V EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ
V EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ
a. La Historiografía y la reconstrucción del género épico
En 1865 Gaston Paris resumía de forma tajante: «L’Espagne n’a pas eu d’épopée. D’habiles critiques ont démontré ce fait et en ont donné les raisons; nous n’avons pas à y revenir ici»1. Y, sin embargo, por entonces ya se conocían los dos únicos poemas que han llegado hasta nosotros más o menos completos en forma métrica, el Mío Cid y el Rodrigo; pero Ferdinand Wolf había visto en ellos sólo un desdichado e imposible esfuerzo por aclimatar en España un género poético que le era totalmente extraño, la epopeya francesa 2. Sólo en 1874 Milà i Fontanals probó que esos dos poemas no eran intento aislado y fallido de adaptación de un género literario transpirenaico, sino simplemente las únicas muestras sobrevivientes de una poesía heroico-popular que durante siglos gozó de éxito en Castilla y cuyos temas histórico-dramáticos podían ser reconstruidos gracias a los resúmenes que de ellos conservaba la historiografía medieval 3.
Para descubrir y restaurar el viejo edificio de la épica española, hubo, pues, que desescombrar previamente las venerables ruinas que de ella quedaban en las Crónicas. La empresa no era fácil; la filología de fines del siglo XIX, ante la enmarañada selva de manuscritos cronísticos que las bibliotecas públicas y particulares le proporcionaban, tuvo que hacerse la misma contrariada observación que, en el siglo XVI, Gonzalo Fernández de Oviedo: «en todas las que andan por España que General Historia se llaman, no hallo una que conforme con otra» 4. No obstante, dentro aún del siglo XIX (en publicaciones de 1896-1898) 5 el joven Menéndez Pidal acometió, con éxito indudable, la tarea de desembrollar la compleja genealogía de las Crónicas medievales, apartando del hacinamiento en que yacían los tipos más notables que de ellas existieron y explicando sus caracteres y algo de su contenido. Apoyándose en el tronco y ramas de este su árbol genealógico de las Crónicas, Menéndez Pidal desarrolló paralelamente su reconstrucción de la frondosa historia de la poesía épica castellana 6.
Medio siglo después de reconstruido el árbol genealógico de las Crónicas, los conocimientos en este campo de la erudición filológica permanecían estacionarios 7 (pese a los interrogantes que había abierto Babbitt en su estudio sobre la Crónica de veinte reyes) 8. Y, consecuentemente, estacionaria permanecía también la imagen de la poesía épica entrevista a través de las reliquias conservadas en las Crónicas. De tan desesperanzadora inmovilidad vino a sacar a los estudios cronísticos la obra de Lindley Cintra en 1951 9. Con sus hallazgos, la actividad refundidora que dio lugar a los principales tipos de Crónica General quedó encerrada entre límites temporales mucho más estrechos que los supuestos por Menéndez Pidal, toda vez que la Crónica de Castilla y la Crónica de veinte reyes anteceden, no siguen, a la Crónica de 1344 como Menéndez Pidal había creído 10.
Siguiendo los pasos de Cintra, y contando con el estudio de las fuentes de la Primera crónica incluido en la 2ª edición, de 1955, por Menéndez Pidal 11, acometí en los años 1958-60 el estudio de la Estoria de España alfonsí volviendo al punto de partida, los manuscritos, la «selva selvaggia e aspra e forte». Ya a comienzos de los años ’60, a medio camino en mi peregrinar por las trochas recién abiertas, creí posible mostrar alguna que otra pista desbrozada, conducente hacia nuevos derroteros 12. Y, como es natural, una vez sometida a renovación la historia de la génesis y estructura de las Crónicas Generales, comenzaron a decantarse nuevas conclusiones respecto a la epopeya.
b. La «Estoria de España» de Alfonso X y la «Primera crónica general»
El punto de partida de mi renovación crítica 13 fue la devaluación de la versión de la Primera crónica conservada por los códices escurialenses E1, de factura alfonsí 14, y E2, posterior al año 1289 (Sancho IV) pero que dice ser continuación de E1 15. Estos dos volúmenes, pertenecientes a la cámara real castellana, venían siendo considerados como la versión definitiva, oficial, de la Estoria de España concebida por Alfonso X 16; sobre ellos se basa la edición Menéndez Pidal 17. Pero el segundo volumen regio escurialense resulta ser un códice mixto, formado cuando mediaba el siglo XIV (reinando Alfonso XI) a partir de manuscritos en su origen independientes, enlazados y completados por el tardío formador de ese volumen artificioso 18. Su parte central está, en efecto, constituida por un lujoso manuscrito de tiempo de Sancho IV (de 1289, o poco posterior), que comenzaba en Ramiro I y acababa inmediatamente antes del cerco de Aledo y de la sublevación de Valencia contra al-Qādir y el Cid 19; y quizá era parte o continuación de este mismo manuscrito la sección del códice escurialense que abarca desde las postrimerías de Alfonso VI hasta comienzos del reinado de San Fernando 20. Pero a este núcleo, E2(orig), se le añadió por el principio un par de cuadernos con la historia de los primeros reyes asturianos. Esos cuadernos formaban primitivamente parte del volumen regio alfonsí E1 21, de donde los arrancó el formador del códice facticio. Además de traspasar esos cuadernos de un códice a otro, el formador de E2 se encargó de hacer en ambos las necesarias enmiendas y lañas 22. De su mano es también una larga adición de cinco cuadernos destinada a completar la inconclusa historia de Fernando III 23. En fin, también contemporánea de la formación artificiosa del códice E2 es la mano que trascribió en el centro del volumen la historia cidiana desde la sublevación de Valencia en adelante 24.
La artificiosidad del manuscrito E2 no es una mera nota curiosa en la biografía de un códice prestigioso, sino que tiene el interés de iluminarnos la estructura misma de la Primera crónica general, poniendo en duda la representatividad de ciertas secciones de ella como texto definitivo de la Estoria de España alfonsí. En efecto, una vez fragmentado el volumen «regio», cada una de sus partes componentes adquiere especial personalidad, y, salvo el fragmento inicial segregado en el siglo XIV del viejo códice E1 25, ninguna puede ya aspirar al título de texto «oficial» de la Estoria de España. La representatividad de los varios fragmentos ha de ser juzgada en adelante atendiendo sólo a su propio valor; y ese valor es, a todas luces, muy desigual. Por ejemplo, el lujoso manuscrito que empezaba en Ramiro I se caracteriza por su redacción ampulosa, la cual es fruto de una tardía labor de retoque estilístico, realizada en 1289 bajo Sancho IV, a la que son ajenos otros manuscritos que nos conservan fielmente una redacción primitiva, alfonsí de esa sección de la Estoria 26; el añadido final hecho al reinado de Fernando III por el formador del volumen facticio se basa en una fuente post-alfonsí, que llega incluso a atribuir a Alfonso X, siendo infante, acciones guerreras de su tío el infante don Alfonso de Molina 27.
Estas y otras observaciones 28 nos permiten asegurar, de una parte, que la Primera crónica general es aún más alfonsí en su elaboración que lo supuesto en sus últimos estudios de ella por Menéndez Pidal, pues en 1289, bajo Sancho IV, lo único que se hacía respecto a su contenido era reescribir, amplificando retóricamente, cierta parte previamente compuesta en días de Alfonso X 29; pero, por otro lado, nos dejan sin una versión «oficial» de la obra alfonsí y llenos de dudas acerca del valor que, más acá de los primeros reyes asturianos 30, puedan tener las diferentes secciones de la Primera crónica general como representantes de la Estoria de España de Alfonso X.
Llegados a este punto, cobran nuevo interés las observaciones hechas de antiguo por Menéndez Pidal sobre la progresiva decadencia que revela la estructura de la Crónica en la llamada «Cuarta Parte» o historia de los reyes castellanos 31. En efecto, un atento examen de los tres reinados de Fernando I, Sancho II y Alfonso VI, por ejemplo, nos muestra claramente que la Estoria de España quedó interrumpida cuando esta parte se hallaba aún en telar: al lado de ciertos trechos compilatoriamente bien acabados, otros se hallaban aún a medio elaborar cuando [por circunstancias históricas imprevisibles] hubo una interrupción en el trabajo de «ayuntamiento» de las fuentes y de redacción del texto de c. 1270 32. Luego, en tiempos post-alfonsíes, copistas y eruditos empalmaron y retocaron como pudieron los inconclusos borradores y divulgaron, dándolos por obra definitiva, los contenidos de los cuadernos de trabajo alfonsíes 33; de ahí el tan desigual grado de confianza que, a mi parecer, merecen las distintas secciones de la Primera crónica.
Esta devaluación de la Primera crónica general confiere nuevo interés a las otras redacciones de la Crónica, que, a veces, según Menéndez Pidal ya notaba, reflejan el texto de las fuentes con mayor fidelidad que la propia Primera crónica. Admitida la antigüedad de los prototipos de las Crónicas de veinte reyes, manuelina y de Castilla (según la cronología que estableció Cintra) 34 podemos pensar que en ciertas secciones sean incluso más fieles representantes del proyecto alfonsí que la Primera crónica en su parte correspondiente.
En las páginas que siguen voy a presentar un caso particular muy ilustrativo, tratando de exponer a continuación las repercusiones que el nuevo análisis de esa sección de la Crónica tiene en la historia de la epopeya 35.
c. El fin de la «Estoria de España» alfonsí y la «Estoria caradignense del Cid»
Según ya hemos apuntado, una de las importantes divisiones que presenta el manuscrito artificioso E2 ocurre inmediatamente antes de la sublevación de Valencia con Ibn Ŷāḥḥāf (Abeniaf). El copista que a fines del siglo XIII escribió el lujoso manuscrito iniciado en Ramiro I interrumpió de pronto su trabajo en el capítulo 896 (de PCG), sin concluir ese capítulo 36, cuyo titular anuncia varios sucesos que no llegaron a relatarse 37, y dejó en blanco buena parte del cuaderno que estaba utilizando 38. Cuando a mediados del siglo XIV una nueva mano 39 trató de completar la historia cidiana allí abandonada, trascribiendo, con factura bastante tosca, un texto de origen independiente (cuya particular numeración de capítulos incluso conservó en su copia) 40, prescindió de parte de los sucesos anunciados en el epígrafe, conforme hacía el manuscrito que le servía de base. La misma sutura presentan otros textos: el manuscrito F y la Crónica ocampiana 41. Pero mucho más interesante que esta laguna (ya denunciada por Menéndez Pidal 42), como índice de una profunda división en la Primera crónica general, es el radical cambio de estructura que a partir de este punto se produce en ella.
Antes del capítulo 896, el equipo de técnicos de la escuela alfonsí dedicado a la Estoria de España había elaborado un relato del reinado de Alfonso VI perfectamente concorde con los principios compilatorios que regían la elaboración de esa gran empresa historiográfica 43. El espinazo de la narración venía a estar formado, como de ordinario, por una versión de las dos historias generales latinas del reino castellano-leonés, la del Toledano y la del Tudense, minuciosamente entrelazadas en un relato único; pero en este reinado, tan rico en fuentes particulares, a estas dos historias de carácter general se sumaban, como constituyentes esenciales de la narración, tres historias especializadas: la historia de la pérdida de Valencia titulada al-Bayān al wādiḥ fī al-mulimm al-fadīḥ de Ibn ‘Alqama 44, la Historia Roderici y el Mío Cid, referentes todas tres al hidalgo castellano. Toda esta materia se ordenaba, conforme a un muy novedoso esfuerzo de precisión cronológica, por años de reinado 45.
«Andados II annos del regnado del rey don Alffonsso, et fue esto en la era de mill et cient II annos, et andaua otrossí estonces ell anno de la Encarnatión del Sennor en mill et LXIIII, et el de Henrric emperador de Roma en XVI, en este anno...» (PCG, p. 521b21-26); «Del tercero anno del regnado deste rey don Alffonso non fallamos otra cosa de contar que pora aquí pertenesca, sinon que...» (PCG, p. 522a16-17); etc... «Andados XIII annos del regnado deste rey don Alffonsso, et fue esto en la era de mill et CXIII annos, et andaua otrossí estonces el anno de la Encarnación del Sennor en mill et LXXV, et el de Henrric emperador de Roma en XXVII, pues que...» (PCG, p. 537a29-34); «Del XIII anno fastal XVII del regnado deste rey don Alffonsso non fallamos cosa que de contar sea que a la estoria pertenesca, sinon tanto que en el XIIII...» (PCG, p. 538a12-15); etc.
Como complemento de las grandes fuentes de carácter narrativo, se incorporaban las breves noticias que sobre sucesos muy particulares proporcionaban otras fuentes historiográficas de carácter muy vario.
1) La Historia Arabum del propio arzobispo toledano don Rodrigo Ximénez de Rada:
Muerte de Habeth Almutámiz y reinado de Aben Habeth en Sevilla y en Córdoba (PCG, c. 858, p. 531b-22-29. HArab. XLVIII, 282a, con retoques); sustitución de los nombres de los reyes de Zaragoza dados por la Historia Roderici (PCG, caps. 859, 860, 863, pp. 532a13, 46, b1, 2, 4, 6, 11, 16, 535a5, b8. HArab. XLIX, 282a); Alcadirbille, sobrenombre de Yahya de Toledo (PCG, c. 866, p. 537a36. HArab. XLIX, 282a); retoques en la sucesión de reyes zaragozanos dada por Ibn ‘Alqama (PCG, c. 877, p. 548b9, 549a28-29. HArab. XLIX, 283a); señorío de Yuçaf Almiramomelín en el Andalucía (PCG, c. 887, p. 558a30-b5. HArab. XLVIII, p. 282a46; alteración del nombre del rey de Zaragoza (PCG, c. 890, p. 559b40. HArab. XLIX, 283a).
2) Un Liber regum amplificado 47:
Pormenores sobre las mujeres de Alfonso VI (PCG, c. 847, pp. 520b34-35, 521a17 y quizá 521a42-b7 y b11-14. LReg.1, p. 210, LReg.2, p. 484); lides del Cid con Xemen García de Torrellos y con el moro Fáriz (PCG, c. 848, p. 522a23-33. LReg.2, p. 493); muerte de Diag Royz hijo del Cid en la lide de Consuegra (PCG, c. 866, p. 538a9-11. LReg.2, p. 494).
