104.- 6. EL ASONANTE EN LA POESÍA JUGLARESCA
6. EL ASONANTE EN LA POESÍA JUGLARESCA. VIII. LA LITERATURA DEL MILENIO
Si la grafía con que los escasos elementos románicos aparecen en los textos latinos de esta época nos ha revelado la existencia de una más antigua tradición escrituraria del romance, si con esos signos hubieron de escribir los juglares de los siglos X y XI esos primitivos cantares de gesta, no se nos conserva ni un solo verso de ellos, pero sin embargo el examen de los cantares que dentro de esa misma tradición juglaresca se producían en los siglos XII y siguientes nos lleva a afirmar que su sistema de asonancias proviene de una poesía ya existente en el siglo XI, y con toda probabilidad anterior a 1050.
Fue práctica multisecular de la poesía juglaresca y popular española la llamada -e paragógica. En el siglo XII el poema de Mio Cid, en vez del infinitivo «laudar», usa laudare, como buen asonante de «cárcel, madre», etc. y usa Trinidade rimando con «tengades, plazme», etc.; en el siglo XIII el poema de Roncesvalles emplea con regularidad sus asonantes por ese estilo alçare, pilare, verdade, edade, leale, naturale, etc.; en el siglo XIV el poema de Los Infantes de Lara usa como asonantes los infinitivos bofordare, tomare, poblare, etc., los sustantivos vagare, heredare, pare, señore, emperadore; lo mismo muchos romances hasta en el siglo XVI. Desde Nebrija hasta hoy se calificó esa e como «paragógica», considerándola como una licencia poética. ¡Extraña paragoge! que, con razón, Fernando Wolf y Andrés Bello, teniéndola por una licencia poética y desconociendo otros textos épicos, atribuían a la barbarie de vulgares impresores. Una licencia es permitida para salvar una dificultad excepcional en la métrica; pero esa -e no se halla en una que otra palabra aguda que se quiere igualar a una casi totalidad de palabras graves, sino que, por ejemplo, en el Mio Cid, 1.330 palabras agudas en -ó, señor, razón, sol, etc., tienen que recibir la -e para igualarse con sólo 120 palabras graves en -ó.e, albores, torre, nombre, etc., es decir, que un 8 % de voces impondrían su terminación a un 92 %; y lo mismo las voces acabadas en -á.e, carne, heredades, aparte, son sólo 137 y ésas impondrían su -e a 747 agudas rogar, mal, heredad, etc. Esto, concebido como una licencia poética, sería monstruosidad inaudita, superior aun a la barbarie de los famélicos impresores que imaginaba Wolf. Pero no se trata de un arbitrario y absurdo uso, inconcebible en la poesía seria. Un uso poético de excepción responde por lo general a algún uso lingüístico arcaico: si nuestros poetas del siglo XVIII a veces ponían -e en el adjetivo felice en vez de feliz, no era añadiéndola extravagantemente, sino repitiendo la forma culta latinizante, usada antes en prosa.
La -e llamada paragógica de la poesía tradicional no tiene explicación posible en la lengua moderna, pero la tiene evidentemente en la lengua de los siglos X y XI, en los cuales sabemos que la -e final latina era mirada como más culta que su pérdida 34. No se trata pues de una -e paragógica, sino de una -e etimológica. El alaudare y trinidade que se hallan en el manuscrito del Mio Cid, el señore, emperadore, alçare, male, etc. de Los Infantes de Lara y Roncesvalles son formas idénticas a las corrientes en tiempo de las Glosas y en el siglo siguiente, en que lo común y correcto era decir salbatore, juntacione, integridade, karrale, leonese, vece; entonces, en consecuencia, toda la enorme mayoría de palabras agudas a las que el tardío manuscrito del poema de Mio Cid no pone -e en el siglo XIV se hacen llanas con sólo restituirlas a su forma correcta de los siglos X y XI, señore, sole, varone, rogare, male, heredade. Debemos, pues, reconocer que el uso poético tradicional, documentado desde el siglo XII al XVII, tuvo que nacer un siglo antes, por lo menos. En efecto, durante el siglo X y primera mitad del XI la -e final es pronunciación prestigiosa, casi única en los documentos que hemos estudiado; por el contrario, en la segunda mitad del siglo