muerte del rey Fulr por Roland y Olivier en Nobles, conquista Mongarding y, a continuación, Kordr, donde da muerte a su rey.

129
En los hombros de los cristianos que han de morir en la próxima batalla aparece una cruz. Carlos intenta salvarlos de la muerte, reteniéndolos para que no participen en el combate; pero, cuando regresan los combatientes todos ellos ilesos, esos caballeros están todos muertos.

130 Cristo, Hijo de Dios Padre que nació de virgen y resucitó al tercer día; la Trinidad: Dios uno en tres personas, todas igualmente eternas; Dios, antes del comienzo de los tiempos, engendró de si mismo al Hijo; Dios hizo que su Hijo se encarnase de su Espíritu Santo sin concurso de varón en una virgen; Dios, si como hombre nació, tuvo que morir como hombre y, si todo el que nace muere, el que muere resucita al tercer día; el Hijo de Dios volvió allá de donde vino. Ante el discurso teológico de Roland, el gigante le contesta, asombrado, usando de su razón humana: ¿Por qué me dices tanta tontería?.

131 La similitud puede considerarse triangular: Bréhus, como Ferracutus, se duerme durante la tregua y Ogier, como Rotolandus, le coloca gentilmente una piedra bajo la cabeza a modo de almohada; y Bréhus, como Fierabras, cuenta con un bálsamo maravilloso con que curarse de las heridas.

132 El hecho de que en las chansons de geste de Fierabras y de la Chevalerie Ogier los héroes cristianos razonen largamente como teólogos con los gigantes respectivos, exactamente como Roland en la crónica de Turpín, me parecen favorables a la prioridad del relato latino, ya que en esta obra los razonamientos no desentonan de los propósitos expositivos que la caracterizan. Aunque Gautier, al señalar la similitud en el desarrollo del combate de Ogier con Bréhus y de Rotolandus con Ferracutus, comente (1880, pág. 256, n. 2) “quede bien entendido que no rechazamos aquí la prioridad del autor de Ogier” (fr.), no deja de ser significativo que en la versión de Ogier del ms. A (Bibl. du Roi, fonds La Vallière nº 78, olim 2729) se pague tributo a la fama del combate con Fiernagu al narrar el combate con Briéhus, en unos versos (11349-11351) que el editor J. Barrois de 1842 incorporó a su edición mixta de los mss. A y B: “... nès la bataille au païen Fiernagu/ ke Rollans fist ki tant ot de vertu, / envers cesti ne valut un festu” (Raimbert de Paris, La chevalerie Ogier de Danemarche, pág. 475).

133 Es bien sabido que, al narrar el episodio de “Ferragus”, el poeta paduano (o su fuente francesa) no hacen sino rimar lo contado por el Pseudo-Turpín, sin excluir el discurso teológico de Roland. Ello no es de extrañar dado que, desde un principio, el autor cuenta que el propio arzobispo Turpín se le apareció en visión para ordenarle “que por l’amor saint Jaques fust l’estoire rimee”, esto es la que él había escrito. Las alusiones a “Ferragus”, de la gesta en alejandrinos del s. XIV sobre Girart de Roussillon, y a “Fernagu”, de Huges Capet y las Enfances Vivien, no tienen por qué ser independientes de la tradición basada en la crónica de Turpín. Claramente tomados de la narración latina son los relatos de David Aubert y de Mousket.

134 Aparte de generar una continuación, La prise de Pampelune, fue base esencial para la creación de la Spagna in rima, de la Spagna in prosa, de Il viaggio di Carlo Magno in Ispagna o Fatti di Spagna, de la Rotta di Roncisvalle, y, consecuentemente, de los ulteriores desarrollos italianos de la materia de Francia.

135 En la aceptación por Bédier de la existencia de un *Fernagu de Nazze anterior a la crónica de Turpín sin duda influyó la situación de Nájera junto al camino de Santiago, lo que le permitía identificar el tema como una vieja leyenda de ese camino.

136 En los mss. a (Bibl. Vaticana) y b (Bodmer) de Otinel se consigna este parentesco: “Li rois Garsile est mes germains cousins / mes oncles fu Fernagu li gentis, / celui de Naudres que Rollans m’a ocis”, el ms. Bodmer dice: “icil de Nazze” (laisse IV, vv. 242-244). Coincide con ellos la Saga af Otvel, traducción noruega incluida en la Karlamagnús saga (cfr. Aebischer, 1960a, pág. 36) donde a “Fernaguli” se le llama de “Nadared”. En un manuscrito del s. XIII del Enseignement Trebor se citan cuatro versos del desafío mutuo entre Roland y Otinel, en que el pagano demanda al franco “la mort mon pere Fernagu” (véase Aebischer, 1960a, p. 17), frente a lo consignado por los otros textos donde el parentesco es el de tío-sobrino, no de padre-hijo.

