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Obras de Diego Catalán

43.- 6. ARCAÍSMO PURISTA DEL LATÍN DE ESPAÑA

43.- 6. ARCAÍSMO PURISTA DEL LATÍN DE ESPAÑA

6. ARCAÍSMO PURISTA DEL LATÍN DE ESPAÑA. III. ESPAÑA EN LA ROMANIA

      El ser España la primera conquista romana hace que su latinidad más arraigada se muestre a veces más arcaizante que la de las otras provincias. Pero, en general, el mayor arcaísmo que cabe notar en el latín hispánico (o en los romances peninsulares) consiste en que rechaza o no triun­fan en él muchas innovaciones de la metrópoli y del resto de la Romania; esto es, que permanece en un estado de arcaísmo purista. Mantiene, por ejemplo, el sistema clásico de los tres matices demostrativos del pronombre: hic cer­ca de mí, iste cerca de ti, ille cerca de él, modificado en este y aqueste, ese y aquese, aquel; catalán est y aquest, eix y aqueix, aquell; portugués este y aqueste, esse y aquesse, aquelle (aquele); sistema excepcional en la Romania, pues las otras lenguas distinguen sólo dos matices: italiano costui, colui; francés celui-ci, celui-là 68. De igual modo, las tres zonas con­servan muchos vocablos clásicos olvidados en los otros ro­mances, como mĕtus > español miedo, catalán met, por­tugués medo 69; parire70 > español, catalán, portugués parir 71; fatum > español hado, catalán fat, portugués fado, vasco patu 72; el plural vota, que en el latín jurídico imperial tenía el sentido de ’nuptias’ ’votos nupciales’73, so­brevive sólo en el español, catalán, portugués bodas; germanus > español hermano, catalán germà, portugués irmão 74, fue preferido por su significado especial ’hermano de padre y madre’75, expresión de la plena unidad fami­liar 76, a diferencia de «frater» y «soror», términos a que se atuvieron los demás romances 77, y que estaban reserva­dos especialmente para los medios hermanos; recitare, en sentido técnico eclesiástico ’recitar las oraciones’ > es­pañol, portugués rezar, catalán resar 78; y así otros muchos 79.

      En este arcaísmo purista participan unas veces, según hemos visto, las tres lenguas de la Península Ibérica; otras tan sólo las dos más occidentales, pues el catalán ha recibido las innovaciones triunfantes en la Romania central: Así trītĭcum > español, portugués trigo 80, reemplazado por la palabra franca blatum, en francés blé, provenzal, cata­lán blat; pĕrcōntāre > español preguntar, portugués perguntar, logudorés preguntare 81, mientras el catalán usa sólo demanar, general a la Romania 82; foedus > español hedo (antiguo), feo, portugués feio 83, substituido por la voz fran­ca lait, en francés laid, provenzal lait, catalán lletg. El sim­ple edere o esse (que tenía el inconveniente de una flexión irregular) fue substituido en latín por comedĕre ’comer todo, devorar’ y por la expresión manducare ’mascar, tragar’ (usada familiarmente incluso por Augus­to 84), pero en el latín de tiempos cristianos, aunque ambas expresiones se conservaron, comedĕre se veía como más culto 85, y es esta forma, comer, la que prevaleció en español y portugués (aunque tuviera uso manducare 86), frente a la más ruda y familiar triunfante, desde Rumania (mănîne, mîncà) a Francia (manger), en toda la Romania, incluido el catalán antiguo manugar 87 (luego substituido por el galicis­mo menjar); sŏbrīnus > español sobrino, portugués sobrinho, sobresilvano sabreñ 88, mientras los otros romances se sirven del término de significación menos precisa nĕpōte >  italiano nipote, francés neveu, provenzal, catalán nebot. El latín loqui fue inicialmente substituido en la Romania por fabŭlāre ’contar, decir’ 89, usado en antiguo francés y antiguo italiano 90; pero luego prefirieron la expresión de ori­gen cristiano 91 parabolare, de donde parler, parlare, que es también el verbo usual en catalán parlar 92, en contraste con español hablar, portugués falar. Y otros muchos voca­blos que el español y el portugués tienen o han tenido en común 93.