XI, como más adelante diremos 35, comienza a abundar la apócope de -e no sólo tras consonantes dentales y alveolares simples (d, n, l, r, s, ć), sino tras consonante que más tarde no toleró la pérdida de -e (allend, mont, remax), de modo que la -e final latina, aunque todavía se usaba algo tras r, l, n, d, lejos de estar prestigiada como en el siglo X, caía en gran descrédito; en el siglo XII la -e de señore, sole, rogare, etc. era desusada, y no sólo eso, sino que el triunfo neologista de la apócope fue tan completo que llegó a exceder a lo que buenamente había de consentir después la índole del idioma, pues ponía en gran boga la apócope «excesiva» tras consonantes no dentales simples y llevaba hasta la pérdida de la o; en la segunda mitad del siglo XI, en el XII y en el XIII el prestigio de la moda hacía decir cum ’como’, mont, muert, aquest, romanz, noch, of ’hube’, quiçab ’quién sabe’, ’quizá’; es decir, dominaba entonces una tendencia (aunque transitoria, plurisecular) diametralmente opuesta a la del siglo X, no ya poco propicia para que los rimadores pudiesen apegarse a las formas con -e y acreditarlas como uso elegante poético, sino enteramente adversa a la implantación de tal uso. El prestigio, crédito y privanza de las rimas con esa -e tenía que venir tradicionalmente de la primera mitad del siglo XI o de los siglos anteriores cuando la -e latina era obligatoria en el habla prosística correcta y noble.
Una sorprendente comprobación de esta fecha que asignamos a la -e asonántica la hallamos en las pocas rimas que no se explican por la etimología latina. Lo que más desacreditaba la -e asonántica a los ojos de los críticos como Bello, Dozy y Wolf era el hallarla en voces que no la tenían en latín: sone, estane de sunt, stant eran para Bello «palabras que nunca se usaron ni pudieron usarse en castellano». Bello se equivocaba; esas formas que parecen bárbaras licencias poéticas se usaban en el más prosaico idioma de los siglos primitivos. Si el tardío manuscrito del poema de Mio Cid escribe están y tenemos que leer estane porque es asonante de «madre», «parten», «Fáñez», nos encontramos con que el poeta no hace sino usar la misma ultracorrección que vimos repetir hasta tres veces a un arcaizante notario asturiano de 1114: «pumares qui ibi estane plantados» 36. El manuscrito del cantar de Roncesvalles usa en rima conseyarade por ’consejará’ y dirade por ’dirá’, rimándolos con «sangre», «edade», «Galafre», «tale», «grande», etc., y en ello no hace sino usar la misma ultracorrección del tiempo en que se conservaba sonorizada la -t final de las terceras personas del verbo, cuando un documento de la Rioja en 1044 escribía matode por «matod» ’mató’ 37. El gusto por la -e ultracorrecta usaba procedimientos varios según las varias formas agudas de que partía; así, los que ya no pronunciaban la -t o -d verbal no decían matode, sino matove, con la misma v antihiática que se halla en un documento de León del año 1061, donde se escribe que unas viñas están «alende parte de illo rioue de Quronio inna costa qui dicitur de Barrelius» ’el río de Curueño’38; en la gesta de los Infantes de Lara se usa tomove por ’tomó’, asonante de «señore», «mejores», etc. y despoblarave por ’despoblará’, asonante de «poblare», «heredade», «Gonzálbez», «finase»; en el Mio Cid hay que leer entrove ’entró’ en lugar del entrava que contra la asonancia escribe el manuscrito 39. Otro procedimiento de -e ultracorrecta era la adición de la vocal final sin consonante ninguna antihiática, como hace el Roncesvalles en el adverbio alláe; no tengo ejemplos de época primitiva y quizá sea procedimiento tardío, pues fue el más usado en el siglo XVI.
Todas estas ultracorrecciones ya no tenían razón de ser en la época del poema de Mio Cid, cuando el uso lingüístico era totalmente adverso, pues dominaba con todo vigor la apócope; no podía entonces resucitarse o inventarse un alaudare, un estane, un dirade, cuando la -e final latina no estaba en el gran uso que había tenido y no podía sugerir las ultracorrecciones consiguientes.