137 En el Myreur des histors se cuenta la leyenda de “Fernagus” seguida de la de “Ottineal”: Fernagus, antes de ser muerto (atravesado por el ombligo, como en la crónica de Turpín) en el combate con Roland, desembarca en “Geneve”, va hasta “Nasdre”, reembarca en Marsella e invade Francia hasta Chartres (donde lucha con Amis y Amile), retirándose seguidamente a Limoges. Después de su muerte en la región de Orleans, Garsilh de Bugie viene a vengarle: desembarca en Marsella, toma Orleans y envía a Ottineal, su sobrino, a París a retar a Carlos... Basándose en este relato, Louis M. Michel supone que Otinel debió de ser inicialmente una continuación del poema perdido *Fernagus y que la acción de ambos ocurría en Francia; sólo por ulteriores modificaciones la leyenda habría sido ligada a las campañas de España.

138 La libertad con que Jean d’Outremeuse combina, cambia y enriquece las narraciones que utiliza me parece más explicativa de la singularidad de su relato que la reconstrucción de unas estructuras poéticas primitivas intentada por Louis M. Michel, quien, “como lamentable resultado del anti-bederianismo a ultranza” (fr., como le reprocha Aebischer, 1960a, p. 111), no percibe la esencial modernidad de los dos poemas, continuación uno de otro, que trata de reconstruir a partir de un relato novelesco tardío.

139
Lacarra 1948, I, págs. 485-486 y II, págs. 139-141, quien hace además referencia a las conclusiones de su artículo de 1934.

140 “Medía casi doce codos de estatura, su cara tenía casi un codo de largo, su nariz un palmo, sus brazos y piernas cuatro codos y los dedos tres palmos”.

141 Aprovecho la ocasión para especificar que el estudio de la transmisión literaria (escrita u oral) de temas y motivos dentro del género épico y de la difusión de mitos y motivos folklóricos pertenecen a esferas especulativas esencialmente diversas, aunque entre uno y otro fenómeno haya ciertos puntos de contacto. Los estudios comparativos de “motivos” folklóricos, como los de “mitos”, requieren el abandono total de la metodología “filológica” al tener que considerar irrelevantes para el establecimiento de relaciones los dos componentes esenciales de toda reconstrucción “histórica”, el tiempo y el espacio. De ahí que cuando algunos mitólogos y folkloristas tratan de respaldar sus observaciones comparativas con explicaciones históricas, en vez de reforzar la evidencia de los paralelismos observados, dejan al descubierto la vaguedad de una relación formal que ni exige ni permite establecer cadenas genéticas verisímiles, y viceversa, cuando un filólogo se apoya en el folklorismo, al precipitarse en la insondable sima de los Universales acrónicos, subvierte sin percatarse de ello, el carácter “positivo” de sus argumentaciones.

142 Para las narraciones francesas puede verse la lista de citas consignadas (bajo las correspondientes voces) por Langlois, 1904.

143 Lacarra equipara el anti-navarrismo de los francos, que gracias a la protección foral concedida por los reyes de Aragón fundan o pueblan los burgos del camino de Santiago, con la hostilidad de los monjes de Sahagún (redactores de las Crónicas del monasterio) y de los clérigos compostelanos (autores de la Historia compostellana o Chronica del arzobispo Diego Gelmírez) a los aragoneses de Alfonso I. Pero los francos de esos burgos navarros son fieles ejecutores del ideario político de Alfonso I, mientras los monjes y clérigos francos instalados en Tierra de Campos y en Galicia abominan conjuntamente y principalmente de los burgueses y “caballeros pardos” de las villas situadas desde el río Ebro hasta Zamora y el Esla y de la urbe de Compostela, que, por coincidencia de intereses, durante la larga contienda civil de los años 1110-1116, buscaron el apoyo de Alfonso I y de los señores y condes de Aragón contra la reina Urraca, contra la alta nobleza, alto clero y poderosos monasterios terratenientes, así como contra los judíos (Catalán, 1995, págs. 128-133 y nn. 64, 65 y 70). Los francos de la rúa y la Iglesia franca del imperio leonés, controlada
por Cluny, se enfrentaron entre sí abiertamente en esa gran crisis social que precedió al reinado efectivo de Alfonso VII.