      A estos rasgos léxicos pueden sumarse algunos morfoló­gicos: el genitivo cuius únicamente se conserva en espa­ñol, portugués cuyo y logudorés kuyu; sólo el español y el portugués mantienen, en las decenas 40 a 90, la acentua­ción clásica, español antiguo -aenta, moderno -enta, portu­gués cuarenta, cincoenta, sessenta, mientras todos los otros ro­mances remontan a una contracción latino-vulgar -a(g)inta > -aínta > -áinta > -anta, incluido el catalán seixanta, vuytanta 94.

      Claro está que también cabe que un arcaísmo purista sólo se haya conservado en una de estas lenguas peninsulares más occidentales. Hay algunas voces de vieja solera latina que perviven únicamente en español. Por ejemplo, cŏlŭmĕllus sólo ofrece derivación romance autóctona en el español colmillo (forma que pasó al portugués colmilho); insania sólo en español dio saña; la interjección apăgete ’lárgate, vete’ (del griego ἄπαγε), casi únicamente usa­da en la lengua cómica, sólo se conserva en el español ábate, abáos 95. En la morfología, sólo el antiguo español, entre todos los romances, conservó la desinencia -o en la perso­na Yo del futuro perfecto o anterior canta(ue)ro > cantaro, ganaro, dixero, que el español moderno (lo mismo que el portugués y el antiguo rumano y macedónico) hace en -e (cantare, -res; durmiere, -eres)96.

      En la onomástica habría mucho que observar. Pero me li­mitaré a aludir a un nombre que sólo se difundió tardíamen­te por Europa a causa de un personaje singular, Teresa de Ávila. Thērasĭa, nombre de una islita de las Cícladas al Oeste de Thera, generó en Oriente el antropónimo Therasius 97, y (no sé por qué) en Occidente tuvo limitado uso toponímico en Milán Teresa y en la región de Valencia Teresa de Cofrentes, Teresa de Vivel. Como nombre de mujer parece limitado a España, siendo ejemplo de fines del siglo IV la noble esposa de Paulino de Nola; luego reaparece en el si­glo XI vinculándose a la casa real de León (por ejemplo «Te­resa Peláez» 98) y, desde sus orígenes, a la de Portugal (por influjo de la hija de Alfonso VI, madre del primer rey).

      Al suelo viven adheridas voces del latín de España que se han perdido en la lengua común; la toponimia representa así un estrato léxico arcaico de la época imperial. El sustan­tivo clásico cŏllis se usaba, como aún se usa en Cataluña, Provenza e Italia, dando Colloto Asturias < cŏlle altu, Colle León 99, Paracuelles junto a los collados’ > Paracuellos Ma­drid; después cayó en olvido en la época de gran boga de las formas alargadas 100, por el derivado Collado. Entonces canna además de ’caña’ significaba ’garganta entre montes’ y no había sido sustituido por su derivado cañada, y así, de cannĭca 101 > Cañas, Cangas, Cangueiros Portugal102. Vivía aún el adjetivo uetus hecho *ueterus, al lado de uetulus 103, lo mismo en el Este que en el Oeste de la Pe­nínsula: muru ueteru > Murviedro, monte ueteru> Mombiedro (Valladolid), ponte uetera > Pontevedra, sala uetera > Saavedra. El adjetivo murcidus ’perezoso’ que pervive en gallego-portugués 104, vivía también en el Levante aplicado al agua estancada: aqua murcida105 > Aiguamurcia Tarragona 106, Murcia 107, como Castrillo de Murcia en el partido de Castrogeriz, en Burgos 108. También se decía acqua *mortuoria (comp. en Lombardia «acqua morta, una morta d’akwa» 109) de donde Mortera, Morteras, varios pueblos de Asturias y Santander (el de Cantabria ya en do­cumento de 1001 con alternancia en la terminación -eira, -eras 110), Morteira Orense y Braga (el del distrito de Braga llamado Mortaria en 1008 111); el uso apelativo o común, hoy olvidado, se documenta en el siglo XII 112. El término paga­no fanum da Fano Asturias, Vizcaya, Fao Coruña, Fão Por­tugal 113, con los diminutivos Fanlo y Fanlillo Huesca. Corŭlus 114 ’avellana’ persistía (sin la metátesis colurus perpetuada en varios dialectos 115) Cuerlas. Q(u)ercetum ’encinar’ da Cerceda Madrid, Coruña, Lugo, Cercedo Coruña, Lugo, Cercedilla Madrid 116, con metátesis, cerqueta Cerqueda Gerona 117, Lérida, Coruña.

