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Obras de Diego Catalán

115.- 1. RESURGIMIENTO DE TOLEDO. LA HERENCIA CULTURAL ÁRABE

115.- 1. RESURGIMIENTO DE TOLEDO. LA HERENCIA CULTURAL ÁRABE

 

1. RESURGIMIENTO DE TOLEDO. LA HERENCIA CULTURAL ÁRABE. X. ESPLENDOR DE LA LITERATURA DIALECTAL (1140-1180)

      En el siglo XII el imperio leonés llega a la cumbre de su grandeza y eficiencia. Alfonso VII recibe la corona impe­rial en la catedral de León, el año 1135; tiene por vasallos al rey de Navarra, al conde de Barcelona, rey consorte de Aragón, al conde de Tolosa y a muchos señores del Sur de Francia. Toledo viene a ser la corte imperial de este gran rey.

      Toledo, la sabia y fastuosa corte de al-Ma’mūn en el siglo XI, es aún a los cincuenta años de reconquistada más mozárabe que castellana. Precisamente su mozarabismo, que la hace heredera de la cultura árabe y judía, le sirve para hacerse un centro cultural de mayor importancia en toda la Cristiandad.

      Se distinguía Toledo por sus grandes bibliotecas de libros árabes. Sus antiguos reyes moros tenían tal pasión por los li­bros que hasta se les acusa de haber despojado violentamente a un bibliófilo famoso al-Arauxí; a Toledo habían ido a pa­rar restos preciosos de la biblioteca del califa cordobés al-Hakam II; se sabe también de otro opulento bibliófilo tole­dano Ibn al-Hanasí que traía de Oriente gran número de libros 1. He aquí por qué Toledo, depositario de los tesoros de la ciencia árabe, pudo comunicarla a los cristianos conquis­tadores. Toledo se distinguía además por ser la ciudad don­de entonces convivían tres densos grupos de población, cris­tianos, moros y judíos, y sabido es que los judíos eran muy necesarios mediadores entre los otros dos grupos siempre más distanciados entre sí, y cómo todo judío docto era culti­vador de las letras árabes.

     Comenzó en Toledo una escuela de estudios latino-árabes con mediación hebrea. Comenzó apoyada por el arzobispo Raimundo (1126-1152), pues aunque él no cultivó los estu­dios árabes, los apoyó por la fuerza natural de las circunstan­cias, como los apoyaron los obispos sucesores, de modo que Toledo ocupó, durante mucho más de un siglo, puesto preeminente entre las catedrales europeas en esta época en que las escuelas episcopales desplegaban principal actividad.

      Es común modernamente el negar que existiese esta deno­minada «Escuela de Traductores de Toledo». Pero la negación se basa en un equívoco. Si por escuela se entiende un conjun­to orgánico de maestros, escolares, aulas y bedeles, no exis­tió escuela de traductores, ni nadie pensó que pudiera exis­tir, pero sí hubo escuela toledana en el sentido de un conjunto de estudiosos que se continúan en un mismo lugar, en unas mismas bibliotecas, con unos mismos procedimien­tos, trabajando en un mismo campo, el de la ciencia árabe.