144 Lacarra (1948, págs. 484-485; 1969) documenta la ocupación en 1083 del castillo de San Esteban de Deyo o Monjardín por monjes francos (“In anno quando ingressi sunt monachi francigene in Sancto Stephano” Arch. de Navarra, “Docs. de Irache”, núm. 227), dependientes del obispo, igualmente franco, de Pamplona (Pedro de Roda o de Andouque), y la expulsión de los navarros del lugar, entre 1104 y 1114, por obra del mismo obispo, siguiendo instrucciones de Alfonso I: “Sabed, señor, que en el castillo de San Esteban dispuse según me dijisteis: expulsé a todos los navarros; en su lugar puse francos y, al frente de ellos, tres caballeros que tenemos muy fieles a Nos que nunca salgan del castillo y, al mando de ellos, al Arcediano mi sobrino, para que tenga el castillo ad honorem de Sancta María y nuestro y fiel a Vos; lo mismo hice en la iglesia de Santa María y en la torre, ad fidelitatem nostram et vestram, como el amigo y fiel Hugo de Conques os informará” (lat., en Douais, Cartulaire de Saint-Sernin de Toulouse, 1887, núm. 682).

145 Me convence la afirmación central de la hipótesis de Lacarra consistente en asumir que el tratamiento literario de la “cruzada” del modélico emperador Carlos tuvo como inicial destinatario la población franca de los burgos de Navarra y que el conocimiento de la geo-política local por el creador del relato condicionó los detalles de la historia. Considero, sin embargo, excesivo afirmar que el relato de la “Crónica” del Pseudo-Turpín “recoge” el propio suceso histórico
relatado por el obispo de Pamplona a Alfonso I (en el documento citado en la n. 144), como llega a decir Lacarra (1948, pág. 485 y 1969), esto es que la narración literaria sea una directa transposición “de los mismos sucesos” a un tiempo histórico diverso.

146 El castillo de San Esteban de Deyo (Monjardin), donado en 1033 por Sancho el Mayor al monasterio de Irache, fue recuperado, mediante permuta, por García de Nájera en 1045 y puesto en manos, como tenente, de su ayo Sancho Fortún. La tenencia fue de las más importantes del reino antes de la fundación del burgo, exclusivamente franco, de Estella (1090) por Sancho Ramírez de Aragón y Pamplona (cfr. la documentación de Irache, 1, 1965, ed. por Lacarra).

147 Como es bien sabido, las Chroniques de Saint Denis (en su cap. IX) no hacen sino reproducir el relato del Liber beati Iacobi. También se basan en la versión turpiniana la Description des églises de Grenoble (del s. XV) y la Fleur des Histoires de Jehan de Mancel, escrita por orden del duque de Borgoña Philippe le Bon (s. XV). Los tres relatos aceptan la identificación de Aimeri Picaud de “Nobles” con Grenoble (cfr. Gautier, 1880, III, nota en págs. 424 y 431) y lo mismo hacen Helinand de Froidmont, Aubri de Trois-Fontaines y Vincent de Beauvais (Moisan, 1982).

148 Ed. Francisque Michel (1839), p. 3.

149
En la propia versión noruega se citan dos pasajes en francés (un francés que la crítica, desde tiempos de P. Meyer, ha reconocido como anglo-normando). Aunque la reconstrucción del texto poético, reproducido con errores por los manuscritos, ofrece sus dificultades, está claro que los alejandrinos son asonantados y no rimados como en el poema de Bodel (véase Aebischer, 1975, págs. 226-228).

150 La Saga af Agulando komungi sigue, evidentemente, el relato del Pseudo-Turpín.

151 La “continuación” de la historia que este abrupto final hace esperar parece encontrarse en la Keyser Karl Magnus Krønike, abreviación danesa de la Kalamagnús saga noruega, en un capítulo colocado tras el tema de Roncesvalles (ed. por Aebischer, junto con una traducción francesa, 1972a, págs. 213-215). En él se cuenta la llegada del sobrino del emperador, Bollewin, al tiempo en que la reina Sybilia y su hijo Justam retornan a Sajonia con un gran ejército. La nueva invasión es contenida por Baldewin, Wdger el Danés y Namlun (ya que Roland está muerto), y acaba con la prisión de Justam, el bautismo de Sybilia y su casamiento con Ballewyn, a quien el emperador hace Rey de Sajonia. Sin embargo, como Aebischer (corrigiendo sus primeras impresiones de 1954a, págs. 245-252) ha observado repetidamente (1967, págs. 280-285; 1972a, págs. 217-218, y 1975, págs. 231-233), extraña encontrar en este relato de la Krønike la variante Namlun (‘Naimes’), que caracteriza al relato de la rama Iª de la Karlamagnús saga, y no Neymis o Neymus o Nemes, que es la variante de ese nombre empleada en las otras ramas.