3) El Cronicón lusitano:
Conquista de Coria (PCG, c. 866, p. 538a27-29. CrLus., p. 10a); derrota de Sacralias (PCG, c. 887, pp. 557b42-558a30. CrLus., p. 10a).
4) Otros anales, sin duda de origen navarro-aragonés 48:
Desbarato en Ayona de Sancho el Mayor (PCG, p. 473a25-32); Sancho el Mayor muere en Asturias traidoramente asesinado por un peón (PCG, p. 481b12-15); el rey García puebla Piédrola y conquista y repuebla Funes (PCG, p. 484b16-18); el rey García vence y mata a Limaymón en Rencón de Soto y conquista Calahorra (PCG, p. 484b19-21). A esta misma obra analística desconocida, interesada por la historia navarro-aragonesa, habrá que adscribir probablemente, en el reinado de Alfonso VI, la noticia de la muerte del infante don Ramiro y el conde don Gonçalo en la traición de Rueda (PCG, c. 864, p. 536a3-4), y, desde luego, la referencia a la sucesión en el trono aragonés: don Pedro-Alfonso el Batallero (PCG, c. 865, p. 537a13-16); quizá proceda también de esta fuente la muerte del rey don Sancho en Peñalén (PCG, c. 846, p. 520b21-22) 49 e incluso algunos detalles históricos añadidos a la Historia Roderici en los caps. 848 y 862.
5) Y unos terceros, posiblemente toledanos 50:
Alfonso VI derrotado en Consuegra por Abenalhage (PCG, c. 866, p. 538a6-9); Abenalhage derrota y malhiere a Alvar Háñez en Almodóvar (PCG, c. 866, p. 538a23-26); derrota de Alvar Háñez y de los hijos de Gómez Díaz (PCG, c. 888, p. 558b45-48); Abenalhage derrota en el *Espartal a los de Extremadura (PCG, c. 888, p. 559a1-2).
6) Además, se añadían rápidas referencias a la historia traspirenaica procedentes de Sigebertus Gemblacensis:
Sucesión papal: Alexandre-Aldebrando (Gregorio VII), PCG, 848, p. 522a18-22, según Sigeb. a. 1073 51.
Súbitamente, a partir del capítulo 896, la Primera crónica general (en los tres textos o prototipos que aquí contienen su versión) 52 abandona toda precisión cronológica, dejando de consignar el comienzo de nuevos años de reinado 53; con la estructuración en anales desaparecen conjuntamente las referencias a la sucesión de papas, emperadores y reyes de Francia tomadas de Sigeberto, así como toda noticia de carácter analístico, incluso las del Cronicón lusitano. También se prescinde por completo —lo cual es bien notable— de la Historia Roderici 54. Consecuentemente, en lo que sigue queda como fuente única la historia valenciana de Ibn ‘Alqama desnuda de toda adición. Después, se acude, sin conjuntar tampoco su narración con informes de otro origen, a un texto de procedencia épica (cuyo modelo más o menos lejano es el Mio Cid) continuado por la monacal *Leyenda de Cardeña, esto es, se trascribe simplemente una *Estoria del Cid que, según su filiación apócrifa, habría escrito en arábigo Abenalfarax, sobrino de Alhuacaxí y alguacil del Cid 55.
La misma radical modificación estructural al llegar a este punto se percibe en otras dos Crónicas, la manuelina y la de Castilla 56. En cambio, los manuscritos de la Crónica de veinte reyes [y el ms. Ss, que conserva la Versión crítica en toda su extensión, descubierto en 1983 (véase La Estoria de esp. de Alf. X, pp. 135-137)] continúan mostrando la misma ténica historiográfica compliatoria antes y después del cerco de Aledo y sublevación de Valencia. En los capítulos anteriores nos ofrecen, en redacción generalmente más resumida, un relato paralelo al de las restantes Crónicas Generales, fundado en la misma minuciosa compilación de unas mismas fuentes, sometidas a una similar ordenación cronológica. A partir del capítulo correspondiente al 896, en cambio, la [Versión crítica y, por tanto, la] Crónica de veinte reyes se separa totalmente de la Primera crónica (y textos relacionados) 57 en cuanto a estructura y fuentes empleadas, ya que nunca abandona la técnica compilatoria característica de la Estoria de España alfonsí. Veámoslo con algún detalle. [Dado que todas las características de la Crónica de veinte reyes que examino seguidamente son igualmente propias del ms. Ss de la Versión crítica, dejaré en adelante de hablar de la familia de textos que llamamos Crónica de veinte reyes, según hacía en 1963, y me referiré siempre al prototipo de que depende, la Versión crítica].
En los primeros tres años del reinado de Alfonso VI, la Versión crítica entrelaza, en forma idéntica a la Primera crónica, los relatos del Toledano y el Tudense, enriquecidos con idénticos pormenores procedentes del Liber regum amplificado y de una leyenda piadosa 58; a esa narración se suman las mismas tres noticias independientes basadas en unos anales (quizá navarro-aragoneses), en Sigeberto y en el Liber regum 59. En los años 4º a 8º del reinado, combina, exactamente como la Primera crónica, los dos relatos del destierro del Cid que le ofrecían la Historia Roderici y el Mio Cid, idénticamente retocados en ciertos pormenores onomásticos con De rebus Hispaniae y con la Historia Arabum del Toledano 60; y, en medio de esa narración, interpola la misma noticia de carácter independiente tomada de la Historia Arabum (sucesión de Aben Habet en Sevilla) 61. En los años siguientes (Toledo-invasión almorávide), aunque la Versión crítica disiente de la Primera crónica (y textos emparentados) en la cronología y ordenación de los sucesos, la identidad estructural entre una y otra obra se subraya por el gran número de fuentes utilizadas de una misma forma. Ambas crónicas manejan tres narraciones básicas idénticas: el Toledano y el Tudense entretejidos (y retocados en algún pormenor con Ibn ‘Alqama) 62, la Historia Roderici (enmendada en un par de detalles con el Toledano) 63 Ibn ‘Alqama (corregido a su vez en un detalle con la Historia Arabum) 64; además, una y otra aprovechan los mismos datos de tres obras analísticas: el Cronicón lusitano 65, unos anales navarro-aragoneses 66 y otros toledanos 67; así como de dos historias breves: el Liber regum y la Historia Arabum 68. Después de la invasión almorávide, las crónicas vuelven a coincidir en todo (incluso en la ordenación cronológica), presentando idéntica mezcla de la Historia Roderici (con la misma omisión de los párrafos que van del § 32 a la primera mitad del § 37) e Ibn ‘Alqama (con igual enmienda en atención a la Historia Arabum) 69.
En la sección posterior al cerco de Aledo y rebelión de Valencia, la Versión crítica sigue ella sola organizando metódicamente la narración por años de reinado 70; continúa igualmente incorporando, al fin de cada año, las noticias ultrapirenaicas, basadas en Sigebertus Gemblacensis y en Martinus Oppaviensis (Martín Polono), sobre sucesión de papas, emperadores y reyes de Francia:
«murió el papa Urban e fue puesto en su logar Pascual el segundo, e fueron con el çiento e ssesenta e quatro apostoligos» 71,
«murió el enperador Enrrique e rregnó enpos el su fijo don Enrrique el quinto quinze años. En su tienpo deste enperador sse començó la horden del Tenplo 72,
«en este sobre dicho año otrossý murió otrossý don Felipe rrey de Françia e rregno en pos el su fijo don Loys el quinto veynte e quatro años» 73;
así como nuevos datos de procedencia analística, tomados del Cronicón lusitano:
«sacó ese rrey don Alfonso su hueste e fue sobre Santarén que es en Portogal que era de moros e çercóla e prísola, e esto fue Sabado dos días por andar de Abril. Desí fue luego de esa sobre Lixbona e prísola otrossý, e esto fue Jueues tres días de Mayo. Después desto fue sobre Sintra Sabado seys días de Mayo. Estos logares que auemos dichos dio el rrey en guarda a su yerno el conde don Remondo, el que fue padre del enperador don Alfonso, e el conde dexó de su mano a don Suero Melendes. E el rrey don Alfonso tornósse estonces para Toledo» 74,
y de los otros anales, los toledanos y los navarro-aragoneses 75:
«Garci Ximénez, un rico omne que tenié el castiello —de Alaedo—, fue en pos ellos e ferió en la çaga de los moros, e mató e desbarató muchos» (a. 26º).
«En este año otrosý ouo el rrey don Alfonso de Aragón batalla con los almoráuides en vn lugar que dizen Cotanda, e fueron ý tres rreyes moros, Auenhuerca e Auetentrimad e Auolfátima, e vençiólos todos, e después conquirió Daroca (a. 31º)»
«En este año otrossý mataron los christianos a Almozcaén en Valtierra, e matólo con su mano Lop Garciéz (o «L. Gonçales», o «L. Sánchez») de Viluiello (o «Valdiello») e Martin López de Valtierra. Allý fue preso el conde Ladrón e el conde don Enrrique padre del rrey don Alfonso de Portogal (a. 31º)»
«el rrey don Alfonso de Aragón de so vno con el conde don Rodrigo d’Alperchos e el conde don Cuntel (o «Cantel» o «Cuntal» e don Gascón ganó Tudela que era de moros (a. 33º)»
«mataron los moros a las potestades con engaños en Huesca» (a. 38º)»
«lidió el rrey don Alfonso de Aragón con Benalhange entre Çaragoça e Barçelona en vn lugar que dizen Lubregad, que es entre Tarragona e la dicha Barçelona, e fue vençido Benalhange e allí fue muerto (a. 40º)»
[«En este año fue este rrey don Alfonso de Aragón con grand hueste sobre Málaga, e duró alla honze meses, e después, a su tornada, ouo vn muy grand torneo en Murçia. E después, dende a pocos días ouo batalla con moros en Daraçuel e venció los moros e mató ý muchos dellos» (a. 43º)] 76
y, desde luego, no olvida la importante Historia Roderici 77, ni el viejo Mio Cid 78, que, junto con Ibn ‘Alqama, siguen siendo las fuentes básicas de la narración relativa al héroe castellano.
Ante tales observaciones, me parece evidente que más acá del capítulo 896 la Primera crónica general (y con ella las Crónicas hermanas manuelina y de Castilla) carece de suficientes merecimientos para ser considerada representativa de la Estoria de España alfonsí. Ya en los capítulos inmediatamente anteriores (relativos a la invasión almorávide) la duplicación de la batalla de Sagrajas, debida a una errónea interpretación de lo que en su origen fue simple yuxtaposición de dos versiones aún no conjuntadas en un relato definitivo, nos pone de manifiesto que la elaboración de la Estoria de España quedó interrumpida en esta parte antes de ser acabada 79; pero en los capítulos que siguen al 896 la tarea compilatoria estaba aún menos avanzada. Sólo así se explica que el refundidor de 1289, al proponerse amplificar retóricamente la redacción de la Primera crónica desde Ramiro I, interrumpiese su tarea a mitad de ese capítulo 896; y sólo ello justifica el que en textos posteriores 80 se completase la historia del Cid de una forma tan deficiente como la que hemos descrito. Creo pues indudable que a partir del capítulo 896, hasta la muerte del Cid, [los «estoriadores alfonsíes» que en c. 1270 elaboraban] la Estoria de España... nunca llegaron a redactar esta sección histórica. [Con qué componentes contaban para la redacción de esa sección] en caso de haber realizado el proyecto alfonsí de los años ‘70 nos lo deja entrever la Versión crítica (no las otras Crónicas Generales); pero este texto, que reproduce una nueva redacción de la Estoria, [elaborada en Sevilla c. 1283 en plena guerra civil cuando Alfonso X no dominaba Toledo ni Castilla y León] responde a criterios de elaboración disimilares a los que regían c. 1270 81.
Esta valoración nueva de las Crónicas antes y después de la sublevación de Valencia repercute muy directamente en la historia de la vida tradicional durante los siglos XIII y XIV del Mio Cid, trazada por la crítica antes de la publicación en 1963 de este trabajo.
d. El «Mio Cid» que utilizó Alfonso X
La historia del Mio Cid como una gesta en continuada reelaboración juglaresca desde mediados del siglo XII hasta las postrimerías de la Edad Media, fue reconstruida en sus líneas generales por Menéndez Pidal en 1898 («El Poema del Cid y las Crónicas generales de España»), y, con ligeros retoques, fue luego acogida en Cantar de Mio Cid (1908-1911; 2ª ed. 1944) y en Poesía juglaresca y juglares (1924), y reajustada (sin introducir grandes alteraciones) en Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas (1957) para armonizarla con las nuevas precisiones cronológicas sobre historiografía post-alfonsí de Cintra (1951) 82. Según esa reconstrucción, que se haría clásica, las Crónicas Generales nos permitirían asistir, paso a paso, a la sucesiva adaptación de la vieja gesta de hacia 1140 83 a los gustos nuevos, triunfantes en la epopeya de los siglos XIII y XIV. En la Primera crónica general, iniciada por Alfonso X hacia 1270, el Mio Cid que aparece prosificado es ya una refundición muy alterada del antiguo poema del siglo XII 84; la sobria estructura primitiva se halla recargada con incidencias y personajes nuevos 85, al mismo tiempo que el tono mesurado y noble de la vieja gesta se ha descompuesto dando lugar a escenas llenas de desmanes, alborotos, voces y golpes 86. Más tarde, en el siglo XIV, habrían venido a sustituir a esta refundición otras aún más innovadoras, como la que deja su huella en la Crónica manuelina y en la Crónica de Castilla (a comienzos de ese siglo) 87; y la renovación continuaría hasta el siglo XV 88, en que la gesta de desintegraría ya en fragmentos romancísticos 89. Pero en el siglo XIV la vieja versión del Mio Cid de c. 1140 aún competía literariamente con sus más novedosas refundiciones: El autor de la Crónica de veinte reyes (crónica considerada como algo posterior a la de Castilla 90), sea porque algunos juglares resucitasen por entonces, a título de novedad, los poemas arcaicos 91, o simplemente a causa de su fino paladar crítico de historiador 92, cuando emprendió la refundición de la Primera crónica, prefirió sustituir los novelescos relatos que habían acogido las restantes Crónicas Generales por una fiel prosificación del poema primitivo (el del siglo XII).