      Ahora bien, ¿qué traían de nuevo los textos árabes acumu­lados en Toledo que no podía encontrarse en los textos lati­nos? Traían en primer lugar el conocimiento de los autores griegos. Siempre la ciencia de Roma dependió de la de Grecia; pero cuando sobre las ruinas del imperio romano de Oc­cidente surgen los reinos germánicos, sobreviene la gran de­cadencia, caracterizada por un completo aislamiento intelec­tual respecto al imperio del Oriente bizantino. Todo el saber del Occidente se redujo a compendios enciclopédicos que van apareciendo con distinto carácter; primero en el siglo V, en el África Romana, que iba a ser ocupada por los vándalos, escribe Marciano Capella; después, en el siglo VI, en la Ita­lia de los Ostrogodos, Boecio; más tarde, siglo VII, en la Es­paña de los Visigodos, san Isidoro; luego, comienzos del si­glo VIII, en la Britania de los Anglo-Sajones, Beda el Venerable. Éstos eran los únicos maestros y guías en los si­guientes siglos de la Edad Media, cuya producción intelectual ofrece caracteres de gran limitación y deficiencia, dado que venía rota durante muchos siglos toda conexión con los ade­lantos intelectuales logrados en el campo del helenismo. Cuando en los libros árabes de Toledo los cristianos pudie­ron enterarse de las obras de Ptolomeo, de Aristóteles, de Euclides y demás, vieron ensancharse desmesuradamente su campo de conocimiento. Pero además recibían las obras de estos autores griegos comentadas, explanadas y enriquecidas por los autores árabes, fruto del gran florecimiento de la cul­tura musulmana sobre todo en el período abbasí, y fruto del contacto del orbe islámico con el orbe indostánico, en el cual las ciencias y las letras alcanzaban desarrollos muy descono­cidos en las tierras del antiguo imperio romano. En Toledo, pues, en su riqueza de libros árabes, en la convivencia de hombres sabios en la lengua árabe y en la hebrea, descubrían los cristianos todo un nuevo mundo intelectual, que cambia­ba por completo los rumbos de la ciencia latina.

      El fundador y primer impulsor de esta escuela toledana fue el canónigo de la catedral de Toledo, titulado arcediano de Toledo o arcediano de Cuéllar en la iglesia de Segovia, Do­mingo Gonzalbo, llamado simplemente Gundisalvo 2, cuya producción podemos colocar entre 1130 y 1170 (debió de morir hacia 1180)3. Gracias a él se expresaron por primera vez en latín y se difundieron por el Occidente lo mismo el aristotelismo neoplatónico del turco al-Farabi y del persa Ibn Sina (Avicena en latín) que el sufismo o misticismo del otro persa al-Gazzali (Algazel), despreciador de los filósofos, hu­millador de la razón humana. También tradujo Gundisalvo ciencia especial arábigo-hispana, la obra del judío de Mala­ga Ibn Gebirol (en latín Avencebrol, Avicebron), 1020-1060, conocida sólo por la traducción de Gundisalvo (el original árabe se ha perdido) titulada «Fuente de la Vida», Fons Vitae, obra que rehace el emanantismo de Plotino, muy famosa y co­mentada en las cátedras escolásticas. Además de ser traduc­tor de estas obras, Gundisalvo tiene pensamiento propio, de­sarrollado en estudios originales (De processiones mundi, De anima, De divisiones philosophiae...) que influyen en los grandes autores del siglo siguiente, Alberto Magno y San Buenaven­tura, entre ellos. Así, con esta larga y fecunda actividad, Gun­disalvo inaugura la nueva edad del pensamiento medieval re­novándolo al contacto de la ciencia árabe.

      En este primer período hispánico de la escuela de Toledo, con Gundisalvo colabora en la traducción de Fons Vitae, y en otras, el judío Juan Ibn Dawud o Avendehut; ambos juntos dedican al arzobispo Raimundo la traducción del tratado De anima de Avicena 4, y su traducción es muestra del sistema generalmente seguido en la Edad Media por los traductores del árabe: el judío arabizado vertía oralmente en su lengua vulgar española el texto árabe y Gundisalvo transcribía en latín lo que oía en romance español.

      Este Johannes Hispanus o Hispanensis se ha confundido con otro Juan de Sevilla, Johannes Hispalensis 5, de quien se conocen traducciones latinas de obras árabes astronómicas y astrológicas, traductor también del Liber Algoarismi, la aritmé­tica que, por encargo del califa de Bagdad al-Ma’mūn (813-833), escribió el gran matemático y astrónomo persa al-Juwarizmi, para divulgar entre los árabes los números indios y el sistema de numeración decimal usado en la India 6, au­tor que dio su nombre a los mismos números, en español antiguo alguarismo, moderno guarismo, portugués algarismo, nombre también del cálculo matemático, en latín medieval del siglo XIII algorismos, algoritmus 7, italiano algoritmo. ¿Fue España en esto intermediaria? Es lo más probable.