152 La rama IIª, ajena a los manuscritos más viejos de la Karlamagnús saga, es una adición de un refundidor. Las ramas IX y X, aunque también faltan en esos manuscritos, es posible que formaran parte del corpus antiguo (Aebischer, 1967, págs. 274-277).

153 El compilador es manifiestamente el responsable de la organización del relato, construido con materiales muy varios, y su propósito es exponer cronológicamente los hechos, de forma que los receptores de la narración encuentren la explicación puntual de los presupuestos de una leyenda épica en forma de suceso previamente desarrollado.

154 En el cap. 45 se ha contado previamente la expedición de Carlomagno a Italia, por quejas de los romanos respecto a los lombardos y bretones, y el fin de ese conflicto, logrado en Moniardal. Allí el ángel Gabriel revela las reliquias que contiene la espada Durandal (cuya obtención junto con Courte y Almace se ha contado en los caps. 43-44) y dispone que sea entregada a Roland. Carlomagno arma caballero a su “pariente”.

155 Sigo la versión de Aebischer (1972b, págs. 131-132; 1975, págs. 228-229).

156 A este triple testimonio hay que sumar el del fragmento holandés de Gwidekijn (publicado por M. Bormans, 1848), en que Roland y Olivier son las figuras centrales en la guerra con Gwidekijn (Gautier, 1880, III, págs. 653, 655). Una versión de la guerra de “Sessoigne” en que Rollant obtiene el Olifant, tras la muerte de Amidan, y Bauduin a la reina Sebile, tras la muerte de Guiteckin, fue asimismo conocida por la gesta Renaud de Montauban: “A une pentecoste fu Charles a Paris / venus fu de Sessoigne, s’ot Guiteckin ocis; / Sebile la roïne, qui tant ot cler le vis, / dona a son neveu Bauduïn le marchis; / a son neveu Rollant l’olifant c’ot conquis, / quant ot mort Amidan, le seigneur de Lutis” (laisse 136, vv. 15-20). También en Raoul de Cambrai se recuerda al sarraceno “qu’ocist Rolans de sor l’aigue del Rin” (laisse 18); cfr. Foulon (1958, págs. 389-391).

157 Jehan Bodel, que comienza su poema exhibiendo conocimientos “históricos” remotos sobre los orígenes de las dinastías reales de Francia y Sajonia, tenía la certeza, por figurar en todos los relatos analísticos, de que la rebelión sajona había tenido lugar en conexión con la ida a España de Carlomagno y con el desastre de su retaguardia al recruzar los Pirineos: “Cum audissent autem Saxones, quod exercitus Francorum in Hispaniam perrexisset, persuadente perfido Witicindo et sociis eius, postposita fide, quam promiserant, in fines Francorum irruperunt iuxta Hrenum fluvium, Annales Mettensis; “Et cum audissent Saxones, quod domnus Carolus rex et Franci tan longe fuissent partibus Hispaniae per suasionem supradicti Widokindi vel sociorum eius secundum consuetudinem malam iterum rebellati sunt”, Annales regii, y así, más o menos, los demás.

158 La famosa leyenda de los barones hurepois.

159 Como señaló desde un principio Gaston Paris (1864-1865), suite, págs. 18-19.

160 Aebischer (1972b, pág. 132, y 1975, págs. 228-229).

161 La disposición en la saga de uno y otro cerco no nos autoriza a reducir a unos meros puntos suspensivos la materia que en los caps. 48, 49 y 50 se interpone entre ambos, según de forma sistemática hace Aebischer (1954b), empalmando las dos narraciones con frases de enlace más o menos equivalentes a ese signo gráfico: “después de que en seis meses han construido un puente, se han apoderado de la villa de Vesklara y de su gobernador Saevini y la guerra de Sajonia ha terminado con una serie de casamientos” (fr., pág. 13); “acabada la guerra de Sajonia” (fr., pág. 17); “pero, una vez liquidada esta guerra y tras un breve hors d´oeuvre referente al Caballero del Cisne (cap. 48), el ataque a Nobles se reanuda de plus belle” (fr., pág. 18); “después de haber interrumpido el cerco, los dos compañeros regresan” (fr., pág. 44). Este procedimiento le permite llegar a decir que “si, en un primer momento, se trata de un ejército de doscientos mil hombres
confiado a Roland y Olivier, estos, un poco más adelante, disponen sus tropas en tres cuerpos de cien mil hombres cada uno, más un cuarto —sin duda con fuerzas similares— que ellos mandan en persona” (fr., págs. 44-45).

162 En los capítulos anteriores se ha contado la adquisición de reliquias en el viaje a Jerusalén y Constantinopla.

163 Carlomagno jura que un ricohombre no tendrá como barragana la hija de un inferior si no se casa con ella y que, en caso de que se niegue a casarse, él mismo le juzgará.