Estas venían siendo las ideas comúnmente admitidas por la crítica hasta 1962. Pero en vista de mi nueva concepción de las Crónicas, consideré preciso modificar profundamente tales conclusiones.
Ya Menéndez Pidal había observado, desde antiguo, el contraste en la Primera crónica general entre dos secciones de la prosificación del Mio Cid:
«la Crónica coincide en todo con el antiguo Cantar hasta el verso 1094 [léase, mejor, 1097] 93, salvo muy ligeras variantes; los versos que siguen hasta el 1120 faltan en la Crónica...; en fin, hasta el verso 1251 94 no empieza la divergencia bien perceptible de ambos textos»;
pero creyó explicable esta doble actitud del juglar refundidor por el hecho, bien conocido, de que son las conclusiones de los poemas las que más atraen la imaginadción renovadora y no los comienzos 95.
A mi parecer, tan precisa frontera entre la parte inalterada y la parte refundida depende de un cambio en la estructura de la Primera crónica, no de un cambio en la actitud recreadora de un juglar refundidor del poema de Mio Cid.
En la sección de la Primera crónica general anterior a la sublevación de Valencia, cuando áun no se echa de menos la información de ninguna de las fuentes alfonsíes y se mantiene en ella la estructuración analística propia de la Estoria de España, el Mio Cid prosificado (en los capítulos 850-862 de PCG) en nada difiere del conocido 96. La identidad de ambas versiones —la prosificada y la que conocemos en forma métrica— me parece indisputable: comparando verso a verso y línea por línea las dos narraciones, no hallo más divergencias que las surgidas naturalmente de adaptar la exposición poética al estilo narrativo cronístico.
En un principio, a los 424 primeros versos del Mio Cid, relativos al paso del desterrado por Burgos y Cardeña y a su salida de Castilla, corresponden dos breves capítulos cronísticos (PCG, caps. 851 y 852), en que sólo se aprovechan los datos «históricos» esenciales; el resumen es demasiado rápido para poder apreciar la identidad o divergencia de los dos textos poéticos. La única diferencia noticiable es el reajuste cronológico consistente en hacer que el Cid no duerma en Cardeña y que salga, por tanto, del monasterio trasnochando («desque fue la noche espidiósse... Et andido toda essa noche, et fue otro día a yantar a Espinaz de Can», PCG, p. 524b11-14); la corrección se explica a mi parecer mejor como simple retoque historiográfico que como innovación juglaresca 97.
Una vez que el Cid abandona Castilla y el poema se dedica a reseñar acciones guerreras, la Crónica prosifica el Mio Cid verso por verso, esforzándose en recoger de cada uno de ellos un máximo de información. Esta técnica prosificatoria explica que, para destruir el ritmo y la asonancia poéticas, se tienda con cierta frecuencia a envolver el verso en una frase algo más amplia, adicionada con pequeñas deducciones 98; creo innecesario detenerme a analizar aquí cómo los historiadores alfonsíes adaptaron cada uno de los versos 425-1097 del Mio Cid a una prosa cronística, basta hacer notar que, en general, reprodujeron con una gran fidelidad el texto poético. Este respeto, no ya sólo a los hechos narrados, sino a la propia forma de narrarlos, nos permite asegurar que el Mio Cid de Alfonso X, en su «Cantar del Destierro», era, en la inmensa mayoría de sus versos, idéntico al copiado [para el concejo de Vivar en el s. XIV] que lleva el explicit de Per Abbat. Sólo ocasionalmente el historiador consideró preciso extender su labor interpretativa de la fuente poética más allá de los discretos límites habituales, entremetiéndose a explicar, glosar o arreglar la información de la gesta; son estas dilataciones y arreglos, que Menéndez Pidal creyó a veces reflejo de innovaciones poéticas introducidas por un juglar refundidor, lo que nos interesa examinar con detalle a fin de probar mi anticipada conclusión.
En dos pasajes, la generosidad del héroe con los moros vencidos, según el poema, suscita comentarios aclaratorios por parte del cronista. Así, cuando al abandonar Castejón, el Cid liberta a cien moros y a cien moras (versos 534-535), el historiador razona por su cuenta: «ca paresçrie mal de leuar moros nin moras en nuestro rastro, et non nos conuiene agora, mas andar los mas afforrechos que pudiermos, como omnes que andan en guerras et en lides et an a guarir por sus manos et sus armas» (PCG, pp. 525b48-526a4); y, más tarde, reinterpreta el discurso del Cid sobre cómo tratar a los moros de Alcocer (versos 617-622) 99: «Et de como yo cuedo, en este castiello a grand auer, et moros et moras que fincan aun y; et podemoslos uender et matar; mas pero si los mataremos non ganaremos y nada; et tengo que ualdra mas que coiamos aca dentro aquellos que fincaron fuera, et ellos que saben la villa, mostrarnos an buenas posadas et los aueres que yazen ascondidos en las casas, et seruir nos hemos dellos» (PCG, p. 527a7-16).
El deseo de justificar detenidamente los actos del héroe, en términos de estrategia militar, da lugar a glosas diversas: el Cid vende Alcocer «porque quiere salir dalli a yr uuscar mas conseio del que tenien et auie mester auer que diesse a las compannas con que se guisassen» (PCG, p. 530b8-11; fundándose en que el Campeador reparte seguidamente el dinero entre sus vasallos, versos 847-850); cuando, cercado en Alcocer por Fáriz y Galve, el Cid razona a su mesnada «que nos queramos yr de noch no nos lo consintran / grandes son los poderes por con ellos lidiar» (versos 668-669), la Crónica insiste y aclara: «ellos son grandes compannas et grandes los sus poderes, et nos pocos et estamos en su tierra. Et que nos queramos yr de noche a furto, nin lo podremos fazer nin nos lo consintrien ellos, ca nos tienen cercados de todas partes et uer nos yen. Otrossi con ellos non podriemos lidiar, ca son los moros muchos ademas» (PCG, p. 527b30-38), y lo mismo hace con la respuesta de Alvar Hañez («De Castiella la gentil exidos somos aca / si con moros non lidiaremos no nos daran del pan», versos 672-673): «Sallidos somos de Castiella la noble et la loçana et uenidos a este lugar do nos es mester esfuerço. Si con moros non lidiaremos, sabed que los moros non nos querran dar del pan» (PCG, p. 527b40-44) 100. Con voluntad de completar la información en el terreno militar, el historiador, que ha contado siguiendo al poema el acuerdo tomado por el Cid de echar fuera de la villa a los moros encerrados con él en Alcocer, por «que non sopiesse ninguno esta su poridad» (v. 680), se cree obligado incluso a detallar: «por que non sepan nuestra poridat et lo fagan saber a los otros. Et pues que ouieron echados los moros et fecho todo assi como el Çid dixo, cerraron bien las puertas del castiello» (PCG, p. 528a6-10); y, así mismo, cree imprescindible, antes de la lid campal, que el Campeador dé órdenes precisas a los suyos: «El Çid castigolos allí a todos como fiziessen en la fazienda, et acordassen todauía en una et non se esparziessen sin recabdo» (PCG, p. 528a29-32). Ninguna de estas adiciones de la Crónica refleja una refundición juglaresca de los viejos versos del Mio Cid.
En otros casos, la divergencia entre los relatos prosístico y poético se explica porque el historiador trata de desarrollar narrativamente acontecimientos que el Mio Cid, con su técnica pictórico-dramática, sugiere de forma indirecta, mediante una pincelada. Así el poema nos cuenta sólo que Pero Vermúdez pone la seña en lo más alto de Alcocer (versos 611-612), mientras la Crónica explica: «Et desí acogiéronse al castiello et entráronle luego que non fallaron y embargo ninguno. Et fue luego Pero Uermúdez et puso la senna en el mas alto logar que en el castiello falló» (PCG, pp. 526b46-527a3); o que, habiendo entrado Pero Vermúdez con la seña en medio de los enemigos, «moros le reçiben por la seña ganar, / dan le grandes colpes, mas nol’ pueden falssar» (versos 712-713), mientras la Crónica aclara: «Los moros recibiéronle, et començaron de ferirle muy de rezio dándol muy grandes colpes pora abaterle si pudiessen et leuar dél la senna, mas trayé él tan buenas armas que gelas non podién falssar, et demás muy fuerte coraçón, assí que non pudieron guisar con él lo que quisieran» (PCG, p. 528b24-30); o, en fin, que Minaya, sobre un nuevo caballo que le consigue el Cid, «...fuerte mientre lidiando / a los que alcança valos delibrando» (versos 757-758), mientras para los propósitos de la historia parece oportuno hacer constar que los moros van ya de vencida (puesto que Alvar Háñez los sigue en alcance): «...cometieron a los moros muy de rezio. Et por que los moros fincaran mal escarmentados de la otra uez et non se atreuiendo ya a lidiar con los cristianos fuéronse vençiendo. Et los cristianos yéndolos ya leuando...» (PCG, p. 529a43-b1).
Lo mismo cabe decir de ciertos episodios en que a una breve frase del poema corresponde en la Crónica un trozo narrativo en que se desarrolla la situación en ella compendiada. Así, el grito «Non sea, por caridad» (v. 709), con que el Cid de la gesta trata de impedir que su alférez coloque la seña en medio de los moros, en la prosa histórica se convierte en una acción narrable: «Trauó estonces el Çid con ell que estidiesse quedo et non mouiesse la senna, mas non pudo con él «(PCG, p. 528b18-21); y el gesto «al Çid besó la mano» (v. 692), que basta a los propósitos poéticos para expresar toda una reacción, se aclara en la historia diciendo: «plogo mucho desto a don Pero Uermúdez et besó la mano al Çid» (PCG, p. 528a22-28). Donde el Mio Cid presenta dramáticamente la afectuosa despedida de los moros de Alcocer al desterrado: «Moros et moras tomaron le a quexar: / ¿Vaste, myo Çid; nuestras oraçiones uayante delante! / Nos pagados fincamos, señor, de la tu part» (versos 852-854), la Crónica narra: «los moros que ý morauan començáronse a quexar mucho por ello, por que les fazié el Çid mucho bien et mucha merçed, et rogauan a Dios por él, quel guiasse en su seruicio, et que la su bienandança que siempre fuesse adelante, pues que yrse querié» (PCG, p. 530b19-25). Las palabras exultantes del Cid a Alvar Háñez, después de tomar el quinto del botín: «Oýd, Mynaya, sodes myo diestro braço! / D’aquesta riqueza que el Criador nos a dado / a uuestra guisa prended con uuestra mano» (versos 810-812), se convierten al pasar a la historia en una razonada proposición: «Aluar Hánnez, todo algo que uos omne fiziesse merecedes lo uso muy bien a guisa de muy buen cauallero, et quiero que tomedes del mio quinto quanto uos quisiéredes» (PCG, p. 530a2-6). Y el cronista hace lo que puede para interpretar la situación a que aluden los difíciles versos 527-528: («Moros en paz, ca escripta es la carta, / buscar nos ye el rey Alfonsso con toda su mesnada»): «Demás el rey don Alffonso a pazes con los moros, et sé yo que escriptas son ya de los moros las cartas de lo que nos por aquí començamos a fazer, pora enuiárgelas; et el rey don Alffonso nuestro sennor es poderoso et de gran coraçón, et pero que lo auemos con moros, non lo querrá él soffir, et uenir nos a uuscar» (PCG, 525b33-40); si en este caso su interpretación no es muy correcta, menos lo es cuando de los versos 507-509 («Comidiós myo Çid... / al rey Alfonsso que legarién sus compañas, / quel buscarié mal con todas sus mesnadas») infiere: «El Çid otrossí quando se uio tan bienandante en su comienço, fue muy alegre et loçano por ello, et atróuosse muy más por ende en sus fechos; et enuió dezir al rey Alffonso que pues quél assí echaua de tierra, quél farié deseruicio con aquellas compannas que trayé» (PCG, p. 525b1-7) 101. Por último, la sutil manera con que el rey del poema difiere, para un futuro no lejano, el perdón del Cid, al mismo tiempo que acepta graciosamente el presente que el desterrado le envía («...mucho es mañana, / omne ayrado, que de señor non ha graçia, / por acogello a cabo de tres semmanas», versos 881-883), recibe en la Crónica sesudo complemento: «...et esto non pertenesce a rey, ca ningún rey nin sennor non se deue assannar por tan poco sinon sil’ cumple mucho» (PCG, p. 531a44-47). Me parece evidente que ninguna de estas glosas encubre un contenido poético nuevo.
Por otra parte, no creo que haya que pensar en una reordenación del relato épico del Mio Cid por un juglar refundidor para explicar que en la Crónica se agrupen en un solo discurso las tres recomendaciones que el Cid de la gesta hace a Minaya al tiempo de enviarlo con embajada para Castilla (versos 813-818, 820-825, 829-831; PCG, p. 530a6-26) 102, o que la prosa cronística nos presente en orden inverso la materia de los versos 520 y 521 103. Y, a mi ver, era imprescindible necesidad para la Crónica el reducir a un mero discurso directo la extraña mezcla (usada más de una vez en el poema) de estilo directo e indirecto con que el Cid comenta con su compaña las posibilidades estratégicas de Castejón (versos 525-529) 104.