      Un fósil lingüístico muy extendido en la Romania es la conservación del locativo ablativo plural en nombres de lu­gar 118; poco en nombres apelativos planīs > Llanes Astu­rias, sacris > Sagres Portugal, y frecuentemente en nom­bres derivados de antropónimos que indica pluralidad de fundos pertenecientes al mismo propietario: Antoñanes León < Antonianis ’fundos de Antonius o de Antonianus’; Prezanes Santander, de Priscianus; Floranes San­tander, de Florianus; Goyanes Coruña, Goiaes Portugal 119, de Gaudianus; Manises Valencia, de Manicius; Comares Granada, de Comarius (¿céltico?, en Francia Commiers) 120. El locativo genitivo singular se ve en Briones Logroño, del céltico Brigo(n); Pentanes Asturias, del céltico Pentanus; Lugones Asturias, del nombre exótico Lucoonis.

      La lateralidad, dentro de la Romania, de la Península Ibérica (especialmente más allá de su costa levantina), ex­plica, asimismo, que en las áreas léxicas sea frecuente la agrupación de España (con o sin inclusión del catalán) con las islas del Tirreno, el Sur de Italia y Rumania: el verbo clásico inuenire se perdió en el latín hablado y se susti­tuyó de dos maneras: afflare (de flare ’soplar’), dicho probablemente del perro de caza ’ventear, rastrear’, se usó en el Sur de Italia ašá, siciliano ašari, en español hallar, en portugués achar, en dálmata unflá y en rumano aflá, es decir, se uso en la Romania del Sur y del Este; otro neologismo tŭrbare ’revolver el río para pescar’ se usó en la Roma­nia del Norte en el sentido de ’hallar’: italiano trovare, fran­cés trouver, provenzal y catalán trobar 121. El verbo pĕtĕre se conserva en el Sur de Italia peti, pedire, en español y portugués pedir, en rumano peţì; mientras la Romania septen­trional usa sólo demandare, incluso el catalán demanar 122. En vez de su significado clásico, lĕuāre ’levantar’, este verbo usurpó el sentido de ferre ’quitar, tomar, reti­rar’ en el calabrés levare, siciliano livari, español y catalán antiguo 123 llevar, portugués levar, y rumano lua; mientras la Romania del Norte124 para el sentido de ferre usó úni­camente el clásico pŏrtare, ital. portare, francés porter, provenzal y catalán portar 125. Fĕruĕre se mantiene en el Sur de Italia (Apulia, Lucania) férvere, férve, español her­vir, portugués ferver y rumano fierbe, mientras en la Roma­nia septentrional se usa bŭllīre, italiano y francés bouillir, catalán bullir 126, que ha llegado incluso a Córcega y Sicilia (boḍḍiri 127). Entre los substantivos es curioso el caso de ninna, nanna, nonna, voces balbuceantes no documen­tadas en latín literario, que han dado abundantes deriva­dos en español, niño, antiguo naña, adjetivo ñoño, etc., y asimismo en otras lenguas y dialectos de la Península Ibé­rica del Sur de Italia y de Rumania 128. La variante con e (español nene, -na catalán nen, -na, asturiano neñu, gallego neno, portugués nene) es característica hispana, ajena a otros romances. El significado niña del ojo, niñita (calcado sobre pupīlla, griego κopή, aludiendo a la pequeña imagen reflejada en el ojo), da igualmente en catalán «nina del ull», gascón nino, nineto e italiano del Sur ninna (portugués «me­nina dos olhos»), contrastando con el francés prunelle, pro­venzal prunella, prunello (de prunum ’pruno, ciruela ne­gra’); el italiano conserva pupilla.