164 Cfr. Aebischer (1972b, págs. 134-136).

165 Sólo los manuscritos V7 (l. 14) y Ch (l. 14) conservan la versión del Roland rimado o Roncevaux: “Bien a set anz vostre grant ost banie / en ceste terre entra par aatie: / Pris avons Nobles et Morinde (Merinde) saisie, / tote Valterne (Vauterne) et Prince la garnie” (pues ni T, ni L, ni P han comenzado).

166 Los Roncevaux o manuscritos rimados del Roland conservan con bastante variación textual el sentido del verso 1773 (en su mayoría desdoblándolo en dos), siendo curioso que, T, L, P recuerden el “Assez savez” (cambiado en “No conostivi”, “Bien connois(s)ez” por V4, Ch, V7), mientras V4, Ch y V7 retienen “l’orguel” (donde T, L, P, debilitan en “quel est” y semejantes; aunque P introduce después expresiones de la otra familia: “moult”, “fiers”, “orgoillouz”, a costa de dilatar el texto). El verso 1774 es reproducido casi a la letra por V4, Ch, V7 y T y el verso 1775 reaparece prácticamente idéntico en V4, Ch, V7 y P. Los versos 1776-1777 se conservan con una ligera variante en V4: “Fora insi Saraçin ch’era devant / si combate al bon cont Rollant”, mientras Ch, V7, T y P coinciden en innovar: “Fors (hors) s’en issirent li Sarrazin as champs” (verso estropeado por P diciendo: “li Sarrasin s’enfuirent as champs”), “tuit s’entrocisstrent” o “il(s) les occistrent” “a lor (les) espee(s) trenchant(s)”. Sólo V7 y Ch recuerdan algo de los versos relativos al baldeo de los campos: “Rollant le fiers li hardi combatanz / se fist lever enz es pre verdoianz / saisi les cors a tuz li combatanz / qu’il volt li sanc en fust aparisanz” (cito por V7); P, sin comprender un verso análogo al segundo de los citados, retoca “la nus mena par les prés verdoians”.

167 Ello no quiere decir, claro está, que el compilador se propusiera glosar cada detalle de la Chanson de Roland que podría ser objeto de explicación (como exige Aebischer, 1954b, págs. 37-38, para aceptar la hipótesis de que esa intención presidió la exposición de la “Vida de Carlomagno” de la rama Iª de la Karlamagnús saga). Basta, para detectar el propósito de clarificación que preside la obra del compilador, el que se preocupe de desarrollar toda una serie de ellos: “nos explica por qué Carlos ha enviado a Basan y Basil en embajada a Marsile y por qué éste les ha dado muerte, cuándo y cómo el Emperador, en vísperas de Roncesvalles, ha creado la institución de los doce pares... cuándo y por qué Ogier, hijo del rey Joufroy de Danemark llegó a la corte de Carlos y en qué ocasión el rey le dio la espada Courtain” (fr.) y por qué Olivier y Roland desobedecen la orden del Emperador y hacen correr la sangre en el campo ante Nobles suscitando la ira imperial. En la épica primitiva las exposiciones explicativas sobran, los “hechos” aparecen súbitamente en el relato (referidos o aludidos) como parte de la “realidad” que en él se hace presente.

168 Véase Vinaver (1971), caps. IV y VI (parte). En ellos expone de forma clara y sucinta los postulados de la que él mismo calificó (en un exceso de inmodestia) su revolución copérnica en el estudio de los géneros narrativos medievales, revolución que venía manifestándose en una serie de trabajos particulares suyos acerca de las novelas artúricas.