Resumamos nuestros datos sobre este punto: el ejemplo más tardío de ultracorrección que pude recoger de Castilla es un alfoce de 1032, última prueba de que la -e final era prestigiosa; y el primer ejemplo que tengo de apócope «excesiva» en Castilla es un adelant de 1057, primera prueba de que la conservación de la -e empieza a estar en pugna con una corriente opuesta 40. Si diésemos a esta pobre colección de datos un valor que no puede tener por su escasez, diríamos que el uso de la -e asonántica pudo comenzar a acreditarse y fijarse todavía hacia 1032, pero quizá ya no más tarde, hacia 1057. Sin pretender tanta precisión, podemos sentar que la -e asonántica debió de venir consagrada por una regular tradición literaria entre los siglos X y XI, y así acreditada, pudo pasar a los siglos siguientes, en los cuales el hábito arraigado de los grandes sincretismos hizo posible que esa -e, en su calidad especial de arcaísmo poético, lograra convivir pacíficamente con el uso neológico contrario de la apócope «excesiva» propagada desde la segunda mitad del siglo XI. La escuela juglaresca de los cantares épicos tradicionales conservó tenazmente esa -e como arcaísmo venerado de los relatos heroicos heredados, y a la vez como recurso inestimable para facilitar las rimas, adaptándolas a un canto o recitación de cadencia uniformemente llana.
En conclusión, los cantares del siglo X, el de Fernán González, el de los Infantes de Lara, lo mismo que los del siglo XI, el Romanz del Infant García, usaban en sus rimas la -e asonántica; y la usaban naturalísimamente, porque también en el interior del verso usaban, con toda abundancia, lo mismo que las Glosas prosísticas, salvadore, señore, pane, heredade, y usaban ultracorreciones, estane. Adelante veremos que la comparación con el Auto de los Magos nos lleva a suponer que, mucho más tarde, el Mio Cid usaría también, aunque no corrientemente, alguna de estas formas en el interior del verso.
Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)
NOTAS
34 Traté de esto en 1933, en 1946 (Cantar de Mio Cid, III, «Adiciones», pp. 1177-1184) y, por último, en mi estudio sobre el Romancero Hispánico, 1953, cap. IV, §§ 11-14.
35 Véase cap. IX, § 7.
36 Véase atrás, cap. Ill, § 8.
37 Arch. Hist.: Sahagún, P-537. Véase Menéndez Pidal, Orígenes del esp., «Documentos de tierra de León», año 1061 León: «Félix Pérez y sus hijos venden...», § 6. Antes ha hablado de la villa de «Barrelus» (’Barrillos’), «iuxta flumen Quoronio».
38 Compárese engenobo < ingenuo y otros casos (Menéndez Pidal, Orígenes del esp., § 60, y Cantar de Mio Cid, I, pp. 165-166 (§ 28).
39 Menéndez Pidal, Cantar de Mio Cid, III, 1946, p. 1183.
40 En mi colección de ejemplos, las fechas están también así sucesivas para León, cuya última ultracorrección es fórone 1047, y la primera apócope difícil es remax 1058, 1061; para Aragón, más retrasadas: última ultracorrección, bédene, kede hacia 1090; primera epócope «excesiva», Ajerb 1118.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
PARTE PRIMERA: DE IBERIA A HISPANIA
A. EL SOLAR Y SUS PRIMITIVOS POBLADORES
CAPÍTULO I. LA VOZ LEJANA DE LOS PUEBLOS SIN NOMBRE.