      Que el sistema de numeración indio, sustituyendo el em­barazoso sistema de numeración greco-romano, irradió a Europa desde España, se ve en el nombre del signo cero. Este signo desconocido de griegos y romanos, gran invento de la India, fue llamado en árabe çifr, ’nulo, nada’, traduciendo el nombre indio sunya, ’vacío’, y este çifr se latinizó de dos mo­dos: una latinización fue cifra, cifrum, que significó primero nihilum ’nada’, y en el siglo XVII significó cualquier número en general; sólo el portugués, tan arcaizante, conserva aún para cifra el sentido de ’cero’. La otra latinización de çifr es zefiro, zepiro, zevero, y ya en un manuscrito de 1491, zero 8. La pérdida de la f no se explica sino en el país de nuestra escuela de traductores, quienes salpicaban su latín de modismos his­panos, según nos dirá más adelante una experiencia de Rogerio Bacon.

      En este primer período de actividad traductora de la cien­cia árabe se cree que acudió a Toledo el filósofo inglés Abe­lardo de Bath (entre 1126-1129?)9. Años después, Pedro el Venerable, abad de Cluny, en 1142, encargó traducir el Co­rán al judío Maestre Pedro de Toledo, al eslavo Hernán de Carintia «el Dálmata» y al inglés Roberto de Chester. Para conocer las obras astronómicas de Ptolomeo 10 concurrió en Toledo Gerardo de Cremona (1114-1187) 11; y Daniel de Morley, hallando en París ignorancia presuntuosa, se encami­nó a Toledo para oír allí a los más famosos científicos del mundo y allí conoció a Gerardo de Cremona 12.

      La curiosidad intelectual por el mundo árabe no se limi­taba entonces al contenido de los libros, también la vemos derivar hacia su factura material: Pedro el Venerable describe libros de judíos españoles escritos en una sustancia hecha con raeduras de trapo, ex rasuris pannorum, a diferencia de los entonces comunes escritos sobre pieles (pergamino) o los más antiguos sobre fibras de plantas palúdicas orientales (papi­ro) 13. Los cristianos en España hacía mucho que también participaban del gran invento de la China, recibido por Bag­dad desde fines del siglo VIII: el primer libro en papel con­servado en Occidente es un misal español del siglo XI, que el catálogo hecho en el siglo XIII, en el monasterio de Silos, donde ese libro fue a parar, describe notando la singularidad de sus folios: «misal toledano en pergamino de trapo» 14. Como más delante veremos 15, desde España se generalizaría el nombre que triunfó en Europa para designar al nuevo ma­terial escriptible, en que el vocablo greco-latino papyrus adquiere una pronunciación apocopada (paper, papel, papier).

      Los libros salidos de los escritorios arzobispales toledanos podían así asombrar con sus novedades a la Europa latina: nutridos de ciencia árabe, escritos en papel y numerados sus folios en guarismos y cifras que implicaban un sistema de cálculo mucho mejor que el usual.

      Por entonces el gran filósofo inglés Juan de Salisbury, en su Metalogicus (1159), reconoce la singularidad de los cono­cimientos que España representaba en la Europa del s. XII; lamentándose del abandono en que veía estar las matemáti­cas, la geometría y la lógica, hacía una excepción:

    [...] salvo en tierra de España y en el confín de África, donde por causa de la astronomía se prac­tica sobre todo la geometría, lo mismo que en Egipto 16.

      Mientras la escuela episcopal toledana, en su primera fase, traducía a los científicos musulmanes orientales, se operaba un gran florecimiento en la producción propia de la España islámica. La filosofía árabe, agotada en Oriente con el misticismo de Algazel (al-Gazzali), levanta su última llamarada en el Ándalus, con la actividad de media doce­na de hombres eminentes durante los dos últimos tercios del siglo XII. Estos autores piensan en decidido contraste con Algazel cuya obra acababa de traducir Gundisalvo, pues lejos de despreciar la razón, se afirman en un fuerte racio­nalismo aristotélico; sus obras filosóficas, astronómicas, matemáticas y médicas se mantuvieron útiles en las escue­las durante varios siglos.