      En varios casos hay coincidencias hispano-dacias, faltan­do el lazo de unión itálico. Ejemplo: de los dos adverbios que el latín empleaba para el comparativo analítico 129, el más usual, magis 130, se conservó en español, más grande, más fuerte, en portugués mais forte, en catalán y gascón mes, en rumano maĭ; con posterioridad al aislamiento del latín de Dacia ocurrió la propagación del menos usado, plus 131, que dominó por completo en Italia, piu, en la Galia, plus, en rético, en sardo y en dálmata, dejando aisladas las dos áreas de magis, una al Occidente y otra al Oriente 132. La contienda entre las dos formas fue complicada: en España se usó algo plus 133 y en el Sur de Francia, junto a  plus de empleo general, convive magis en algunos casos 134.

    De igual modo el clásico formosus (> hermoso) vive en español, portugués y rumano (frumos); en su lugar, el ita­liano, incluso el del Sur, el francés, el rético y el provenzal generalizaron el adjetivo bellus ’bonito, gracioso’, que el latín clásico decía particularmente de mujeres y de niños, o si decía bellus homo era del elegante afeminado; sólo modernamente y por extranjerismo, el español bello exten­dió su significado invadiendo el de hermoso en sentido es­tético general; mensa conservado sólo en los romances de Hispania (portugués, español, catalán mesa), Cerdeña (logudorés: meza)135, Dalmacia (vegliota: maisa) y Dacia (ruma­no: masǎ) y substituido en el centro de la Romania por tabŭla (italiano: tavola, francés table, provenzal y catalán: taula)136; uenatus > en port, veado, esp., cat. venado y rumano anat137; lūcĭfĕru > portugués luzeiro, -zeira, es­pañol lucero, antiguo catalán lluzer, rumano luceafer 138; lŭcrum port., esp. logro logur., catalán llogre, antiguo pro­venzal logre, rumano lucru; trŭncŭlus esp., port, tron­cho 139, cat. tronxu, rum. trunchià (’tronchar’) 140; angŭstus > español, portugués angosto, rumano îngost; el latín penin­sular formó además catalán congost, español congosto, por­tugués congosta ’calleja estrecha’ (del latín coangustare, ’restringir, estrechar’), mientras los otros romances sólo conocen strictus, también usado en Iberia y en Rumanía 141; y otros.

      Hay que advertir que estas y otras agrupaciones de los territorios románicos según los fenómenos lexicales nece­sariamente están sujetas a continuas rectificaciones 142 de­bido a lo imperfectamente que conocemos la historia de las palabras. Es grande la imprecisión cronológica respecto a cuándo cada forma apareció y desapareció de cada región y grande también el desconocimiento de islotes geográfi­cos de conservación de vocablos olvidados en las lenguas generales.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

68  Rasgo destacado por Meillet, Hist. Lat., p. 161, y por Wartburg en Zeit. f. rom. Phil., LVI. Paralelamente el español conserva los tres juegos de adverbios locativos correspondientes: hīc hāc, istīc istāc, illīc illāc modificados en aquí acá, ahí, allí allá (y aun otro grado más de lejanía: acullá).

69  Los otros romances usan pavore y otros. El español cono­ce, al lado de miedo, pavor (ambos en el Mio Cid), pero éste se ve relegado a un segundo término. Hay met en bearnés y mei en piamontés.

70  Arcaico, por parĕre.

71  El italiano usa partorire, el francés enfanter y el provenzal partourir y enfantar. Sólo en bearnés parí (Mistral, Diction.), así como en antiguo milanés parir y en friulano parí (REW, 6236).