169 Basándose en que los más antiguos casos de hermanos bautizados con los nombres de Oliverius u Olivarius y de Rodlandus o Rolandus que se han documentado, pertenecientes a finales del s. X, al s. XI y a principios del s. XII (hasta 1108), dan prioridad al de “Olivier”, pues se lo asignan al mayor de los hermanos, Aebischer (1960b, págs. 727-741) considera imposible que esa práctica refleje el éxito de la Chanson de Roland; cree que tiene que basarse en otro poema donde Olivier ocupase una posición superior a la de Roland. Ese poema tampoco se identifica, según su razonamiento, con una arcaica *Entrée d’Espagne, de la que el Roland de fines del s. XI habría tomado ambos personajes y a través de la cual sabría de los episodios de “Nobles”, “Cordres”, “Basan et Basile”, la embajada de “Marsile”, etc., pues en ella el binomio funcionaba ya de la misma forma que en el Roland. En consecuencia, sostiene que el poema perdido de la *Entrée d’Espagne habría heredado el triángulo de caracteres constituido por “Olivier”-”Aude”-”Roland” de un, aún más arcaico *Girart de Viane, en el que “Olivier” destacaba sobre “Roland”. Tan sólo el personaje de “Roland” tendría su origen en una primitiva geste du roi. Pero, como con razón protesta Menéndez Pidal (cartas a R. Louis y a P. Aebischer de 4-I-1961, en que remite a su libro de 1959, págs. 332, 334-335, 337), el afirmar que Olivier y Aude no formaban parte de la Chanson de Roland de comienzos del s. XI es una hipótesis difícil de sostener (en la Nota emilianense de entre 1054-1076 Olibero figura ya como uno de los “doce”) y resulta completamente arbitrario afirmar que en un Girart arcaico, del que sería testimonio la Karlamagnús saga del s. XIII, Olivier destacaba por encima de Roland, cuando,  en el resumen noruego de ese episodio , Olivier tiene “un papel tan pálido que no se concibe despertase un entusiasmo onomástico en toda Francia”. El hecho de que la solución al conflicto entre Carlomagno y Girard y al cerco de Viane proceda de un pacto interfamiliar consistente en prometer a Aude con Roland, pacto que viene a interrumpir el combate singular entre el sobrino de Carlomagno (Roland) y el sobrino de Girart (Olivier), prueba simplemente que la chanson de geste de Girart de Viane resumida en la rama Iª de la Karlamagnús saga se escribió teniendo presente un Roland (todo lo anterior a la versión del ms. de Oxford que se quiera) con ese trío de personajes, pues “cuando se suprime de la chanson de geste [de Girart] además del linaje de Monglane, los tres personajes de Roland, Olivier y Aude, queda reducida a bien poca cosa. Lo que sorprende en el poema que lleva el nombre de Girart de Vienne, según nota Ferdinand Lot [1926, pág. 272], es el mínimo papel que en él tiene este personaje” (fr., Louis, 1947, I, pág. 71). En fin, pensar que el relato de cómo Roland y Olivier se hacen, siendo casi adolescentes, compañeros inseparables en el enfrentamiento de Viane sea intertextualmente anterior a su heroico final en Roncevaux (Aebischer, 1972a, págs. 244-246) es un “pecado” literario tan imperdonable como suponer que la historia del casamiento de Rodrigo Diaz con Ximena del Rodrigo es anterior a su despedida en Cardeña contada por el Mio Cid.

170 Aebischer cae en la ingenuidad de proclamar: “Tengo horror a las teorías, a los dogmas, a los sistemas fijados. Son hechos lo que yo presento” (fr., 1954b, pág. 8).

171 Este poema del s. XIII hereda tradiciones que se reflejan igualmente en la rama Iª de la Karlamagnús saga: la figura de “Basin”, y la del encantador “Malekin d’Ivin”, “Malaquin”.

172 Sólo ya en la edad de las historias cíclicas, cuando en 1458, por orden del Duque de Borgoña Philippe le Bon, David Aubert llegue a construir un libro, en tres volúmenes, sobre Les conquestes de Charlemagne y diseñe una “Entrada de España” (no relacionada con el tema épico de la “Guerre de Saxe”) ordenando, al estilo de la época, todas las tradiciones a su alcance, se contará con todo detalle: “Comment le roy Fouré fu occis contre le gré de l’empereur par Olivier de Vienne quy venga la mort de son frere Gerier, que Fouré avoit occis, et comment la cité de Nobles fu conquise par le noble duc Roland” (f. 193).

173 En Gui de Bourgogne (pág. 1): “Fu li rois en Espagne, o lui son grant barné; / bours, citez et chastiaus i prist à grant plenté. / .I. jour estoit li rois à Nobles la cité, / si ot la vile prise et ocis Forré”. En Guiteclin de Sanssoigne, la chanson des Saxons de Jehan Bodel (estr. CXCVII): “Sor l’eaume qi à Nobles fu jadis conquestez / quant Karles en bataille conqist le roi Forrez”. En Aymeri de Narbonne (vv. 282-284): “Quant oi pris Nobles et retenu Forré / lors mis ses gardes en iceste cité / que il la dut garder a sauveté”.

174 Según señaló Gautier (1880, págs., 405-413, “Notice bibliographique et historique sur l’Entrée en Espagne”), este dilatadísimo poema franco-italiano escrito en Padua no sólo alterna el alejandrino y el verso de diez sílabas (contadas a la francesa), sino que los mezcla a veces en una misma tirada; también resalta en él la mezcla de laisses “francamente y puramente francesas”, tanto en uno como en otro verso, con otras “que están fuertemente italianizadas” (fr.). Estas propiedades y el contraste de su cambiante lengua con la unidad lingüística del texto (francamente italianizante) de La prise de Pampelune, hicieron ya pensar a Gautier que el poeta de Padua aprovechó ampliamente textos previos de procedencia francesa.