Fue el historiador, sin duda, y no el supuesto refundidor del Mio Cid 105, quien se preocupó de justificar que el Cid siga pensando cómo hacerse dueño de Alcocer (versos 574-575: «Quando vio myo Çid que Alcocer non se le daua; / él fizo vn art...» etc.) 106, después que Alcocer le está pagando parias (versos 569-570: «el castiello de Alcoçer en paria ua entrando. / Los de Alcoçer a myo Çid yal dan parias de grado»): «El Çid, desque uio alli fecha la bastida 107, et fue con su caualleria contra Alcoçer por uer si la podría tomar. Et los de la villa, con miedo que ouieron déll, fabláronle como en razón de pecharle et darle parias, et él que los dexasse ueuir en paz; mas el Çid non lo quiso fazer, et cogiósse a su bastida» (PCG, p. 526a37-44); poco después, el cronista prosifica distraídamente el verso 586 108 («et las parias que de nos a leuadas, dobladas nos las tornará», en boca de los moros de Alcocer), confirmándonos así que en su versión del poema Alcocer había también pagado las parias 109. Otras importantes moralizaciones historiográficas hallamos en la escena de la prisión de Berenguer («el conde don Remond») concebida por el poeta del Mio Cid en tono maliciosamente cómico. El historiador ennoblece sistemáticamente la actuación del héroe con el conde vencido, al mismo tiempo que dignifica al de Barcelona 110.
Después de considerar una por una todas las divergencias notables 111 existentes entre el relato del Mio Cid [conservado en el manuscrito de Vivar] (copiado por [o heredero del copiado por] Per Abbat) y la Crónica alfonsí, creo imposible negar que la Estoria de España tuvo aquí como fuente una redacción de la gesta idéntica a la conocida; sólo como excepción hallamos algún que otro caso en que la Crónica nos permite, quizá, restaurar un verso épico sin correspondencia en el manuscrito único del poema 112; pero tales versos pueden muy bien ser primitivos y faltar en la copia [hecha para el concejo de Vivar] por omisión o descuido [sea del último copista, sea de sus antecesores en la transmisión escrita del texto] 113 (en su mayoría fueron incorporados, efectivamente, a la edición crítica del poema por el propio Menéndez Pidal) 114. [Es más, creo incluso posible afirmar que el texto poético conservado y el que en fecha anterior a la copia de Vivar conoció Alfonso X se hallan hermanados por transmisión escrita y que remontan ambos a un prototipo común que, en algunas «lecturas» se alejaba del original].
Esta prosificación del Mio Cid que hemos venido estudiando, con las mismas frases adicionales añadidas por los historiadores alfonsíes para aclarar el relato poético 115, y, desde luego, con la misma huella de los versos que se echan de menos en la copia del manuscrito de Vivar 116, es la que, resumida 117, figura también en la Versión crítica. Alguna rara vez el resumen de la Versión crítica [de c. 1283] conserva memoria de un verso del Mio Cid cuyo contenido no se refleja en la Versión amplificada: «...e honrrado. El Çid, quando despertó, ouo grand plazer de la visión que viera e acomendóse a Dios e rogóle que le guiasse bien su fazienda. E otro día...» (cfr. PCG, p. 524b23), prosificación de los versos 410-412 118; «...que cunpliesse el Çid con ello a sus conpañas en aquello que les ouiese a dar. E díxole assí: Çid, fasta que vos yo non vea en canpo auer grand fazienda con moros e que lidie yo del mi cabo faziendo grand mortandad en los moros e que entendades vos que lo meresco, non vos quiero tomar nada. El Çid...» (cfr. PCG, p. 525b1), prosificación de los versos 498-504 119; «...e lidiando todos de buelta entró el Çid e Aluar Fánez entre los del castillo e mataron allí más de trezientos moros. El Çid e Aluar Fánez, demientra que la otra cauallería lidiaua con los moros...» (cfr. PCG, p. 526b41-43), prosificación del verso 605 (anticipado) 120. Pero ello no nos obliga a suponer que manejase una versión distinta del Mio Cid; al igual que la presencia en la Versión crítica de un pormenor o un pasaje completo de Ibn ‘Alqama omitido por la Versión amplificada 121 no permite pensar que existiesen dos versiones divergentes de la historia árabe 122. Es bien sabido que la Versión crítica conserva con cierta frecuencia detalles de las fuentes —cualesquiera que ellas sean— olvidadas por la Estoria de España en su Versión amplificada de 1289 e, incluso, en la Versión concisa de c. 1270. La identidad de las dos prosificaciones del Mio Cid hasta el capítulo en que el Cid abandona temporalmente Valencia, queda asegurada si tenemos en cuenta la identidad en estructura y composición de ambas Crónicas en esta parte 123.
e. La «Refundición del Mio Cid» y la *«Estoria caradignense del Cid»
Sólo a partir de la sublevación de Ibn Ŷāḥḥāf (Abeniaf) en Valencia es cuando una y otra crónica difieren en cuanto al texto del Mio Cid utilizado. La Primera crónica, que interrumpe la transcripción de la Versión amplificada dejando, en adelante, de incorporar a Ibn ‘Alqama la información de las restantes fuentes alfonsíes e incluso abandona la estructura analística, prescinde de los datos contenidos en el «Cantar de las Bodas» relativos al cerco de Valencia. La Versión crítica, en cambio, que continúa los hábitos compilatorios de la Estoria de España alfonsí, incorpora a la narración de Ibn ‘Alqama los versos 1092 a 1204 del Mio Cid, al lado de sendos pasajes de la Historia Roderici 124.
Después, conquistada Valencia y dando fin Ibn ‘Alqama, vuelve a percibirse en la Primera crónica el hilo narrativo del Mio Cid (primero, aislados en el cap. 920 de PCG, los versos 1209-1210 y 1219-1220 125; luego, a partir del cap. 922, de corrido, desde el verso 1222 en adelante) 126, pero en redacción muy anovelada, que luego empalma con la *Leyenda de Cardeña. Dado que esta fantástica biografía cidiana o *Estoria caradignense del Cid usurpa en la Primera crónica (y en las Crónicas manuelina y de Castilla) el lugar de todas las fuentes habitualmente utilizadas por Alfonso X, creo que los episodios relacionados con el Mio Cid incluidos en ella no formaban originalmente parte del mismo texto del Mio Cid utilizado por los historiadores alfonsíes en los capítulos anteriores al cerco de Valencia (caps. 850-862 de PCG); a comprobárnoslo viene la estructura de la Versión crítica, que, una vez concluido Ibn ’Alqama, continúa apurando la información de las mismas fuentes utilizadas en la parte anterior por la Estoria de España de Alfonso X: la Historia Roderici, el Cronicón lusitano, los anales relativos al reino de Aragón, Sigebertus Genblacensis, Martinus Oppaviensis (o Polono) y... el Mio Cid de 1144 127 (no la versión anovelada y continuada por la Leyenda de Cardeña presente en la Primera crónica general), y continúa sometiendo todas esas fuentes a una sistemática organización cronológica 128.
* * *
Epílogo
Cuando Alfonso X, con un concepto renovador de la Historia, decidió dar entrada en la historia general de España a un relato pormenorizado de los hechos del último héroe castellano, del hidalgo de Vivar, acudió, ni más ni menos, a los mismos tres relatos básicos que en el siglo XX utilizaría Menéndez Pidal en su reconstrucción de «la España del Cid»: la Historia Roderici, Ibn ‘Alqama y el Mio Cid en su venerable redacción del siglo XII. No fue un oscuro refundidor de la Crónica General del siglo XIV quien por primera vez supo apreciar el alto valor histórico de la arcaica gesta, sino los compiladores alfonsíes de c. 1270 y de c. 1283, o, quizá, el propio Alfonso.
En cuanto a la refundición anovelada del Mio Cid, creo que sólo fue incorporada a la historiografía nacional cuando la tradición manuscrita de la Estoria de España, falta de toda dirección regia y perdido su rumbo, naufraga en manos de inhábiles cronistas durante los años procelosos de fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Su acogida se produjo en dependencia del éxito obtenido por la Estoria del Cid atribuida a Ibn al-Faraŷ, amañada en el monasterio de Cardeña [en función del interés de los monjes en promover un culto cidiano que beneficiara a la comunidad].
Diego Catalán, "El Cid en la historia y sus inventores."(2002)
NOTAS
1 Paris, Histoire poétique de Charlemagne, I, París, 1865, comienza con esas palabras el capítulo X (p. 203 de la reedición de 1905).
2 Wolf, Studien zur Geschichte der spanischen und portugiesischen Nationalliteratur, Berlín, 1859 (en que reune trabajos anteriores), pp. 304-554 (principalmente, p. 405); Wolf y Hofmann, Primavera y flor de romances, I, Berlín, 1856, pp. XIII y LXXV.
3 Milà y Fontanals, De la poesía heroico-popular castellana, Barcelona, 1874 (reeditado en 1959 por Riquer y Molas).
4 Cf. Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, I (1908), p. 125. [Acerca de estas etapas críticas, véase Catalán, De la silva textual (1997), cap. I, § 1].
5 Como consecuencia de su estudio lingüístico del Mio Cid (presentado al concurso abierto en 1892-1893 por la Academia Española; premiado en 1895) y con el fin de preparar su Poema del Cid, nueva edición, Madrid, 1989, Menéndez Pidal emprendió el examen de la materia épica cidiana presente en las Crónicas medievales: «El P. C. y las Crón.» (1898), pp. 435-469. Simultáneamente completaba Ley. Inf. Lara (1896), en que estudia y clasifica unos 60 códices cronísticos, y el catálogo Crón. Generales (1898).
6 Que algún tiempo después divulgaría en sus «Lectures» de 1909 en la Johns Hopkins University, Baltimore, recogidas en el libro L’épopée cast. (1910).
7 En los decenios siguientes la historia restaurada de la epopeya española pudo irse completando con nuevas precisiones, pero Menéndez Pidal no necesitó alterar las líneas esenciales de su reconstrucción de 1896-1898. Representan interesantes eslabones en el desarrollo de su pensamiento sobre las Crónicas y la Epopeya los trabajos: Cantar de M.C. (1908-1911); L’épopée cast. (1910); «El Romanz dell i. García» (1911); Poe. M.C. (1913); Crón. General-Discurso (1916); Crón. Generales 3 (1918); «Sobre la traducción portuguesa de la Crónica General de España de 1344», RFE, VIII (1921), 391-399; «Relatos poét.» (1923), pp. 329-372; Poes. jugl. (1924); «Ley. Condesa traidora» (1930), 11-33; Ley. Inf. Lara 2 (1934), adiciones; el libro misceláneo Hist. y Epop. (1934); Cantar de M.C.2 (1944-46); Reliquias 1 (1951) (obra en que se manifiesta ya la influencia de los estudios de Cintra).
8 Babbitt, CVR Latin Sources (1936); libro precedido por los artículos: «Once Reyes» (1934), y «Twelfth-Century Epic Forms» (1935). Desgraciadamente, Babbitt prescindió en sus estudios comparativos del importante testimonio que aportan la Crónica General que editó Ocampo en el siglo XVI y la Crónica de Castilla; y, por otra parte, malgastó su energía en tratar de resolver problemas inexistentes, al dejar de lado en la comparación de la Crónica de veinte reyes con la Primera crónica general los manuscritos de esta última obra, conformándose con la edición Menéndez Pidal del manuscrito «regio» E2 (el cual, en buena parte de su extensión, es una versión retocada y retóricamente amplificada). [Véase De la silva textual (1997), cap. I, § 4].
9 Lindley Cintra, Crón. 1344 (1951).
10 Cintra determinó claramente la posición que ocupa en la historia de la historiografía peninsular la famosa Crónica de 1344, a que Menéndez Pidal concedió tanto valor por creerla punto de arranque de las grandes refundiciones sufridas por la Estoria de España alfonsí a lo largo de la Edad Media. Lejos de ser la «Segunda crónica general», sabemos hoy (gracias a Cintra) que representa el más distante esfuerzo historial, respecto a la obra de Alfonso X, dentro del género de las Crónicas Generales: obra de un portugués, el famoso conde de Barcelos don Pedro (autor del Livro das Linhagens), tiene como fuente básica una Versión gallego-portuguesa de la Crónica general compuesta de un fragmento de la versión «regia» de la Primera crónica (desde Ramiro I hasta Vermudo III) seguido de la Crónica de Castilla en su integridad; la Crónica de veinte reyes parece hallarse entre las fuentes secundarias utilizadas por don Pedro [cfr. De la silva textual (1997), cap. I, § 5].
11 Menéndez Pidal, Primera crón.2 (1955).
12 Catalán, De Alfonso X (1962), y «El taller alfonsí» (1963) [reed. en el cap. II de La Estoria de Esp. de Alf. X (1992), pp. 45-60]. [Sobre esta «vuelta al manuscrito», véase mi comentario en De la silva textual, cap. I, § 6 y, sobre sus consecuencias, el § 7].
13 Mi estudio sobre «La versión regia de la Crónica General de España de Alfonso X» en De Alfonso X, pp. 17-93.
14 Primera crón.2 , pp. XXV y LVII-LVIII. Cfr. De Alfonso X, pp. 19-24. [Pero téngase en cuenta lo que digo en el cap. V de La Estoria de Esp. de Alf. X, pp. 121-137].
15 Primera crón.2, pp. XXV, LVIII-LIX; XIX, XXI y 1a. Resumí el estado de la cuestión en De Alfonso X, pp. 19-24.
16 La autoridad de los dos códices escritos para la cámara real castellana llevó, tanto a Menéndez Pidal como a Cintra, al convencimiento de que esta versión «regia» era definitivamente preferible a la versión «vulgar», por más que esta otra redacción, sacada del borrador sin la supervisión regia, fuese histórica y filológicamente más interesante por su mayor fidelidad verbal a las fuentes.
17 Primera crón.1 (1906); la ed. de 1955 (Primera crón.2 ) es, en su texto, reproducción fotográfica de la de 1906.
18 Analicé detalladamente la composición facticia del ms. E2 en De Alfonso X, pp. 32-93.
19 Este manuscrito, E2 (c), encabezado con una miniatura que representa a Ramiro I, empieza con una inicial miniada en el f. 23 moderno de E2 ; se destaca por su letra grande y gruesa, escrita en columnas de 40 líneas, con elegantes iniciales en rojo, azul y morado, y por las frecuentes enmiendas y glosas de un corrector. En el cuarto de sus folios (mod. 26v) incluye una digresión fechada bajo Sancho IV en la era 1327 (año 1289). Terminaba incompleto en el f. 199 moderno (dejado en blanco). Hacia mediados del siglo XIV (1341-1343) existía aún como manuscrito independiente y fue traducido al gallego-portugués (De Alfonso X, 1962, pp. 50-63; [De la silva textual, 1997, cap. IV, §§ 1-2, pp. 286-295]).