      Recordemos enumerativamente los hombres de ese selec­to grupo: Ibn Baŷah, latinizado su nombre Avenpace (naci­do en Zaragoza hacia 1090), Ibn Zur, en latín Avenzoar (na­cido y muerto en Sevilla, hacia 1092-1162); Ibn Tufail (nacido en Guadix hacia 1105); Ibn Rušd, en latín Averroes (nacido en Córdoba, 1126); al-Betruyi, latinizado Alpetragius (nombre que recibió por haber nacido en los Pedroches); el judío Moseh ben Maymon, en latín Maimonides (nacido en Córdoba en 1135). La obra de estos autores no se di­fundió a través del Oriente musulmán, sino gracias a las traducciones latinas, que la Europa abierta a la ciencia ará­bigo-española iría realizando.

      A finales del siglo XII y en el siglo XIII durante el segun­do período de la escuela toledana son los científicos euro­peos venidos a Toledo quienes destacan en la labor traduc­tora. Pero el sello del origen toledano de sus obras se percibe a las veces en que en sus traducciones latinas se mezcla algún hispanismo debido al método de traducción con colaboradores locales, al que arriba he hecho alusión, como ocurre con el nombre de la planta belenum (usa­do en el tratado pseudo-aristotélico Liber vegetalium de Alfredo de Sareshel) que Rogerio Bacon creía voz árabe, hasta que unos estudiantes españoles le explicaron al maestro que no era sino la palabra española beleño 17.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

1 Ribera, Disertaciones y opúsculos, I, p. 212.

2 O mal leídos los trazos de la última sílaba: Gundisalino, en manuscritos de sus obras y en V. de Beauvais.

3  M. Alonso en «Notas sobre Domingo Gundisalvo y Juan Hispano», en Al-Andalus, VIII, 1943, p. 155 y sig.; en las pp. 159-160 explica el título de arcediano.

4  En el citado artículo de Al-Andalus, VIII, pp. 165-166 y 169.

5  Véase el citado artículo de Al-Andalus, VIII, pp. 162-168. Para la oscura confusión de Juan Hispano y Juan Hispalense, Ch. Homer Haskins, Studies in the History of Mediaeval Science, Cambridge, 1927 p. 18 y el índice alfabético.

6  Libro que se dice también traducido en Toledo por A. de Bath y por otros.

7  En Du Cange, y en Haskins, Studies..., p. 291.

8  Enciclopedia Italiana, XXXV, p. 929a.

9  J. M. Millas, Las traducciones orientales en los manuscritos de la Catedral de Toledo, 1942, pp. 9, 31 y 247-250. Se cree que Abelardo estuvo en España, entre 1126-1129?, porque tradujo una edición española de al-Juwarizmi, las tablas astronómicas de este autor refundidas por un madrileño, Maslamah al-Maŷriti, muerto en 1007-1008 (C. H. Haskins, Studies in the Hist, of Med. Science, 1927, pp. 32 y 34). Con Abelardo hay que poner en relación la estan­cia en la Inglaterra de Enrique I del judío aragonés Pedro Alfonso, famoso traductor de las Disciplina clericalis, que cultivó allí la astronomía hacia 1115 (Haskins, Studies..., 1926, pp. 115-119).

10  La de este autor que los griegos habían designado abreviadamente con el adjetivo μεγιστη ’la mayor’ y que los ára­bes, al traducirla (a comienzos del siglo IX), habían seguido lla­mándola «al-magisti», Gerardo la tradujo conservando en su latín este nombre Almegesti.

11  Gerardo, en su larga estancia entre los eruditos de Toledo, tradujo, con ayuda de un intérprete español, más de setenta tra­tados de astronomía-astrología, aritmética, medicina y demás (Haskins, Studies...,  1927, pp. 14 y sig., 104-108, 162).

