294.- 14. LOS LUGARES COMUNES

07 de agosto de 2012 - 16:25 - I.- HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

14. LOS LUGARES COMUNES. XI. PERÍODO DE CERVANTES Y LOPE DE VEGA, (1585-1617)

También el lenguaje lopeveguesco, a pesar de sus latinismos y tecnicismos, queda retenido en la llaneza por aceptar los lugares comunes. Lope, respondiendo a los que censuran su Angélica (1602), escribe: «usar lugares comunes como engaños de Ulisses, Salamandra, Circe y otros, ¿por qué ha de ser prohibido?... que si no se huviera de dezir lo dicho, dichoso el que primero escrivió en el mundo»; si todo lo innumerable es expresado con las estrellas o con las arenas, lo mismo por Dios o por David en la Biblia que por Marulo, Catulo, Ovidio o Silio Itálico en la poesía latina, «no es error imitarlos ni dezir lo dicho» _⁹⁴. Acabamos de ver que Lope, como Garcilaso, versifica frases hechas: «Si es tan bravo el león como le pintan», «Que dándole los pies tomó la mano»_⁹⁵, y hemos visto también que no repugna la vulgaridad del simbolismo de los colores.

Pero Lope, más que acoger simplemente el lugar común, procura renovarlo y excederlo. No existe escritor que haya puesto más empeño que él en ensanchar el campo de las comparaciones que dan viveza al lenguaje cotidiano y que serán rehuidas por el culteranismo. Varias veces emplea como símil la vela que se torna a encender inflamando su propio humo. El puñado de arena que, al apretar la mano, se escapa entre los dos, le sugiere también muchas semejanzas, entre ellas la de la mujer que, cuanto más estrechada, más se huye. Ingenios que escriben hoy las mismas cosas que ayer son espejos quebrados que en cada uno de sus pedazos reflejan lo mismo que en el todo. Los que no tienen opinión propia son como los relojes que no dan la hora si otro no les sube la cuerda con la pesa. En este lenguaje ávido de realce sensorio, lo abstracto acude siempre a socorrerse de lo concreto empleando multitud de imágenes experimentales captadas con originalidad: las arenas de acero que se erizan tocadas por el imán; las cartas amorosas arrojadas al fuego, «cuyas letras quemadas, blancas entre lo negro del papel, me ponían miedo»..._⁹⁶; es inagotable este deleite en la observación solícita de la realidad y ese gusto de ingenioso simbolismo, que a menudo forja unas como «greguerías» modernas, aunque no aisladas en sarta, sino bullentes en medio del discurso, como vivo elemento de expresión.

Respecto a los lugares comunes eruditos que el renacimiento había traído, Ulises, Circe, etc., la innovación surge también, aunque en otra forma, al lado de lo tópico. Ser un Alejandro, esto es, 'magnánimo»', viene a resultar expresión tan gastada que la manda retirar Quevedo en su Premática del año 1600; para renovarla, Lope adjetiva el nombre propio: «la presencia bélica alejandra», o forma un sustantivo abstracto: «hacer alejandrías»_⁹⁷. Toma del latín el adjetivo del nombre propio, en la frase «vivir nestoreos años» (Nestorea senectus), pero además adjetiva el nombre sin alteración: años nestores. Lo mismo con sentido de 'atrevido, temerario' adjetiva dos antropónimos: «ícaro corazón, faetonte pecho»_⁹⁸, desechando el adjetivo latino (Icareus volatus).

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

94 A don Juan de Arguijo, dedicatoria de la Segunda parte de las Rimas, a continuación de la segunda edición de La hermosura de Angélica, Barcelona, 1604, fol. 243v (en Obras sueltas, IV, p. 167).

95 Versos censurados por Jáuregui (en Sales españolas, II, pp. 291-292).

96 Obras sueltas, XVI, p. 48; V, p. XVI, p. 325; La Dorotea, Vº, 9ª; etcétera.

97 Cervantes dijo también «alejandras manos»; véase el Diccionario Histórico de la Lengua Española, por la RAE.

98 Bull. Hisp., XXXV, p. 381. Nestóreos años en Lope y en Tirso («BAE», XXXVIII, pp. 414b, y «NBAE» IV, p. 540b), «gozar los días, que los de Néstor sean» (Quijote, IIª, 26º), en boca del muchacho de Maese Pedro. Tirso adjetiva: «Mis deseos faetones», El melancólico (Comedias, «NBAE», IV, p. 74b).

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