20 E2 (e): folios modernos 257-320v. Se asemeja formalmente a E2 (c) hasta el punto de poder ser su continuación. Presenta enmiendas y glosas de mano de un corrector análogas a las de E2 (c). Sin duda el formador del códice mixto arrancó el último de sus cuadernos para mejor empalmar una prolongación (De Alfonso X, 1962, pp. 70-76).
21 Según nos muestra una copia (el ms. C), hacia fines de la primera mitad del s. XIV los dos primeros cuadernos de E2(fols. 2-17) formaban aún parte material del ms. E1 ; este códice, que en su forma original llamaremos E1(orig), terminaba con el último folio de un cuaderno, en medio del cap. 616 de PCG y dejando inconclusa una frase («En el diziochauo anno enuio ell emperador Carlos sus cartas»). Cfr. De Alfonso X, 1962, pp. 32-49; [De la silva textual (1997), cap. II, § 2, pp. 34-41].
22 En el ms. E1 añadió un folio (el 197) y copió en él 34 líneas de una columna (que anteriormente figuraban en el primer folio del primer cuaderno segregado), advirtiendo seguidamente: «Et de commo regno este rey don Pelayo et los otros reyes que fueron en Leon, en el comienço del libro de la Coronica de Castiella lo fallaredes». En el ms. E2 encabezó los cuadernos segregados con un folio (mod. 1) en que dio título al nuevo volumen (y trazó una tosca miniatura inacabada), borró las correspondientes 34 líneas de la columna a del primer folio (mod. 2) y sobre lo borrado (y en el espacio en blanco de una miniatura nunca realizada) hizo constar que aquel volumen era la continuación de E1 (cuyo contenido y caracteres formales describe); finalmente intercaló, un cuaderno E2(b) de 5 folios (más un talón) entre el segundo de los dos cuadernos segregados de E1 (orig) y el manuscrito que empezaba con Ramiro I (fols. Modernos 18-22) a fin de completar la historia de Alfonso II (De Alfonso X, pp. 36-37, 77-80, 87; [De la silva textual, 1997, pp. 35-36, y pp. 257-262]).
23 La letra, E2 (f), de los folios modernos 321-360 (el último, en blanco) es la misma que la de los folios 18-22, E2 (b), y no anterior a los mediados del s. XIV. En ambos trechos falta toda iluminación (la única tinta de color empleada es el rojo) en contraste con las otras secciones del ms. E2. La adición se hizo, sin duda, después de arrancar el último cuaderno del ms. del s. XIII (De Alfonso X, 1962, pp. 72, 80-87.
24 E2(d): folios modernos 200-256. Comienza después de una laguna en la historia de la conquista de Valencia (con las palabras: «Et tornosse todo el fecho en mano et en poder del Çid», PCG, p. 565b1). La interpolación de este fragmento se hizo cuando el corrector de E2 (c) y E2 (e) había ya enmendado estos dos viejos textos; su letra parece de mediados del s. XIV (De Alfonso X, 1962, pp. 64-69).
25 Los dos cuadernos segregados de E1 contienen la historia de la monarquía neo-gótica asturiana, desde la elección de Pelayo como rey, hasta el capítulo de la cruz de los ángeles, en Alfonso II (cfr. nota 22). En su estado original, el ms. E1 no hacía división especial alguna entre al «Estoria de los godos» anterior y posterior a la invasión musulmana (de acuerdo con el anuncio que figura al comenzar esa parte de la Estoria de España: «...cuenta de los godos que fueron ende sennores depues aca todauia, cuemo quier que ouieron y los moros yaquanto tiempo algun sennorio», ms. E1, f. 131v). Cfr. De Alfonso X (1962), pp. 48, 89, 153-155 y nn. 42-44; [De la silva textual (1997), pp. 36-37 y 183-184].
26 Menéndez Pidal había ya notado que la versión oficial o regia, «principalmente desde el reinado de Ramiro I hasta mediado el de Alfonso VI, se aparta más de sus fuentes en cuanto a la redacción y estilo, buscando una expresión más amplia y más limada» (Primera crón.2 , p. XXX; y ya, antes, en Crón. General-Discurso, 1916). Esta reelaboración amplificada de la Crónica, propia de E2 (c), puede fecharse, según creo, en 1289, pues sólo en ella se interpoló el pasaje famoso alusivo al estado de la reconquista reinando Sancho IV el año de la era de 1327. La familia de manuscritos constituida por T, G, Z contiene también la interpolación porque en este trecho (desde Ramiro I hasta el año primero de Alfonso III) su prototipo utilizó la versión amplificada, característica de E2 (c). La versión concisa primitiva, anterior a 1289 y por tanto seguramente alfonsí, se conserva en el ms. Y y, menos fielmente, en la familia B, U, X, V (que acaba con Ordoño II); es la resumida por don Juan Manuel en su Crónica abreviada y la refundida por el prototipo común a la Crónica general vulgata (hasta Vermudo III) y a la Crónica de veinte reyes (desde Fruela II) [la por mí denominada Versión crítica de la Estoria de España fechable en 1282/84]. A partir del año segundo de Alfonso III, la familia T, G, Z sigue también la redacción concisa alfonsí. Por desgracia, a partir de Fernando I nos faltan textos de la redacción concisa: los manuscritos Y, T, G, Z, B, U, X, V no comprenden esa parte, y el manuscrito F, que comienza ahora, no compensa la ausencia de esos manuscritos de la redacción concisa alfonsí; la Crónica general vulgata tampoco continúa. Nos tenemos que conformar con la indirecta información de la Crónica de veinte reyes y con el resumen de la Crónica abreviada, testimonios insuficientes para reconstruir un posible texto conciso de c. 1270 (De Alfonso X, 1962, pp. 124-203 [y De la silva textual, 1997, cap. IV, pp. 285-458]).
27 El adicionador de E2(f), a mediados del s. XIV, completó la historia de Fernando III recurriendo a una Crónica particular de San Fernando (según nos muestra cierto error en la titulación de los capítulos, surgido claramente en una Crónica de este carácter); el manuscrito viejo E2 e sin duda acabaría, como F, traduciendo simplemente el final de De rebus Hispaniae. En la versión completada la historia inconclusa del reinado de Fernando III trazada por Rodrigo de Toledo es enriquecida y continuada con un «Siguimiento de la Estoria de las Coronicas de los fechos de los Reys de Espanna et de las sus vidas». De este Seguimiento del Toledano se tomó ya en la Crónica particular de San Fernando (y demás Crónicas por ella influidas) la cabalgada de Jerez, en que el infante don Alfonso de Molina y don Alvar Pérez de Castro el Castellano vencieron a Abenhut en 1231; pero, anacrónicamente, el continuador identificó al infante don Alfonso con el futuro Alfonso X, prueba evidente de que no escribía en los tiempos de este rey (De Alfonso X, pp. 83-87).
28 En mis dos trabajos «La versión regia de la Crónica General de España de Alfonso X» y «La versión anfonsí de la Estoria de España», incluidos en De Alfonso X, pp. 17-94 y 95-204, abordé nuevamente el problema de las varias redacciones de la Primera crónica general acudiendo a los manuscritos: E2 (c), C, I, J, B, U, X, V, Y, T, G, Z, F, D, S.
29 Véase nota 26.
30 A partir del fin de E2 (a) (en Alfonso II); esto es, de los dos cuadernos segregados de E1 (orig).
31 En los capítulos 883-886 se insertan sucesivamente dos relatos de la invasión almorávide, uno con base en el Toledano y el Tudense, otro en las fuentes complementarias (Ibn ’Alqama, Cronicón lusitano, Historia Arabum, Anales, más dos breves fragmentos del Toledano ya aprovechados en el primer relato). Sin duda inicialmente se yuxtapusieron en espera de coordinarlos en un relato único que salvase las contradicciones ofrecidas por las fuentes, pero esa elaboración no llegó a realizarse y, en su lugar, un copista posterior interpretó torcidamente la repetición como dos series de sucesos diferentes. Más adelante, capítulo 896, ocurre la gran laguna a que ya hemos aludido. Con la muerte de Alfonso VI, desde el capítulo 965, desaparece el sistema cronológico típico de la Estoria de España alfonsí, cesando toda referencia a los años de reinado. A partir del capítulo 988, la Crónica es simplemente una traducción del Toledano y en sus últimos capítulos copia de una continuación de esta obra (el Segumiento del Toledano). Véase Primera crón.2 , pp. XXII, XXVIII, XXXIV (que reproducen observaciones hechas ya en Crón. General-Discurso, 1916); cfr. De Alfonso X, 1962, pp. 27-29 y 108. [Y lo expuesto detenidamente en «El taller alfonsí» (1963), reed. en el cap. II de La Estoria de Esp. de Alf. X (1992), pp. 45-60. Para comprender mejor el modo de trabajar de los historiadores alfonsíes de c. 1270 y de c. 1283 remito ahora a las «Conclusiones» (pp. 461-469) de mi libro De la silva textual (1997)].
32 De Alfonso X, 1962, pp. 89-93. [Hubiera, como consideró posible constatar Menéndez Pidal, o no una solución de continuidad en el pago de colaboradores científicos con Sancho IV, es necesario admitir que los equipos historiográficos alfonsíes no continuaron su labor y que los materiales reunidos para la elaboración de la Estoria dejaron de ser accesibles en el entorno de Sancho IV].
33 Es seguro que en días de Alfonso X se alcanzó a traducir y actualizar hasta el fin la fuente básica, De rebus Hispaniae del arzobispo Toledano: en el capítulo 997, relativo a Alfonso IX, se incluye una nota actualizadora de carácter personal sugerida con anterioridad a 1274 por el propio Alfonso X (PCG, p. 678a2-3); en el capítulo 1048 hay actualizaciones indudablemente alfonsíes en la narración de sucesos de tiempos de Fernando III (PCG, pp. 735b48-736a10 y 736a21-28). Pero, evidentemente, la Primera crónica está inacabada. Noto ya graves deficiencias en el reinado de Fernando I. En el de Alfonso VI tenemos el caso patente del doble relato de la invasión almorávide, propio de un borrador en el que aún no se habían fundido las dos versiones (luego mal interpretado por arregladores posteriores); y, a partir de la sublevación de Valencia contra al-Qādir, la Crónica es en este reinado muy incompleta. Más adelante, no puede ni tan siquiera hablarse de la Estoria de España, sino de la traducción alfonsí del Toledano, ya que la Primera crónica deja de ser una compilación original (De Alfonso X, 1962, pp. 26 y n. 12; 72-73; 83-87; 102-105. Y, mejor, en «El taller alfonsí» (1963) [cap. II de La Estoria de Esp. de Alf. X (1992), pp. 54-55].
34 Véase n. 10. La Crónica de Castilla se nos sitúa ahora muy a comienzos del s. XIV (si no a finales del s. XIII). La manuelina ha de ser bastante anterior a 1320-1325, en que hay que fechar la Crónica abreviada de don Juan Manuel, pues don Juan la resumió entonces pensando que tenía en las manos la obra original de su tío Alfonso X. Ambas se relacionan íntimamente en el trecho que va desde el cerco de Aledo y sublevación de Valencia hasta el entierro del Cid; el prototipo de ambas ha de ser aquí una *proto-Crónica de Castilla del s. XIII más fiel a las fuentes que la conservada [véase «Don Juan Manuel ante el modelo alfonsí» (1997), reed. en cap. IX de La Estoria de Esp. De Alf. X (1992), cap. IX, pp. 197-229, los §§ 7 y 8]. El prototipo de la Crónica de veinte reyes es [de 1282/84].
35 [En la primera y segunda ed. de este trabajo (1963, 1992) prometía en esta nota:] «Espero tratar en forma más general de esta cuestión en un próximo trabajo». [Sólo ahora puedo remitir a mi reciente libro La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación (2000), en que cumplo esa promesa].
36 PCG, p. 565a29.
37 «El capitulo de los castiellos que pechauan al Cid et de lo que el enuio dezir al rey de Saragoça et de como cercaron los almorauides el castiello que dizien Alaedo»; pero la narración escrita por E2 (c) sólo alcanza a tratar el primero de los tres asuntos enumerados, el de los castillos pecheros, no los otros dos.
38 El último cuaderno de E2 (c) está constituido por sólo dos folios, mod. 198 y 199. El copista dejó en blanco 7 líneas de la columna c y toda la columna d en el f. 198; el f. 199 está íntegramente en blanco.
39 La nueva mano, E2(d), inicia en el f. 200 un nuevo cuaderno; concluye su tarea en el f. 256 en que se remata la historia del Cid. Véase n. 24.
40 Sus pequeñas y toscas iniciales en rojo y azul contrastan llamativamente con las de E2 (c) y E2 (e), de iluminación delicada. Frente a todas las otras secciones del manuscrito E2 , la parte escrita por esta mano tardía numera los capítulos; puesto que tal numeración se inicia en el «Capítulo LII» y el primero correspondería al comienzo del reinado de Alfonso VI, creo indudable que figuraba ya en el original que utilizó el copista de E2 (d) (el ms. F presenta, en toda su extensión, una numeración semejante).
41 E2 (d) omitió parte de la narración que aquí figura en otras Crónicas Generales, pero disimuló la laguna aludiendo en un párrafo a los sucesos que anunciaba el titular del capítulo y que no habían sido relatados (PCG, p. 565b1-14); esta laña es un hábil escamoteo de los temas que en realidad anunciaba el titular (el Cid pide al rey de Zaragoza que abandone las bastidas que tiene sobre Valencia; cerco fracasado de Aledo por los almorávides). Idéntica laguna y laña hallamos en el ms. F, y, sin duda, E2 (d) encontró ya hecho el arreglo en el original que copiaba; los dos manuscritos marchan en adelante concordes, hermanándose en sus variantes, errores y omisiones (y en la numeración de los capítulos particular para el reinado de Alfonso VI; cfr. n. 40). La Crónica ocampiana sigue fielmente un texto semejante a F, siempre que no completa la narración con pasajes o detalles de la Crónica de Castilla.