* 1.- 1. LOS PRIMITIVOS POBLADORES Y SUS LENGUAS
* 2.- 2. INDICIOS DE UNA CIERTA UNIDAD LINGÜÍSTICA MEDITERRÁNEA
* 3.- 3. PUEBLOS HISPÁNICOS SIN NOMBRE; PIRENAICOS Y CAMÍTICOS
CAPÍTULO II. PUEBLOS PRERROMANOS, PREINDOEUROPEOS E INDOEUROPEOS
* 4.- 1. FUERZA EXPANSIVA DE LOS PUEBLOS DE CULTURA IBÉRICA
* 5.- 2. NAVEGACIÓN DE FENICIOS Y DE GRIEGOS EN ESPAÑA
* 6.- 3. LOS ÍBEROS Y LA IBERIZACIÓN DE ESPAÑA, PROVENZA Y AQUITANIA
* 7.- 4. FRATERNIDAD ÍBERO-LÍBICA
* 8.- 5. LOS LÍGURES O AMBRONES
* 11.- 8. «NOS CELTIS GENITOS ET EX IBERIS» (MARCIAL)
* 12.- 9. PERSISTENCIA DE LAS LENGUAS INDÍGENAS EN LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA
B. LAS HUELLAS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS EN LA LENGUA ROMANCE
CAPÍTULO III. RESTOS DE LAS LENGUAS PRIMITIVAS EN EL ESPAÑOL
* 13.- 1. VOCABLOS DE LAS LENGUAS PRERROMANAS
* 14.- 2. SUFIJOS PRERROMANOS EN EL ESPAÑOL
* 15.- 3. LAS LENGUAS DE SUBSTRATO EN LA FONÉTICA ESPAÑOLA
* 16.- 4. RESUMEN DE LOS INFLUJOS DEL SUBSTRATO
PARTE SEGUNDA: LA HISPANIA LATINA
A. LA COLONIZACIÓN ROMANA Y LA ROMANIZACIÓN
CAPÍTULO I. HISPANIA PROVINCIA ROMANA
* 17.- 1. CARTAGO Y ROMA. LA PROVINCIA ROMANA DE HISPANIA Y SU EXPANSIÓN DESDE EL ESTE AL OESTE
* 19.- 3. ESPAÑA Y LA PROVINCIALIZACIÓN DEL IMPERIO
* 20.- 4. PREDOMINIO DEL ORIENTE. EL CRISTIANISMO
CAPÍTULO II. EL NUEVO LATÍN
* 23.- 3. INFLUJO DEL CRISTIANISMO
* 24.- 4. NEOLOGISMOS DEL VOCABULARIO DOCTO
* 25.- 5. NEOLOGISMOS DE ESTILÍSTICA COLECTIVA
* 28.- 8. MÓVILES DEL NEOLOGISMO GRAMATICAL
* 29.- 9. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SINTAXIS DEL NOMBRE
* 30.- 10. CAMBIOS EN LA FLEXIÓN Y SINTAXIS DEL VERBO
* 31.- 11. PREPOSICIONES Y ADVERBIOS
* 32.- 12. COLOCACIÓN DE LAS PALABRAS
* 33.- 13. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA VOCÁLICO
* 34.- 14. EVOLUCIÓN DEL SISTEMA CONSONÁNTICO
* 35.- 15. OTRAS SIMPLIFICACIONES FONÉTICAS
* 36.- 16. LARGA LUCHA ENTRE INNOVACIÓN Y PURISMO
B. EL LATÍN DE HISPANIA
CAPÍTULO III. ESPAÑA EN LA ROMANIA
* 39.- 2. CAUSAS DEL DIALECTALISMO ROMÁNICO
* 40.- 3. ROMANIA OCCIDENTAL, ROMANIA MERIDIONAL
* 41.- 4. TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA
* 42.- 5. ESPAÑA Y LA ITALIA MERIDIONAL
* 43.- 6. ARCAÍSMO PURISTA DEL LATÍN DE ESPAÑA
* 45.- 8. FONÉTICA DIALECTAL EN EL LATÍN DEL SUR DE ITALIA Y DE LA HISPANIA CITERIOR
* 46.- 9. UNIDAD Y DIVERSIDAD EN EL LATÍN DE HISPANIA
* 47.- 10. TOPONIMIA CRISTIANA
PARTE TERCERA: HACIA LA NACIONALIZACIÓN LINGÜÍSTICA DE HISPANIA
A. DESMEMBRACIÓN DE LA ROMANIA. ÉPOCAS VISIGÓTICA Y ARÁBIGA
CAPÍTULO I. EL REINO TOLOSANO Y EL TOLEDANO
* 48.- 1. DISOLUCIÓN Y RUINA DEL IMPERIO DE OCCIDENTE. CRISIS DE ROMANIDAD
* 49.- 2. NACIONALIZACIÓN DEL REINO VISIGODO