12  Haskins, Studies..., pp.  126-127.

13  A. Blume, «Les premières fabriques de papier en Occident», en Comptes rendus de l’Académie des Inscriptions, 4 mars, 1932, p. 108.

14  M. Ferotin, Histoire de l’Abbaye de Silos, 1897, p. 275; en la p. 277, otro Vocabularium Goticum del siglo XI-XII, mezcla de per­gamino y de papel, como el misal.

15  Véase adelante, cap. IV, § 1 (pp. 544-545).

16  En Migne, Patrología, tomo CXCIX, p. 919.

17 Véase la curiosa nota de A. Thomas, «Roger Bacon et les étudiants espagnoles», en el Bulletin Hispanique, VI, pp. 20-21.

CAPÍTULOS ANTERIORES:

PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES

CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.

1.- 1.  LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS

2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA

3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS

CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS

4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA

5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA

6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA

7.- 4. FRATERNIDAD ÍBERO-LÍBICA

*   8.- 5. LOS LÍGURES O AMBRONES

*   9.- 6. LOS ILIRIOS

*   10.- 7. LOS CELTAS

*   11.- 8. «NOS CELTIS GENITOS ET EX IBERIS» (MARCIAL)

12.- 9. PERSISTENCIA DE LAS LENGUAS IN­DÍGENAS EN LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA

B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE

CAPÍTULO III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL

13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERRO­MANAS

14.- 2. SUFIJOS PRERROMANOS EN EL ESPAÑOL

15.- 3. LAS LENGUAS DE SUBSTRATO EN LA FONÉTICA ESPAÑOLA

16.- 4. RESUMEN DE LOS INFLUJOS DEL SUBSTRATO

PARTE SEGUNDA: LA HISPANIA  LATINA
A. LA COLONIZACIÓN ROMANA Y LA ROMANIZACIÓN

CAPÍTULO I. HISPANIA PROVINCIA ROMANA

* 17.- 1. CARTAGO Y ROMA. LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA Y SU EXPANSIÓN DESDE EL ESTE AL OESTE

18.- 2. LA ROMANIZACIÓN

19.- 3. ESPAÑA Y LA PROVINCIALIZACIÓN DEL IMPERIO

20.- 4. PREDOMINIO DEL ORIENTE. EL CRISTIANISMO

CAPÍTULO II. EL NUEVO LATÍN

21.- 1. ¿LATÍN VULGAR?

