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Obras de Diego Catalán

25.- 5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLEC­TIVA

25.- 5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLEC­TIVA

5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLEC­TIVA. II. EL NUEVO LATÍN

      En la lengua de esos escritores del Imperio hallamos también multitud de vocablos innovados no por razones conceptuales o lógicas, sino obedeciendo a tendencias expresivas de la lengua conversacional.

      Se desarrolla mucho el gusto de valoralizar el vocablo dándole más cuerpo mediante un sufijo que no influye en la significación objetiva. En el siglo III el jurisconsulto Paulo usa annualis por «annuus» (esp. añal), dentro del mis­mo estilo que Tertuliano sigue al usar aeternalis por «aeternus», o delinquentia por «delictum». Ya la vieja versión Ítala de la Biblia acoge en su lenguaje con­versacional muchos de estos vocablos de voluminoso empa­que 18: coronamentum por «corona» (esp. coronamien­to), abominamentum por «abominatio», calcaneum por «calx» (esp. calcaño), fontana rechazado por la Vulgata, que siempre usa «fons», scrutinare (esp. es­cudriñar), también sustituido en la Vulgata por el clásico «scrūtāre», fossatura por «fossa», assatura por «assum» o «assatum» 19.

      En la época clásica el neutro plural del participio de futuro 20 era a veces tomado como femenino 21, pero a par­tir del siglo III estos femeninos en -tūra, -sūra muestran una especial vitalidad: līmātūra (> limadura), rasūra de la barba o cabellos, lĭgătūra (> ligadura), incīssūra, crĕātūra (’cosa creada’ Tertuliano, Vulgata), căuātūra (por caua, tampoco clásico), tălĭātūra (> tajadura), vēlātūra22; por «uelum»23.

      Otras veces la plenitud fonética y expresiva del vocablo se busca derivando del simple un adjetivo sustantivado. Ya ci­tamos fontana24 por «fons», elipsis por «aqua fontana» como decía el latín clásico, en contraposición a «aqua pluuialis». En vez del clásico «ilex», una inscrip­ción de Roma, acta de sacrificios de los arvales en honor de Domiciano, el año 87, menciona un arbor ilicina 25 del bosque de la diosa Día, y este adjetivo, sustantivado en el habla corriente, se perpetuó en el español encina, ital. elcina­, etc. De igual modo, en vez de «hiems» se dijo hibernum 26, esto es, «tempus hibernum» 27 (de don­de el esp. invierno, ital, iverno, etc.), y lo mismo aestiuum 28 por «aestas» (esp. estío), pēcūlĭāre por «pĕcūlĭum» (esp. pegujar).

      También se busca refuerzo expresivo en el uso de verbos participiales a los que el latín daba sentido intensivo o ite­rativo 29, y fueron tan preferidos de la lengua familiar que muchas veces cayó en olvido el simple: cantare 30 eliminó a «canĕre», *ausare hizo olvidar a «audēre» (esp. osar, fr. oser), *usare desterró a «ūti» (esp. usar, fr. user), *oblitare sustituyó a «oblīuisci» (esp. olvidar, fr. oublier)31.

      Muchas de estas formaciones no eran aún admitidas en la li­teratura imperial; el purismo les oponía gran resistencia (re­cordemos la oposición que en la gramática moderna encon­tró el verbo presupuestar hasta que al fin triunfó del simple «presuponer»).

      Donde más se ve cómo el nuevo latín se deja penetrar por la familiaridad, o sea, por el «escribo como hablo» valdesiano, es en el uso abundante del diminutivo, forma en que constantemente el habla conversacional busca expre­sividad afectuosa. San Jerónimo, aunque autor cuidadoso en eliminar formas familiares de la Ítala, hace bastante uso del diminutivo hasta cuando un adjetivo lo haría excusable: «breues expositiuncŭlas», o cuando no añade al positivo valor de pequenez sino sólo un matiz de afectivi­dad: pectusculum en vez de «pectus», buccella en vez de «bucca», ceruŭlus en vez de «ceruus»32. Ya el latín clásico ofrecía bastantes casos análogos 33; en cuanto a uĕtŭlus (> viejo), es de notar que el latín clásico lo usaba sustantivado, pero ahora el nuevo latín lo emplea como adjetivo en vez de uĕtus. La generalización del empleo de estos diminutivos trajo la pérdida de su matiz afectivo. De aquí que las lenguas románicas hayan olvida­do muchos positivos, usando en su lugar sólo el diminuti­vo: apĭcŭla en vez de «apis» (esp. abeja, fr. abeille), cūltĕllus en vez de «culter», ōrĕlla en vez del plu­ral «ōra» (esp. orilla)34, etcétera.