* 50.- 3. REINO VISIGODO TOLEDANO
* 51.- 4. ONOMÁSTICA GERMÁNICA
* 52.- 5. CAUSAS DE LA FRAGMENTACIÓN ROMÁNICA
* 53.- 6. LA LENGUA COMÚN QUE NO SE ESCRIBE
* 54.- 7. CENTROS DIRECTIVOS DE LA HISPANIA VISIGÓTICA
* 55.- 8. LENGUA CORTESANA VISIGODA
* 56.- 9. EL MAPA LINGÜÍSTICO DEL REINO GODO
* 57.- 10. ORÓSPEDA, CANTABRIA Y VASCONIA
* 58.- 11. NACIONALIZACIÓN LITERARIA. SAN ISIDORO
* 59.- 12. LA ESCUELA ISIDORIANA
CAPÍTULO II. AL-ANDALUS. EL ÁRABE Y LA ALJAMÍA
* 60.- 1. LA ARABIZACIÓN DE HISPANIA
* 61.- 2. LOS MOZÁRABES EN SU ÉPOCA HEROICA
* 62.- 3. MUSULMANES DE HABLA ROMANCE
* 63.- 4. LA ALJAMÍA O LENGUA ROMANCE HABLADA EN AL-ANDALUS
* 66.- 7. TOPONIMIA LATINA EN BOCA ÁRABE
CAPÍTULO III. LOS PUEBLOS INDOCTOS DEL NORTE
* 67.- 1. UNA NUEVA BASE PARA LA NUEVA ROMANIDAD HISPANA
* 68.- 2. GRANDES TRASIEGOS DE POBLACIÓN
* 69.- 3. TOLEDANISMO OVETENSE. EL DIALECTO ASTURIANO Y LEONÉS
* 71.- 5. EL PATRONÍMICO EN -Z
CAPÍTULO IV. EL IMPERIO LEONÉS Y SU FRONTERA VÁRDULO-VASCONA
* 72.- 1. ORÍGENES DEL REINO DE NAVARRA Y DEL «IMPERIO» LEONÉS
* 73.- 2. FORMACIÓN DEL GRAN CONDADO DE CASTILLA
* 75.- 4. REPOBLACIÓN AL SUR DEL DUERO
* 76.- 5. PREPONDERANTE INFLUJO ÁRABE Y MOZÁRABE
B. PRIMEROS BALBUCEOS DEL IDIOMA —960-1065—
GLOSAS Y CANTARES ÉPICOS
CAPITULO V. LA LENGUA ESCRITA
* 77.- 1. LATÍN DOCTO Y LATÍN ARROMANZADO
* 78.- 2. LAS GLOSAS EMILIANENSES
* 80.- 4. DIFICULTAD DE LA ESCRITURA
* 83.- 7. REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE OTROS SONIDOS ROMÁNICOS
* 84.- 8. GRAFÍAS PARA SONIDOS ESPECIALMENTE CASTELLANOS
CAPÍTULO VI. EL HABLA ROMANCE
* 86.- 1. FALTA DE FIJACIÓN DEL SISTEMA VOCÁLICO
* 87.- 2. SONORIZACIÓN DE LA CONSONANTE SORDA
* 88.- 3. VACILACIÓN EN LA PÉRDIDA DE LA VOCAL INTERTÓNICA
* 89.- 4. FECHA RELATIVA DE LA SONORIZACIÓN Y DE LA SÍNCOPA VOCÁLICA
* 90.- 5. UNA ÉPOCA DE MÚLTIPLES SINCRETISMOS
* 91.- 6. CONTIENDA ENTRE LLANOS Y CULTOS
* 92.- 7. ARCAIZANTES Y NEOLOGISTAS
* 93.- 8. AFECTACIÓN ULTRACORRECTA
CAPITULO VII. EL CASTELLANO ENTRE LOS DEMÁS DIALECTOS ROMANCES HISPÁNICOS
* 94.- 1. CARÁCTER DIFERENCIAL DE CASTILLA
* 95.- 2. RASGOS PRIMITIVOS DEL CASTELLANO FRENTE AL LEONÉS, AL ARAGONÉS Y A LA ALJAMÍA
* 96.- 3. CASTILLA SE ADELANTA A LOS OTROS DIALECTOS AFINES
* 97.- 4. EL CASTELLANO CON EL LEONÉS Y EL GALLEGO-PORTUGUÉS
* 98.- 5. EL CASTELLANO CON EL ARAGONÉS Y EL CATALÁN
CAPÍTULO VIII. LA LITERATURA DEL MILENIO
* 100.- 2. CANCIONES ANDALUSÍES. EL LENGUAJE DE ESTOS CANTARCILLOS ROMÁNICOS
* 101.- 3. ESTADO LATENTE DE UNA POESÍA ÉPICA
* 102.- 4. ¿HUBO UNA ÉPICA MOZÁRABE?
* 103.- 5. CANTARES DE GESTA BREVES EN CASTILLA
Diseño gráfico:
La Garduña Ilustrada
Imagen: letra minúscula s, siglo XII. British Museum
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