175 En la obra se hace una presentación en boca de un personaje (Gui de Montarchon) de la ciudad de Nobles con curiosos pormenores descriptivos, que luego se utilizarán al hablar de los combates: “Cités est Nobles forte, de grant renon, / riche e pleneire et oit de jent fuison / ne menti mie che li mist le non. / Da l’une part voit li çamin Guascon, / de l’autre porte voit l’en en Aragon, / et enver Spagne garde l’autre façon, / la quart voit ver la mer Ocianon” (vv. 6711-6717); y, más adelante, se dan otras precisiones topográficas. Es evidente que el poeta la imagina en lo alto del paso de los Pirineos gascones.

176 Mientras el Emperador se halla sitiando Pamplona, la guarnición de Nobles hace una salida contra su retaguardia; aunque Carlos, siguiendo el consejo de “Ernaud de Beslande”, tío de Olivier, dispone enviar una parte de su ejército contra Nobles, Roland se anticipa, aprovechándose de la información y consejo de un espía (Bernard de Meaux); guiado por éste, abandona a Carlos en su campamento sobre Pamplona y, seguido de Ogier y los doce pares, cae sobre Nobles. La indignación de Carlos procede de que su ejército se desbanda como consecuencia de la actuación de Roland. No hay rey Forré. Como en la Chanson des Saisnes (rama Vª de la Karlamagnús saga) asonantada, tras el guantazo del rey, Roland contiene su furia (recordando el pan que de su tío ha comido); pero se destierra, embarcándose para Oriente, donde le ocurrirán múltiples aventuras.

177 Aimeri Picaud pudo considerar que Grenoble, dada su situación geográfica, no podía ser parte del señorío del príncipe navarro Furre y, por esa razón, colocar a este personaje en Monjardín, la siguiente etapa de la conquista carolingia de España.

178 Cuando David Aubert (1458) construye una “Entrada de España” en que se hallan, al fin, perfectamente enlazados todos los episodios que la tradición había ido acumulando, trata de armonizar la muerte de “Fouré” en “Nobles” (véase atrás, n. 172) y la relación de “Fouré” con “Montjardin”, abriendo un capítulo que trata de “Comment Charlemaine conquist Montjardin et le frère du roi Fouré, nommé David, qui depuis fu bon crestien à merveilles et amy de Dieu” (f. 212) y, más adelante, otro relativo a “Comment le roiaulme de Navare fu conquis par le bon Charlemaine” (f. 226).

ÍNDICE DEL CAPÍTULO I: TEMA I: LA ÉPICA EN LENGUA VULGAR AL SUR DE LOS PIRINEOS. TESTIMONIOS DEL SIGLO XIII

* 1. LA ÉPICA ESPAÑOLA. NUEVA DOCUMENTACIÓN Y NUEVA EVALUACIÓN (I)
* 2. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS CAROLINGIOS DE LA ÉPICA HISPANA
* 3. EL TESTIMONIO ALFONSÍ. TEMAS ESPAÑOLES DE LA ÉPICA HISPANA
*
4. EVALUACIÓN DEL TESTIMONIO ALFONSÍ
* 5. HUELLAS DE LA ÉPICA EN LOS DOS GRANDES HISTORIADORES LATINOS DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XIII: EL ARZOBISPO DON RODRIGO Y DON LUCAS.
* 6. EL TESTIMONIO DE FRAY JUAN GIL DE ZAMORA: VERSIONES VARIAS DE UNA MISMA GESTA EN EL S. XIII
* 7. OTROS TESTIMONIOS DEL S. XIII. LOS POEMAS EN ROMANCE DEL MESTER DE CLERECÍA Y UNA CRÓNICA LOCAL
* 8. EVALUACIÓN DE LOS TESTIMONIOS DEL S. XIII COMPLEMENTARIOS DEL TESTIMONIO ALFONSÍ.
* 9. LAS COPIAS POÉTICAS TARDO-MEDIEVALES DE CANTARES DE GESTA A LA LUZ DE LOS TESTIMONIOS INDIRECTOS DEL S. XIII SOBRE LA EPOPEYA.

CAPÍTULO II: TEMA II: TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII

* 10 II TESTIMONIOS DE LA POESÍA ÉPICA AL SUR DE LOS PIRINEOS ANTERIORES AL SIGLO XIII
* 11 2. LA HISTORIOGRAFÍA EN LATÍN EN EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XII Y LA ÉPICA ORAL: LA HISTORIA DE CASTILLA EN LA CHRONICA NAIARENSIS.