22.- 2. EL LATÍN NUEVO

23.- 3. INFLUJO DEL CRISTIANISMO

24.- 4. NEOLOGISMOS DEL VOCABULARIO DOCTO

25.- 5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLEC­TIVA

26.- 6. ACEPCIONES NUEVAS

27.- 7. FRASEOLOGÍA

28.- 8. MÓVILES DEL NEOLOGISMO GRAMA­TICAL

29.- 9. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SINTAXIS DEL NOMBRE

30.- 10. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SIN­TAXIS DEL VERBO

31.- 11. PREPOSICIONES Y ADVERBIOS

32.- 12. COLOCACIÓN DE LAS PALABRAS

*   33.- 13. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA VOCÁLICO

34.- 14. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA CONSO­NÁNTICO

*   35.- 15. OTRAS SIMPLIFICACIONES FONÉTICAS

*   36.- 16. LARGA LUCHA ENTRE INNOVACIÓN Y PURISMO

*   37.- 17. LAS INSCRIPCIONES

B. EL LATÍN DE HISPANIA

CAPÍTULO III. ESPAÑA EN LA ROMANIA

*   38.- 1. LA ROMANIA

*   39.- 2. CAUSAS DEL DIALECTALISMO RO­MÁNICO

*   40.- 3. ROMANIA OCCIDENTAL, ROMANIA MERIDIONAL

*   41.- 4. TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA

*   42.- 5. ESPAÑA Y LA ITALIA MERIDIONAL

*   43.- 6. ARCAÍSMO PURISTA DEL LATÍN DE ESPAÑA

*   44.- 7. RELACIONES ENTRE EL LATÍN HISPA­NO Y EL DE LA ROMANIA MERIDIONAL: VOCABULARIO Y FORMACIÓN DE PALABRAS

45.- 8. FONÉTICA DIALECTAL EN EL LATÍN DEL SUR DE ITALIA Y DE LA HISPANIA CITERIOR

*   46.- 9. UNIDAD Y DIVERSIDAD EN EL LA­TÍN DE HISPANIA

*   47.- 10. TOPONIMIA CRISTIANA

PARTE TERCERA: HACIA LA NACIONALIZACIÓN LINGÜÍSTICA DE HISPANIA
A. DESMEMBRACIÓN DE LA ROMANIA. ÉPOCAS VISIGÓTICA Y ARÁBIGA

CAPÍTULO I. EL REINO TOLOSANO Y EL TOLEDANO

*   48.- 1. DISOLUCIÓN Y RUINA DEL IMPERIO DE OCCIDENTE. CRISIS DE ROMANIDAD

*   49.- 2. NACIONALIZACIÓN DEL REINO VISI­GODO

*   50.- 3. REINO VISIGODO TOLEDANO

*   51.- 4. ONOMÁSTICA GERMÁNICA

*   52.- 5. CAUSAS DE LA FRAGMENTACIÓN ROMÁNICA

*   53.- 6. LA LENGUA COMÚN QUE NO SE ESCRIBE

*   54.- 7. CENTROS DIRECTIVOS DE LA HISPANIA VISIGÓTICA

*   55.- 8. LENGUA CORTESANA VISIGODA

*   56.- 9. EL MAPA LINGÜÍSTICO DEL REINO GODO

*   57.- 10. ORÓSPEDA, CANTABRIA Y VASCONIA

*   58.- 11. NACIONALIZACIÓN LITERARIA. SAN ISIDORO

*   59.- 12. LA ESCUELA ISIDORIANA

CAPÍTULO II.  AL-ANDALUS. EL ÁRABE Y LA ALJAMÍA

*   60.- 1. LA ARABIZACIÓN DE HISPANIA

*   61.- 2. LOS MOZÁRABES EN SU ÉPOCA HE­ROICA

*   62.- 3. MUSULMANES DE HABLA ROMANCE

*   63.- 4. LA ALJAMÍA O LENGUA ROMANCE HABLADA EN AL-ANDALUS

*   64.- 5. TOPONIMIA ÁRABE

*   65.- 6. TOPONIMIA MOZÁRABE

*   66.- 7. TOPONIMIA LATINA EN BOCA ÁRABE

CAPÍTULO III. LOS PUEBLOS INDOCTOS DEL NORTE

*   67.- 1. UNA NUEVA BASE PARA LA NUE­VA ROMANIDAD HISPANA

*   68.- 2. GRANDES TRASIEGOS DE POBLACIÓN

*   69.- 3. TOLEDANISMO OVETENSE. EL DIALEC­TO ASTURIANO Y LEONÉS

*   70.- 4. ONOMÁSTICA NUEVA

*   71.- 5. EL PATRONÍMICO EN -Z

CAPÍTULO IV. EL IMPERIO LEONÉS Y SU FRONTERA VÁRDULO-VASCONA

*   72.- 1. ORÍGENES DEL REINO DE NAVARRA Y DEL «IMPERIO» LEONÉS

*   73.- 2. FORMACIÓN DEL GRAN CONDADO DE CASTILLA

*   74.- 3. LA RIOJA

*   75.- 4. REPOBLACIÓN AL SUR DEL DUERO

*   76.- 5. PREPONDERANTE INFLUJO ÁRABE Y MOZÁRABE

B. PRIMEROS BALBUCEOS DEL IDIOMA960-1065—
GLOSAS Y CANTARES ÉPICOS

CAPITULO V.  LA LENGUA ESCRITA

*   77.- 1. LATÍN DOCTO Y LATÍN ARROMANZADO

*   78.- 2. LAS GLOSAS EMILIANENSES

*   79.- 3. LAS GLOSAS SILENSES

*   80.- 4. DIFICULTAD DE LA ESCRITURA

*   81.- 5. LOS DIPTONGOS

*   82.- 6. LA Ñ Y LA LL

*   83.- 7. REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE OTROS SONIDOS ROMÁNICOS