      Como vemos, la conversión en positivos de diminutivos no sólo se dio en los formados con el sufijo átono -ŭlus, sino en los formados con el sufijo acentuado -ĕllus, que tendió a sustituirle (y a ser forma casi única de derivación diminutiva, salvo en casos en que el sufijo invasor resulta­ba cacofónico 35): martĕllus (> martillo) en vez del dimi­nutivo clásico martŭlus; globĕllus preferido a globŭlus; pestĕllus (> pestillo) vino a competir con el clasico pessŭlum (> asturiano piesllu), y tragĕlla (> trailla) con tragŭa (> tralla)36. En adjetivos: *singĕllus (> sencillo), albĕllus (> albillo) por albūēlis; nouĕllus (> novillo).

      Igualmente la llaneza dominante en la constitución del nuevo latín le lleva a propagar ciertos vocablos peyorativos o despectivos. Para huir de toda ostentación de propiedad o como expresión cariñosa, el que habla de su casa o de su caballo puede decir «mi choza», «mi penco», y así casa, que significaba originariamente ’cabaña, casucha’, llegó a uso tan general que hizo olvidar el clásico «domus». Lo mismo la voz de origen céltico caballus ’rocín, caballo de trabajo37 vino a desbancar al antiguo «equus» 38. También en los nombres de partes del cuerpo se observa esta afectividad despectiva, y bŭcca, que propiamente signifi­ca ’mofletes, carrillos inflados’, hizo olvidar a os que era el vocablo propio para lo que los romances llaman boca en esp., bouche en fr., etc.; lo mismo tĕsta ’tiesto, cacharro, casco’, significa ya ’cráneo’ para los autores del siglo IV, Ausonio en Galia, Prudencio en España, y pronto sustitu­ye, en la Romania septentrional sobre todo, a «caput» por metáfora, cuya familiaridad se aprecia en las frases espa­ñolas «calentarse los cascos», «ser duro de cascos» 39.

      Los escritores eclesiásticos, entre las muchas voces que acogen e inventan, contribuyeron a propagar no sólo tec­nicismos, sino formaciones del habla popular o destinadas a serlo: amaricare (Ítala y Vulgata), de donde amargar; hereditare (Ítala y Vulgata), de donde heredar; puritas (el rétor africano Arnobio, hacia el 300) de donde poridad, puridad; subsannare (Ítala, Vulgata, Tertuliano, Jerónimo) conservado en el español sonsañar, etc.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

18  H. Rönsch, ítala und Vulgata, pp. 471 ss.

19  Curatura por «cura» lo usa Terencio.

20  Ventura, -orum ’lo porvenir’ (Virgilio).

21  Armatura, -ae ’las armas’ (César, Cicerón), factura (Plinio > hechura), fartura ’relleno, ripio’ (Varron, Vitrubio), farctura (Columela).

22  Goelzer, Latinité Snt. Jérôme, (1884), p. 89.

23  Y en las lenguas romances continúa con productividad in­agotable. En español desde collitura ’recolección’ en las Glosas Silenses (núm. 119), en la segunda mitad del s. X (en vez del messura usado por Jerónimo) hasta creaciones del habla fami­liar moderna: coladura, «metedura de pata». Menéndez Pidal, Orig. del esp., 1ª ed., p. 336, 3ª ed., p. 329.

24  Fontana lo usa Inocencio, agrimensor del tiempo de Constancio Augusto.

25  CIL, VI, 2065. En vez del adjetivo, alguna vez usado, ar­bor ilicea.

26  Ejemplificado en el s. III.

27  Comparable al sustantivo matutinum, usado por Plinio (que también suple tempus), de donde el ant. esp. matino, ital. mattino.

28  Usado por Gregorio de Tours. A. J. Carnoy, «Adjetival Nouns in Vulgar Latin», Romanic Review, VIII (1917), 166-195.

29  Véase W. Meyer-Lübke, Gram., II,  1895, § 586.

30  Usado como intensivo, iterativo de canere, en Horacio y lo mismo iactare de iacere, saltare de salire, cursare de currere, adiutare de adiuuare, etc.

