I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (4)
d. Rodrigo, el vasallo leal, a prueba
Según hemos visto, «el Cid», en tanto personaje literario cantado en plazas y en palacios, «nació» de edad madura, como un pater familias preocupado por ganar para su mujer un solar y conseguir para sus hijas unos buenos maridos; pero pronto otro tramo de su vida vino a complementar su biografía épica. Gracias a un monje najerense compilador de crónicas, sabemos que c. 1185/1190 existía ya otra gesta, Las particiones del rey don Fernando, en que, si bien Rodrigo no ocupaba, como en el Mio Cid, el papel central, lo tenía muy destacado. Si los hechos a que se refería el Mio Cid se situaban entre 1089 y 1099, los dramatizados en Las particiones abarcan los años 1065 a 1072. Rodrigo está en la plenitud de su juventud guerrera. Son aquellos años en que, al morir Fernando I, «par de Emperador», la España unitaria por él creada, se desgarra en guerra fratricida entre su hijos y entre las cinco o seis «naciones» del reino: portogaleses, gallegos, leoneses, castellanos y estremadanos y navarros 23.
En el resumen de esa guerra que incluye la Chronica naiarensis 24, Rodrigo es protagonista de tres escenas. En ellas aparece en un papel que sin duda tuvo, el de alférez o portaestandarte del rey castellano don Sancho; pero, como escenas, todas tres tienen un indudable carácter literario y tienen su origen indudable en la gesta. La primera se sitúa en Golpejera y tiene como marco escénico la costumbre de los guerreros, que aguardan la llegada del día para entrar en batalla, de hacer promesas jactanciosas o gabs sobre su próxima actuación en ella. El rey don Sancho se precia de que su lanza vale como la de mil leoneses y trata insistentemente de que Rodrigo le imite en su baladronada; pero Rodrigo se limita, una y otra vez, a prometer que peleará con un caballero y que Dios dispondrá del resultado del combate. Complemento de esta escena dialogada es la siguiente que Rodrigo protagoniza: el jactancioso rey cae preso en la batalla y Rodrigo, que ha perdido en el combate su lanza, logra rescatarle combatiendo él solo contra doce leoneses armado de una lanza que le dan por mofa los propios caballeros que custodiaban a don Sancho. La tercera ocurre ante los muros de Zamora, cuando el rey castellano, imprudentemente, se fía del zamorano traidor Vellido Adolfos, se aparta en su compañía y es asesinado por la espalda; Rodrigo, al ver cabalgar solo y apresuradamente hacia las puertas de Zamora a Vellido, intuye la traición y le persigue hasta dar con su lanza en la puerta.
El sentido de las escenas es bien claro, el Campeador encarna el contra-modelo del impetuoso y arrogante rey «don Sancho el Fuerte», pues reúne en sí la cauta y mesurada prudencia del varón sabio, junto con el valor y arrojo del guerrero joven. ¿Realidad histórica, ficción verisímil? ¡Qué nos importa!
Esta gesta no se nos ha conservado en forma poética. Aparte de la huella que dejó en el s. XII en la Chronica naiarensis, refundiciones varias de ella dieron lugar a que otros historiadores en latín del s. XIII incluyeran, bien un rápido resumen bien escenas sueltas o episodios de uno de sus cantares; por otra parte, en lengua romance, Alfonso X la prosificó y resumió detenidamente, y, más tarde, un refundidor de la Estoria de España alfonsí retocó el resumen heredado acudiendo de nuevo a los versos épicos en algunas escenas muy dramatizadas (Crónica de Castilla).
Aunque abundan, pues, las fuentes indirectas de conocimiento sobre esta gesta (de la cual, como acabo de recordar incluso conocemos algunas laisses en verso), la falta de un manuscrito poético es bien de lamentar, ya que la arquitectura y contenido de ella, que esas derivaciones historiográficas nos permiten apreciar, es propio de una obra maestra y algunas de las escenas de que constaba debieron de ser dramáticamente impresionantes.