*   84.- 8. GRAFÍAS PARA SONIDOS ESPECIAL­MENTE CASTELLANOS

*   85.- 9. RESUMEN ORTOGRÁFICO

CAPÍTULO VI.  EL HABLA ROMANCE

*   86.- 1. FALTA DE FIJACIÓN DEL SISTEMA VOCÁLICO

*   87.- 2. SONORIZACIÓN DE LA CONSONANTE SORDA

*   88.- 3. VACILACIÓN EN LA PÉRDIDA DE LA VOCAL INTERTÓNICA

*   89.- 4. FECHA RELATIVA DE LA SONORIZA­CIÓN Y DE LA SÍNCOPA VOCÁLICA

*   90.- 5. UNA ÉPOCA DE MÚLTIPLES SINCRE­TISMOS

*   91.- 6. CONTIENDA ENTRE LLANOS Y CULTOS

*   92.- 7. ARCAIZANTES Y NEOLOGISTAS

*   93.- 8. AFECTACIÓN ULTRACORRECTA

CAPITULO VII. EL CASTELLANO ENTRE LOS DEMÁS DIALECTOS ROMANCES HISPÁNICOS

*   94.- 1. CARÁCTER DIFERENCIAL DE CASTILLA

*   95.- 2. RASGOS PRIMITIVOS DEL CASTELLANO FRENTE AL LEONÉS, AL ARAGONÉS Y A LA ALJAMÍA

*   96.- 3. CASTILLA SE ADELANTA A LOS OTROS DIALECTOS AFINES

*   97.- 4. EL CASTELLANO CON EL LEONÉS Y EL GALLEGO-PORTUGUÉS

98.- 5. EL CASTELLANO CON EL ARAGONÉS Y EL CATALÁN

CAPÍTULO VIII. LA LITERATURA DEL MILENIO

*   99.- 1. CLÉRIGOS Y JUGLARES

*   100.- 2. CANCIONES ANDALUSÍES. EL LEN­GUAJE DE ESTOS CANTARCILLOS ROMÁNICOS

*   101.- 3. ESTADO LATENTE DE UNA POESÍA ÉPICA

*   102.- 4. ¿HUBO UNA ÉPICA MOZÁRABE?

*   103.- 5. CANTARES DE GESTA BREVES EN CASTILLA

*   104.- 6. EL ASONANTE EN LA POESÍA JUGLA­RESCA

C. LA LENGUA Y LA LITERATURA CASTELLANA
SE ABREN PASO EN UNA ESPAÑA NUEVA

CAPITULO IX. EL INFLUJO FRANCO Y LA EMANCIPACIÓN DEL ROMANCE

*   105.- 1. LA DINASTÍA NAVARRA. CASTILLA HECHA REINO

*   106.- 2. ALFONSO VI; RUPTURA CON LA TRA­DICIÓN MOZÁRABE

*   107.- 3. RECONQUISTA DE TOLEDO. DECA­DENCIA MOZÁRABE

*   108.- 4. LA EXTREMADURA AL SUR DEL DUERO. DESAPARICIÓN DE LOS DIALECTOS ROMANCES PRIMITIVOS

*   109.- 5. EL CID Y LOS ALMORÁVIDES

*   110.- 6. LA CUÑA CASTELLANA

*   111.- 7. ARROLLADOR AVANCE DE LA APÓCOPE

*   112.- 8. FIJACIÓN DEL RITMO ACENTUAL DE LA PALABRA

*   113.- 9. EL CATALÁN

*   114.- 10. EL PORTUGUÉS

CAPITULO X. ESPLENDOR DE LA LITERATURA DIALECTAL (1140-1180)

Diseño gráfico:
 
La Garduña Ilustrada

Imagen: letra minúscula i, siglo XII. British Museum

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