289.- 9. EL GUSTO, SEGÚN LOPE: SINTAXIS IMPRESIONISTA

05 de agosto de 2012 - 17:22 - I.- HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

9. EL GUSTO, SEGÚN LOPE: SINTAXIS IMPRESIONISTA. XI. PERÍODO DE CERVANTES Y LOPE DE VEGA, (1585-1617)

Aquí hemos de detenernos en el uso muy español de una palabra que hallamos en diversas épocas con matices de significado muy diverso. La reina Isabel estimaba el buen gusto como sazón general del porte humano, pero luego, Valdés no presta atención a esa cualidad, exaltando en cambio el buen juicio _⁵². Lope ahora pone frente a frente los dos conceptos y discute o aprecia su campo de acción. El arte docto y antiguo «se funda en razón» (Arte Nuevo, v. 137), mientras el arte nuevo se funda en el gusto, facultad espiritual independiente, cuya plena sustantividad se manifiesta en la supresión del adjetivo buen _⁵³. Tal distinción se destaca bien en la doctrina lopeveguesca. Frente a la teoría objetiva de la belleza, Lope sienta el principio de una estética subjetiva, estética que no llegará a constituirse sino en el siglo XVIII. Según Lope, el fin de la poesía natural es «dar gusto» (Arte Nuevo, vv. 48 y 209), y el gusto, como deleite estético, es independiente del raciocinio o juicio; tan independiente que puede ser opuesto:

porque a veces lo que es contra lo justo
por la misma razón deleita el gusto (v. 376)

oposición que Lope reafirma muchos años después del Arte Nuevo, en la Epístola a Claudio (1631):

que en lo que viene a ser arbitrio el gusto
no hay cosa más injusta que lo justo _⁵⁴.

En el lenguaje, como elemento primordial de la expresión estética deleitosa, impera el criterio que prefiere el gusto, aun contra lo justo; tanto en el arte natural como en el docto. Esto se ve muy particularmente en la construcción de la frase, donde se observa una que podríamos llamar sintaxis de «a buen entendedor», confiando siempre en que una vez indicado lo esencial, los rasgos salientes que deben impresionar el ánimo, queda satisfecho el gusto y es pesadez el entretenerse en el desarrollo racional, lógico, completo y justo de la idea; la frase sugeridora vale más que la expresión acabada: «a buen entendedor, pocas palabras». Esa sintaxis extremadamente elíptica, o «a medias palabras», abunda en los escritores del siglo XVI-XVII, pero en Lope se ofrece con caracteres eminentes, y en él debemos ejemplificarla, como en esta comparación de la gente que se precipita a salir arrebatadamente de la iglesia:

y a la puerta, por tomalla,
como el agua en la redoma,
no hay hombre que apenas salga _⁵⁵.

Tratando de que se extingue pronto el amor a la persona muerta:

—Verdad; mas el sentimiento
dura mucho.
—Ni un momento,
que el bien que se pierde junto,
sólo dura hasta aquel punto
que es cierto su perdimiento,

donde «el sentimiento del bien» se simplifica en «el bien» y a éste se atribuye irracionalmente el verbo «dura», segunda vez empleado.

En el poema La Dragontea, contando la conocida anécdota del noble toledano a quien Carlos V manda hospedar en su casa al Condestable Borbón, la brevedad rehuye dos veces el expresar el cambio de sujeto, y usa atrevidamente de pronombres, causando así anacolutos que harían ininteligible el relato si no lo suponemos conocido:

Daba el divino César, vuestro abuelo,
casa a Borbón francés en la de un grande,
y respondióle con honrado celo:
«Yo debo hacer lo que mi rey me mande;
pero, en saliendo della, ¡vive el cielo!
que apenas del portal seis pasos ande
cuando la ponga con mis manos fuego»._⁵⁶

En el verso tercero el sujeto del verbo cambia y es «el grande» no el César; en los versos quinto y sexto vuelve a cambiar, y no es ya «el grande», sino «Borbón» (quien sale y anda), y en esos mismos versos las alusiones pronominales de ella y la se refieren al sustantivo «casa» que está muy lejos, tres cláusulas antes.

El pronombre se refiere a un antecedente lejano, que se supone queda en el ánimo del oyente como impresión dominante, aunque haya otro sustantivo más próximo que pudiera confundir o estorbar: «¿para qué solicito conservar la más triste vida que se ha dado a esclava? ¿Cuál mujer de mis años la pasa con tantos sobresaltos?... Cuando haya pasado lo mejor de mis años en este laberinto amoroso, ¿qué tengo de hallar en mí, sino arrepentimiento para los que me quedaren?»; «—Con el susto que me has dado, era mayor la venganza que la ofensa. —Yo no he deseado tenerla de ti»_⁵⁷, etc., etc., caso muy frecuente en los escritos de este tiempo.

Los casos más normales de elipsis abundan siempre que se busca elegancia en el decir. Sirva de ejemplo Fernando, desamorado ya de Dorotea: «quedé vengado, y más cuando vi las lagrimillas, ya no perlas, que pedían favor a las pestañas para que no las dejasen caer al rostro, ya no jazmines, ya no claveles» (Dorotea, Vº 3ª).

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

52 Arriba cap. I, § 5 y VII, § 2.

53 Fuera de la estética literaria, Lope usa el adjetivo. El enamorado dice «que de buen gusto me precio» Las fortunas de Diana (Obras sueltas, VIII, 1777, p. 44). Hasta una labradora, a otra que ha escogido buen galán, le dice que una dama tendrá «envidia de tu buen gusto», Al pasar del arroyo, 1615 (en la ed. «BAE», XXIV, p. 397c). Adelante veremos (cap. XVIII, § 5) que Mira de Amescua da como término del lenguaje de palacio «buen gusto».

54 «BAE», XXXVIII, p. 432. Comp.: «que en los imperios del gusto nunca fue ley la razón», Porfiar hasta el temor Iª (ed. «BAE» XXXIV, p. 315b).

289.- 9. EL GUSTO, SEGÚN LOPE: SINTAXIS IMPRESIONISTA

Otros artículos en este blog:

0 comentarios