42 Las causas de esta laguna característica de la Primera crónica creo que fueron esclarecidas por Menéndez Pidal en «Tradicionalidad», p. 155; no comparto, sin embargo, la imagen del *borrador alfonsí de la Estoria de España allí presentada (pp. 175-182), por razones que resultan obvias después de leído el trabajo presente.
43 Aunque, según creo, el trabajo compilatorio se hallaba en ciertas secciones todavía inconcluso al morir Alfonso X y quedar desbaratado su proyecto historial.
44 La obra de Abū ‘Abd Allāh Muḥammad ibn al-Jalaf ibn ‘Alqama, repetidamente citada por historiadores musulmanes posteriores, no se conserva. Fuera de su traducción en las Crónicas Generales, sólo conocemos fragmentos y breves pasajes incorporados a una Crónica anónima de los Reyes de Taifas (Muluk at-tawā’if), a las obras de Ibn al-Kardabūs (h. 1190) y de Ibn al-Abbār (antes 1239-hasta 1257), y, sobre todo, a Al-Bayān al-mugrib de Ibn ‘Idārī (1306); Ibn al-Jatīb (h. 1374) no hace sino plagiar a Ibn ‘Idārī . Véase E. Levi Provençal, «La prise de Valence par le Cid d’après les sources musulmanes et l’original arabe de la Crónica General de España», en Islam d’Occident, París, 1948, pp. 187-238; R. Menéndez Pidal, Esp. Cid 4, pp. 886-904, 975; [y, ahora, M. J. Viguera, «El Cid en las fuentes árabes» (2000), pp. 71-77].
45 [Véase en La Estoria de Esp. de Alf. X el cap. II, heredero de «El taller historiográfico» (1963)].
46 En el estudio de las «Fuentes» de Primera crón.2 se atribuye este párrafo, sin razón, a *Ben Alcama, p. CLXXXII.
47 Sobre el *Liber Regum amplificado utilizado por los historiadores alfonsíes traté en De Alfonso X (1962), pp. 230-241.
48 En la Estoria de España figuran numerosas noticias de carácter analístico relativas a los reinos pirenaicos de Navarra y Aragón cuya fuente nos es desconocida (cfr. Primera crón.2, pp. CLXIV, CLXV, CLXVI y CLXXVII).
49 Consignada igualmente por los Anales toledanos Ios y por los anales castellanos (llamados por Gómez Moreno *Efemérides riojanas) Aprovechados en el Chronicon Burgensis y en los Annales Compostellani (Esp. Sagr., XXIII, pp. 385, 309 y 320).
50 Según ha notado Menéndez Pidal (Primera crón.2 , p. XL) este Cronicón perdido debía de ser, como los Anales toledanos IIos, obra de un morisco incapaz de disimular su hostilidad a los cristianos; quizá exista entre ambos alguna relación de dependencia.
51 La Estoria de España complementa en otros casos la información de Sigebertus con la de Martinus Oppaviensis (o Polono).
52 Los mss. E2 (d) y F, más la Crónica ocampiana.
53 La Primera crónica ha señalado por última vez la entrada de un nuevo año del reinado de Alfonso VI en el c. 890: «Andados XXV annos... en la era de mill et C et XXV annos, ...ell anno... en mill et LXXX et VII, et el de Henrric emperador de Roma en XXX et IX», ms. E2 (c); «en el XXVII años... era MCXXVII...», ms. F. No volveremos a hallar otro comienzo de año de reinado sino después de muerto el Cid y enterrado, c. 963 (realmente, 964) de PCG: «Andados XLII annos... era de mill et CXXVIII annos (sic)... ell anno... en mill et CIIII», ms. E2 (e); «...CXXXII años...», ms. F.
54 El c. 894 de PCG se basa en los párrafos 38 y 39 de HRod.; el c. 895 utiliza aún, entremezclándolos con Ibn ‘Alqama, los párrafos 40 y 41. En los caps. 896-962 (realmente, 963) de PCG falta toda huella de los párrafos 42-77 de la HRod., que habrían podido proporcionar a la Crónica muy valiosa información.
55 Véase adelante la n. 129.
56 La Crónica manuelina (resumida hacia 1320-1325 por don Juan Manuel en su Crónica abreviada) y la de Castilla (hacia 1300) marchan a partir de este punto hermanadas, basándose en un texto de la Crónica General a las veces más completo que el de la Primera crónica (tal como nos lo conservan los mss. E2(d) y F y la ocampiana). El prototipo de esas crónicas, por otra parte, innovaba en algunos casos la historia para atender a tradiciones novelescas tardías, despreciadas por (o desconocidas de) la Primera crónica [véase «DJM ante el modelo alfonsí» (1977), pp. 41-43, y en La Estoria de Esp. de Alf. X (1992), en el c. IX, pp. 219-220]. Pero, salvadas estas diferencias, el prototipo de las Crónicas manuelina y de Castilla era estructuralmente idéntico al de la Primera crónica.
57 Las Crónicas manuelina y de Castilla.
58 Los pormenores sobre las mujeres de Alfonso VI a que aludimos en nuestra nota 47 figuran también en la Versión crítica. La leyenda piadosa común a ambas Crónicas es la que figura en PCG, p. 520b36-48; interesa notar que la promesa de la Primera crónica «et desta donna Sancha adelante diremos más en el su fecho, do será en su lugar et conuerná» no llega a cumplirse en esta Crónica, pero sí en la Versión crítica, dentro del reinado de Alfonso VII (cfr. Cintra, Crón. 1344, pp. CCLXXXIX y n. 370, mejor que Babbitt, CVR Latin Sources, p. 122).
59 Muerte en Peñalén del rey don Sancho, sucesión papal (Alexandre-Gregorio VII), lides del Cid (con Xemen García y con Fáriz).
60 «Sanctius, rex aragonensis et pampilonensis» de la HRod. (párrafos 12 y 13) figura en ambas Crónicas como «el rey don Pedro de Aragón», por influjo de De rebus Hisp., p. 142b; y los reyes de Zaragoza «Almuctadir» y «Almuctaman» de la HRod. (párrafos 12-16) aparecen consistentemente reducidos en una y otra a «Almudaffar» y «Çuleyma», en atención a HArab., p. 282b.
61 Véase atrás la lista de pasajes de la PCG derivados de la HArab.
62 El Tol. (p. 135b) llama a Hjahye «secundus filius Almenon»; pero las Crónicas señalan que era «nieto de Almemón», mejor informadas a través de Ibn ‘Alqama, que denomina así a al-Qādir muy a menudo (no hay por qué pensar en Ibn al-Jatīb, como hacen las «Fuentes» de Primera crón.2 para los caps. 865 y 866 de PCG en la p. CLXXVII).
63 Las Crónicas siguen a la HRod. para relatar cómo el Cid guerrea a Aragón y a Morella y finalmente derrota al rey de Aragón en lid campal (párrafos 21-23); pero sustituyen al rey «Sanctius» de la fuente por el «rey don Pedro» y afirman que «fue y preso el rey don Pedro», junto a los varios caballeros nombrados por la HRod., en atención al arzobispo don Rodrigo, De rebus Hisp. (p. 142b). Ambas Crónicas hablan del castillo de «Orçeión u Orzeión» donde la HRod. se refiere al «castrum Gormaz» (párr. 25). [La identificación alfonsí es seguramente correcta dada la existencia de un Gornaçe «in alfoç de Amaia» en documentos del s. XI (véase Catalán, «El Mio Cid y su int. (versión anotada», 1995, n. 86 [y en este libro, cap. IV, n. 87]).
64 En los nombres de los reyes de Zaragoza, nuevamente.
65 Coria, Sacralias.
66 Rueda, Alfonso el Batallero.
67 Consuegra, Almodóvar, hijos de Gómez Diaz, *Espartal.
68 El hijo del Cid muerto en la de Consuegra, del LReg.2. Señorío de Yuçaf Almiramomelín y retoques en los nombres de reyes apoyándose en HArab.
69 La omisión aquí de estos párrafos de la HRod. creo que se explica porque los compiladores alfonsíes pensaban contar el primer cerco de Aledo inmediatamente antes de su conquista por Abenaxa (según sugiere el titular del cap. 896 de PCG y confirma la Versión crítica). Los cambios anteriormente introducidos en la sucesión de los reyes de Zaragoza obligan aquí a hablar de la muerte de Yuçaf y sucesión por su hijo Almoztaén.
70 En la parte correspondiente a la laguna de Primera crónica, la Versión crítica, consigna el comienzo de los años 26 y 27 del reinado de Alfonso VI (precisión cronológica extraña ya a las Crónicas de Castilla y manuelina); luego, continúa sistemáticamente: «Andados veynte e ocho años del rrey don Alfonso, que fue en la era de mill e çiento e veynte e ocho años, quando andaua el año de la Encarnaçión en mill e nouenta, e el del inperio de don Enrrique en quarenta e dos, el alcayde de Denia...» (cfr. en PCG, p. 507b39); «Andados treynta años... de Enrrique en quarenta e quatro, quando Yuçef...»; «Andados treynta e vn año...»; «Del treynta e segundo año del rregnado del rrey don Alfonso non fallamos ninguna cosa que a la estoria de España pertenesca»; «Andados treynta e tres años...»; «Desde el treynta e quarto año fasta el treynta e sesto del rregnado del rrei don Alfonso non fallamos ninguna cosa que de contar ssea que a la estoria de España pertenesca»; etc.
71 Probablemente, Sigeb., p. 368 (a. 1100), pero alterada la numeración de los papas de acuerdo con el cómputo de la Estoria de España (cfr. Mart., p. 435).
72 Mart., pp. 468-469 (a. 1107): «Henricus IV. Henrici filius imperavit annis 15... Hoc etiam tempore ordo Templariorum ex militius congregatus in Iherusalem incepit». Para el ordinal, Sigeb., pp. 371-372.
73 Sigeb., p. 372 (a. 1109).
74 «Era 1131 pridie calendas maii sabbato hora nona rex D. Alphonsus cepit ciuitatem Santarenam anno regni sui vigesimo octavo mense quinto sexto die mensis et in eadem hebdomada pridie nonas maii feria quinta cepit Vlixbonam post tertium autem diem octavo idus maii cepit Sintriam preposuitque eis generum suum comitem Domnum Reymundum maritum filie sue Domne Vracce et sub manu eius Suarium Menendi ipse autem rex reuersus est Toletum». Esta versión del Cronicón lusitano o Chronica Gothorum de mano de A. Brandão presenta varios errores, que David (Études historiques, p. 301, n. 1) enmendó con acierto; como Cintra ha hecho ya notar (Crón. 1344, p. CCLXXVIII, n. 332), la lección de la Versión crítica, aunque yerra en la traducción de las «nonas», se basa en un texto más correcto, que daba como fecha de la toma de Lisboa «IIIo nonas maii feria quinta» (jueves 5 de mayo).
75 [Doy en texto las mejores lecciones de los diversos manuscritos (Ss, VR-N, VR-J, VR-L), anotando sólo las variantes conflictivas].
76 No es seguro que el dato analístico (?) referente a Aledo se refiera al cerco de Aledo por Yūsuf, pues la Crónica pudo realizar la ligazón entre las varias noticias tocantes al castillo de Aledo por su cuenta y riesgo. Surge esta duda ante la noticia de los Anales toledanos Ios «Fue la batalla de Dalaedon que fizo Garcia Exemenz con los moros Era MCXXIV» (Esp. Sagr., XXIII, 385). El nombre de uno de los cristianos que mata a al-Musta‘īn varía entre el citado en texto (propio del ms. VR-N), «Lope Gonçales de Villuillo» (ms. VR-J) y «Lope Sanchez de Valdiello» (ms. VR-L); el mss. Ss presenta una laguna en el a. 31. [La muerte de Ibn al-Haŷŷ en Llobregat, consignada por los anales, confirma la versión de Ibn Abī Zar’, Rawd ̣ al-qirtās (trad. Huici, 1964, pp. 312-313), que cuenta cómo Muḥammad b. al-Haŷŷ, después que tomó Zaragoza, no dejó la ciudad hasta que atacó a Barcelona el a. 508 (7-jun.-1114 / 26-my.-1115) y, al regreso de su victoriosa expedición, fue sorprendido en la angostura de una montaña y murió mártir. Se trata de la batalla del Congost de Martorell. Huici (n. 10) desmiente a Ibn ‘Abī Zar fundándose en que Ibn ‘Idārī hace morir a Muḥammad b. al-Haŷŷ el 11 de noviembre de 1115 en las proximidades de Baeza (al-Bayân, ed. Huici, p. 145); pero, poco antes, Ibn ‘Idārī lo ha incluido también entre los que murieron el 26 de junio de 1115 en la zona de Córdoba, junto con el gobernador de ella Muḥammad b. Mazdalī (p. 144), y ni en uno ni en otro lugar tenía por qué estar entre los combatientes musulmanes Ibn al-Haŷŷ, por entonces gobernador de Valencia y Zaragoza]. Conviene notar que la anticipación en las crónicas castellanas de todas estas noticias referentes al reino aragonés va de acuerdo con la singular cronología establecida desde atrás por la Estoria de España para los reyes de Aragón (cfr. PCG, cap. 865: sucesión Pedro I-Alfonso I el Batallero en 1074, trasladada por la Versión crítica a 1084. Fecha correcta: 1104).
77 En la parte correspondiente a la laguna de la Primera crónica, la Versión crítica (frente a las Crónicas de Castilla y manuelina) incorpora los párrafs 32 a 37 (primera mitad), que la Estoria de España había decidido posponer, inmediatamente seguidos por el párrafo 42 (y 43). En la parte posterior a la laguna, continúa aprovechando los párrafos 44-50, 53-54, 56, 57-58, 61, 62.
