291.- 11. LA ERUDICIÓN Y LA POESÍA DOCTA

06 de agosto de 2012 - 23:12 - I.- HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

11. LA ERUDICIÓN Y LA POESÍA DOCTA. XI. PERÍODO DE CERVANTES Y LOPE DE VEGA, (1585-1617)

Como hasta las comedias se han de escribir «con erudición», no es de extrañar que al «imitar» el habla cotidiana la imite también en sus aspectos más eruditos. En La batalla del Honor (1604) se define y se extrae la raíz cuadrada para ordenar un escuadrón fantástico _⁶⁵; en Adonis y Venus (anterior a 1604) se conceptea sobre la voluntad, memoria y entendimiento, las tres potencias del alma _⁶⁶, nociones que a un crítico alemán sorprende encontrar como muy corrientes, pero que aun hoy son vulgares por haber sido incluidas en la enseñanza del catecismo; en Mirad a quién alabáis (publicada en 1621) se discurre sobre la opinión de Platón y Aristóteles acerca de la sustancia intelectiva y las especies inteligibles _⁶⁷; y así otros muchos conceptos filosóficos aparecen aquí y allá en el diálogo. Otras nociones técnicas psicológicas aparecen más veces en las obras doctas, en La Arcadia (1598) describiéndose un ensueño por el juego de la estimativa y la fantasía con «el defecto de la operación del sentido común» _⁶⁸, o en La mañana de San Juan (publ. 1623), donde una invocación solicita las imágenes fantásticas y especies fabricadas por la fuerza estimativa^₆₉. Los dos géneros poéticos, el natural y el docto, se tocan así en esta zona de la erudición, aunque, claro es, participan muchísimo más de ella los poemas de metro mayor.

Uno de los efectos que la erudición promueve en el escritor es el gusto de las enumeraciones largas, fruto de un vasto conocimiento de cosas referentes a una materia especial. Las enumeraciones botánicas son las más frecuentes en Lope. Él, que tanto recreo hallaba en cultivar su breve huertecillo urbano, nos ofrece multitud de variados y abundantísimos grupos de plantas o de flores, caracterizada cada una de modo rápido, por sus cualidades o por sus recuerdos mitológicos, a veces mediante solo la adjetivación o poco más: el jaral teoso, la venenosa adelfa, la berrugosa toronja, el enebro pungente, la manzana de oro y gualda, «como suele madurar la granada reírse por diamantes y rubíes», «la verde balsamina los tiernos lazos dejativa inclina»... y así por cualquier parte que se abran las obras de Lope _⁷⁰. Podría hacerse también una copiosa antología con las enumeraciones de animales: el conejo bullicioso, el javalí colmilludo, la trucha lisa y pintada, la murena verde y negra...; todo el canto del gigante Alastio en el libro 1º de La Arcadia no es sino puro virtuosismo, como un largo friso formado por la yuxtaposición de dos series de imágenes, una zoológica y otra botánica.

Además Lope enriquece semánticamente estas series acogiendo a veces y extendiendo los simbolismos que en ellas pone el habla popular:

los leones de soberbia,
los lobos de la avaricia
con los perros de la gula
y los tigres de la ira,
los bueyes de la pereza,
los sátiros y las ximias
de la lasciva torpeza
y los linces de la envidia_⁷¹.

Igualmente ocurre el simbolismo de las plantas _⁷², y sobre todo el de los colores, el más difundido de todos _⁷³; Quevedo en su Premática de 1600 lo manda suprimir por muy enfadoso, pero Lope, dentro de su llaneza, continúa sirviéndose de él, aunque tan corriente.

Otros grupos de palabras relativas a conocimientos más técnicos se dan poco en el teatro, y casi únicamente en la poesía docta. Entran en abundancia por primera vez en la poesía multitud de voces tomadas a la arquitectura (plinto, arquitrave, acroteras, sinedras, tresdoses...), a la pintura (bosquejo, ancorque, genolí, «esbelteza, voz que la pintura trajo de Italia», «lo que los pintores llaman encarnación...»), a la música (gormáticos, falsos, quiebras, fugas...), a la astronomía (eclíptica, híadas, hélices 'la osa mayor', sextiles, equinoccial, coluros...), a la medicina (febricitante, intercadente...), a la zoología exótica (cercopíteco, psitaco...), a la náutica, a la milicia, en fin a todas las disciplinas profanas y sagradas _⁷⁴. Tanto en las primeras obras de Lope como en las últimas suelen hallarse trozos de recargado tecnicismo: en el libro 5º de La Arcadia (1598) hay un breviario de las artes liberales _⁷⁵; en los Triunfos divinos (1625) se intenta una verdadera enciclopedia del catolicismo _⁷⁶.

La inmensa extensión del vocabulario de Lope, que de seguro excede a la de todo escritor de cualquier otro tiempo, obedece a inclinación suya, propia de su condición extremosa; pero, en parte, responde a corrientes generales de la cultura europea de entonces. También Shakespeare ofrece gran riqueza en nombres relativos a plantas, animales, caza, deportes,... una abundancia general de vocablos que hace subir su caudal propio a 15.000 palabras, el doble que Milton _⁷⁷. Es algo propio de la época. Contemporáneo de Lope, como Shakespeare, es Marino (napolitano 1569-1625), quien en L'Adone (1623) metrifica interminables enumeraciones propias de la botánica, la ornitología, la geografía, los juegos,... sin que falte la descripción del palacio de las artes liberales con gran vocabulario doctrinal. La explicación de este gusto coincidente en tan varios autores la hallaremos en las ideas literarias entonces en boga.

Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)

NOTAS

65 Ed. RAE, Obras, III, 1917, p. 606a.

66 Ed. RAE, Obras, VI, 1896, p. 23a.

67 «BAE», LII, p. 459a.

68 Obras sueltas, VI, 1777, p.8.

69 Obras sueltas, III, 1776, p.108.

70 La Angélica, IIº, 4ª (Obras sueltas, II, p. 19); Laurel de Apolo, Silva X, (Obras sueltas, I, pp. 199 y 201); Triunfos divinos (Obras sueltas, XIII, p. 8), etc. Véase L. Salembien, Bull. Hisp., XXXIV, pp. 300-309.

71 La adúltera perdonada, Auto, ed. RAE, Obras, III, 1893, p. 24a. Otra enumeración (en la que faltan dos versos a una cuarteta), en Los amigos enojados: ...» El tigre de la malicia, el lobo de la codicia y el oso de la ignorancia» (Obras, III, 1917, p. 310b).

72 El laurel, noble; el acebuche y enebro, villanos (El verdadero amante, en Obras, V, p. 603a); otras ilustraciones en La Arcadia (Obras sueltas, VI, p. 2).

73 Véase L. Salembien en el Bull. Hisp., XXXV, p. 379. Para una limitación cronológica de este simbolismo, v. H. A. Kenyon, reseñado en la RFE, VIº, 1919, p. 325. Faría y Sousa, en su Comento a los Lusiadas, tomo II, 1639, col. 273, da la significación de catorce colores que solían emplear los galanes y los soldados.

74 Recoge ejemplos Léontine Salembien, «Le vocabulaire de Lope de Vega», en el Bull. Hisp., 34º, 1932, y 35º, 1933. Para encarnación, v. Obras sueltas, IV, p. 470. Para el exceso de tecnicismo náutico en La Dragontea, v. Rennert-Castro, Vida de Lope de Vega, 1919, p. 134.

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