*
12 3. ¿ALCANZÓ LA HISTORIOGRAFÍA ÁRABE DE LA PRIMERA MITAD DEL S. XII A CONOCER UN CANTO ÉPICO CASTELLANO?
*
13 4. LA ÉPICA CASTELLANA Y LA ÉPICA FRANCA EN LA ESPAÑA DE ALFONSO VII
* 14 5. LA PRESENCIA AL SUR DE LOS PIRINEOS DE LAS GESTAS FRANCESAS A MEDIADOS DEL S. XII Y LA TRADICIÓN ÉPICA DEL MEDIODÍA EUROPEO
*
15 6. LA GESTA DEI PER FRANCOS EN COMPOSTELA: EL IACOBUS.
*
16 7. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS A PRINCIPIOS DEL S. XII

* 17 8. LA ÉPICA CAROLINGIA AL SUR DE LOS PIRINEOS EN EL S. XI.
*
18 9. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS DE LOS SIGLOS XI Y XII.

CAPÍTULO III: TEMA III: LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA

* 19  III LOS TESTIMONIOS POST-ALFONSÍES DE LA CONTINUIDAD DE LA EPOPEYA
* 20 2. LA CRÓNICA DE CASTILLA SE HACE CIDIANA: LAS “ENFANCES” DE RODRIGO
*
21 3. LA CRÓNICA FRAGMENTARIA Y LAS LEYENDAS CAROLINGIAS.
* 22 4. LA OBRA HISTORIAL DEL CONDE DON PEDRO DE BARCELOS Y LA EPOPEYA

* 23 5. LA HISTORIOGRAFÍA POSTERIOR A 1344 Y LA SOBREVIVENCIA DE LOS CANTARES DE GESTA.
*
24  6. EVALUACIÓN SUMARIA DE LOS TESTIMONIOS TARDO-MEDIEVALES ACERCA DE LA LONGEVIDAD DE LA POESÍA ÉPICA

CAPÍTULO IV: TEMA IV: LA ÉPICA MEDIEVAL ESPAÑOLA Y ROMÁNICA. LA HERENCIA DE UNA ORALIDAD PRIMITIVA

* 25 1. ÉPICA DE ORÍGENES ORALES Y ÉPICA CULTA
* 26
2.LOS MODELOS CONTEMPORÁNEOS DE POESÍA NARRATIVA ORAL Y LA ÉPICA MEDIEVAL
* 27 3. EL MODO DRAMÁTICO DE LA NARRACIÓN ÉPICA
* 28 4. EL MOLDE PROSÓDICO Y LA GENERACIÓN DEL DISCURSO ÉPICO
* 29 5. LO FORMULARIO ÉPICO Y LA CREACIÓN ORAL
* 30 6. CREACIÓN Y REFUNDICIÓN
* 31 7. LA ETAPA ÁGRAFA DE LA PRODUCCIÓN ÉPICA. RAÍCES DEL GÉNERO.
* 32 8. LA ESCUELA ÉPICA ESPAÑOLA

* 33 9. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. LA VERSIFICACIÓN.
* 34 10. CARACTERES DE LA ÉPICA ESPAÑOLA. TEMAS Y CONTENIDOS IDEOLÓGICOS
* 35 11. LA INTEGRACIÓN DE LA TEMÁTICA CAROLINGIA EN LA TRADICIÓN ÉPICA ESPAÑOLA

CAPÍTULO V: TEMA V: EL MIO CID

* 36 1. EL MANUSCRITO DE VIVAR Y LA GESTA
* 37 2. EL MIO CID, GESTA CABEZA DE SERIE

* 38 3. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES FORMALES DEL GÉNERO
* 39 4. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LAS CONVENCIONES TEMÁTICAS DEL GÉNERO

* 40 5. EL POETA DEL “MIO CID” ANTE LA MEMORIA DE LAS GESTAS HISTÓRICAS DE RODRIGO
* 41 6. LA “PASIÓN” COMO FUERZA REESTRUCTURADORA DE LA HISTORIA. INTENCIONALIDAD POLÍTICA DEL CANTO ÉPICO
* 42 7. ¿DESDE CUÁNDO SE CANTÓ EL MIO CID?

CAPÍTULO VI: TEMA VI. FORMACIÓN Y DESARROLLO DEL CICLO CIDIANO

* 43 1. LA CREACIÓN DEL PERSONAJE LITERARIO. EL MIO CID Y LAS PARTICIONES DEL REY DON FERNANDO
* 44 2. LAS RECREACIONES JUGLARESCAS Y EL PASADO DE RODRIGO

Diseño gráfico :


La garduña ilustrada


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