72  Sólo el femenino fata (> hada) tiene derivados en los ro­mances de fuera de la Península Ibérica.

73  Lo usa san Ambrosio; y, como «dies uotorum», Lege longob.

74  También en bearnés yirmá (REW, 3742).

75  Según Fronton, Liber Differentiarum, 237, 273, y san Isidoro, Etym.,9, 6.

76  Esta es la razón y no la constantemente alegada de haber tomado frater el sentido de ’hermano espiritual’. La elección de germanus en España es anterior a las órdenes religiosas. La diferencia de significados se pudo expresar fonéticamente con las variantes *fradre y fraile; no se sintió la necesidad de estable­cer una diferenciación, ya que a los frailes se les ha llamado tam­bién hermanos.

77  El provenzal: fraire < frater y sorre < sŏrōre, e igualmente el francés, italiano y rumano (REW, 3485 y 8102). Cfr. P. del Río, «Frater-germanus», Emerita, VII, 1939, pp. 1-5.

78  Los otros romances usan precare; también conocido del español antiguo (REW, 7123 y 6733).

79  Fartus (> esp. harto, hartar; port, farto, fartar; cat. fart, fartar; beam, hartá. Cfr. Aguilò, Dicc.; Bourciez, en Bull. Hisp., III, 1901, p. 232; REW, 3206); mētīre (> esp., port, medir, cat. mida ’medida’; sardo medire. REW, 9552), mientras los otros romances usan el verbo de época postclásica mēnsūrāre, empleado tam­bién por Berceo (San Millán, 226c); līmpĭdāre (esp. limpiar; port, limpar; cat. llimpiar), frente a derivados de nĭtĭdus de otros romances (it. nettare; fr. nettoyer); cŏxus (esp. cojo, port, coxo, cat. coix. REW 2292a), malĭtia (esp., port., cat. maleza. REW 5266a); auis (esp., port, ave; ant. cat. y logud. au. REW, 831 y Menéndez Pidal, «Notas para el léxico románico», RFE, VII, 1920, p. 7); aptare (de apio, aptus ’ligado, unido’), con el sentido primitivo de ’ligar, unir’ (en vez del sentido derivado ’acomodar, dis­poner’) > esp. y port, atar, en catalán (de de-ex-aptare) > deixatar ’desleír, desatar’ (véase Spitzer en Neuphil. Mitteil., XV, 159, citado por REW, 563).

80  REW, 8924.

81  REW, 6400.

82  El Poema de Mio Cid aún usa las dos bases latinas.

83  REW, 3406.

84  Suetonio, Augustus, 76.

85  Para la ítala, véase C. Beyer, Die Verba des ’Essens’, ’Schickens..., 1934. La Vulgata usa comedĕre tres veces más que mandu­care. Sobre el carácter vulgar de esta voz, cfr. Ernout y Meillet, Dict. Étym. Lat.,. p. 555; Meillet, Hist. Lat., p. 229.

86  Glosas Silenses, 4, 335, 338.

87  REW, 5292.

88  REW, 8050.

89  REW, 3125 y 3119.

90  En ital. mod. favellare ’dire, ragionare’.

91  Meillet, Hist. Lat., p. 276. Véase arriba, cap. II, § 6.

92  REW, 6222.

93  Por ejemplo: pĕrfĭdia > esp. port, porfía (REW, 6409); pĕcūliāris > esp. pegujal, port, pegulhal, ant. logud, pecuiare (REW, 6336); dēhŏnĕstare > esp. denostar, port, doestar, deostar; acies (en sentido militar) > ant. esp. y ant. port, az; mure > ant. esp. y port, mur (REW, 5764a); collacteus > esp. collazo, port, colaço (REW, 2040).

94  Esta innovación tuvo también uso en español antiguo (ara­gonés, castellano, leonés), pero no prevaleció.

95  Véase en RFE, VII, p. 1 y REW, 511a.

96  Menéndez Pidal, Orígenes del esp., p. 383 (ed. 1950, p. 366) y Cantar de Mio Cid, pp. 2769 y 27729-34; Meyer-Lübke, Gram., II, § 310.