31  En vez de refūndĕre se dijo *refūsare, en vez de metĕre se formó messāre, en vez de colere se dijo cultare, en sentido agrícola, asturiano cuchar.

32  Goelzer, Lat. Snt. Jérôme, (1884), pp.  121-130.

33  El simple anus había sido relegado, dándose preferencia a anulus (familiar annellus); auricula reemplazaba a auris, genuculum (> hinojo) a genu, articulus (> artejo) a artus. Posiblemente el empleo repetido del diminutivo sería favorecido por el lenguaje infantil.

34  En ciertos casos, el recurso a las formas diminutivas como substitutas, más que a un exceso de expresividad afectuosa, pa­rece haber sido favorecido por causas de homonimia: así el plu­ral ŏra, en sentido de ’ribera’ o ’borde’ se confundía con hōra y el diminutivo orĕlla (> orilla) evitó el equívoco. Es caso se­mejante a lo ocurrido más tarde en regiones en que se produjo la pérdida de -o (s. VIII), junto a la de -e y por tanto sōle se confundía con el adjetivo sōlus por lo que prevaleció el dimi­nutivo solĭculo > fr. soleil.

35  Como el estudio de los usos del diminutivo en la toponimia hispana pone de especial relieve, -ŏlus (con acento en el sufijo) se prefirió a -ĕllus en las voces en que la nueva silabización creó una semiconsonante o consonante palatal (Iglesuela, Barruelo, Palazuelos, Arganzuela; véase Menéndez Pidal, «El estilo de Santa Teresa», Escorial, V, oct. 1941, pp. 19-20): e -ĭcŭlus quedó para los casos en que la raíz presentaba una -l o -r (Cantalejo, Zarzalejo, Castillejo,  Villarejo).

36  A veces se creó un positivo con sentido restringido: cannĕlla (> canilla), en vez de cannŭla, no reemplazó a canna (> caña).

37  El sentido despectivo explica la preferencia de caballus a equus en las Sátiras (Horacio, Marcial).

38  Se formó así curiosamente la pareja caballus (para el ma­cho), equa (para la hembra) que aparece ya en una inscripción oficial de las ruinas de Vipasco (hoy Aljustrel, distrito de Beja) perteneciente al siglo I d.C.: «qui asinos, asinas, caballos, equas sub praecone vendiderit» (CIL, II, 5181, lín. 17).

39  Recuérdese, no obstante, el descriptivo verso del Mio Cid: «Meçio myo Cid los ombros e engrameo la tiesta» (v. 13).

CAPÍTULOS ANTERIORES:

PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES

CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.

1.- 1.  LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS

2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA

3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS

CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA

5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

7.- 4. FRATERNIDAD ÍBERO-LÍBICA

*   8.- 5. LOS LÍGURES O AMBRONES

*   9.- 6. LOS ILIRIOS

*   10.- 7. LOS CELTAS

*   11.- 8. «NOS CELTIS GENITOS ET EX IBERIS» (MARCIAL)

12.- 9. PERSISTENCIA DE LAS LENGUAS IN­DÍGENAS EN LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA

B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE

CAPÍTULO III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL

13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS

14.- 2. SUFIJOS PRERROMANOS EN EL ESPAÑOL

15.- 3. LAS LENGUAS DE SUBSTRATO EN LA FONÉTICA ESPAÑOLA

16.- 4. RESUMEN DE LOS INFLUJOS DEL SUBSTRATO

PARTE SEGUNDA: LA HISPANIA  LATINA
A. LA COLONIZACIÓN ROMANA Y LA ROMANIZACIÓN

CAPÍTULO I. HISPANIA PROVINCIA ROMANA

* 17.- 1. CARTAGO Y ROMA. LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA Y SU EXPANSIÓN DESDE EL ESTE AL OESTE

18.- 2. LA ROMANIZACIÓN

19.- 3. ESPAÑA Y LA PROVINCIALIZACIÓN DEL IMPERIO

20.- 4. PREDOMINIO DEL ORIENTE. EL CRISTIANISMO

CAPÍTULO II. EL NUEVO LATÍN

21.- 1. ¿LATÍN VULGAR?

22.- 2. EL LATÍN NUEVO

23.- 3. INFLUJO DEL CRISTIANISMO

24.- 4. NEOLOGISMOS DEL VOCABULARIO DOCTO


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