269.- 7. LA ESCUELA SEVILLANA. UN MAYOR ESFUERZO DE ARTE

30 de julio de 2012 - 21:24

7. LA ESCUELA SEVILLANA. UN MAYOR ESFUERZO DE ARTE. IX. PERÍODO DE LOS GRANDES ESCRITORES MÍSTICOS (1554-1585)

También la conformidad de la lengua poética con la común era combatida por principios exclusivamente literarios.

Tres años antes que aparecieran Los nombres de Cristo como protesta contra la espontaneidad abusiva, publicaba otra protesta, aunque diferente, Fernando de Herrera en sus Anotaciones a Garcilaso, dadas a luz en Sevilla, 1580.

Precede al Garcilasso anotado un manifiesto de «El Maestro Fernando de Medina a los lectores», en el que toda la literatura anterior es tachada de no seguir el arte: la prosa de Fray Luis de Granada, las novelas en los libros de caballerías (Herrera, por su parte, manifiesta soberano desprecio por Guevara), los versos de los poetas, ...todo es pobre; sólo se exceptúan las obras de Garcilaso que «espiran un aliento verdaderamente poético». Por tanto, hay que dejar el camino real, trillado por todos, y emprender «nuevas sendas, llenas de aspereza i peligros» en busca de la desconocida hermosura del romance; para este nuevo camino será guía el comentario de Herrera a Garcilaso, donde «se començará a descubrir más clara la gran belleza i esplendor de nuestra lengua, i todos, encendidos en sus amores, la sacaremos, como hizieron los príncipes griegos a Elena, del poder de los bárbaros»..._⁴⁷. Y aquí, el definidor de la escuela sevillana promueve una disidencia frente al concierto general de las doctrinas coetáneas, pues afirma que «la luz del arte es guía más cierta que la naturaleza»; los poetas españoles muestran «agudeza i buena gracia en el dezir», pero «derraman palabras vertidas con ímpetu natural, antes que asentadas con el artificio que piden las leyes de su profession». La lengua poética, dice Medina, no es natural sino producto de gran estudio; si Fernando de Herrera se iguala con Garcilaso o es acaso superior, se debe a que «gastando los azeros de su mocedad en rebolver innumerables libros de los más loados escritores», se apropió los tesoros de elocuencia escondidos en nuestro idioma _⁴⁸.

Herrera no se muestra sólo como un poeta estudioso, de genio fortalecido en la meditación del platonismo, sino, caso insólito, como poeta que a su inspiración une un raro talento filológico, y más insólito aún, poeta generoso que consagra ese talento a comentar y glorificar a un rival de la propia gloria. Verdad es que escoge como modelo a Garcilaso para ir más allá. En los cincuenta años que median entre Garcilaso y Herrera, la lengua y la sensibilidad poéticas han cambiado bastante. Herrera, ora extraña en Garcilaso la prosodia aviá, mió, etc. con i semiconsonante; ora censura una construcción descuidada del Soneto 18, «dura locución»; ora «un baxíssimo i torpe verso» de la Égloga 2ª; ora la excesiva llaneza en la fecha de la epístola a Boscán, «doze del mes de Otubre», porque «el tiempo i años... en ningún género de versos se deve dezir como se dize en la prosa», es decir, que Herrera considera imprescindibles las designaciones mitológicas y zodiacales para designar las épocas del año _⁴⁹.

Censuras como éstas, a pesar de la constante glorificación del poeta anotado, sirvieron de pretexto a dos literatos castellanos _⁵⁰ para entablar una polémica, dándose por ofendidos en su veneración hacia Garcilaso. El principal adversario era el noble burgalés Conde de Haro, futuro Condestable de Castilla, don Juan Fernández de Velasco, bajo el seudónimo de Prete Jacopín, el cual muestra su desagrado por tantas citas y elogio de poetas andaluces que se hacen en las Anotaciones, omitiendo a los castellanos, y, sobre todo, por no citar ni una sola vez el otro comentario de Garcilaso hecho por el ilustre catedrático salmantino, el Brocense, cuyas «letras y erudición son aprobadas no en universidades que tienen sólo el nombre, sino en Salamanca, donde tiene tan buen lugar»_⁵¹. Esta despectiva alusión a las universidades andaluzas de Osuna y de Baeza, y la nota de ignorancia continuamente lanzada sobre Herrera, son contestadas por el poeta con menciones deprimentes de poetas castellanos, Juan del Encina y Ercilla _⁵². La guerra del Sur y del Norte arde. La escuela sevillana queda así, con la mayor acrimonia, colocada frente a la escuela salmantina y, en realidad, frente a todos los principios dominantes hasta entonces en el siglo XVI. El punto esencial de discrepancia está en que el Conde de Haro defiende ciertas llanezas de Garcilaso, cuando Herrera las tacha de humildes, vulgares y aun propias de las hórridas Asturias de Oviedo _⁵³. El odio a lo vulgar se extrema, incluyendo en ello el habla común _⁵⁴.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

47 Obras de Garcilasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera, 1580, p. 11.

48 Medina dice de Herrera en la p. 9: «es suya propria la eloqüencia de nuestra lengua... bien escriva prosa o bien verso».

49 Véase Anotaciones, pp. 110, 162, 603 y 384.

50 El Damazio que, según dice Herrera, escribe desde Valladolid una carta a Sevilla contra las Anotaciones, se cree que sea un seudónimo (A. Coster, Fernando de Herrera, 1908, p. 161); pero no es tal, sino el nombre de Damasio de Frías.

51 Observaciones del Licenciado Prete Jacopín (en Fernando de Herrera, Controversia, ed. «Bibliófilos Andaluces», 1870, p. 49).

52 Contestación a Prete Jacopín (en Controversia, ed. 1870, pp. 78, 80 y 130). A pesar de las dos menciones nada respetuosas de la Araucana que aquí hace Herrera, Ercilla aprobó Algunas obras de Fernando de Herrera, Sevilla, 1582, como antes había aprobado las Anotaciones.

53 Controversia, pp. 6 y 91, sobre tamaño, usado por Garcilaso; pp. 25 y 129, sobre no hazía sino..., y «con algo más contentamiento», pp. 32 y 133, sobre verás.

54 En la p. 35 dice Prete Jacopín: «este vocablo vulgar no se os cae de la boca». Herrera, discutiendo no hazía sino... : « es modo vulgar de prosa y del habla común, y ajeno a la elegancia poética; mas ¿qué mucho sea vulgar y humilde, si lo defendéis con dezir que es muy usado?».

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