97  Pauly-Wissowa, Real Encicl. der Klass. Altertumwiss.,  1893 ss.

98  Menéndez Pidal, Cantar de Mio Cid, p. 54014.

99  Menéndez Pidal, Orígenes del esp., p. 431 (ed. 1950, p. 410).

100  De que tratamos atrás, cap. II, § 5 (pp. 122-124).

101  A pesar de REW,  1585.

102  En Leite de Vasconcellos, Opúsculos, III, p. 301.

103  REW, 9292, no explica la -o de los romances varios.

104  El Diccionario de Cuveiro Piñol, 1874 (al que sigue Vallada­res, 1884) da para murcio el significado ’humedad o principio de corrupción que se observa en la carne por curar’.

105  La etimología fue ya indicada por M. de Montolíu en Bol. Dial. Cat,  1922, p. 19a.

106  Frente a Aiguaviva Tarragona, Gerona, Teruel (en el cata­lán local), Aguaviva Soria. Es contraposición análoga a Agua Morta Porto, Mortagua Viseo, Portoalegre, frente a Aguas Vivas Bragança, Santarem, en Portugal, y Aigues-Mortes Gard, Morteuves, Morteue, Morteau Eure-et-Loire, Charente, Doubs, Haute-Marne, frente a Aigues-Vives Gard, en Francia.

107  Véase Menéndez Pidal, «Murcia y Mortera», Filología, III, 1951, pp. 1-3.

108  Que, según el Diccionario geográfico de P. Madoz está en «un valle húmedo de poco suelo ... y una pradera ... húmeda y fría». Todo el subsuelo de la ciudad de Murcia es fangoso de modo que a 20 metros de profundidad el fango es más fluido que a los 10.

109  Jaberg/Jud, AIS, III, 432.

110  Libro de regla de Santillana, publicado por E. Jusué, 1912, p. 53. Sota, Príncipes de Asturias, 1681, p. 640, pone tres veces Mortaria y una Mortera siguiendo un original distinto.

111  Onomástico de Cortesão.

112  Documentos de 1100 (Oviedo, Becerro Gótico) citados por Menéndez Pidal, «Murcia y Mortera», Filología, III, 1951, p. 4.

113  Leite de Vasconcellos, Opúsculos, III, p. 339.

114  Ernout y Meillet, Dict. Étym. Latin.

115  REW, 2271.

116  La forma Cerecedilla, que da Quevedo en El Buscón, es eti­mología popular de cereza: Cereceda.

117  Meyer-Lübke, Butll. Dial. Cat., XI, 1923, p. 19.

118  Grandgent, Lat. Vulg, § 86.

119  Leite de Vasconcellos, Opúsculos, III, p. 287.

120  Véase Holder, Alt-Celt. Sprachschatz, «Comarius»; y Schulze, Lat. Eigennamen, p. 354.

121  Una tercera substitución, captare, se halla en rético. REW, 1661. Véase C. Beyer, Die Verba des ’Essens’, ’Schickens’, ’Kaufens’ und ’Findens’, Dissert., Leipzig, 1934.

122  REW, 6444 y 2547.

123  Donde levare (it.), lever (fr.), llevar (cat.) significan, como en latín, ’levantar’, significado que también tuvo levar en español me­dieval y luego perdió.

124  En catalán, al revés que en castellano, triunfó para llevar este significado levantar’ (quedando anticuado el de ’portar’).

125  Que conocen también el castellano y el rumano. REW 5000.

126  REW, 3265 y 1389. En español bullir, según el Diccionario histórico casi sólo presenta acepciones metafóricas.

127  AIS, V, 953.

128  REW, 5817.

129  Véase atrás, §    .

130  «Quid magis est durum saxo» (Ovidio).

131  Que sólo ofrece muy raros ejemplos en Ennio, Livio, Mela o Tertuliano (Meillet, Esquisse Hist. Lang. Lat., 1928, p. 256).

132  Bartoli, Breviario di Neolinguistica (Parte II), 1925, p. 78.

133  Glosas Emilianenses, Berceo, ms. P (aragonés) del Alexandre y ant. portugués (véase Menéndez Pidal, Orígenes del esp., pp. 333-334 (ed. 1950, p. 327).