Quizá lo más notable de esta gesta sea, aparte de su equilibrada estructura, lo firmemente que en ella estaban diseñados los personajes, incluso los secundarios (en contraste con el Mio Cid, donde sólo están esbozados). Y secundarios son en ella, pese a todo, los tres reyes hijos de don Fernando, el retador a Zamora Diego Ordoñez y su tío don García de Cabra, el Crespo de Grañón, el traidor Vellido, el leal caballero sayagués que avisa de la traición, Alvar Fáñez, que ha perdido sus armas en el juego, etc... Pero, sobre todo, destacan en el poema tres personalidades extraordinarias: la infanta doña Urraca, apasionada, sensual, artera, que suple con artes femeninas su natural debilidad como mujer y se nos aparece como enérgica e invencible en sus propósitos, la cual es, indudablemente la protagonista de la gesta y, junto a ella, su ayo, el profético y sin tacha don Arias, y, enfrente de ella, el Cid. Nada más morir el gran rey don Fernando, Rodrigo, a quien el poeta ha presentado, anacrónicamente, como su consejero favorito, se encontrará enfrentado a deberes contradictorios: como castellano se debe, por «natura» al rey don Sancho, que ha adquirido además su gratitud como vasallo dándole «un condado» (dato antihistórico); pero, el rey don Fernando, en su lecho de muerte, le ha encomendado, con la fuerza que supone esa circunstancia, que, como leal vasallo, aconseje siempre bien a sus hijos; para colmo, ha sido criado en Zamora por Arias Gonzalo al lado de doña Urraca y sus hermanos de leche, tiene a don Arias por «padre» y a la infanta por co-hermana. A lo largo de toda la gesta se suceden las escenas en que «el leal Castellano», brazo ejecutivo de los planes del rey don Sancho (quien, como primogénito del rey don Fernando se cree con derecho a ir contra las disposiciones testamentarias de su padre y reunir bajo su corona todos los reinos), intenta servir con fidelidad y eficacia a su rey y, a la vez, no sólo cumplir con su juramento al rey muerto, que le armó caballero en el altar de Santiago, de ser leal consejero, sino proteger a su «hermana» la infanta huérfana y no incurrir en su desamor y evitar el tener que enfrentarse en combate mortal con su «padre» Arias Gonzalo o con sus «hermanos» los hijos de don Arias, como consecuencia de los avatares de la guerra; en fin, realizar el imposible proyecto de actuar conforme a «derecho» en medio de una guerra fratricida que desmiembra España.
En este poema perdido, el Cid literario pasa la difícil prueba y emerge como figura moralmente superior a sus reyes, completándose así el perfil biográfico que el Mio Cid había iniciado.
Diego Catalán, "El Cid en la historia y sus inventores."(2002)
NOTAS
23 [Acerca de la gesta de Las particiones remito a mi reciente libro La épica española (2000), caps. I, §§ 3, 3d, 4b, 5a,e, 6a, 9a; II, §§ 1b, 2d, 3a, 9b; III, §§ 2d,f,g, 4b,d, 5a; IV, §§ 7a, 10a, 11; VI.1, 2, 3, 6].
24 Ed. Estévez Sola, Chronica naiarensis, en «CChCM», LXXI, Turnhout: Brepols, 1955, Lib. III, §§ 15 y 16 (pp. 172-175)].
Índice de capítulos:
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (1)
a. La realidad se forja en los relatos
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (2)
b. Rodrigo, Campeador invicto para sus coetáneos
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (3)
c. Del Campeador al Mio Cid. Los nietos del Cid y la herencia cidiana
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (4)
d. Rodrigo, el vasallo leal, a prueba
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (5)
e. El Soberbio Castellano
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (6)
f. El Cid se adueña de la Historia y la Historia anquilosa la figura del Cid
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (7)
g. El Cid del Romancero salva al personaje literario del corsé historiográfico
* II EL «IHANTE» QUE QUEMÓ LA MEZQUITA DE ELVIRA Y LA CRISIS DE NAVARRA EN EL SIGLO XI
* III LA NAVARRA NAJERENSE Y SU FRONTERA CON AL-ANDALUS
* IV EL MIO CID Y SU INTENCIONALIDAD HISTÓRICA
* V EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ
* VII LA HISTORIA NACIONAL ANTE EL CID
* APÉNDICE I. SOBRE LA FECHA DE LA HISTORIA RODERICI
* APÉNDICE II. SOBRE LA FECHA DE LA CHRONICA NAIARENSIS
* ÍNDICE DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS (Y CLAVE DE SIGLAS)
Imagen: Castigos y documentos del rey don Sancho Ms. 3995 BNM del siglo XV
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