78 Véase adelante, pp. 218-220.
79 Véase atrás, notas 31-33.
80 De un lado, en los dos textos hermanos a que remontan, los mss. E2(d) (interpolado en E2) y F, más el que sirvió de fuente a la Crónica ocampiana, y, de otro, las Crónicas manuelina y de Castilla (recuérdese que esta crónica influye a su vez en ciertas secciones de la ocampiana).
81 La Versión crítica [de los años 1282/84], aunque ... combina los materiales reunidos por Alfonso X siguiendo los mismos principios generales que los historiadores del taller alfonsí de c. 1270, se aparta de la Estoria de España en cuanto al estilo de la redacción, pues a menudo tiende a resumir libremente lo narrado por las fuentes. (En secciones anteriores, en que comparte con la Crónica general vulgata toda una serie de enmiendas al texto de la Estoria de España alfonsí, la abreviación de la frase ocurre ya en una y otra crónica herederas de esa Versión crítica.) [También es diversa, hasta cierto punto, la ténica compilatoria: la Versión crítica y, por tanto, la Crónica de veinte reyes, tiende más bien a yuxtaponer o contraponer los relatos de las varias fuentes, mientras la Estoria de España de c. 1270 prefiere realizar una minuciosa mixtura de ellas, armonizando los relatos en un solo texto siempre que le parece posible. Sobre este comportamiento de una y otra versión en secciones anteriores de la historia, véase ahora De la silva textual (1997), cap. IV, § 15 y 27 y «Conclusiones», §§ 34-37].
82 Cintra, Crón. 1344 (1951).
83 Según la fecha aproximada establecida por Menéndez Pidal en Cantar de Mio Cid (1908-1911); o de medio siglo más tarde, según otros críticos impugnadores de la fecha menéndez-pidalina. [Remito sobre esta cuestión a mi reciente libro La épica española (2000), pp. 483-493; véase, en la presente obra, el cap. IV, § f)].
84 Esta refundición, «primera» entre las que conocemos, habría sido precedida, piensa Menéndez Pidal, de otras menos radicales.
85 El «refundidor» sería responsable de múltiples detalles prolijos en las escenas tradicionales, habría entremezclado con los personajes originarios otros de su libre invención, deducido del contexto cuantos episodios pedía el deseo de subsanar los descuidos en que había incurrido el poeta del s. XII, y, en fin, buscado novedad introduciendo profundas alteraciones en los más llamativos episodios, como la derrota de Búcar o las cortes de Toledo.
86 Conforme a los gustos de la épica decadente, el «refundidor» habría convertido la escena cumbre de las cortes de Toledo en una tumultuosa asamblea llena de personajes extraños que se intercambian amenazas y golpes ante un rey incapaz de hacer sentir el peso de su autoridad. No cabe mayor apartamiento en el texto de la Primera crónica respecto a la sobria y mesurada escena primitiva en que Alfonso jura por San Isidro que todo desacato será castigado, y en que nadie da ocasión a que se cumpla el juramento.
87 Y en la Crónica de 1344, que Menéndez Pidal considera en 1957 como derivada y no fuente de la de Castilla, convencido por la argumentación de Cintra (véase Poes. jugl.6, pp. 299, 304). Para las fechas de estas tres crónicas véase atrás, notas 10 y 34. Según testimoniaría la Crónica de Castilla, la nueva refundición habría alterado también la parte primera («Cantar del Destierro») del Mio Cid, hasta entonces inmodificada.
88 Según vendrían a indicar ciertas variantes de la Crónica general toledana hacia 1460 (Poes. jugl.6, pp. 314-315).
89 Como el de la huida de Búcar (Helo, helo por do viene / el moro por la calzada) o el de las cortes de Toledo (Tres cortes armara el rey y Yo me estando en Valencia, en Valencia la mayor); cfr. Menéndez Pidal, Romancero hispánico, pp. 222-229.
90 Según la nueva cronología, apoyada en los hallazgos de Cintra, que Menéndez Pidal acepta en 1957, Poes. jugl.6, p. 300.
91 Así pensaba Menéndez Pidal en 1924 (Poes. jugl.1, pp. 401-403) y todavía prefería esta explicación en 1957 (Poes. jugl.6, pp. 301-303) aunque destacara la importancia de las observaciones de Cintra que cito en la n. 92. Esta moda arcaizante entre los juglares del s. XIV explicaría también el que Per Abbat se interesase en 1307 por el viejo poema y que un juglar del mismo siglo, algún tiempo después, adicionase a la copia del Mio Cid el explicit pidiendo a los oyentes vino y prendas, en pago de la recitación.
92 En 1951, Cintra prefirió explicar la utilización del viejo Mio Cid como una muestra más de los notables criterios historiográficos que caracterizan a la Crónica de veinte reyes frente a todas las restantes obras hermanas: su autor es consistentemente hostil a las invenciones de los juglares tardíos (Cintra, Crón. 1344, pp. CCXVIII-CCXXVI, CCLXIV-CCLXXIV; en las dos últimas páginas citadas trata de la utilización del Mio Cid del s. XII, en particular).
93 Al final del cap. 862 de PCG (pp. 534b44-535a4), detrás de los versos 1090-1093, se refleja aún el 1097 («Dentro en Valencia non es poco el miedo»); «llegaron las sus nueuas a Valencia, et sonó por la villa... et fueron ende espantados e temieronse ende».
94 En el v. 1251 el Cid, según el viejo poema, se aconseja sólo con Minaya, pero la Crónica asocia a esta escena a Pero Vermúdez (ya antes, con ocasión del v. 1244, encuentro en la Crónica una adición semejante); «tres mill e seys çientos» cuenta los suyos el Cid en el alarde del Mio Cid (v. 1265), mientras la Crónica los divide en 1.000 caballeros de linaje, 500 de a caballo y 4.000 peones; en la gesta del s. XII don Jerónimo llega a Valencia después que el Cid ha decidido enviar a Minaya en busca de doña Jimena, el orden en la Crónica es el inverso (y en ella el Cid visita al clérigo en su posada); en el viejo Mio Cid únicamente Minaya se dirige a Cardeña, la Crónica lo hace acompañar de Martin Antolínez para que el burgalés pague debidamente 600 marcos a los judíos engañados con el trato de las arcas; donde hablaba antes el poema de Carrión, como lugar donde los mensajeros encuentran al rey, se nos habla ahora de Palencia en la Crónica, etc. (Cantar de M.C.1, I, p. 127; cfr. PCG, pp. 592b30, 43, 44-46, 593a2-18, b6-14, 21). Las divergencias van luego en aumento y son notabilísimas a partir del episodio del león.
95 Cantar de M.C.1, I, pp. 126-130; además Cantar de M.C.2, III, p. 1187.
96 El «Cantar del Destierro» es prosificado íntegramente en los caps. 850-861 de PCG; seguidamente, en el cap. 862 se añaden, a un relato basado en la Historia Roderici, las noticias contenidas en los primeros versos del «Cantar de las Bodas» (en especial, versos 1090, 1092, 1093 y 1097).
97 En el Mio Cid, llegados los 115 caballeros con Martín Antolínez, el Cid, después de yantar, cuando «la noch querié entrar», reparte la soldada y dispone la salida «a la mañana quando los gallos cantarán» (v. 316), después que toque el abad a maitines y les diga la misa de la santa Trinidad. La misa, con la oración de Jimena, es esencial en la despedida familiar concebida por el juglar (versos 325-275) y no podía faltar en una refundición poética. El historiador consideró inútil la escena y la omitió; una vez suprimida, pudo hacer marchar al Cid con el apresuramiento natural del desterrado que ve agotarse el breve plazo que le ha concedido el rey para salir de la tierra.
98 Por ejemplo: v. 580 «Veyén lo los de Alcoçer, Dios, commo se alabauan!», «Los moros de Alcoçer, quando lo uieron, començáronse de alabar que fueran esforçados et que se touieran bien» (PCG, p. 526b9-11); v. 590 «Dizen los de Alcoçer: ya se nos va la ganançia!»; «Los de Alcocer, quando assí le uieron yr apriessa, dixieron: vássenos la ganancia que cuedáramos auer; et andemos más, en guisa que los alcancemos» (PCG, p. 526b27-31). Sin embargo, lo normal es que la prosa cronística siga más apegadamente la frase del poema. El proceso de adaptación de la sintaxis «suelta», poético-dramática, del Mio Cid a la sintaxis «trabada», raciocinante, de la prosa histórica alfonsí ha sido estudiado con gran detalle (tomando como ejemplo los caps. 858-859 de PCG, versos 871-925 del Mio Cid) por Badía Margarit, «Dos tipos de lengua cara a cara» (1960), pp. 115-139. Badía destaca los esfuerzos del historiador para asegurar la ilación en el relato, su preocupación por la subordinación, su tendencia al «ensanchamiento de la frase», su afán de precisión, que le lleva a deducir ciertos detalles del contexto, su hostilidad a las construcciones afectivas, que le obliga a reordenar la frase poética conforme a la lógica gramatical, etc.
99 Cfr. en el Mio Cid: «En este castiello grand auer auemos preso,/ los moros yazen muertos, de biuos pocos veo. / Los moros e las moras vender non los podremos, / que los descabeçemos nada non ganaremos; / coiamos los de dentro, ca el senorío tenemos, / posaremos en sus casas e dellos nos seruiremos».
100 Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, 1051, v. 672, anota: «Bello añadió aquí malamente tres versos, tomados de la Refundición representada por las Crónicas». No creo preciso reconstruir ningún verso para explicar el texto cronístico.
101 En el Mio Cid, lo que el Cid piensa y teme es que su rey acuda contra él en protección de los moros.
102 La Crónica agrupa todas las recomendaciones a Minaya relacionadas con la embajada; sólo reserva para el momento de la despedida las instrucciones para en caso de que a su vuelta el Cid haya abandonado Alcocer. En este último discurso, el cronista reordena lógicamente los versos del poema: 835-834-832-833 (no hay por qué pensar que sea «la Refundición» la que «altera el orden de los versos», como hace Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, 1057, nota al v. 835).
103 En el Mio Cid: «...e envió a Fita e a Guadalfagara / esta quinta por quanto serié conprada / aún de lo que diessen ouiessen grand ganançia / asmaron los moros III mill marcos de plata». En la Crónica: «et enuió mandado a los moros de Fita et de Guadalfaiara que gelo comprassen. Et ellos uinieron et uieron la prea, et apreciáronla en III mil marcos de plata, et aún los qui la tomassen que leuassen ende grand ganancia» (PCG, p. 525b14-19; mejor el ms. F: «tomasen avrían e.»). No creo que tenga razón Menéndez Pidal al suponer que «la Refundición colocaba malamente este verso [el 520] tras 521» (Cantar de M.C.1, III, 1045, nota al v. 520).
104 Menéndez Pidal, Cantar de M. C. 1, III, p. 1045, nota al v. 525, comenta: «La Prim. crón. gral., 525b29, empieza aquí el discurso directo... la Crónica representa no nuestro texto, sino la Refundición del mismo». Pero la construcción «Asmó mio Cid con toda su conpaña /que...», etc. no podía ser conservada por el cronista; creo que la Refundición supuesta no es necesaria.
105 «La Refundición supone que el Cid atacó a Alcocer para conquistarlo, y que los de la villa le ofrecieron parias, con tal que les dejase en paz, mas él no las aceptó», afirma Menéndez Pidal, Cantar de M.C.1, III, p. 1047, nota al v. 569.
106 En la Crónica: «Et desque uio que non podía auer aquel castiello, fizo la maestría que agora diremos» (PCG, p. 526b2-4).
107 La «bastida» de que habla la Crónica son las «posadas» que rodeadas de una «carcaua» fortifica el Cid en un otero a orillas del «Salón» (versos 553-563).
108 «La paria quél a presa tornar nos la ha doblada.»
109 Menéndez Pidal observó ya (Cantar de M.C.1, III, p. 1047, v. 569, nota): «pero el v. 586 nos asegura que las parias fueron efectivamente pagadas, y que la Refundición obró de ligero al suponer la repulsa del Cid, y más conservando, como conserva, ese verso 586». El arreglo, insisto, debe de ser cronístico.
110 «Mandó luego el Çid fazer muy grand cozina et adobar maniares de muchas guisas por fazer plazer al conde don Remond» («a myo Çid don Rodrigo grant cozinal’ adobauan»); «Conde, comet et beuet, ca esto en que uos sodes por uarones passa, et non uos dexedes morir por ello, ca aun podredes cobrar uuestra fazienda et enderençar esto» («Comed, conde deste pan e beued deste vino»); «Comet uos, que sodes omne de buena uentura et lo merescedes, et folgat en paz et en salut» («Comede, don Rodrigo, e penssedes de folgar»); «Et el Çid, quando esto uio, con el grand duelo que ouo déll, dixol’» («Dixo myo Çid»); «Conde, bien uos digo uerdad que si non comedes siquier algún poco, que nunqua tornaredes a uuestra tierra; et si comierédes por que podades ueuir...» («Comed, conde, algo, / ca si non comedes, non veredes christianos; / e si uos comieredes, don’ yo sea pagado...»); omite la descripción del conde comiendo con mano apresurada, en compañía de los «creenderos» que le guardaban y bajo la mirada burlona del héroe (PCG, pp. 533b27-29, 38-42, 44-50, 534a4-5, 5-9, 32-33. Mio Cid, versos 1017, 1025, 1028, 1033, 1033-1034, 1058-1059). Th. Montgomery, «The Cid and the Count», puso ya de relieve, aunque por motivos diferentes a los míos, el contraste existente entre la humillante actitud burlona del Cid poético para con su encumbrado prisionero, y el mesurado y cortés tratamiento que a partir del relato épico inventa el cronista alfonsí.