134  Meyer-Lübke, Gram. II, § 65; ALF nº 1041 («plus que toi») y n.° 1282 («plus tard», plus átono).

135  y algún otro dialecto, véase AIS, V, 894.

136  REW, 8514.

137  REW, 9189.

138  REW, 5141.

139  REW, 5146; Bourciez, en Bull. Hisp., III, 1901, p. 162.

140  REW, 8955.

141  REW, 471. Y abundantes topónimos: Angusto, Congosta en Portugal y Angosto, Angostina, Congostinas, Congost, Congosto, Congosta en España, de que no hay equivalentes en Francia e Italia, prueban que el olvido de la voz angustus fue allí muy antiguo.

142  Conforme el conocimiento global del léxico románico va siendo más perfecto, con atención a las variedades regionales y a la documentación antigua.

CAPÍTULOS ANTERIORES:

PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES

CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.

1.- 1.  LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS

2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA

3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS

CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA

5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

7.- 4. FRATERNIDAD ÍBERO-LÍBICA

*   8.- 5. LOS LÍGURES O AMBRONES

*   9.- 6. LOS ILIRIOS

*   10.- 7. LOS CELTAS

*   11.- 8. «NOS CELTIS GENITOS ET EX IBERIS» (MARCIAL)

12.- 9. PERSISTENCIA DE LAS LENGUAS IN­DÍGENAS EN LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA

B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE

CAPÍTULO III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL

13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS

14.- 2. SUFIJOS PRERROMANOS EN EL ESPAÑOL

15.- 3. LAS LENGUAS DE SUBSTRATO EN LA FONÉTICA ESPAÑOLA

16.- 4. RESUMEN DE LOS INFLUJOS DEL SUBSTRATO

PARTE SEGUNDA: LA HISPANIA  LATINA
A. LA COLONIZACIÓN ROMANA Y LA ROMANIZACIÓN

CAPÍTULO I. HISPANIA PROVINCIA ROMANA

* 17.- 1. CARTAGO Y ROMA. LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA Y SU EXPANSIÓN DESDE EL ESTE AL OESTE

18.- 2. LA ROMANIZACIÓN

19.- 3. ESPAÑA Y LA PROVINCIALIZACIÓN DEL IMPERIO

20.- 4. PREDOMINIO DEL ORIENTE. EL CRISTIANISMO

CAPÍTULO II. EL NUEVO LATÍN

21.- 1. ¿LATÍN VULGAR?

22.- 2. EL LATÍN NUEVO

23.- 3. INFLUJO DEL CRISTIANISMO

24.- 4. NEOLOGISMOS DEL VOCABULARIO DOCTO

25.- 5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLEC­TIVA

26.- 6. ACEPCIONES NUEVAS

27.- 7. FRASEOLOGÍA

28.- 8. MÓVILES DEL NEOLOGISMO GRAMA­TICAL

29.- 9. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SINTAXIS DEL NOMBRE

30.- 10. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SIN­TAXIS DEL VERBO

31.- 11. PREPOSICIONES Y ADVERBIOS

32.- 12. COLOCACIÓN DE LAS PALABRAS

*   33.- 13. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA VOCÁLICO

34.- 14. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA CONSO­NÁNTICO

*   35.- 15. OTRAS SIMPLIFICACIONES FONÉTICAS

*   36.- 16. LARGA LUCHA ENTRE INNOVACIÓN Y PURISMO

*   37.- 17. LAS INSCRIPCIONES

B. EL LATÍN DE HISPANIA

CAPÍTULO III. ESPAÑA EN LA ROMANIA

*   38.- 1. LA ROMANIA

*   39.- 2. CAUSAS DEL DIALECTALISMO RO­MÁNICO

*   40.- 3. ROMANIA OCCIDENTAL, ROMANIA MERIDIONAL

*   41.- 4. TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA

*   42.- 5. ESPAÑA Y LA ITALIA MERIDIONAL

Diseño gráfico:
 
La Garduña Ilustrada

Imagen: letra D, siglo XVI

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