111 Menéndez Pidal cita la supuesta Refundición a propósito de algunas diferencias mínimas: «La Refundición del Cantar no expresaba el número quinze» («en mano trae desnuda la espada, / quinze moros mataua de los que alcançaua», vv. 471-472; «su espada en la mano, matando quantos ante sí fallaua», PCG, p. 525a27-28); «La Refundición añade yo» («con Alfonsso myo señor non querría lidiar», v. 538; «ca yo non querría lidiar con el rey don Alffonso mio sennor», PCG, p. 526a8-9); «no se olvide que la Crónica sigue una Refundición del Cantar» («vieron lo las arrobdas de los moros, al almofalla se uan tornar», v. 694; «Las athalayas e guardas de los moros, quando lo uieron, dieron grandes uozes et tornaronse a sus compannas a fazérgelo saber», PCG, p. 528a34-37). Cfr. Cantar de M.C.1, III, pp. 1043, 1046 y 1052.
112 «Bien sepades por cierto que tornaremos a Castiella con grand onrra et grand ganancia, si Dios quisiere»; «mas si Dios me diere conseio, yo gelo emendare et gelo pecharé todo»; «onde a mester que los cometamos de cabo»; «et de como yo cuedo, a yr nos auremos daquí»; rememoración ante Alfonso, por parte de Alvar Háñez, de la conquista de Alcocer y del envío de dos reyes moros por el rey de Valencia que cercasen al Cid (probablemente cronístico); «et con la merced de Dios nos guisaremos cómo nos la fagades»; «tomó el Çid de sus compannas dozientos caualleros escollechos a mano, et trasnochó con ellos» (PCG, pp. 523b25-27, 524a8-9, 529a34-35, 530a33-34, 531a14-23, b19-20, 532b17-19). [Véase Armistead, «Mas a grand ondra» (1989)].
113 No se olvide el hecho de que la copia del Mio Cid conservada es de letra tardía, del s. XIV (tenga o no que ver con el año 1307, según pensó Menéndez Pidal a la vista del explicit); es, por tanto, distinta y posterior a la que manejaron los historiadores alfonsíes en el siglo XIII.
114 Versos 14b, 755b, 835b, 875b-e, 896b, 935b-c. Rechazo decididamente 934b, en vista de la lección del ms. F; pongo muy en duda 875b-e (que se explica bien como rememoración cronística). Menéndez Pidal (Cantar de M.C.1, III, p. 1029, nota al v. 95) sólo considera aparte, como propio de la Refundición, el verso que podríamos reconstruir a base de PCG, p. 524a8-9 (es posible que la frase no sea sino una moralización historiográfica).
115 La Versión crítica contiene prácticamente todas las adiciones y enmiendas cronísticas que hemos enumerado: «desque fue la noche espidiósse... e andudo toda esa noche»; falta el trecho correspondiente a PCG, p. 525b48-526a4, porque la Versión crítica comienza el capítulo en 526a13 aludiendo sólo de pasada a las razones del abandono de Castejón; «mandó escodriñar toda la villa e fallaron ý muchos moros e muchas moras que yazían escondidos e mucho oro e mucha plata e otro auer muy grande» (en Alcocer); «auiendo sabor de sallir de allí para yr buscar mejor logar e mayor conssejo» (empeña Alcocer); «e ssi quisieremos lidiar con los moros, ellos son muy grandes poderes e nos pocos, otrossí que nos queramos yr de noche a furto, non podremos ca nos tienen cercados de todas partes»; resume la respuesta de Minaya; reduce a una breve frase casi toda la columna a de PCG, p. 528; «...para el castillo e entráronle luego. E Pero Bermúdez, que trayé la seña del Çid, fuesse luego quanto más pudo para el castillo e puso la seña en el más alto logar que ý auié»; «los moros çercaron le allí e començáronle a dar grandes golpes en él de las lanças por leuar la seña dél, mas commo trayé buenas armas non le pudieron enpeecer»; «fueron ferir en los moros. E porque los moros estauan ya mal encarmentados de la otra vegada, non sse atreuieron a lidiar con los christianos nin de los atender en el canpo e avn fuéronsse vençiendo. E los Christianos yendo los ya leuando...»; resume el diálogo que precede a las primeras heridas; omite el episodio, al resumir: «començáronse a quexar mucho los moros que ý morauan por que les fazía él mucho bien e mucha merçed e rrogauan a Dios que le guiasse e la su bienandança que sienpre fuesse adelante»; «Minaya Aluar Fánez, todo algo que vos omne fiziesse meresçedes lo vos muy bien, e quiero que tomedes vos deste mi quinto lo que vos ouieredes menester»; ya hemos dicho que omite todo este comienzo de capítulo al resumir; censura todo el pasaje; «e esto non pertenesçe a rrei, ca ningund señor non sse deue ensañar por tan poco tienpo ssi non ssi vier que le cunple mucho»; idéntica reordenación en «que gelo quisiesen conprar. E ellos vinieron sobre tregua, e quando vieron el auer apreçiáronle en tres mill marcos de plata»; omite, según dijimos; idéntica corrección a propósito de las parias de Alcocer; las mismas «moralizaciones» en la escena de la prisión de Berenguer.
116 «Bien sepades que tornaremos nos a Castilla rricos e honrrados e con grand honrra»; resume, poniendo en boca de Martín Antolínez el plan; «onde ha menester que los cometamos de cabo»; no; idéntica rememoración sobre Alcocer; «e, ssi Dios quisiere, nós guisaremos por do la ayamos»; «tomó el Çid dozientos caualleros de sus conpañas todos escogidos a mano e trasnochó con ellos».
117 Como es lógico, la tendencia a resumir el relato arrastra consigo la omisión de ciertos detalles poéticos y aun de algún episodio del Mio Cid conservados por la PCG.
118 «Quando despertó el Çid, la cara se santigó, / sinaua la cara, a Dios se acomendó; / mucho era pagado del sueño que (a soñado) [soñó].»
119 «Fata que yo me pague sobre mio buen cauallo, / lidiando con moros en el campo, / que enpleye la lança e al espada meta mano, / e por el cobdo ayuso la sangre destelando, / ante Ruy Díaz el lidiador contado, / non prenderé de uos quanto uale vn dinero malo, / pues que por mí ganáredes ques quier que sea dalgo.»
120 «En vn ora et vn poco de logar .c.c.c. moros matan.»
121 «Este Alcádir dio Çorita al rrey don Alfonso después que ffue entrado el rrey de Badajoz en Toledo, por tal que le ayudasse contra sus moros» (CrXXReyes, ms. N, f. 126b-c; entre «...fuesse para Valençia» y «E diz la estoria que las cosas por que este nieto de Alimaymón ouo a salir de Toledo...» Cfr. PCG, p. 547b22-25). Este detalle histórico figura igualmente en el Kitab al-iktifā’ de Ibn al-Kardabūs, llamando «Çoria» a «Çorita» (corrige bien Menéndez Pidal, Hist. y Epop., Madrid, 1934, p. 247 y n. 2; no así Levi Provençal, Islam d’Occident, París, 1948, p. 127, n. 23). «Pero con conssejo de los moros poderosos de la cibdad» (CrXXReyes, f. 126c; entre «ouo a fazer esta postura con el rrey don Alfonso» y «que se salliesse de Toledo»; cfr. PCG, p. 547b39-40 variante de F); e, inmediatamente, añade: «e que le diesse Çorita assý commo dixiemos que gela dio» (sigue: «e el rrei don Alfonso que le ayudasse cobrar Valençia...»). Más adelante, la CrXXReyes (f. 129c), añade un largo pasaje sobre cómo los ambiciosos hijos de Abubácar Abneabdalaziz dan al rey «muchas millarias de marauedís» pensando cada uno alcanzar el poder, mientras al-Qādir cree posible despojarles así poco a poco del tesoro de la ciudad que sospecha que se halla en sus manos; por ello, retiene a Alvar Fáñez. (Entre: «así commo se perdiera Toledo» y «E quando los alcaydes que tenién los castillos». Cfr. PCG, p. 550a44-45 y b15), e insiste (f. 129d) en que al-Qādir «nin quiso enbiar a Aluar Fanes, ca tenía que ssy lo enbiasse que non duraría él vn día en el rregno, ca sse temía de los moros e non se aseguraua en ellos» (entre «mas non le quiso el rrey creer» y «El rey de Valençia mostró este consejo que le daua Aldeça Abenlupón...» Cfr. PCG, p. 550b44-46); seguidamente la CrXXReyes (f. 130a-b) cuenta mucho más detalladamente el consejo de los hijos de Abu Bakr contrario a Abenmacor y Aldeça Abenlunpo, la ruptura con el privado y los preparativos para el cerco de Xátiva (cfr. PCG, p. 550b45-551a2); todavía, un poco después (f. 131a), añade la noticia: «e tóuolos tanto presos fasta que se ouieron a pleytear; e pleyteósse el vno de los fijos de Abubácar por dozientas vezes mill marauedís e todos los dió» (cfr. PCG, p. 551b52), hecho al que se alude en PCG, p. 552a40-41, como sabido.
122 Por absurdo que ello parezca, tal es, sin embargo, la conclusión de Babbitt (CVR Latin Sources, p. 107): «it seems to indicate that the two chronicles are based on two distinct versions of the Arabic original».
123 Véanse atrás los detalles confrontados en las pp. 191-195 y 197-199 (y nn. 58-69).
124 Vuelve a aprovechar el v. 1092, incorporándolo a un breve párrafo de la Historia Roderici, § 54, que intercala en medio del relato de Ibn ‘Alqama; más tarde resume el contenido de los versos 1093-1171 (sólo omite las alusiones a Cebolla y Peña Cadiella, que consideró aquí impertinentes), interrumpiendo de nuevo la narración de Ibn ‘Alqama; poco después, vuelve a complementar el relato árabe con noticias de la Historia Roderici, § 57-58, y del Mio Cid, vv. 1182 y 1187-1204.
125 A mi parecer, los versos 1209-1210 del Mio Cid «Nueue meses complidos, sabet, sobrella iaz; / quando vino el dezeno, ouieron gela a dar» explican el comienzo del cap. 920 [= 921] de PCG, cap. LXXIIII de E2(d) y F: «Cuenta la estoria que nueue meses touo el Çid çercada la noble çibdat de Valencia... Et vn mes estido en sus pleytesias con los de la çidat fasta que..., en que se cunplieron los diez meses...» (PCG, p. 591a20-28); diez figura correctamente en el ms. F y en la Crónica de Castilla, sólo E2(d) entiende mal y corrige nueue. A su vez los versos 1219-1220 «Alegre era el Campeador con todos los que ha, / quando su seña cabdal sedié en somo del alcáçar» se reflejan fielmente en lo que sigue: «...et mando poner su senna en la más alta torre que en el alcáçar auié... et fizieron grandes alegrías él et todos los suyos» (PCG, p. 591a41-47). Sólo se acude a Ibn ’Alqama a partir de PCG, p. 591a47 (en que la Crónica de Castilla abre nuevo capítulo).
126 Desde la venida del rey de Sevilla contra Valencia.
127 Con esta mi hipótesis quedan, de paso, conciliadas las dos posiciones contradictorias tomadas anteriormente por la crítica al enjuiciar el problema de las relaciones entre la Primera crónica, la Crónica de veinte reyes y el Mio Cid. Con Menéndez Pidal (Poes. jugl.6, Cantar de M.C.2) y Cintra (Crón. 1344) reafirmo la prioridad de la Primera crónica general respecto a la Crónica de veinte reyes en la parte anterior al cap. 896 de PCG; con Babbitt («Once Reyes», pp. 207-208; «Twelfth-Century Epic Forms», pp. 128-136) creo en la gran antigüedad de la compilación conservada en la Crónica de veinte reyes y, por lo tanto, pongo en duda (como innecesaria, aunque no como increíble) la supuesta popularidad en el siglo XIV del Mio Cid del s. XII.
128 Véanse atrás pp. 199-203 y notas 70-78.
129 A mi parecer, toda la materia épica relacionada con el drama de Corpes presente en la Primera crónica formaba parte de la *Estoria del Cid amañada en Cardeña; el epílogo clerical (la llamada *Leyenda de Cardeña) buscó sustentarse, desde sus orígenes, en la arraigada tradición juglaresca. Por otra parte, el monje que, al servicio de los intereses económicos del monasterio, dio forma literaria a la *Estoria del Cid, trató de autenticar el relato de las fabulosas postrimerías del héroe mezclando en el cuento a los dos personajes moros valencianos que ocuparon los más importantes puestos durante el gobierno de Valencia por el Cid: el alfaquí «Alhuacaxí», nombrado alcalde, y el alguacil «Abenalfarax». La familiaridad del monje de Cardeña con el nombre y papel histórico de esos moros es indudablemente debida a la traducción de la historia de Ibn ’Alqama. [Para una evaluación más precisa de la *Estoria caradignense del Cid (y su influjo en la tradición manuscrita de la Estoria de España véase el cap. VII, § 9 del presente libro, y para el problema de su fechación el Apéndice III].
Índice de capítulos:
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (1)
a. La realidad se forja en los relatos
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (2)
b. Rodrigo, Campeador invicto para sus coetáneos
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (3)
c. Del Campeador al Mio Cid. Los nietos del Cid y la herencia cidiana
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (4)
d. Rodrigo, el vasallo leal, a prueba
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (5)
e. El Soberbio Castellano
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (6)
f. El Cid se adueña de la Historia y la Historia anquilosa la figura del Cid
* I REALIDAD HISTÓRICA Y LEYENDA EN LA FIGURA DEL CID (7)
g. El Cid del Romancero salva al personaje literario del corsé historiográfico
* II EL «IHANTE» QUE QUEMÓ LA MEZQUITA DE ELVIRA Y LA CRISIS DE NAVARRA EN EL SIGLO XI
* III LA NAVARRA NAJERENSE Y SU FRONTERA CON AL-ANDALUS
* IV EL MIO CID Y SU INTENCIONALIDAD HISTÓRICA
* V EL MIO CID DE ALFONSO X Y EL DEL PSEUDO IBN AL-FARAŶ
* VII LA HISTORIA NACIONAL ANTE EL CID
* APÉNDICE I. SOBRE LA FECHA DE LA HISTORIA RODERICI
* APÉNDICE II. SOBRE LA FECHA DE LA CHRONICA NAIARENSIS
* ÍNDICE DE REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS (Y CLAVE DE SIGLAS)
0 comentarios